lunes, 31 de enero de 2022

MIRAR ATRÁS

                  Viendo televisión, sobre alguna alusión a la época nazi, oí un comentario de alguien que decía que ya debíamos superar la historia y dejar de mirar atrás y centrarnos en el hoy y en el futuro.

             En efecto, ya es hora de olvidar ese pasado, para no levantar callos, para dejar descansar el pasado deplorable y echar la mirada hacia adelante, para mejorar lo mucho que hay que mejorar en esta humanidad, pues no encuentro, al menos yo, una razón para centrarnos en malas épocas que lo único que lleva es volver al odio. Vale recordar que al menos por estas tierras ya olvidamos la época de independencia y todo lo que ha transcurrido desde allí, todo lo que ha cruzado bajo el puente. Qué sacamos recordando la barbarie romana, o la china, o la rusa, hoy en qué nos ayuda? Lo cierto es que la historia es para repetirla, pareciéramos condenados a eso y al hacerlo no vemos lo que se hizo en su tiempo de expansión sino los odios, los abusos y el desastre que se produjo, nada más que eso y de esa manera alimentamos el horror que se produjo y que pareciera quisiéramos volver a tener.

             Qué tanta necesidad hay de mirar el pasado, el horrendo pasado, a eso me refiero. Me hice la misma pregunta respecto de mi propio pasado, qué tanto vale mirar a ese pasado, al menos favorable, al triste, al que dejó triste huella. Y viéndolo a la cara, directamente a sus ojos, me preguntaba qué podía cambiar de él, si fuera dable. Pero no lo es, simplemente sucedieron las cosas y hoy es tarde para sentarse a llorar, no hay de otra.

             Por eso me repito qué tan importante es ver el pasado si estamos precisamente en un aquí y un ahora irremediable y nada podemos hacer para cambiar lo que pasó, aunque podemos ser previsibles para evitar que en ese eterno ahora, futuro aliado, pueda evitarse de alguna manera volver a repetirlo.

             Y repito, dejemos el pasado en su puesto y, por supuesto, centrémonos en disfrutar este hoy, porque de lo contrario, las ampollas que se levantan pueden resultar insufribles e infructuosas.

Los recuerdos, ya se sabe, son como un ovillo: se va devanando el hilo, pero de vez en cuando se introducen algunos recuerdos que no has llamado, que no son agradables, que te desvían del camino principal y te introducen en callejuelas oscuras y sucias donde, como mínimo, los zapatos se llenan de barro[1].

Foto JHB (D.R.A.)



[1] Un mes con Montalbano. Andrea Camilleri.

viernes, 28 de enero de 2022

EFECTOS POSTERIORES

                 Luego de haber escrito sobre el mal tuve un sueño, un sueño bien curioso, que puede significar todo o nada, pudo haber sido un mero sueño y como vengo diciendo, los sueños, sueños son.

 

                Me encontraba en algún lugar de mi entorno, al parecer muy familiar, aunque la imprecisión de los sueños nos indique lo que no es, nunca he podido encontrarle el intríngulis a los sueños, pues vaporosos son y su recuerdo, tan vaporoso como el mismo sueño, dura solo unos instantes que hay que saber captar, para no olvidar, al menos la esencia o, al menos, retener los instantes más llamativos.

 

                Estando en ese lugar, no recuerdo bien, si recibía o ya tenía en mi poder un gran libro blanco y eso me hace llevar a tratar de recordar si en ese momento no era yo un muchachito que recibía su libro de primera comunión (es una sensación que me queda al momento de escribir este blog). Como sea, muchachito, joven, adulto o viejo como estoy, tenía en mis manos un libro blanco, pero grande (de ahí que me haya imaginado que era un muchachito? Pues lo alzaba haciendo un poco de fuerza). Sus páginas estaban en blanco? La pureza en su esplendor? Algo me lo decía. Y con el libro en las manos sabía que ya me había ganado el cielo, que era mi pasaporte para entrar al paraíso, inmaculado como sentía que era mi vida.

