viernes, 30 de septiembre de 2016

SOLEDAD


  
Hola soledad 
no me extraña tu presencia 
casi siempre estás conmigo,
te saluda un viejo amigo 
que te encuentres uno mas
[1] 


Pensé en la soledad, en esa soledad de quedar así en este mundo: solo en el mundo. No nos sentimos solos mientras sintamos que tenemos una familia –aún a pesar de la familia-. Pensé en el hijo único cuando ya no tenga padres, cuando los tíos no estén o estén tan perdidos como los primos, difusos en la misma palabra.

Traté de imaginarme esa soledad que siendo ajena, podría ser dolorosa si se pensara en familia, inexistente en un momento dado. Y a la vez, sin progenie, sin saber qué puede esperarles.

Tristes pensamientos que es mejor mandar callar, acallar y ocultarlos en el zaguán, echarles tierra y enterrarlos, mejor no llamar al infortunio. Los cielos son sordos, pero de pronto terminan oyendo y, en eso sí, el castigo divino llega gracias al principio de la atracción, lo que me lleva a pensar por qué diablos lo malo llega como caído del cielo, mientras lo bueno, esperando se queda!

Pensé en que todos siempre estamos acompañados porque se tiene familia o se hizo familia, con la que poco se compartía, a la que no se conocía. Ni en presente ni en pasado. En futuro ya será cosa de conocer la historia de cada cual, a pesar de que jamás se tendrá la historia completa de cada quien, porque cada quien cuenta su historia, su versión y guarda sus secretos, sus misterios. Ni aún uno conoce su propia historia completa, por la tergiversación, por la conveniencia, por el pudor, por la vergüenza.  

Por eso somos seres solitarios que pretendemos compañía.

Y eso me lleva a la otra cara de la moneda. La soledad bien entendida, la que tiene clase, la inspiradora, la compatible con uno mismo. La que no avergüenza, la que no tergiversa, la que vanagloria, la que armoniza con el pensamiento.

Esa soledad que se disfruta con un buen libro, música, aficiones, pasatiempos, entretenimientos, el goce de la individualidad, el no tener que rendir explicaciones a nadie por nada, el placer por el placer, el goce de los sentidos.

El placer de estar solo, aún en compañía, pero gozando de esa individualidad que solo se soporta a uno mismo, por ser uno, no otro. El placer de pasar el tiempo con uno mismo, ocupado en uno mismo, pensando pensamientos, como inteligentemente respondió alguna vez una sobrina. Ah la Cata!

Y para concluir, cómo una palabra tiene dos acepciones tan contradictorias. 

La soledad tiene suaves, sedosas manos, pero sus fuertes dedos oprimen el corazón y le hacen gemir de tristeza. La soledad es el aliado de la tristeza y el compañero de la exaltación espiritual.[2]

Todo es tan relativo!


Foto: JHB (D.R.A.)


[1] Si quiere oírla en versión de Rolando Laserie: https://www.youtube.com/watch?v=UPpoAgXz4KY. Como ejercicio puede oírla mientras lee este blog, de pronto compaginan!
[2] Gibran Jalil Gibran. Arena y espuma.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

INTERMEDIO



Todo lo que quieras pedir, pídelo en mi nombre y nada te será negado. Seguros en vos? Promesas divinas, que provienen de una divinidad de la que es mejor no estar muy seguros, para no desilusionarse, pienso yo.

Jung escribió que “los seres humanos no podrían soportar una vida carente de sentido”, y parece que el hombre tenía razón, tenía sus razones. Pienso en esas palabras al corroborar la inutilidad de la vida…

Pero dejo ahí, por el momento. Leí que Bhakti Raksaka Sridhara Swami[1] dijo: No se puede hacer negocios con Dios. Y solo pensé si por mal negociante o por mentiroso.

Hago la primera parada: Ante todo no pretendo ni quiero que se tomen estas palabras como ofensas –personales ni a conglomerados-, sólo son palabras de intranquilidad mental, de descreído, de quien puede haber perdido la fe o haberse dado cuenta que nunca la ha tenido, pero en ningún caso se vean como burla hacia creencias ajenas.

Si así pueden ser vistas, lo mejor es que no continúen con la lectura, para no herir más susceptibilidades; el país con las que tiene, ya tiene suficientes como para ser yo el generador de más inconvenientes.  Dicho ésto, prosigo divagando (Aprenda cada cual a marchar por el camino que más le plazca. Sexto Proercio).

No sé si son preguntas que es común hacerse, lo único que sé es que en alguno de mis ratos de ocio o de inquietud, me invento las preguntas, así sea para amargarme la vida a mí mismo, sin pretensiones de saber ni de conocer, sino de explorar.

