miércoles, 30 de agosto de 2023

CURSILERÍAS

2 de octubre.

Querido mío:

Qué más quisiera yo que al recibo de ésta te encuentres bien, allá tan lejos y a la vez tan cerca, tan lejos de mis manos y tan cerca de mi corazón, de mis manos que no pueden alcanzarte mientras mi corazón te siente en cada latido, como si estuvieras aquí, junto a mi pecho, de donde nunca debiste haberte separado.

No te imaginas lo que han significado estos días sin verte, agravados por la incertidumbre de no poder calcular siquiera cuánto tiempo durará esta separación.

Cada hora, cada minuto, he tenido algún pensamiento para ti, pues acá todo te recuerda, todo existe porque tú exististe y diste tu aliento a cada cosa, a cada persona, pero sobre todo a mí.

En estos días todavía calurosos, cuando en las tardes salgo al patio en busca del refresco de la brisa y veo el follaje de los árboles que fuiste sembrando a través de los años, siento que ese aire, filtrado por el rumor áspero de las hojas del mamey, el susurro de las hojas de la guanábana y el tintineo diminuto de las hojas del viejo flamboyán (tu flamboyán, ¿recuerdas con qué júbilo saludabas cada verano la llegada de sus primeras flores?), es una parte tuya que me llega de la lejanía, y sueño si tal vez una partícula de ese aire estuvo en algún instante dentro de ti y luego, atraída por mi soledad, ha volado sobre el mar para venir a consolarme y alimentarme, a mantenerme viva para ti.

Y tú, amor mío, ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes?, ¿qué has hecho en estos primeros días? (…) De acá hay poco que contar. Yo, paralizada como me siento, creo haberme convertido en enemiga de un tiempo que se niega a pasar, que dilata cada hora y me obliga a mirar el almanaque varias veces al día, como si en sus números fríos estuvieran las respuestas que necesito. Esa sensación de inmovilidad se me hace más patente porque, desde tu partida, no pongo un pie fuera de la casa. Acá está lo que preciso para recordarte y sentirte próximo, mientras en la calle imperan el caos, el olvido, la prisa, la guerra contra el pasado y, sobre todo, está esa gente ilusionada con un cambio, desbordada de júbilo, diría que hasta muy contenta con lo que confían recibir por su fervorosa credulidad, sin pensar que pronto les llegarán las exigencias terribles de la fe sin cuestionamientos que ahora profesan. Mi esperanza es que, como decía tu padre, en este país nada suele durar demasiado, somos definitivamente inconsistentes y lo que hoy parece un terremoto devastador, mañana se disolverá como un pintoresco desfile de carnaval. Lo peor, sin embargo, es sentir el vacío que ha quedado flotando entre las paredes de esta casa, donde reina el silencio desde que se dejaron de oír las voces de los niños y donde faltas tú, que con tu espíritu marcabas este espacio que ahora resulta inmenso, en el cual me siento desubicada por tantas ausencias.

 (…) Y bueno, ¿cuándo me llamarás? Ya lo sé, (…), pero deberías hacer el esfuerzo, tú no eres como tu abuelo, siempre me acuerdo, al pobre anciano le parecía tan irreal eso de hablar por un tubo con una persona distante, que se negó hasta su muerte a usar el teléfono y prohibió a sus amigos que lo llamaran. En cualquier caso no creo que sea tanto esfuerzo para ti. Lo principal es que desees hacerlo. Yo, como sabes, estoy imposibilitada de intentarlo, pues ni siquiera sé en qué número te puedo localizar. ¡Y me gustaría tanto oír tu voz!

Está bien por esta vez. Sólo quería decirte algo de mí y de mis sentimientos… Y tú, por favor, no me olvides: escríbeme, llámame, o por lo menos recuérdame, aunque sea un poco… Porque te quiero siempre, siempre…[1]

 

            Tal vez la carta de amor sea una cursilería, (tal vez lo sea para el extraño que la lee, mas no para quien le puso su alma a las palabras), pero me hizo recordar los años mozos, mucho antes de la aparición del internet, cuando éste no existía ni en la imaginación, las épocas en que todos nos creíamos y sentíamos poetas para escribir cartas de amor o, al menos, cartas a un amor, el de juventud. De cualquier manera nos inspirábamos, así sonáramos cursis.