 

                Sin embargo, con el transcurso del tiempo, al tener ese libro entre mis manos me pareció que se iba haciendo pesado y que ese blanco puro se iba tornando en un blanco menos puro, detalle que no pasó en vano, pues sin abrirlo podía entrever sus páginas y salían, sin verse, oscuros episodios que hacían que la majestad inicial no fuera tal, sino apariencia. Y como salido de una película fantasiosa, las páginas del libro, que sin abrirse, se dejaban ver, dejaban notar las acciones que en el curso de los años se iban produciendo y cómo no todo era tan blanco como aparentaba. Estaba la parte oscura de mi vida, la de los secretos, la de los miedos, la de las cobardías, aflorando envidia, tentación, dolores. Ahí supe que en mis manos ya no tenía el pasaporte para el edén, no era tan inmaculado como me imaginaba y al despertar sentí esa sensación de estar jodido, el paraíso no estaba a mi alcance, aunque quién sabe, podía remediarlo con los años que me faltan (o acabar de joderme, vaya uno a saber).

 

                Y lo que me llevó a escribir este blog, fue lo leído al otro día: 

—¿Por qué proteger el mal, entonces?
—Con buena intención —dijo Erriaga, dándose cuenta de que el concepto podía rechinar en los oídos de un profano—. Verás, Marcus, en todas las grandes religiones monoteístas Dios es tanto bueno como malo, benévolo y vengador, compasivo y despiadado. Así es para los judíos y para los musulmanes. Los cristianos, en cambio, en un cierto punto de su historia diferenciaron a Dios del diablo… Dios debía ser sólo bueno, bueno a la fuerza. Y todavía hoy pagamos el precio de esa elección, de ese error. Hemos escondido el diablo a la humanidad, como se esconde la suciedad debajo de la alfombra. ¿Para lograr qué? Hemos absuelto a Dios de sus pecados sólo para absolvernos a nosotros mismos. Es un acto de gran egoísmo, ¿no crees?
— (…)
—Si el verdadero Dios es tanto bueno como malo, ¿qué es realmente el satanismo si no otro modo de venerarlo? En vísperas del año mil —en el 999— algunos cristianos constituyeron la Cofradía de Judas. Sostenían algo que ya era evidente en las Sagradas Escrituras, es decir, que sin el apóstol traidor no se habría producido el martirio de Cristo, y sin el martirio no habríamos tenido cristianismo. Judas —el mal— había sido esencial. Comprendieron que se necesitaba al diablo para alimentar la fe en el corazón de los hombres. De ese modo inventaron símbolos que sacudieron las conciencias: ¿qué es el 666 sino un 999 al revés? ¡Y las cruces boca abajo siguen siendo cruces! Eso es lo que la gente no ve, no entiende.
—(…)

—Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, entonces él también puede ser malvado. Un ejército, para existir, necesita una guerra. Sin el mal, los hombres no necesitarían la Iglesia. Y cada guerra, al final, cuenta sus propias víctimas[1].

                 Qué tiene que ver lo uno con lo otro? Ni idea, solo seguí mi intuición[2].

 

—A veces nos gustaría que la realidad fuera distinta. Y si no podemos cambiar las cosas, intentamos explicárnoslas a nuestro modo. Pero no siempre sale bien.[3]

Tomado de Facebook


[1] El cazador de la oscuridad. Donato Carrisi.

[2] Agrego a la historia. Mientras tenía el libro en mis manos, veía cómo pasaban las páginas, ese suave sonido que se produce al pasar una hoja de un libro le delataba. Era como si alguien más le estuviera leyendo. Y me pareció percibir una voz, que más que una voz era como un pensamiento ajeno que decía, de manera displicente: Qué vida tan aburrida, que historia más aburridora, una inútil vida. Y me dio una piedra que, mirando hacia donde venía la voz, le increpé con rabia: Y por qué no hizo de mi vida algo interesante?