Y a partir de las promesas divinas, agregadas las frases positivistas que proliferan en las redes sociales, me lleva a que “Prometemos según nuestras esperanzas, y cumplimos según nuestros temores[2].

La promesa de la vida eterna, semejante a la de la tierra prometida, a la que Moisés nunca llegó a conocer, por castigo divino? De malas el hombre, le tocó el todoyo y lo dejaron con los crespos hechos. Eso mismo le pasó a don Cristo? Por meterse de redentor.

Dios todo lo oye, todo lo sabe, todo lo decide. Palabras, tan solo palabras cuyo trasfondo es imposible de descubrir, ni si quiera de escudriñar.

Y para rebatir las existencias celestiales los argumentos resultan semejantes, por el sí o por el no, parece parte del referendo, y el eterno ejercicio del aire, no lo ve pero existe, lo mismo que el Internet.

Y la existencia de tantos dioses, monoteístas, naturalmente, Dios, Alá, el innombrable, Jehová, Él, El Señor,  Abbá, el Altísimo, Principio, Mente, Alma, Vida, Verdad, Amor y Espíritu, Universo, Entidad Universal, el creador, iluminado, perpetuo y sin género, tan distintos siendo aparentemente el mismo que cambia de nombre según la región, la religión y el idioma usado. Y las matanzas en su nombre –de cada uno, a conveniencia-.

Y la religión mezclada con la política hacen un buen molotov, unida a la lengua, a la bilis y a la mala leche, muy malas consejeras.

Y siguen los pensamientos sin fin. Menos mal que son pensamientos de viejitos, porque si fuera de jóvenes, ahí sí estaríamos jodidos, porque podrían perder la poca fe que tienen del más allá y ahí sí, como dijo Dostoiewski “Si Dios no existe, todo está permitido”. Preferible que el mundo siga perdiendo el tiempo en maricadas como la prohibición del brikini, mientras permite que las tetas estén al aire! Contradicciones de vida! Y eso que es moda de los franceses, los más avanzados en el pensamiento, los más permisivos de la humanidad, liberté, egalité, fraternité: Ja! Para los de ruana! Ya no son lo que fueron, ya nadie es lo que fue!

Y así podría seguir, derramando la mala leche, haciendo preguntas imprudentes, pero como podría llenar toda una colección con tanta divagación que al parecer no lleva a ningún lado, prefiero pensar en si el Universo es sordo a mis plegarias, a mis deseos, a mis sueños, o será que no los merezco o simplemente no existe la tierra prometida ni el más allá ni se puede confiar en promesas divinas que solo se hicieron verbo gracias al humano que fue designado para propagarla o al que se le ocurrió estafar a la humanidad, para que no se perdiera en ella misma. Da lo mismo!

No se trata de irreverencias, aunque las contenga, son pensamientos que quisiera me condujeran a experiencia propia y no limitarme a lo que otros dijeron, porque dijeron, quiero encontrar algo más que la inutilidad de la vida misma.

Como dan para todo estas divagaciones, seguiré explorando el tema, si es que el futuro existe.

Don Miguel (Unamuno) incluyó en su rosario de sonetos líricos:
‘Sufro yo a tu costa/
Dios no existente, pues si Tú existieras/
existiría yo también de veras.’

Citado en F. Savater. El arte del ensayo





[1] Ni sé quién era, ni puedo pronunciarlo, aunque las dos primeras palabras significan Supremo Guardián de la Devoción. Encontré lo siguiente: http://www.vrindavan.org/vrinda/sridhara.htm, por si les interesa.
[2] François de Larochefoucauld.

lunes, 26 de septiembre de 2016

LA MÁQUINA DEL TIEMPO



Sin saberlo, nos implantaron una máquina del tiempo. Siempre ha estado allí. Podemos imaginar el mañana, con alguna posibilidad de avizorarla. Vemos el pasado, escudriñando lo que pasó, sin posibilidad de modificarlo, tan solo de arrepentirnos o de añorar su repetición. Tal vez podamos corregirlo hoy con un lo siento, con un perdón, si  de corregir se trata, pero lo que fue, fue. Si fue de gozo, la sonrisa nunca se nos borrará al recordarla, de lo contrario, año perdido.

En dónde está? En dónde la conectaron? En dónde la ocultaron? En la sangre? Tal vez viaja por sus avenidas y calles, por eso pasa por la bilis y da la mala leche o se purifica en los pulmones, la impulsa el corazón al corazón y dependiendo de su estado de ánimo, puede estar partio, acelerado o con pulso apenas perceptible. Viajaría por todos lados y en su camino se enfriaría o se calentaría según la estación, según los tiempos.