 

            Todo un sentimiento plasmado en un papel que luego se cerraba con ansiedad en un sobre, esperando que la destinataria lo recibiera lo más pronto posible, entendiendo por pronto, cosa de una semana al menos y, luego, esperar otro tanto para recibir la correspondiente respuesta, igualmente ansiada. Un verdadero reto a la paciencia del enamorado.

 

            Estos son recuerdos de un viejo y la carta transcrita me transportó a otras épocas, cuando se escribía, cuando se dependía de un cartero, cuando todo estaba en juego.

 

            Hoy, esas cartas ya desaparecieron. Internet, correo electrónico o Whatsup se encargaron de desaparecer esa emoción y, a la vez, esa vena poética. Hoy ha muerto la carta de amor, como han venido muriendo los pueblos cuyas calles ya no son transitadas por los viajeros al haber sido transmutadas por las autopistas, que ya pasan lejos de esos pueblos que se van muriendo en el olvido, bastando, como una lápida, su mención cuando se pasa cerca de ellos.

 

            Sé que si hoy leyera alguna de esas cartas antaño enviadas, tal vez sonarían cursis y si las leyera un extraño, hasta se oirían ridículas, pero fueron cartas de amor, si he de ser sincero y si ello fue amor.

 

            Hoy, a la velocidad del segundo, no hay tiempo para eso, basta con un emoticon, basta con letras sin vocales (tqm), basta cualquier palabra o imagen para expresar lo que es el amor en tiempos modernos, pero si me preguntan, cómo extraño escribir esas cartas, cómo me gustaría volver a recibirlas, así suene cursi.

Tomado de Facebook
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[1] La neblina del ayer. Leonardo Padura.

lunes, 28 de agosto de 2023

CURIOSIDAD

            Muchas veces la curiosidad nos lleva a hacer preguntas, cuya respuesta es evidente, se hace incómoda o, por su sinceridad, contraproducente.

 

            Por citar un solo ejemplo, esa pregunta que se hace casualmente (o sin eufemismo, el Chavo diría que es sin querer queriendo): Todavía me quieres?

 

            El todavía en la oración, sin serlo, ya implica una dualidad que lleva a pensar que en la pregunta hay gato encerrado. Y por esa razón y para no dar pie a una respuesta no querida, es mejor no incluirla, o, mejor, no hacerla y de hacerlo, variando la entonación, la circunstancia, la oportunidad. Pero sinceramente creo que lo mejor es no hacerla, por la peligrosidad que implica la respuesta.

 

            Es tanto como preguntar, sin el todavía, si Me quieres? luego de una pelea.

 

            Es por eso por lo que creo que muchas preguntas es mejor no formularlas, en ninguna circunstancia, si se quiere seguir viviendo en la comodidad de la ignorancia.

 

Y de verdad me ha hecho más libre. Porque me enseñó que hay muchas formas de ser esclavo.[1]

Tomado de Facebook
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[1] La cola de la serpiente. Leonardo Padura.

viernes, 25 de agosto de 2023

JODIDOS

                Queremos ser, pero no podemos.

                Quisiéramos ser, pero no nos dejan.

Queremos hacer pero o no podemos o no nos dejan.

                De la misma manera, tampoco dejamos ser, de algún modo, de alguna manera.

                Es un eterno retornar, sin retorno; sin saber en últimas si queremos ser o si nos dejarán serlo o pudiéramos ser, intentándolo, pero el círculo es vicioso y tampoco dejamos ser; he ahí el detalle.

 

                Así ha de ser la libertad condicional. Es lo que parece.