[3] Ibíd.

miércoles, 26 de enero de 2022

MEDICAMENTOS CON PREDICAMENTOS

                 Los medicamentos que tomamos se suponen que sirven para aliviar los males que nos aquejan, lo que quiere decir que nos alivian para unas cosas, pero para otras nos pueden generar problemas. Como el caso de la quimioterapia, que mata las células cancerosas, pero a la vez matan las células buenas que se encuentren a su alrededor. En una palabra, de un mal, el menor.

 

                Tomo los medicamentos propios de la edad, por el momento: el acetil salicílico, para diluir la sangre; el omeprazol, para las agruras; la tiroxina para la tiroides; lovastatina, para triglicéridos y colesterol; losartan para la presión; hidroclorotiazida como diurético para deshacerme de los rastros del anterior; nimodipino para que me irrigue más el cerebro y multivitaminas, para lo demás. 

 

                Me tomé la libertad de leer las contraindicaciones de algunos, a veces cortas, a veces más largas. Pero además de las contraindicaciones leí las precauciones y advertencias. Solo del omeprazol aparecieron dieciséis y cada una de ellas con más de una advertencia. Del losartan aparecen ya no contraindicaciones, ni precauciones ni advertencias, sino efectos secundarios y salieron catorce, sin contar con la advertencia de la interacción con otros medicamentos. Y hasta unos están contraindicados con los otros, como el caso del omeprazol con la hidroclorotiazida (Evítese el consumo de…).

 

                Y naturalmente me faltó por citar que los medicamentos son venenos que tomados en dosis precisas pasan a ser los que curan, lo que, en el fondo, tiene una evidente contradicción, pero como el mundo está lleno de contradicciones, qué más da una adicional, como decían antaño: si no mata, por lo menos que sane. Otro de los dilemas a los que nos enfrentamos, sanar matándonos o no sanar, matándonos.

 

«La naturaleza empuja a los hombres hacia el optimismo», se dijo. Es fundamental para la supervivencia de la especie dejar de lado los peligros potenciales y concentrarse sólo en los más probables. No se puede vivir en el miedo. Una visión positiva es la que nos hace ir hacia adelante a pesar de las adversidades y el dolor que jalonan la existencia. Sólo tiene un inconveniente, allí es donde suele esconderse el mal.[1]

Tomado de Google
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[1] El tribunal de las almas.  Donato Carrisi.

lunes, 24 de enero de 2022

LA MALDAD HUMANA


En el interior de las personas se esconde un mundo de oscuros secretos.[1]

 

                Para tener un contexto, la lectura de unos libros[2] me llevó a pensar en la maldad, la humana para mayor precisión, pues dicen los estudiosos que los animales, por lo general, no cuentan con ese ingrediente genético y habrá que creerles.

                 Era tema que me rondaba desde hace algunos días, al escuchar y leer tantas noticias que de alguna manera (y de todas, también), involucran la maldad que hay entre nosotros. Siempre hemos escuchado que entre el bien y el mal hay un límite muy impreciso que corresponde al hilo que separa sutilmente los actos que nos hacen mantenernos dentro del bien o traspasado, dentro del mal, hilo que naturalmente también cubre el espacio aquél en que, para consolarnos o exculparnos, un acto no es totalmente bueno o totalmente malo, lo que permite mantener la estabilidad emocional al poder repetirnos que no somos del todo malos (ni del todo buenos, si se ve con otros ojos).

                 Naturalmente en este tema soy totalmente lego, por no decir ignorante, y simplemente presento mi opinión, tratando de verlo desde la distancia y no sé con qué tanta objetividad, pues al parecer no lo soy tanto (objetivo, porque puedo considerarme bueno pero mi granito de maldad está por allí -minimizando la posibilidad, por lo que no soy tan objetivo como pretendo, pero es dicho así para mi propio consuelo-).

                 Pero iniciemos esta historia, precisamente a través de la historia.

                 En un principio todo era caos[3]. No importa si la afirmación proviene de los creacionistas o de los cultores del big bang, aplica a todos. Eso me lleva a pensar que la palabra caos[4] implica desorden, anarquía, desorganización, en una palabra maldad. Aunque recuerdo que alguien sostenía que aún en el caos había orden (lo recuerdo solo de pasada[5]).