Podría estar en los nervios y viajaría con la electricidad, esa motora que impulsa a todo el ser. Neuronas y dendritas, impulsado por la química. Una mala dosis y lo descontrola todo; un exceso, hace que quede dopado, ay qué problema!

También en los impulsos sanguíneos o nerviosos pudieran llegar al cerebro y enterrarle entre tanta masa. Viajero impenitente, pasa del consciente al subconsciente y se aprovecha del inconsciente, porque sabe que ahí no lo buscan, por problemas atávicos.

Pero también puede estar en el alma. Qué problema! En dónde queda? Parece que es el mejor escondite. Nadie sabe si existe el alma, nadie sabe que existe la máquina del tiempo; tal para cual, quién lo dijera! El camuflaje perfecto. Aquí o allá, alma o máquina, difusos, tal vez la una no sepa que la otra existe con ella, ni siquiera sabe que coexisten, que pueden ser una o si lo prefieren, la misma.

Pero a qué viene tanta disquisición? No lo sé, ya lo olvidé.

Pero ya que se habló de dos funciones que tiene esa máquina, vale la pena advertir que se puede rescatar la tercera función, no tan automática como las otras, aunque pendiente y dependiente de lo que de ellas diga el manual. Porque es la tercera alternativa, la olvidada, la desconocida, la ignorada, porque aún en su presencia, las otras hacen olvidar su ausencia hecha realidad. Ocupada en el ayer y en el mañana olvida que su misión es de función primordial, porque sin ella, ni la una ni la otra. Ah hoy tan engañoso y maltratado!

Pero es el hoy el que interesa, no lo dice el manual. Manuales! nunca dicen lo que deben decir, solo dicen bobadas para ineptos, nunca dicen cómo conectar y menos cómo desconectar, qué ridiculez, piensa alguien, sí, qué ridiculez, digo yo, de usted, yo terminaría acá y cerraría la página, la dejaría pasar, para que se convirtiera en pasado, por allá alejado, qué más puede desearse?

Pero no, continúo y veo que usted también, digamos que por simple curiosidad, así nos excusamos mutuamente.

El hoy es el que interesa, pero es el que más se olvida. Para mañana tengo que, que no se me olvide mañana, mañana lo hago, porque ayer lo olvidé, porque ayer no se salió bien. Tal vez en un ratico, hace un ratico salió y de ratico en ratico el día se pasó y el hoy se evaporó en ayer, a pesar de que mantenemos un eterno hoy, sin darnos cuenta, sin saber qué tanto estamos dominados por esa máquina de tiempo o por esa alma, que parece vive en pena. Qué pena, Dios mío!

Y el hoy pervive en su entorno, entre ayer y mañana. Ese ayer que fue hace un minuto, por ese mañana que será en un minuto, pero que minuto a minuto se disolvió sin darse cuenta que en últimas, desperdició ese hoy, por estar pensando en los otros dos, añoranza del uno, esperanza del otro, ah ingratitud humana!

Y a qué viene todo ésto? Hace un minuto me lo había preguntado? O era algo que había olvidado? Que a qué viene ésto? Repito, no lo sé. Al desperdicio de hoy? No, tal vez no, el cuento iba a que como es una máquina de tiempo, ya está programada, preprogramada, nada quedó en la incertidumbre, salvo su existencia misma, ignorada como implante, por el implantador y por el implantado. Ambos, al parecer olvidaron su existencia y dejaron que la máquina viviera sola, ya predecible, ya incómoda preexistente que nada modifica, que sólo obedece al programa que le implantaron. Y dónde andará el programador? Se preguntará alguien. Sólo sabría responder que si era un programador, seguro anda buscando desarrollar otro programa, porque no puede tener la cabeza quieta y en un solo lugar, necesita movimiento.

Tan diminuta como el alma, a pesar de que la gente piense que el alma es grande, tan impredecible, eso sí como su propia existencia, si es que existe. Oye decir por acá, pero ella responde, como si fuera voz ajena, no, por allá y convence con voz distinta, con la voz del implantado. Fantasma que miente, haciendo creer en la libertad, en el albedrío, pero no, todo ya está diagramado, diseñado, probado. Es automático, nada de libertad, aunque en apreciación, eso debe aparentar, para que no todo suceda en automático.


“también es de este modo como el destino acostumbra a comportarse con nosotros, ya está pisándonos los talones, ya extendió la mano para tocarnos en el hombro, y nosotros todavía vamos murmurando, Se acabó, no hay nada más que ver, todo es igual.

pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual.
el sueño es un prestidigitador hábil, muda las proporciones de las cosas y sus distancias, separa a las personas y ellas están juntas, las reúne, y casi no se ven una a otra”




viernes, 23 de septiembre de 2016

SENSACION


Se comprende siempre después,
puesto que comprender a tiempo
sirve para obstaculizar el destino ya escrito.

