lunes, 16 de mayo de 2016

HOMBRES INVISIBLES

Escribí anteriormente sobre los ciudadanos invisibles. No retomo el tema. Ahora hablaré del hombre invisible –parecido pero distinto-.

Somos hombres invisibles para aquellos que no tienen conciencia de nuestro existir. Es como si nunca hubiéramos existido y nunca existimos, porque tenemos existencia sólo en el recuerdo de quienes de alguna manera nos recuerdan. De igual manera, hay en el mundo mucho hombre invisible, de los cuales no tenemos referencia y eso los hace precisamente invisibles. Esa inexistencia puede deberse al hecho de no haberlos conocido directamente, a no haber sido mencionados en el transcurso de su historia, a pesar de haber dejado huella en medio de quienes lo hicieron visible. Mientras que otros, aparentemente invisibles, tienen existencia por la mera referencia a alguien que no está invisible para nosotros, como por ejemplo, la esposa e hijos que no conocemos personalmente de un amigo, pero sabemos que existen.

He oído algunas teorías semejantes en la física cuántica y naturalmente en el mundo de lo esotérico. Puede ser, todo es posible, si todo es relativo.

A qué me lleva esta reflexión. No lo sé. Sólo quería proponer esta idea que me circulaba en la mente, haciéndose visible en los momentos en que supongo pensaba que iba a olvidarse, a relegarse en el recuerdo y luchando por no ser una idea desechada, como otras tantas, y por ello quería sobresalir.

En el mundo hay un número de gente innombrable por mí, por lo grande, y de ese número no creo que me conozcan más de un ciento; me distinguen, como dicen los llaneros, unos mil; me habrán visto, por coincidencias de la vida, un buen tanto, por decir algo. En últimas, me reconocerán –‘esa cara la he visto en algún lado’- digamos, con exageración, pienso, unas diez mil? Que frente a las estadísticas, de las cuales no soy nada amigo y cuyo tema de pronto tocaré algún día, no representa ni la coma cien mil millonésima, es decir, nada.

Por eso soy un hombre invisible. Es más, siendo aventurado, puede uno decir que la dualidad de visible e invisible, por simple contacto directo, es presente cada día. Soy visible en la medida en que me ven o me oyen de viva voz, por el contrario, si no se dan esas condiciones, soy totalmente invisible. Mientras voy a comprar el pan, soy invisible para Mónica y visible para quien me vende el pan, por ser cliente habitual. Para quienes ni me conocen ni me distinguen, por ejemplo el alcalde o el presidente, soy un invisible permanente y un desconocido por permanencia.

Y ahora qué le pasó a éste? Oigo preguntar a uno que otro lector. Qué bicho le picó? Ninguno, es simplemente un ejercicio –de calentamiento mental, por ponerle un nombre?-.





Trascender y aceptación (ejercicios para un nuevo blog, que me dejo de tarea?).

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