lunes, 31 de agosto de 2020

EL EUFEMISMO EN FRASES

             Otras frases que a cada momento oigo y aún en mis tiempos decía, ahora no, porque estoy socialmente invisible y ya no tengo que recurrir a esas argucias, me dejan qué pensar, particularmente en la imposibilidad social de no poder decir no, sin agüero, como se decía en mis épocas lejanas, de excusarse sin remordimiento, todas ellas dichas particularmente al momento de la despedida.

 

            Nos vemos.

            Yo te aviso.

            Hablamos.

            Quedamos entonces así.

            Déjame tu teléfono.

            Voy a verificar una cosa y le aviso.

            Hablamos otro día.

 

            Todas estas frases, por el mismo eufemismo, encierran precisamente lo contrario y así es aceptado por todos, ya que éstas no nos dan vergüenza decirlas sabiendo que no lo vamos a hacer y con la conciencia de que el otro así lo entendió, que no tenemos ni la más mínima intención de cumplirlo.

 

            Lo mismo ocurre cuando uno se encuentra con alguien y salen palabras parecidas, como usted no llama…, me quedé esperando su llamada…, a sabiendas de que ambos mienten.

 

            Todo esto me llevó a pensar si con la evolución no se ha presentado un cambio también en el lenguaje, sutil e hipócrita, pero por todos aceptado. De ser así, llegaremos a que la paradoja del mentiroso o de Epiménides[1] -según me culturiza Wikipedia-, dejaría de serlo y se convertiría en un sofisma de distracción?

 

            Sutilezas del lenguaje social? Al parecer es así y así nadie se ofende, creo!

viernes, 28 de agosto de 2020

SOMOS MUCHOS

             Últimamente me han resonado frases que oigo por doquier. Son frases tales como:

             Todo el mundo lo hace.

            Casi todo el mundo lo hace.

            Muchos lo hacen,

            Somos muchos.

            Usted no sabe cuántos somos.

            Somos bastantes.

             Ante la pluralidad de las frases quise saber qué era mucho. La RAE me dijo, cosa que me causó además de curiosidad, estupefacción, por las muchas acepciones que eran, cuando creía que el diccionario se iba a limitar a decir bastantes, pero decía, entre otras:

 

1. adj. indef. Numeroso, abundante o intenso.

2. adj. indef. Que excede a lo ordinario, regular o preciso. U. a menudo con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación.

5. pron. indef. m. y f. Una gran cantidad. U. referido a un sintagma nominal mencionado o sobrentendido, o bien para aludir a uno pospuesto e introducido por la preposición de.

7. pron. indef. m. pl. muchas personas. U. sin referencia a un sintagma mencionado o sobrentendido.

8. pron. indef. n. Una gran cantidad o una cantidad excesiva de algo. U. a veces con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación.

9. pron. indef. n. muchas cosas. U. a menudo con un complemento introducido por la preposición de.

             Menciono los que vienen a mi cuento, porque la cuenta resultó larga[1]. 16 versiones, son muchas, me dije no sin ironía y más cuando vienen relacionadas con el tal sintagma[2], que por primera vez leo en mi vida, o que recuerde y cuya definición tampoco me aclaró demasiado[3] o ya estoy viejo para entender, que también puede ser, pues somos muchos los que no lo entendimos!(Nótese el dejo de sarcasmo irónico de lo escrito).     

             Pues bien, así como el diccionario trae 16 acepciones, me llevó a colegir que la palabra, de por sí, era compleja, como la misma forma de su uso, pues cuando me dicen que somos muchos, lo primero que pienso es cuántos somos muchos y cuando verbalizo la pregunta, la respuesta se evapora, cerrando la discusión, con la sola afirmación de muchos, como si la palabra les autorizara a terminar la discusión y les diera autoridad para cerrarla, por la supuesta claridad.