Oriana Fallaci. Un Hombre.

Hay sensaciones que uno no termina de entender. Ni siquiera se comprende de dónde nacieron, de cuál recóndito mundo surgieron.

Hoy centraré en esas sensaciones que tienen el dejo de la incomprensión, de la molestia, del acompañamiento indeseado.

Es levantarse, como cualquier día, pero desde antes de abrir los ojos esa sensación indeseada de acompañamiento impertinente, transformador del día y si ese día es gris, sirve de perfecto acompañante de enterrador vestido de negro en espera del traslado del cadáver.

Es sentir una sensación de culpa, por una acción no realizada, es de acompañamiento de temor infundado, yo no he hecho nada, se dice uno, pero aún y a pesar del conjuro, la sensación sigue en acompañamiento, como quien no desea soltar la presa.

Incomodidad injustificada e impensada es lo que genera y ninguna prueba de inocencia permite deshacerse de ella. Es un cirirí de conciencia inconsciente, porque no se sabe por qué carajos tiene uno esa sensación.

Malestar, incomodidad, imposibilidad de rechazarla, de evaporarla y sólo queda preguntarse, con la misma incomodidad, qué fue lo que hice? Por qué esta sensación? Preguntas semejantes a las que se hace un inocente que no sabe por qué lo están culpando, al no haber hecho nada.

El peor de los estados es sentir un algo, que no se sabe a ciencia cierta qué es, ni por qué, ni para qué, solo sentir ese algo volando alrededor, quitándole a uno la seguridad del paso bien dado, generando la inquietud del próximo paso de caída, impidiendo tener certeza de sí mismo, de uno mismo yendo al abismo.

Sensación intranquilizadora que intranquiliza hasta el espíritu, lo pone en duda, lo lleva a dudar aún sobre la propia existencia, sin pudor, sin remilgos, sin rubor.

Y yo qué hice? Es pregunta que inicia el estado de duda.

Será? Otra pregunta que asalta sin gracia la tranquilidad de la vida.

Pero qué fue lo que hice? Pregunta que de la mano lleva a la culpa, porque  de antemano y prejuzgando, la sensación va echando culpas a diestra y siniestra, porque alguien debe tenerla. Y el yo qué hice queda como confesión de lo no hecho, de lo no actuado, pero sí de lo sentido, sin razón, sin sentido.

De tanto preguntar, ya hilvanado el sentimiento, la sensación, sin respuesta, porque no la hay, como proceso kafkiano, termina preguntándose y yo qué putas hice? Si no hice nada? O fue por algo que no hice?

Esas son sensaciones odiosas, que hace odioso el día, hasta que así como llegaron se van, luego de hacer estragos, de dejar la duda, de sembrar la culpa, estrago es estrago, a nadie hay que culpar, pero la sensación se alarga, no se va, se esfuma sin disculpa, sin vergüenza, sin reparo y lo deja a uno metido en un lío, del que quisiera salirse, al haber entrado sin invitación, más bien arrojado sin consentimiento previo, sensaciones irresponsables, sensaciones provocadoras, sensaciones irremediablemente insensatas e imprudentes.

Y yo aquí, preguntándome, qué fue lo que hice? (o lo que no hizo, me advierten)

la temida clave de todo verdadero saber
es la pregunta: “¿Por qué?”


Oriana Fallaci. Un Hombre.



miércoles, 21 de septiembre de 2016

FELICIDAD ES

Confiad en los sueños, pues en ellos está oculta la puerta a la eternidad.

Gibrán Jalil Gibrán. El Profeta.

La felicidad es barata, muy barata, por no decir gratis, porque hoy cuando se le menciona a alguien que es gratis un producto, todos desconfían antes de recibirlo.

Abandonarse, aún sin experiencia, en el vuelo de una cometa; en la profundidad de un buen libro; en una experiencia amatoria; en un buen sueño, en un exquisito plato de comida, en sueños e ilusiones, en cosas aparentemente nimias, sencillas, que parecería que eso no es felicidad, porque son muy fáciles de palpar además de gratuita la sensación que produce –no en el costo de origen-.

