En la Agonía del cristianismo (Unamuno) lo expresa así:
‘Los hombres buscan la paz, se dice. Pero ¿es esto verdad?
Es como cuando se dice que los hombres buscan la libertad.
No, los hombres buscan la paz en tiempo de guerra,
y la guerra, en tiempo de paz;
buscan la libertad
bajo la tiranía y buscan la tiranía bajo la libertad.
F. Savater. El arte del ensayo
Cada vez que he oído el
tema de la paz, desde hace varios años, siempre me recuerda la alegoría que
hace Mafalda, con el paz! paz! y así lo entiendo como una cachetada a la
inteligencia, especialmente a la mía.
Antes de continuar vale
aclarar que no soy uribista (Dios me libre), ni santista (la iglesia me
condene), ni católico, ni godo, ni liberal, ni de izquierda ni de derecha, es
decir no soy nada y el tema, con los años, busco me sea indiferente, como
indiferente lo fue durante todo el tiempo en que hubo violencia, que nunca
conocí. Supe y viví de otro tipo de violencia, que no encaja en la que está de
moda, por lo que omitiré por ahora comentarios al respecto; dará para otro
blog.
Mi indiferencia debe
venir en parte por mi odio a los políticos, a quienes nos gobiernan, por la
forma como nos gobiernan, advirtiendo que me pensiono gracias a los años
cotizados en el sector público, sin que ello me pueda generar cargo de
conciencia alguno, hice mi parte y considero que lo hice bien y entregué casi
siempre algo más de mí y paro acá para no desviarme.
Y viendo lo que he
escrito, proseguiré leyendo el acuerdo, hasta donde mi sangre aguante, como
abogado del diablo, como si fuera un contrato en el que quiero proteger a quien
me contrata, haciéndole ver lo bueno y lo malo de lo redactado (no de lo que
quisieron decir, sino de lo que las palabras dicen). Escribo entonces para
convencerme si debo o no votar, si lo hago por el sí o por el no o simplemente
voto para que lo anulen, ya que no vale el voto en blanco. Con estas claridades,
continúo.
El tema me produce un
cosquilleo o escozor por diversas razones; desde hace muchos años y básicamente
está dado por lo que conocí directamente, oí directamente de afectados y
agrandé con el chisme. No voy a hablar de todo el tiempo de violencia, porque
no soy tan viejo, mi papá lo fue pero tampoco sentí que hubiera sido tan grave,
al menos nunca le oí queja alguna. Diría entonces que me puedo vanagloriar que
mi familia no fue expuesta ni sufrió por la llamada violencia, que unos dicen que
tiene 50 años, otros que 100 y otros más desde 1810, es decir que, en todo
caso, somos un país por naturaleza violento (baste contar cuántas guerras se
han cruzado desde el grito –o gemido?- de independencia hasta ahora, hasta
tuvimos una guerra que se llamó de los mil días, que por cuestiones de
colombianos se hizo el redondeo y quedó así nominada).
En esta medida deberían
prohibirnos a nosotros, los que no la hemos sufrido, votar, precisamente porque
no la hemos sufrido no tenemos argumentos ni para el sí ni para el no, no
sabemos lo que es la guerra ni lo que es sufrir su violencia, por eso no
tenemos derecho a votar.
Aquí queda patente mi
problema al respecto, le doy vueltas y vueltas, me desvío por tantas ideas
juntas.
Decía que el punto de
partida de la violencia de los últimos 35 años viene de la falta de compromiso
–o de calzones, que es lo mismo- del gobierno y de la falta de berraquera –o
cobardía de unos cuantos- militares. Y me explico.
UNO.