Tomado de Facebook
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miércoles, 23 de agosto de 2023

UNA HISTORIA EN VARIOS ACTOS (SOLO PARA MACHISTAS)

             Hay frases peligrosas. Las hay de doble filo. Las hay de zancadilla y hasta de prueba. Por eso hay que saber callar, aunque sin cara de quien calla otorga, porque puede ser peor. De allí que me atreva a formular una historia a partir de imágenes recopiladas, tal  vez sin sentido, pero que pueden llegar a ser un salvavidas o la perdición, porque también depende de la mueca, el gesto, las gesticulación de los protagonistas. La facilidad de la obra es que puede intercambiarse en el orden que se prefiera, pero cada uno se hará responsable de los resultados.

 







 

 

                               

 

 

                                    

 

Y como epílogo:

 

 


                                                

             Recordé que existen algunos animales que cuando se ven en extremo peligro se hacen los muertos. No sé por qué, pero lo recordé.

 

—No, no he pensado tanto… O sí lo he pensado, para serte sincero, porque me da miedo la idea —dijo y sintió deseos de abofetearse a sí mismo: hay cosas que jamás se le dicen a una mujer—. [1]



[1] La cola de la serpiente. Leonardo Padura.. Imágenes tomadas de Facebook.

lunes, 21 de agosto de 2023

HAY VERDADES

                Hay verdades aparentes y no aparentes. 

Hay algunas que son firmes, rotundas. 

Otras dubitativas, insinuadoras, hasta latentes. 

                Las hay también a medias y hasta medias verdades. 

                Las hay verdaderas o acomodadas, según el gusto, según el protagonista, según lo que se escude, lo que se esconda. 

                Y las hay que son mentirosas, de esas que se repiten como lora preñada, sin ninguna verificación. 

                Y hasta hay una verdad verdadera, de la que no se menciona, la que se calla, la que se oculta, la que es mejor mantener olvidada, porque en este mundo actual, al oírla todos se sentirán ofendidos. 

… en la ínsula[1] todo debía fluir dialécticamente de negación en negación, quizás buscando por esa vía la nada absoluta.[2]

Tomado de Facebook
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[1] Se refiere a Cuba, pero resulta aplicable a cualquier país.

[2] La cola de la serpiente. Leonardo Padura.

viernes, 18 de agosto de 2023

SILENTES


            
Inicié una nueva lectura y sus primeras páginas me llevó a pensar en pasado y en futuro. Situaciones silentes que se van involucrando en la vida de pareja, se van acomodando y cuando menos se piensa ya hacen parte de la cotidianeidad de la que luego es difícil desprenderse o, por comodidad, mientras esté latente y escondida es mejor dejar quieta, como dicen los médicos como explicación de que tampoco ellos lo saben: si no duele, no se rasque. 

            Sin más preámbulo, cada uno juzgue: 

Lo supo en el mismo instante en que ella entró en la habitación. Durante los últimos meses se había dedicado a seguirlo por la casa para procurar iniciar un diálogo pero, de algún modo, él siempre lograba escabullirse. Habría sido tan fácil continuar callando, continuar escondiéndose tras la cada vez más empobrecida vida diaria y no tener que dar el paso sobre el abismo. (…) Y aquel miedo apabullante. (…) Por haber hecho que todo siguiera rodando como si nada, como si no importara que él ya no quisiera ser partícipe. (…) Como una locomotora irrefrenable, ella tiraba hacia delante con todo para que las cosas se mantuvieran en su sitio. Pero algunas cosas no podían mantenerse en su sitio. Cuanto más había intentado él marcar su distanciamiento, más se había esmerado ella en que no se notara. Y a cada día que pasaba él se daba más y más cuenta de que, en realidad, poco importaba lo que él hiciera. Ella ya no le necesitaba.

Tal vez nunca lo hubiera hecho.