El mejor ejemplo es el de la cometa. Nada más toma vuelo, las preocupaciones, si las hay, aunque siempre las hay, comienzan a disolverse como por arte de magia. Todo el pensamiento se centra en elevarla, direccionarla, darle y soltarle pita, acompasarla con el viento, estar pendiente de sus vueltas y revueltas, de la distancia que nos separa, de su huida en el infinito hasta que la podamos perder de vista para de inmediato redirigirla para mantenerla bajo nuestra vista. Dejarla ir, dejarse ir. En el placer del vuelo, la danza que ofrece, dejándose llevar, dejándonos llevar. El pensamiento inicial se desvanece, aparece otro pensamiento, ese que nos libera de estrés, que nos hace libres, que nos quita la preocupación, que realmente no es una sino la suma de muchas más preocupaciones agolpadas en un pensamiento, pero que en el acto del vuelo las envía a lo más recóndito de ese cerebro que no quiere reconocerlas, que quiere olvidarlas, que por odiosas quisieran acabarlas.

Es tal el placer que poco importa el frío o el sol ardiente, no importa el ayer ni lo que será mañana, sólo el acto de soledad resulta importante, tensando y soltando cuerda, según lo exija la cometa, soltando pensamientos, deshaciéndose del estrés, de la preocupación, participando de cielo y viento, de la intimidad del pensamiento.

Son también momentos de disfrute de la soledad, sin exigencias, sin compromisos, sin requerimientos, sin remordimientos, sin tiempo y sin espacio. Todo transcurre despacio porque es la sensación del no tiempo, poco importa el tiempo, así como poco importa el espacio, porque tiempo y espacio se confunden en la nada, en el placer, en la sensación de libertad, de claridad, de soledad.

Todo pasa en calma, aun cuando pareciera que la cometa va a descender, va a caer en picada o va a escapar, sin ningún aviso, sin ningún permiso. Es un escape, a pesar de la tensión de la atención, ella tratando de escapar, uno reteniéndola, manteniéndola, con firmeza, tal vez demostrando que el control está en uno, en nuestras manos y no es alegoría a la vida ni alusión equívoca.

La felicidad es entrega, entrega a un abrazo, a un beso, a un saludo, a uno mismo, a los demás y a nadie. Es uno y está en uno.

Es desconexión de tiempo y espacio, es solo sensación, de un rato, de un momento, de la suma constante de ratos y momentos, sin tiempos ni espacios, porque pasa y no importa lo que pase luego, porque es mantener una sonrisa, interna o externa o ambas dos, si se permite la expresión.

Es gozo y disfrute, siempre en soledad, a pesar de ser compartida, porque quien goza es el alma, aunque comparta con otra alma, pues con otra la dicha se agranda, como alguien me dijera no es un corazón con otro corazón sino un solo corazón, pero más grande.


Y si la felicidad nos quiere evitar, podemos obligarla, -pero qué impertinente, pero qué egoísta, dirá alguien-, pero es así. En cualquier caso, basta recordar, recordar viviendo un momento de tranquilidad y si nuestros labios imaginarios avizoran un gesto de sonrisa placentera, ella estará ahí, gozando con nuestra alma, el grato momento de una sonrisa que nos brinda paz.    
Foto: JHB (D.R,A,)


lunes, 19 de septiembre de 2016

DICOTOMÍAS



Oriana Fallaci. Un Hombre

Morgan Freeman. Historia de Dios. Para mi gusto, debería llamarse en búsqueda de Dios.

Se trata de un tema interesante, no apto para jóvenes, porque ellos se creen inmortales, tal como nos sentimos nosotros en su momento. Tampoco apto para viejos que se creen inmortales y se niegan a pensar en el tema. Queda advertido!

Tal búsqueda debería iniciarse para todos aquellos en que la inmortalidad se aproxima, si encuentran a Dios y a la promesa de que existe una vida eterna, más allá de los confines terráqueos. Para aquellos que ya somos conscientes de que se aproxima el fin, o al menos estamos más cerca que los otros jóvenes, y nos lleva a preguntarnos qué pasará cuando llegue el momento.

De esa manera surge la esperanza, de que valió la pena, que vale la pena continuar con lo que falta. Esperanza traidora? Imprudente? Impúdica?

Pero se mantiene la pregunta: Al terminar el camino qué? Se cumplirá la promesa divina (al menos nos dijeron que era divina, en ambos sentidos de la palabra, por alguien que seguro no vio a Dios, pero dijo que tuvo sus conversaciones íntimas)? Y cuál divinidad lo prometió? Cómo saber que hay divinidad?

Y surgen todas las religiones (a propósito, alguien llevará la cuenta de cuántas hay, cuántos dioses existen, el ateísmo es una religión? Para que sea incluida como tal), todas con la promesa, con similar promesa, con semejante promesa, aunque ninguna asegura la verdad –aunque así lo asientan- y todas remiten, como respuesta final, a la fe, que se acompaña con la esperanza, como si fueran gemelas.