                 Apartándonos un poco del caos volvamos a la noción de la maldad. La RAE se limita a definirla como Acción mala e injusta o la cualidad de malo, lo que no dice mucho (y la cualidad de malo trae catorce acepciones, hasta la que tilda de diablo, pero no es el tema por el momento). De allí que prefiera esta otra definición, más explícita: La palabra maldad proviene de latín malitas, cuyo significado es malo. La misma hace referencia a la tendencia que presenta una persona a actuar de manera negativa hacia otra, con el fin de generarle un daño. Esta inclinación puede manifestarte de diferentes maneras y tener diversas consecuencias[6]. (Este párrafo téngase como una desviación necesaria de la ilación de la narración).

                 Habiendo tenido una educación religiosa, me obliga a pensar en la maldad nacida a partir de los comienzos de la humanidad (según los creacionistas), con el hecho de haber surgido la maldad a través de una culebra[7] y luego con el cuento de la muerte que Caín le brinda a Abel (le brinda porque de esa manera liberó a Abel de todas las penurias que le esperaban, me digo). Y no me meto con la sempiterna bondad de Dios, pues a Él se supone que uno nunca lo vería emberracado, amenazador y vengativo (pero desde que echó a Adán y Eva del paraíso no demostró mucha bondad que digamos y eso hablando solo del inicio o génesis, pues a lo largo de la Biblia… dejo así, porque voy a terminar desviándome).

                 Decía que desde los inicios de la humanidad la maldad al parecer siempre estuvo presente, de alguna manera porque a la naturaleza humana le atrae el misterio de la maldad[8].  A través de la envidia, de la codicia, de la ira, por poner algunos ejemplos. Nada más pensar en los primeros primitivos, cuando se cazaba para comer y en cómo la fuerza se imponía sobre la razón (aunque el mismo hecho aún perdura miles de siglos después). Y la fuerza (impuesta a la brava, claro está y si era así se requería de algo de maldad y entonces pienso en que el poder al tener ingredientes de codicia y corrupción, implican un germen de maldad), decía que la fuerza lleva al sometimiento de los del grupo y el de los vecinos en cuanto lograran superarlos, creando los clanes. Esto es prehistoria o si se quiere protohistoria como precisan los conocedores, es decir cuando no había lenguaje escrito ni se tenía la noción del estado, que nace en la edad antigua, después de la edad de hierro. (de todos modos necesitaba ilustrarme con el doctor Google que lo sabe todo y sobre todo, Wikipedia). Y si se verifica con la historia (Europa, Asia, África, América) todos tienen la misma historia. El vecino sometiendo o siendo sometido por otro más fuerte y el sometido naturalmente se vuelve esclavo, hasta que logra su liberación, si lo logra.

                 Y con la superación de la edad de hierro al pasar a la que conocemos como edad antigua[9], la historia se repite, como dije, y el ingrediente de maldad se ve en las continuas guerras no nacidas de los mejores impulsos del ser humano, como cualquiera creería si se cree en el llamado patriotismo que las impulsaba. Detrás de toda buena obra, siempre hay un interés mezquino, aprendí en alguna oportunidad.

