Por todos lados que uno mire,
siempre se encuentra con noticias poco alentadoras que, de alguna manera,
conmueven el alma, así sean vistas desde la lejanía del confort propio.
Uno no está libre de sentirse
cómodo, porque cuando no son sus propios problemas son los ajenos los que, de
alguna manera, terminan haciéndolo pensar, por lo menos eso, ya que no tiene ni
poder ni medios ni forma de arreglarlos.
En la comodidad de mi cama vi un
programa de DW que hablaba, básicamente, de los sin techo, de aquellas personas
que, en Estados Unidos aclaro, por cualquier razón perdieron su empleo y viven,
como pueden, dentro de sus propios carros. Lo sé, a cualquiera le puede pasar.
Y todo por la ruleta de la suerte,
tuvieron pero hoy ya no tienen, quién sabe si algún día podrán volver a tener.
El programa así lo precisaba: Indigencia,
hambre, vergüenza: la pobreza se ceba con el país más rico del mundo, EE. UU.
Afecta a 43 millones de ciudadanos, el doble que hace 50 años. Puede aparecer
rápidamente: una enfermedad o perder el empleo pueden bastar para dejar a una
persona en la calle(1).
Si bien el programa no se centra en
la mendicidad ni en barrios de miseria sí muestra a las personas que, al menos
manteniendo algo de dignidad, hacen de su carro su vivienda y tratan de
sobrevivir, de cualquier manera. 43 millones en Estados Unidos me dije, pero si
es casi la misma población de Colombia, reflexioné y eso me impactó. Supongo,
dentro de mi ignorancia, que el 20% de colombianos están en la misma situación.
No quise pensar en sumar ese 20% de los 194 países reconocidos por la ONU,
porque eso me llevaría a pensar que si todos esos pobres se reunieran en una
sola tierra, en África, por decir algo, apenas cabrían. Mucha gente, mucha
pobreza y nada qué hacer, porque a nadie le interesa, pareciera que a los
países, hasta los más desarrollados, necesitan tener pobres, pues de no ser
así, no los tendrían, me dice mi pobre y limitado pensamiento.
Pensé en que si esos 43 millones
votaran al unísono, cómo sería la cosa, aunque el colegio electoral de los
gringos se impondría reconociendo no esos votos sino los de su propia
conveniencia(2).
Soluciones debe haberlas, me imagino
el platanal que se han gastado en estudios que, como todo estudio que no sea
rentable, termina en el olvido del archivo muerto.
Una reflexión que debía hacer, sin
solución a la vista, por falta de interés estatal, ante la imposibilidad
personal de hacer algo. Naturalmente se consiguen personas que con buena
voluntad ponen su grano de arena, como los ejemplos que trae el mismo programa,
que al ver a esas almas caritativas, uno de entrada las descalifica, porque la
pinta hace eso precisamente, que uno las descalifique, desafortunadamente,
desafortunadamente. Y eso me lleva a terminar pensando que por más leyes
antidiscriminación que haya siempre encontraremos razones para discriminar.(3)
No pude evitar aquel pensamiento: el Hijo del Hombre era un
ser maravilloso, pero condenado al fracaso.(4)
Tomado de Facebook. (5) |
[2] ¡Ojalá tengan razón los rabinos y los profetas y un
día llegue el Mesías, para que acabe de una vez con estas vidas nuestras que
nada valen! (…) ¿Hasta cuándo iba a creer el pueblo de Israel en estas
tonterías con las que los rabinos lo machacaban? ¿Hasta cuándo estas pobres
gentes, a las que Herodes oprimía hasta sacarles la sangre, iban a esperar a
que un Mesías viniera a liberarlos, en lugar de liberarse ellos mismos? Marek Halter - María de Nazaret.
[3] No sé si la frase es de mi propia inspiración,
inspirado por otro o leído en algún lado, pero me gustó y por eso terminó
anotada en mi registro de memoria, la que me ayuda a no olvidar.
[4] JJ Benitez. Caná.
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