Somos malos inherentes? Es decir que somos malos por naturaleza? Una pregunta que se hace Freeman en un capítulo sobre la maldad y su sinónimo, el diablo. Para este efecto se hace un experimento con niños, aparentemente alejados de tal concepto, y sobre la posibilidad de hacer trampa para ganar un premio –consistía en atinar con una pelota a una diana, tirándola de espaldas, sin ningún tipo de vigilancia, salvo una cámara que ellos desconocían-. La gran mayoría de niños (menores de 6 años?) se rajó, de cualquier manera trataron de hacer trampa, al saber que no eran vigilados. Si mal no recuerdo, se hizo el mismo experimento pero sin la promesa de premio, al parecer la mayoría acertó en bondad. Naturalmente no lo dijeron en el programa pero lo intuyo, sin ser ningún tipo de sabedor, pero ese malo por naturaleza, Caínes por naturaleza, no lo creo mucho y me apoyo en que desde niños los padres, familias y prójimo generalmente influyen en el comportamiento, recordemos nada más el aquél No sea pendejo, mijo; no se deje, mire que yo no me dejaba de nadie; tiene que ganar como sea y el fatal no me defraude, son frases que se graban (no resulta exculpatorio, en mi caso, pues mi papá siempre omitió alusiones a ese tipo, siempre nos enseñó a hacer la fila, a respetar el turno, aún a nuestro pesar, pero el hombre cumplió con lo que fue su propia vida).

Y si hay que echarle la culpa a alguien, los padres a sus antecesores y así para atrás, sea que se llegue a ramas europeas, que de allí se originaron gran parte de los males de la naturaleza.

Entonces, somos malos genéticamente (mala leches?), adquiridos los malos hábitos? por naturaleza? por programación celestial o zodiaco? por destino? Me pregunto y he de concluir que por todas, por ninguna, por algunas y hasta por dosificación tenemos nuestra parte de maldad en diferentes grados, en diferentes inclinaciones.

Me podría considerar bueno por naturaleza y con Rousseau afirmar que la sociedad me corrompió y en buen grado es así, pero omitamos la última afirmación. Pero esa dualidad existente en el ser humano –bueno malo, negro blanco, santo y demonio- habita en nosotros y, como dije, en diferente grado, bajo la misma persona, pero según genio y figura. Digamos que por regla general aceptamos solo el bien y de esa misma manera hacemos bien. Sin embargo, en situaciones de ira e intenso dolor (o cuando a uno le sacan la puta piedra, en términos más sencillos), ese ser bondadoso puede matar y comer del cadáver, puede volverse asesino de un momento a otro.  De igual manera se han visto gestos de bondad en seres que viven en medio y con la maldad, supongo que Hitler se debió demostrar humanamente bueno en más de una oportunidad, así se le ve cuando acaricia a los hijos de Himmler, Goebbels, Goering, si han visto las filmaciones que quedaron de la época.

Y todo ésto a dónde va? No tengo ni idea, fue un ejercicio que me resultó como consecuencia de Freeman que en su vejez le dio por empezar a pensar, como yo, en si  perdió el tiempo en este mundo o si hay una recompensa en el más allá que haga que el sufrimiento de esta tierra haya valido la pena.

Dualidades que están por resolver, como una promesa (incierta, por demás) del premio en el más allá –lo que nos haría entonces los niños malos y tramposos?-, con tanta trampa como la misma iglesia, que promete la vida eterna a cambio de un óbolo!

Preguntas sin respuestas, preguntas impertinentes, preguntas inoportunas, preguntas que hacen sonrojar.

Y sin proponérmelo me encontré, de casualidad, las siguientes frases:

La muerte no termina todo. Sexto Proercio.
Los seres humanos no podrían soportar una vida carente de sentido. C. Jung.
Si Dios no existe, todo está permitido. F. Dostoievski.
                   

                   No se puede hacer negocios con Dios. Bhakti Rakiaka (y me preguntaba si era por mal negociante o por tramposo?)

Foto: JHB (D.R.A.)



viernes, 16 de septiembre de 2016

ANCESTROS


Aprenda cada cual a marchar
por el camino que más le convenza.

Sixto Proercio

Olvidamos nuestro pasado, porque nunca nos lo contaron. Muchas veces lo dieron por sentado y por eso no lo contaron. Otras, porque no lo sabían tampoco. Otros más, por vergonzosos, por penosos y uno que otro, por simple tabú familiar.

De esta manera no sabemos con certeza de dónde venimos. Tampoco nos previnieron y por eso están ellos exentos de culpa.

No tuvimos entonces pasado, a duras penas conocemos algunos retazos de la historia de nuestros padres, hilachas de la de nuestros abuelos y la de los demás ancestros de ahí para atrás, imposible saber.