                 Y hablando de estados, la mancha de sangre (si se asemeja a maldad) está por todos lados, ningún país está libre de mancha. Nada más piénsese en Roma, surgió porque Rómulo mató a su hermano Remo y así fundó el inicio de lo que sería un imperio, no libre de culpas, en muchos casos llenos de la maldad en su mejor esencia (Nerón o Calígula, entre otros). Y si se ve la historia de cualquier continente o país, el común denominador es que todos tienen una historia igual, un feudal sometiendo a otro, éstos sometidos por reyezuelos, para ser sometidos por reyes, para ser sometidos por emperadores y es claro que el poder no se logra ni se mantiene con la bondad. Ni ayer ni hoy. Alguien ha pensado por qué en todos los países y todos son todos (hasta en la ONU), hay un servicio de espionaje, hay un servicio secreto? Y no es nada nuevo, los espías están desde tiempos inmemoriales, en la China de Gengis Kan, la Mesopotamia de Hammurabi, la persa de Ciro, la romana desde tiempos antiquísimos, la griega o si se prefiere la ateniense de Pericles o la espartana de Leónidas, o en las culturas americanas anteriores a la conquista y en la misma África, y el espionaje se vale de sobornos, chantajes y otras actividades que en últimas conllevan la maldad. El país que esté libre de pecado, que lance la primera piedra, podría afirmar uno y seguro nadie se salva. Históricamente nadie se salva. En todos lados ha estado presente, ni siquiera la iglesia se salva, pues no hay que olvidar la Inquisición y su malévola historia. Los comunistas menos, con la KGB, los chinos con la oficina central de seguridad de Mao, por no hablar de la Stasi de los alemanes orientales, las SS, la CIA, MI5, etcétera, etcétera y un largo etcétera, servicios que vistos con lupa contenían una buena dosis de maldad, necesaria para que subsistieran los estados. En todos los tiempos, desde que se inició la civilización, en todas las culturas - hasta las que sirven de ejemplo al resto de humanidad, como la griega-, ninguna ha estado libre de pecado y nótese que pecado es sinónimo de maldad.

                 He hablado de maldad, en singular, pero de modo genérico. Entonces me preguntaba, la maldad tiene su escala? Naturalmente es el doctor Google quien me apoya en mis más locas preguntas y me enseñó que más que escalas tiene niveles, aunque vienen a ser lo mismo. No voy a meterme con la criminología[10] que establece escalas respecto de los mayores crímenes que se pueden cometer, solo adelanto que son 22 tipologías desde el de autodefensa hasta el del sicópata, pasando por el de ira e intenso dolor y el pasional.

 Pero bueno, los niveles, según Lars Svensen son cuatro, teniendo en cuenta sus palabras iniciales: “Todos hacemos el mal, solo cambia nuestra motivación para hacerlo” y yo agrego, si fuéramos buenos no habría código penal. Son:

 ·       -  la maldad demoniaca (Hacer el mal por el simple hecho de hacerlo, no hay beneficio en el acto malvado sino más que por el puro placer al hacerlo[11]),

·                - la maldad instrumental (Es aquellos seres que hacen un acto malvado a sabiendas de que mal, pero lo hacen con el fin de llegar a un fin[12]);

·                - la  maldad ideológica (Es alguien que puede hacer daño sin ningún freno moral porque sus creencias y valores lo autorizan para ello. Hitler no era un loco. Era un malvado ideológico convencido de que debía exterminar a los judíos, a los gitanos, a los Testigos de Jehová o a los homosexuales porque eran seres dañinos para la especie. Lenin, Stalin o Mao eran también malvados ideológicos. Para ellos el asesinato en masa de los "enemigos de clase" no constituía un crimen sino una necesaria obra de limpieza revolucionaria que se ajustaba al catecismo marxista y a la dictadura del proletariado.[13]) y

·                 - la maldad estúpida (estas personas que no se detienen a pensar si lo que están haciendo está bien o mal simplemente actúan y no piensan en las consecuencias morales y si es que estas acciones son perversas o no, lo que caracteriza la maldad estúpida es la ausencia de cualquier tipo de reflexión y actuar de forma compulsiva.[14]).

           Naturalmente la mayoría pensará como Rousseau: el hombre nace bueno, pero la sociedad lo corrompe. Pero a su turno Hobbes decía: el hombre es malo por naturaleza y a causa de un egoísmo fundamental y por un primario instinto de supervivencia en la guerra de todos contra todos, "es un lobo para el hombre"[15] Vaya uno a saber quién tiene la razón, pero me inclino por el segundo, pues todos tenemos esa parte oscura que nos inclina al mal, sea por necesidad, por venganza, por capricho, pero que la tenemos la tenemos, santos no somos, de eso estoy totalmente seguro.