Él solo era algo que se le había quedado prendido a la locomotora durante el trayecto.
Pero ella nunca había captado nada de lo que él sentía. Que el hastío y lo predecible de sus vidas le asfixiaban poco a poco. La mitad de su vida ya se había consumido y el resto seguiría por el mismo camino. Nunca sería nada más que esto. Había llegado el momento en el que ya no cabía posponer todo cuanto anhelaba realizar. Todo cuanto había pensado hacer más adelante. Más adelante era ahora. Todos los sueños y expectativas que él obedientemente había guardado empezaban a hacerse oír, a preguntarle con creciente insistencia qué sería de ellos. ¿Debían sus sueños abandonarle o quería él conservarlos y en ese caso para qué? ¿Por qué habían de permanecer con él si de todos modos no tenía intención de realizar ni uno solo de ellos?

Recordó a sus padres. Metidos en su casita de propiedad (…) Sin nada inacabado ni pendiente. Noche tras noche, la una al lado del otro, arrellanados frente al televisor, cada uno en su atortujado sillón. Todas las conversaciones muertas hacía tiempo, todas las consideraciones, las expectativas, todo el respeto, todo se había consumido por falta de estímulo y de aptitudes. Lo único que les quedaba era el recíproco reproche por todo cuanto se les había escapado de las manos, por todo cuanto habían perdido para siempre. Por no haberse podido dar más y porque hacía mucho que se les había hecho demasiado tarde. A veinte metros de sus sillones pasaba la vía del tren y a cada hora, año tras año, pasaban los trenes que podrían haberlos sacado de allí. Se habían resignado a que justamente su tren hubiera pasado de largo hacía lustros, a pesar de que otros trenes no dejaban de traquetear a toda velocidad haciendo vibrar los pulidos cristales de la ventana de la sala de estar. (… ) Hacía mucho que no tenían ánimos para levantarse y recorrer los cien kilómetros que les separaban de Estocolmo. (…) Atrapados en su propia existencia, se apoltronaban en sus sillones, resentidos y amargados.

Como eternos rehenes el uno del otro, bajo su terrible temor a la soledad.[1] 

                Cada cual juzgue a su gusto, por pasado o por venir, una reflexión que deja alternativas: no hacer nada; hacer algo; dejar hacer; esperar el milagro o empacar y disfrutar de una nueva vida. Cada cual juzga a su gusto, quién soy yo para decidir! Todos lo hemos pasado, lo estamos pasando o lo pasaremos, parece que de esa no se escapa uno.


Tomado de Facebook
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[1] Engaño. Karin Alvtegen.

miércoles, 16 de agosto de 2023

SILENCIO

             Tal vez en otra oportunidad he hablado del silencio, espero no ser repetitivo.

 

            Esta vez me refiero al silencio compartido. Unas veces, la mayoría, resultan ser odiosos, esos silencios que ocurren cuando uno está con alguien y no hay nada qué decir o se trata de una persona recién conocida con la cual uno no se atreve a dar el paso de iniciar una conversación y así el silencio se entorna en una sensación de incomodidad, una sensación que conlleva culpa o, mejor, una molestia indefinible.

 

            Y qué decir del silencio que se produce cuando se ha agotado la conversación o no hay nada qué decir, generando igualmente la incomodidad, la molestia.

 

            Sí, son silencios incómodos por los cuales pasa uno, sobre todo en la juventud junto a un mayor acompañante, uno considera que hay pensamiento disímil generacional y por eso no se atreve a iniciarla, se prefiere la incomodidad.

 

            Con el paso de los años ese silencio es de agradecer, si no hay tema de conversación no pasa nada, la conversación pasa a una silenciosa conversación con uno mismo, con sus propios pensamientos, como cuando uno está solo. Eso me lleva a recordar algunas novelas leídas en las que el personaje no permitía que durante la hora de comer se iniciara conversación alguna, prefería degustar su comida en el mayor silencio posible, explicaban.

 

            Los silencios son silencios que hay que respetar y hasta resultan saludables y más cuando son silencios disfrutados con la sola mano acompañada del calor de otra mano, esos son silencios que no se pueden olvidar.




