Hay verdades aparentes y no aparentes.
Hay algunas que son firmes, rotundas.
Otras dubitativas, insinuadoras, hasta latentes.
Las hay también a medias y hasta medias verdades.
Las hay verdaderas o acomodadas, según el gusto, según el protagonista, según lo que se escude, lo que se esconda.
Y las hay que son mentirosas, de esas que se repiten como lora preñada, sin ninguna verificación.
Y hasta hay una verdad verdadera, de la que no se menciona, la que se calla, la que se oculta, la que es mejor mantener olvidada, porque en este mundo actual, al oírla todos se sentirán ofendidos.
… en la ínsula[1]
todo debía fluir dialécticamente de negación en negación, quizás buscando por
esa vía la nada absoluta.[2]
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