 Y otro factor importante y consecuente es que estamos rodeados de maldad y de gente mala, así estén cubiertos por la piel de oveja, ese es el gris panorama que quería expresar, sin olvidar que no mencioné la maldad normal, esa que nos acompaña y nos hace reaccionar por gusto, por venganza o la que no surge por miedo, al qué dirán, o a las consecuencias. El tema dé para muchos escritos pero el cansancio, tanto mío como del posible lector, hace que sea mejor dejarlo aquí, tal vez algún día prosiga, tal vez.

                                                                                «Para sobrevivir al mal, a veces es necesario ignorarlo».[16]

Tomado de Facebook
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[1] El cazador de la oscuridad. Donato Carrisi.

[2] Los de Donato Carrisi (El tribunal de las almas y El cazador de la oscuridad) y Cuentos de sombras de Aa.vv (que no sabía quién era, pero parece que son las siglas que significa autores varios, edición de José María Parreño).

[3] Teogonía de Hesíodo -en la que se afirma que «en el principio era el caos-, se usa este término para describir un estado del mundo anterior a toda organización, expresando así un estado de indistinción de la materia, oscuro e informe, y para expresar el punto de partida o ámbito inicial que hace posible la aparición de toda determinación y orden. https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Caos

[4] del griego χάος, caos, hondonada, abismo. https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Caos

[5] Y lo rartifica la teoría del caos. A diferencia de los fenómenos meramente aleatorios, el caos presenta un orden subyacente. https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Caos,_teor%C3%ADa_del

[6] https://ladefinicion.com/maldad/

[7] El diablo sólo existe porque los hombres son malvados. El tribunal de las almas.  Donato Carrisi.

[8] El cazador de la oscuridad. Donato Carrisi.

[9] La Edad Antigua o Antigüedad es un periodo tradicional, muy utilizado en la periodización de la historia humana, definido por el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones que tuvieron escritura, llamadas por ello «civilizaciones antiguas». Tradicionalmente ha sido el período inicial de la historia propiamente dicha, iniciada con la invención de la escritura, precedida de la prehistoria. Algunos esquemas periódicos consideran que existe una etapa denominada «protohistoria», entre la prehistoria y la Edad Antigua, definida por el surgimiento de las primeras civilizaciones sin escritura. Durante la Edad Antigua surgieron y se desarrollaron cientos de civilizaciones de gran importancia en todos los continentes, muchas de las cuales generaron productos, instituciones, conocimientos y valores que aún se encuentran presentes en la actualidad, desde Sumeria (IV milenio a. C.) y el Antiguo Egipto, pasando por las antiguas civilizaciones védicas en la India, la China Antigua, las antiguas Grecia y Roma, el Imperio aqueménida en Persia, la Antigua Sudamérica, entre muchos otros. En el curso de la Edad Antigua surgieron las ciudades y el proceso de urbanización, el Estado, el derecho y la ley, así como grandes religiones como el budismo y el cristianismo. Wikipedia.

[10] https://es.wikipedia.org/wiki/Most_Evil

[11] https://www.transpersonalplaya.com/post/los-4-tipos-de-maldad-seg%C3%BAn-svendsen

[12] https://www.transpersonalplaya.com/post/los-4-tipos-de-maldad-seg%C3%BAn-svendsen

[13]https://www.libertaddigital.com/opinion/carlos-alberto-montaner/maldad-patologica-y-maldad-ideologica-60547/

[14] https://ejemplius.com/muestras-de-ensayos/los-cuatro-tipos-de-maldad/

[15] https://es.wikipedia.org/wiki/Mal. El conocido homo homini lupus que me enseñaron tiempo ha.

[16] El cazador de la oscuridad. Donato Carrisi.

viernes, 21 de enero de 2022

SENSACIONES PELIGROSAS

             Hay sensaciones que causan malestar. Veamos unos ejemplos: salir de casa y sentir que se le quedó algo; sentir que algo nada bueno va a suceder. Es sentir, en una palabra, un algo inquietante en un no sé dónde. O si se quiere, tener un mal presentimiento.