             Y así como muchos somos, todo el mundo también lo es, como para zanjar cualquier problema que pueda presentarse. Pero realmente quién es todo el mundo? Quiénes son los muchos que dicen ser? Y me trae a la memoria los comités, aquellos en que éramos muchos, pero que al momento en que se preguntaba y qué vamos a hacer, esos muchos que éramos guardábamos silencio para que la decisión la tomara uno, que era parte de los muchos pero que no eran muchos los que decidían. Así se evaporaba la decisión y la responsabilidad, claro está.

             Y por eso, cada vez que oigo decir que somos muchos o que todo el mundo lo hace, quiere ello significar que es una forma de salvaguardar la ignorancia, ocultar lo pocos que son o evadir la responsabilidad, al quedarse sin argumentos para confirmar esos muchos y todo el mundo.  

             Concluyo con una frase que oí, al parecer dicha por Cicerón: Soy ignorante de lo que no sé, pareciéndome más precisa que la de Sócrates: sólo sé que nada sé, aunque puedo sumarme a ellos diciendo: no sabía lo que sabía! Ni que lo sabía! 

Escribir, he escrito mucho. Pero escribir es una forma sofisticada de silencio.[4]

Tomado de Google.


[1] 3. adj. indef. Ante sintagmas nominales comparativos, expresa diferencia elevada entre las cantidades que se comparan. 4. adj. indef. coloq. Ante nombres contables en singular empleados como no contables, denota ponderación o pluralidad.6. pron. indef. m. y f. demasiado (‖ una cantidad excesiva). U. referido a un sintagma nominal mencionado o sobrentendido, o bien para aludir a uno pospuesto introducido por la preposición de. U. a menudo con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación.10. adv. coloq. Denota idea de dificultad o extrañeza, u. con el verbo ser. 11. adv. coloq. p. us. Denota afirmación. 12. adv. indef. Con mucha o demasiada intensidad. U. a veces con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación. 13. adv. indef. Con mucha o demasiada frecuencia. U. a veces con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación. 14. adv. indef. mucho o demasiado tiempo. U. a veces con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación. 15. adv. indef. En gran cantidad. Trabaja mucho. U. a veces con un complemento introducido por la preposición para que expresa una base de comparación. 16. adv. indef. Ante sintagmas comparativos, expresa diferencia elevada entre las magnitudes que se comparan. 

[2] Del fr. syntagme, y este del gr. σνταγμα sýntagma 'agrupación ordenada', 'conjunto', 'tropa', 'elemento sintáctico'. 1. m. Gram. Palabra o conjunto de palabras que se articula en torno a un núcleo y que puede ejercer alguna función sintáctica. 

[3] Tratando de profundizar: Un sintagma es una palabra o grupo de palabras que desempeñan una función sintáctica dentro de una oración. ... Por ejemplo, si el núcleo de un sintagma es un sustantivo, dicho sintagma será un sintagma nominal (SN) mientras que si el núcleo es un verbo, se tratará de un sintagma verbal (SV). Lo cual, tampoco me dijo nada que me aclarara el concepto con meridiana sencillez.

[4] Alessandro Baricco. Esta historia.

lunes, 24 de agosto de 2020

GOTAS DE REFLEXIÓN

             Como dije en otra oportunidad, hay frases que se explican por sí solas y continuando con citas ajenas, más ilustrativas que lo que pudieran ser mis propias palabras, prosigo, teniendo en cuenta que el sarcasmo incluido puede ser aplicado a cualquier país del mundo, aún de los que se sienten dueños de él o ajenos a él:

             Creemos que la ley es la suprema esencia de la justicia, pero:

             Se rumoreaba que los alemanes consideraban la ley como algo que había que cumplir, mientras que los italianos la veían como algo que había que analizar y luego evadir.[1]

                       Pero qué importaba la ley cuando se tenía el poder.[2]

 

            Qué importaba, si de todos modos había abogados para interpretarla, a su acomodo, de sus intereses o de quienes los contratan, porque siempre hay micos y hasta troneras, suficientemente escondidas.

             Creí que la ley sobre la distribución del grano gratuito ya estaba en vigor, César —observó Décimo Bruto.