Tomado de Facebook
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lunes, 14 de agosto de 2023

GLOBOS

                Ya son muchos los momentos que la vida me permite echar globos en el pensamiento, es parte de la vida de los pensionados, libres de muchas cargas, aparentemente sin mayores preocupaciones y si no se tienen, uno se las inventa, o al menos eso hace el cerebro por su lado.

 

                Pensaba en la democracia, en aquello que dijo Lincoln en su oportunidad de que su definición era por, para y con el pueblo. Bonitas palabras claro está, como para un apuntamiento en cualquier libro de autoayuda, pues, en la realidad, de aquello no hay nada, así haya ilusos que piensen lo contrario. Basta con preguntarles (a los ilusos, claro está) cómo han cambiado el mundo con la cacareada democracia.

 

                Y me llamó la atención algún caso patente. El mío, en particular. En las últimas elecciones, nadie ganó en primera vuelta. En segunda debía uno elegir entre dos demagogos picarones, la opción era elegir el menos pícaro, lo que resulta irónico, elegir entre dos ladrones, (y me hace acordar que a Cristo lo crucificaron en medio de dos ladrones, aunque uno, según la Biblia, era el buen ladrón; nunca he sabido a qué se refería, pues se es o no se es, me digo). Y eso es democracia. Pero es muy triste.

 

                Otro ejemplo, el español, en que el que gana pierde, porque no tiene mayoría decisoria en el congreso y el que pierde gana, aliándose con gente poco proba, aunque el que pierde tampoco lo es, según dicen las malas lenguas. Y eso también es democracia. Pero es muy triste.

 

                Seguramente si me tomara el tiempo para hacer un seguimiento a las actuales democracias y al sistema en sí mismo considerado, tendría más casos para respaldarme, pero me decía: para qué deprimirse, si no soy nadie para opinar ni para solucionar el problema, aunque haya ilusos que creen que sí.

 

                Entonces ¿quién soy yo para opinar al respecto?

 

                Y para que vean que me dedico en mis largos ratos de ocio a echar globos, sobre esto no era de lo que quería hablar, pero estando en mi imaginaria Capadocia, paso de globo en globo, sin pena ni rubor.

 

… era un hombre que nunca había tenido la sensación de no tener un control absoluto sobre su existencia, y comprendía por primera vez en su vida que se encontraba en una situación que no dominaba.[1]

Foto JHB



[1] Culpa. Karin Alvtegen.

jueves, 10 de agosto de 2023

PRONOMBRES

                ¿Cuándo ellos se vuelven nosotros?

                ¿Cuándo tú es usted?

                ¿Cuándo ellos soy yo?

                ¿Cuándo ese yo se vuelven ustedes?

                ¿Cuándo soy tú?

                ¿Cuándo me vuelvo usted?

                ¿Y él qué?

                Y si él no ¿yo qué?

                ¿Y tú qué?

                Si ellos no lo saben, ya no son nosotros.

                Y usted ya no eres tú, así como él ya no soy yo, ni nosotros seremos ellos, ni ellos podrán ser ustedes.

                Porque usted es usted, tú lo eres, nosotros lo somos, sin ser ellos.

                ¿Y yo… qué vendría a ser?

 

Empezó a comprender que en el mundo había diferentes tipos de problemas y que él por el momento podía estar relativamente satisfecho con los suyos.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Culpa. Karin Alvtegen.


lunes, 7 de agosto de 2023

OPTIMISTAS

            Pensaba en que se quiera o no, somos xenófobos y, según el color, racistas. Si se quiere negar la afirmación, bien puede hacerse, me tiene sin cuidado.

             Dentro de un país sucede, nada más pensar en lo que piensa el cachaco del costeño, éste del antioqueño y aquél del pastuso. Y todos somos colombianos.