Nunca me cupo en la cabeza que no más de 20 mil pelagatos[1], cuando
tuvieron fuerza, pudieran con más de 300 mil efectivos[2]! (“Para enero del año pasado –refiriéndose a 2013-, el número de efectivos era de 428. 859 y para el mismo mes de este
año la cifra subió a 470.988, es decir 42.129 uniformados más.” http://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/4-2014-pie-de-fuerza-aumento-en-42-mil-efectivos. En 2009 “El total de personal de la Fuerza
Pública es de 431.253 hombres y mujeres”.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4785562)
DOS. Los militares siempre supieron y han sabido en
dónde estaban los bandidos esos. Lo
sabían por labores de inteligencia (aunque nunca lo demostraron, lo de
inteligentes, claro está). Tenían infiltrados y soplones (y una forma como se
evaporaba fácilmente parte de los recursos destinados al efecto). Tecnología la
han tenido, tanto que el mismo
Agustín Codazzi cuenta, para efectos catastrales, con servicios satelitales que
permiten ver desde el espacio a una persona orinando –según versión de la
personal que me lo contó-, hoy hasta el doctor Gugol lo tiene (baste ver google
maps)! Han sido entrenados por los gringos, que se las saben todas (según
dicen, no me consta).
TRES. Falta de voluntad política o cobardía, parecerían sinónimos.
Sabían en dónde estaban y solo faltaba la orden. Empezaban a escalar las
solicitudes, pero eso sí por escrito y cuando dicen por escrito, a todos les ha
flaqueado las piernas, para no entrar en asuntos de género. Conocí militares
troperos, de los que no les temblaba la mano echar bala, de aquellos que
hubieran acabado con esa guerra hace muchos años, pero no los dejaron ni los
militares administrativos, los de escritorio, ni los políticos de turno, por el
miedo a la imagen.
Ahora, si sumo 1+2+3 insistiría que no me merezco el voto, lo deberían
decidir quienes han sufrido los atropellos del gobierno, de los militares y de
las far, ellos serían los únicos
habilitados para decidir su propio futuro, no nosotros, los chismosos, los que
nos creemos la última palabra, los que no sabemos de qué se habla, esos
nosotros no deberíamos decidir, sería una irresponsabilidad decidir por las
minorías que han puesto los muertos y las desgracias.
Por hoy, sigo pensando cómo votaré. (Tengo hasta dentro de un mes para
decidirme, aunque creo que ya lo estoy, pero me da pie para seguir escribiendo
sobre el tema, después será tarde: ya habrá pasado de moda).
Fuente: Imágenes Google. Quino
[1] “En 1965, una docena de guerrilleros
asaltó el pequeño municipio de Simácota y declaró fundado al Ejército de
Liberación Nacional, ELN. La prensa no pudo precisar el número de guerrilleros.
Algunos medios hablaron de «cien» y otros de «doscientos». La información del
ejército se refirió a «más de un centenar». Los insurgentes quedaron
convencidos de que su acción había sido de tal magnitud que el enemigo
aterrorizado los multiplicaba por diez. Se creían beneficiarios de una
publicidad gratuita y tal vez lo eran.”
http://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstream/10893/7401/1/Las%20fuerzas%20militares%20en%20Colombia%20-%20Atehortua%20Adolfo.pdf
[2] “Pero, lo más importante es que al
salario básico de todo militar se le agregaban primas especiales de servicios y
actividad, relacionadas con la declaratoria del Estado de Sitio, cuya duración
también contaba como «tiempo extra» para efectos pensionales y de jubilación40.
De todas maneras, no eran tampoco los únicos beneficiados con la declaratoria
del Estado de Sitio. En la Constitución Nacional de la época, el Congreso de la
República sesionaba sólo durante un corto período del año, por lo cual y sólo
en su transcurso, recibía ingresos salariales. Con motivo del Estado de Sitio,
el Parlamento se declaraba en sesión permanente y, por ende, dichos estipendios
salariales podían recibirse durante todo el año. El propio presidente Carlos
Lleras acusó en 1966 al Congreso de intentar mantener el Estado de Sitio, en
forma deliberada, para obtener ventajas financieras” Ob. Cit.
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