—Sí, lo está, pero al releerla me pareció muy ambigua. Las mejores leyes, Décimo, no tienen agujeros.[3]

             Y la conclusión se limitaba a que Han de pasar muchos años para que ocurra algo así. Así que no importa. Es como lo del calentamiento global. Nada importa, si ha de tardar mucho.[4]

 

Entonces pensé en la política:

 

            Tendrían que sacarlo a la plaza y colgarlo. Pero es parlamentario, y no se le puede tocar. Habría que encerrarlos a todos. Meter a todo el Parlamento en la cárcel. Así nos ahorraríamos tiempo y complicaciones.[5]

                       (…) miraba al Parlamento con los ojos con que la mayoría de los italianos miran a la suegra. Sin lazos de sangre que la hagan acreedora a afecto y consideración, la suegra exige obediencia y respeto, sin hacer nada por merecerlos. Esta presencia extraña, impuesta en la vida de una persona por el puro azar, impone exigencias cada vez mayores a cambio de vanas promesas de armonía doméstica. La resistencia es inútil, ya que toda oposición tiene inevitablemente tortuosas e imprevisibles repercusiones.[6]

             —Que los míos ya no lo están. Durante décadas, hemos sido unos ilusos, nos hemos dejado engañar, todos nosotros, con la esperanza en una sociedad mejor y nuestra estúpida fe en que este repugnante sistema político y estos repugnantes políticos, de alguna manera, iban a transformar este país en un paraíso gobernado por una serie interminable de reyes filósofos. —Buscó con los ojos la mirada de su marido y la retuvo—. Pues bien, yo ya no lo creo, ya no. No tengo fe ni tengo esperanza.

Aunque él veía cansancio en sus ojos cuando ella decía eso, le preguntó, con aquel resentimiento que nunca había podido reprimir:

            —¿Eso significa que, cuando tienes un problema, has de correr a pedir(le a alguien) que te lo resuelva, con su dinero, sus amistades y todo ese poder que él lleva en el bolsillo como nosotros llevamos la calderilla?

            —Lo único que yo pretendo —(…)— es ahorrarnos tiempo y energías. Si tratamos de arreglar esto con el reglamento en la mano, nos meteremos en el universo de Kafka, perderemos la paz y nos amargaremos la vida tratando de dar con los papeles correctos, para que luego un burócrata (…) nos diga que esos no son los papeles correctos, que necesitamos otros, y luego otros, hasta que acabemos locos de atar. —(…)—: Por lo tanto, sí, si puedo conseguir que nos ahorremos todo eso pidiendo (…) que nos ayude, se lo pediré, porque no tengo ni paciencia ni energía para hacer otra cosa…[7]

 

            Se sentó en un banco y observó a los transeúntes. Ellos no tenían ni idea, ni la más remota. Desconfiaban del Gobierno, temían a la Mafia, les fastidiaban los norteamericanos, pero sus ideas eran vagas, generales. Intuían una conspiración, como la han intuido siempre los italianos, pero carecían de detalles, de pruebas. Por largos siglos de experiencia, sabían que la prueba estaba ahí, que sería más que suficiente, pero los avatares de esos siglos habían enseñado al pueblo que cualquiera que fuera el Gobierno que estuviera en el poder siempre conseguiría ocultar hasta la última prueba de sus fechorías.[8]

 

            —Me afecta que pasen estas cosas, que nos envenenemos a nosotros mismos y a nuestros descendientes, que deliberadamente destruyamos nuestro futuro, pero no creo, repito, no creo que pueda hacerse algo para remediarlo. Somos una nación de egoístas. Ello fue nuestra gloria y será nuestra perdición, porque no es posible conseguir que nos preocupemos por algo tan abstracto como «el bien común». Los mejores de nosotros podemos sentir ansiedad por nuestras familias, pero como nación somos incapaces de más.[9]

 

            Y los infaltables gringos:

             Imagina: son el pueblo más rico del mundo. En política, todo el mundo tiene que inclinarse ante ellos y han conseguido convencerse a sí mismos de que todo lo que han hecho en su breve historia ha tenido la única finalidad de favorecer a la humanidad. ¿Cómo no van a sonreír?[10] 

             En Estados Unidos lo llamaban relaciones públicas, una industria multimillonaria que podía convertir en celebridad al más lerdo, en sabio al más tonto y en estadista a un mero oportunista. En Rusia lo llamaban propaganda, pero en el fondo era la misma herramienta.[11]

 

            —Dice que ama la libertad.