             Pero si es respecto de un venezolano inmigrante, la cosa cambia, el enemigo declarado es otro. Y no solo en países tercemundistas. Baste mencionar la relación que hay entre escoceses, galeses y británicos, para no mencionar sus colonias, así digan que no existen éstas. O de gallegos, vascos, catalanes y andaluces. Y eso aplica a cualquier lugar que se quiera mirar. Islandia, países nórdicos, en la misma África (que hablan de los blanquitos, pero eso no es racismo, solo a la visconversa, si serán). Si se quiere negar la afirmación, bien puede hacerse, al final, a quién le importa?

             En consecuencia, desde donde se vea somos xenófobos y, según el color, racistas y muchos fobos más.

             Se me ocurrió pensar en que si los inmigrantes fueran extraterrestres, ahí sí todos seríamos seres humanos, buenos hermanos y estaríamos unidos todos contra los nuevos inmigrantes.

             Es decir, somos xenófobos y racistas a conveniencia, lo que me lleva a concluir que no se puede confiar en el ser humano. 

Los primeros meses de este año se pasaron en las discusiones acaloradas que tuvieron lugar en el recinto de la Cámara, en donde se elaboraba la constitución que debería dar felicidad á esta desgraciada nación. Lo consiguió acaso? Nó, porque no hay obra humana perfecta, y mucho menos cuando en las discusiones toman parte los intereses personales, las ambiciones íntimas, los odios de partido.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Lecciones de historia. Soledad Acosta de Samper.


viernes, 4 de agosto de 2023

OTRA MAS

Por redes sociales me llegó un nuevo mensaje que me identifica mucho y el mismo título lo hace: *MI MALA REPUTACIÓN*, al parecer anónimo, y creo que así lo es, aunque mi reputación ya me tiene sin cuidado, con la edad, son cosas que pierden importancia y ya ni afecta el reconocerlas, será porque ya uno no tiene mayor cosa que perder.

 El mensaje dice textualmente y dentro de él no habría mayor cosa qué corregir:

 Mis deficiencias son muy graves:

Yo nací blanco, quien nace blanco ya es considerado racista, aunque no sea así.

Nací en una familia trabajadora, entonces soy burgués.

No voto por esta "izquierda" , lo que me hace fascista.

Soy heterosexual, lo que me convierte en homofóbico.

Valoro mi identidad y mi cultura, lo que me convierte en xenófobo.

Creo que el macho y la hembra de la especie Homo Sapiens fueron, en la mayoría de los casos, grandes socios y mutuamente responsables del éxito de la especie, lo que me hace misógino.

Me gustaría vivir con seguridad y ver criminales en prisión, lo que me convierte en un torturador.

Quiero que respeten mi forma de pensar y mis creencias y no me hagan pensar que lo anormal suele ser relativo, lo que me convierte en un represor.

Creo que los subsidios eliminan el esfuerzo por trabajar y socavan la dignidad de las personas, por eso soy insensible.

Creo que cada uno debe ser recompensado según su productividad, mérito y capacidad, lo que me convierte en un egoísta antisocial.

Fui educado en valores y principios, lo que me convierte en un oponente del bienestar social.

Creo en Dios, por eso soy un fundamentalista religioso.

Creo que los culpables de violación, ladrones, traficantes, estafadores, deben ser encarcelados, pagar la deuda, no tener ayuda, perdón para volver a casa, habeas corpus, ni tobilleras, pero, trabajar para pagar su custodia, su ropa, agua, luz y comida. Entonces, se me considera prejuicioso y contrario a los derechos humanos.

Esta es una pequeña y breve reseña de mi mala reputación.

 

            Esa es una breve descripción de lo que me hace mala persona, para la mayoría de gente, porque si se me permitiera el listado aumentaría exponencialmente, pues tengo una buena parte de espíritu dictatorial, exigente, hasta prepotente dirá alguno y unos cuantos defecticos por ahí escondidos, pero por hoy es mejor dejar así el discurso.

 

A pesar de todo encaja con el resto de su vida. No llama la atención. Nadie sabe de él. Ningún tipo de altercados a su alrededor. Simplemente, vivía. Y, simplemente, murió.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Pasaje de las sombras. Arnaldur Indriðason.