Por eso no tenemos pasado histórico porque no conocemos un pasado ancestral ni sus historias.

Y solo hablando de una línea, materna o paterna inmediata, porque luego hay que duplicarla por la otra línea y así en cada paso que se dé hacia atrás. Un ejercicio extenuante he de confesar, si fuera posible. Eso me lleva a los árboles genealógicos, donde uno solo ve fechas y nombres, pero no virtudes ni  defectos, afortunadamente. Allí la desgracia de quienes tienen sangre real, porque allá en la lejanía los antepasados se reconocían también por el apodo: Juana la Loca, Alfonso X el Sabio -a este le fue bien, todo un intelectual-, el Prudente, el Hechizado, el Pasmado, el Honesto, el Justo, el Hermoso, el Piadoso, el Lento, el Impotente, el Jorobado, el Craso (por lo gordo), el Malo, el Emplazado y no sigo y sólo son españoles, advierto.

Y de seguir queriéndolo complicar, piénsese lo anterior respecto de los quinientos y pico de años desde el descubrimiento. Y antes, porque sangre indígena tenemos, así algunos quieran renegar. Con todo, me pregunto: Acaso importa?

En dónde el español se combinó genéticamente con el indígena ancestral, termina uno desconociendo con cuántos genes diferentes nos diferencian, diferentes religiones, razas, pensamientos y sentimientos tan dispares, cómo todo eso llegó a mí.

Sangre de un desconocido mezclada con la de una desconocida, de una familia reconocida con la otra más o menos reconocida, mezcladas con más desconocidos durante más de cinco siglos, generando este desconocido que se pregunta: cuál es ese pasado mío?

De estas tierras de dónde provendré? Familia cundiboyacense, chibcha, muisca o mosca, como se bautizaban los pacíficos pobladores de esta zona, sin saber si se habían mezclado a su vez, por sometimiento, por conquista o por amor con otras tribus, porque por la línea materna debe provenir lo motilón.

Estos ancestros no tenían tierra, la tierra era de nadie, porque no era de ellos, era la tierra de la tierra y fueron mis ancestros de más de quinientos años, hasta que los españoles, como sabios, como cultores de la cultura decidieron que la tierra sí tenía dueños, ellos y la tierra no era de la tierra, era del que se adueñara de ella, a las buenas, a las malas o con la trampa posible.

Y del lado europeo? Español e italiano, hasta moro y judaizante, supongo, recordando que Europa para épocas de bárbaras naciones no eran propiamente las naciones de las que tenemos presente hoy, eran condados, ducados y reinos en eterna pelea, papas que no tenían hijos, pero sí sobrinos, amalgama que de igual manera da mucho qué pensar.

Una mezcla del uno con el otro, el otro con el uno, a qué mezcla han llegado, a qué mezcla me han traído.

Solo puedo decir que soy cero pureza.

Tengo algo de malicioso, pendenciero, malpensante, desconfiado, judía confeso o converso, parlanchín, exultante, pendejo y hasta vergonzante, rastrero, taimado y tramposo, todo eso y mucho más, en diferentes dosis, en diferentes porcentajes, todo por la genética, sin mentar la amalgama de colores que me han llevado al color que actualmente tengo, gris amarillo ceniciento!

Y no sé nada de mis ancestros, como es poco lo que sé de mis padres, como poco han de saber mi hijo del suyo, porque nadie conoce la historia completa del otro, como el otro no sabe de la suya misma, como no sé de la mía, por tratar de ocultar, por ocultarme verdades que no quiero saber, como de dónde provengo, porque dentro de los ancestros han de aparecer piratas y meretrices, putas y serenateros, presos y aún filósofos si por ellos entendemos a los romanceros y bufones, pudiendo todos desdecir de una sangre que no tengo pero de la que me envanezco sin merecerla y, queriendo o no, su gota de sangre en mí está.

Y por toda esta maledicencia soy espurio que no tiene idea de sus orígenes, ni mediatos ni inmediatos, e ignora además a cada uno de su progenie.

Y también, sin base ni soporte, me considero bogotano, porque siempre veía la línea paterna, olvidando los orígenes de la materna, lo que me lleva a la conclusión que solo soy hijo de inmigrantes nativos, un inmigrante más en este mundo, cuando solo bastaba con ser un judío errante, sin patria, sin origen.


Cómo pretendo exigir entonces lo que no soy pero que he aparentado durante tanto tiempo?

FOTO: JHB. (D.R.A.)

miércoles, 14 de septiembre de 2016

MURMULLOS, MIRADAS, EXCUSAS.