 

            Esas sensaciones corroen, lastiman la tranquilidad, encausan el malestar y generan un sentimiento de culpa, siéndose inocente. Es sentirse culpable confeso y si se hacen realidad esos presentimientos (por qué no hice caso a esa sensación o por qué no hice…), además lleva a la frustración por impotencia (si yo hubiera, si yo… ese eterno si yo que acrecienta la culpa no generada por uno).

 

            Y lo curioso es que esas sensaciones o palpitaciones no son verdaderas, en la mayoría de casos, son producto simple de un cerebro desocupado que le gusta inventarse situaciones que llevan al estrés, pero que carecen de todo fundamento.

 

            Es entonces cuando me pregunto si no es el pensamiento generado en nuestro cerebro el mayor enemigo de uno mismo? O es una venganza del mismo al vernos desestresados, pues no puede ver a un pobre acomodado.

 

El cerebro es una máquina muy puñetera que no solo no se detiene nunca, sino que te obliga a pensar en lo que a él le viene en gana. Te pones a evocar un momento feliz de tu vida y, al cabo de menos de cinco minutos, el cerebro ya te ha obligado a recordar lo que no te apetecía.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Nido de víboras. Andrea Camilleri.

miércoles, 19 de enero de 2022

HILO CONDUCTOR

             Estaba en mis lecturas, cuando una frase llamó mi atención, decía: Había reducido al mínimo sus necesidades. Y de inmediato a mi cabeza vino la frase que comúnmente usaba que, aunque decía lo mismo, usaba otra palabra contradictoria: Había reducido al máximo sus necesidades. Y me pregunté cómo una palabra dentro de un mismo contexto diga lo mismo siendo contrarias: mínimo y máximo.

 

            La frase me quedó sonando, pero la dejé por ahí vagando. Y entonces unas páginas adelante me encontré con esta otra: La verdad está en los detalles. Y recordé la que solía usar con frecuencia que decía: el diablo está en el detalle. Dos contextos, dos verdades, si se ven con lupa.

 

            Esta otra frase me quedó sonando, tal vez por la coincidencia que había entre ellas y eso me llevó a pensar en el champú. Nimiedades de mis pensamientos. Me acordaba de la angustia que producía cuando uno andaba desplatado a fin de mes y quedaba poquito champú, en que además de la angustia de que se acabara había que rendirlo hasta el final. Mientras que a esta misma circunstancia se oponía en aquellos momentos la contraria, en la que uno tenía repuesto de champú y quería que se acabara el poquito que había para poder iniciar la otra botella. Una misma circunstancia, dos situaciones diferentes, una de angustia y la otra de deseo de terminar lo más pronto posible.

 

            Y entre la lectura, me vino la respuesta, una perfecta, la del hilo conductor que uniera las inquietudes presentadas. Era perfecta, pero me entretuve admirando la frase hilo conductor, certeza de una respuesta genial y por estar entretenido, leyendo pero con la mente puesta en ese hilo, la desgracia vino a mí. Se me olvidó la historia que uniría esos momentos, el descuido, por andar pensando en otra pendejada hizo que se evaporara la genial respuesta y después, los momentos de decaimiento al no poder recordar la genialidad y mientras se piensa más en una cosa que se olvidó pero que no se quería olvidar, menos aparece la respuesta. La tenía en la punta de la lengua, sí, pero no logró verbalizarse, a pesar de haberse iluminado en el cerebro. Eso sí da piedra. Y aún hoy, escribiendo esta experiencia, no logró recordar cuál era la respuesta. Mucha güeva, me dije, se le aparece la virgen y se le olvida lo que le dijo. Seguro que dentro de veinte años se me iluminará la respuesta genial, pero olvidaré la pregunta que le dio origen. Así son las cosas.

 

            Y el hilo conductor qué tenía que ver, se preguntarán. Pues eso mismo me pregunto. Tenía el origen, el hilo conductor y se me perdió la genial respuesta. Todo por no haber escrito en su debido momento la respuesta tan anhelada.

Dios a veces es grandioso en las pequeñas venganzas.[1]

Tomado de Facebook
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[1] El tribunal de las almas. Donato Carrisi.