Murmullos. Acostumbrados a hablar con murmullos cuando queremos rehuir la mirada, cuando preferimos no contestar, cuando de saludar al prójimo se trata.

Mirada baja. Acostumbrados a mirar al piso, de reojo viendo al vecino, solapada mirada, evitando ser reconocido.

Ya no miramos a los ojos y los ojos que nos ven los rehuimos en automático. Es como si sintiéramos vergüenza de ser nosotros, es como si temiéramos que leyeran en nuestra cara todo aquello que somos y aún lo que no somos. Es como si pretendiéramos no verlos para que no nos vean, que no vean nuestra vergüenza para que no lean la de ellos.

Cuando para salir del paso se saluda, el murmullo se hace presente, el buenos días, el gracias, el permiso, todo se oye como un solo movimiento de labios, temerosos, silenciosos, vergonzantes.

Estamos construyendo la muralla social, tan de moda desde la construcción del muro de China, el de Adriano, el de Berlín, que se tumban para construir nuevos muros, como el de Estados Unidos en Méjico que no son segregacionistas, como los de la Europa que no quieren que los negros se les cuelen, ni los del próximo oriente ni los del presente milenio; modernos muros que evitan al prójimo, a ese prójimo con el que no queremos compartir, por vergüenza, por temor, por odio  o por lo que sea o por si acaso.

Ese es el nuevo andar del hombre moderno, con murmullos y mirada fija y baja, aprovechando el muro invisible, la excusa del celular para no saludar, para no mirar, para evadirnos. Ahí viene… mirada baja, fija al piso o al celular, excusa de este tiempo. Es que no lo vi… excusa inexcusable para no decir no quería verlo, no tenía interés de saludarlo, largo de aquí.

Excusas.

Tal vez mi generación venga a ser la de las excusas, me excusan si creen que cambio de rumbo, lo mantengo, lo prosigo y lo persigo. No son excusas, aunque si es una excusa para dar un giro, izquierda o derecha, da igual a que sea al frente o detrás, giro es giro, sin importar si en de noventa, ciento ochenta o trescientos sesenta grados, siempre ha de llegarse al mismo sitio, la meta es la misma, el deceso igualmente.

Excusas por doquiera hay. Excusas para evadir la mirada, para imitar el murmullo, para excusar lo inexcusable, para levantar el muro y para derribarlo también, solo basta una excusa para hacer algo, para hacerlo todo. Solo basta un soplo para derribarlo todo. Excusa exculpatoria, excusa agradecida, pero excusa es excusa, sin excusarse por favor.

Diciéndolo directamente, mirando fijamente, de frente, aceptando lo que es, hablando con seguridad, sin evasión, sin temor a la sanción. Un saludo no se niega, tal vez una conversa sí. Una mirada, sin displicencia, sin odio, sin temor, es una mirada agradecida. Una palabra, dicha en altisonancia, sin murmullo, bien pronunciada, una palabra dada, una palabra bien dicha, una palabra bendecida.

Palabra, mirada, sin muros, sin excusas, una sonrisa obtiene, aunque también una indiferencia y qué diferencia puede haber? Desacostumbrarse es lo que se ha de hacer, sin vergüenza, sin duda, sin mala intención, sin esa mala leche acostumbrada. Acostumbrarse a la mirada elegante, a la mirada a los ojos, al saludo en viva voz, al saludo de agradecimiento, sin excusa, ya no hay tiempo de excusa, si me excusa que lo diga, la paz, firmada o no, decretada o no, es un cambio, es actitud. El prójimo nada ha hecho, usted nada ha hecho, pero todos nos sentimos culpables, tal vez por no haber hecho nada o nada hecho habremos dicho.

Será hora de dejar ir lo que ya fue, construir lo que ha de ser, pero sin ser muro, sin ser odio, sincero constructor de tranquilidad, porque futuro no hay, solo presente, eterno presente que ya se cansó de guerra, de odio, de temor, de desolación, de murmullos, de miradas bajas, de excusas.


Excuse que lo diga, lo dice alguien que entre murmullos habla, que baja la mirada para no ver otros ojos fijos, que mira para hacia otro lado porque también se cansó de ver porquerías, de esas que van en lujosos autos, que presumen riqueza mal habida. Del que se cansó que la justicia no brille y se ladee solo para un lado, del que sabe que el estado se va evaporando. Me excuso, porque ya el giro se ha movido y la conversa se ha redirigido, esa no era la intención, porque prefiero quejarme y entre murmullos maldecir, cómo pretendo cambiar si soy mal constructor. Ojalá ustedes sean mejores constructores de lo que puedo ser yo.

Foto: JHB (D.R.A.)