            —¡La libertad!, como si fuera algo tangible. La libertad, si existe, es como el aire —objetó Maximiliano.[12]

 

            —¿Desde cuándo os creéis la palabra de un rey?[13] 

 

            Enrique Tudor observó entonces el escudo real de Inglaterra, que colgaba de una de las paredes, y pensó que no estaría de más añadir el lema en idioma francés que ya figurara en época de su antecesor Enrique V: Dieu et mon droit; es decir, «Dios y mi ley».[14]

 

            E irónicamente:

             «Se anima a que una multitud de voces participe en la política para, precisamente, evitar decidir. Ese parece en sí el fin de la República», reflexionaba Maquiavelo a lomos de su corcel. «¡Qué sistema tan provechoso es la democracia!», satirizó para sus adentros, «pues no existe hombre alguno que se atreva a tomar una sola iniciativa, y aún menos a contraer una responsabilidad».[15]

 

            Y concluyo con el infaltable tema, trillado pero que mantiene su veneno, por andar metido entre políticos, pero que ya nos cansa hasta mencionarlo:

             —Pero de eso hace dos años —explicó—. Tengo entendido que desde entonces los precios han subido. Él asintió. En Venecia hasta la corrupción estaba sujeta a la inflación.[16] 

 

No olvidemos que la corrupción es como el agua, que siempre encuentra un lugar en el que encharcarse, por pequeño que sea.[17]

Tomado de Facebook
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[1] Acqua alta. Donna Leon.

[2] José Luis Corral. Los Austrias II. El tiempo en sus manos

[3] Colleen McCullough. El Caballo de César.

[4] Donna Leon. Justicia uniforme.

[5] Muerte y juicio. Donna Leon.

[6] Donna Leon. Justicia uniforme.

[7] Donna Leon. Altas esferas.

[8] Donna Leon. Muerte en un país extraño

[9] Donna Leon. Muerte en un país extraño

[10] Donna Leon. Muerte en un país extraño

[11] Frederick Forsyth - El Manifiesto Negro.

[12] José Luis Correal. Los Austrias. El vuelo del águila.

[13] José Luis Correal. Los Austrias. El vuelo del águila

[14] José Luis Correal. Los Austrias. El vuelo del águila

[15] Alejandro Corral. El desafío de Florencia

[16] Donna Leon. Muerte en La Fenice

[17] Donna Leon. Pruebas falsas.

viernes, 21 de agosto de 2020

FRASES AL VUELO

            Hay frases que se explican por sí solas y eso me ha llevado a rememorar algunas citas que a pesar del transcurso del tiempo, se mantienen y no requieren de más explicación, aunque sí de mucha reflexión. A ellas les dedicaré un espacio.

 

            «¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos Estados americanos, y Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad?». Todos se volverían contra la pobre Colombia.[1] Palabras dichas hace casi doscientos años por aquél, hoy desconocido Bolívar, quien vislumbraba desde entonces el imperio que serían los gringos.

 

            Eche Vd. una ojeada sobre todo esto y verá que todo esto es nada, y para conseguir este nada nos hemos empeñado en emplear el todo de nuestras facultades; porque es una regla general que, en las máquinas mal montadas, el motor debe tener una fuerza inmensa para alcanzar un efecto cualquiera. La experiencia me ha enseñado que de los hombres se ha de exigir mucho para que hagan muy poco.[2] Y luego Bolívar proseguía:

 

            Colombia me ha recibido con ostentación y con júbilo, pero sus arengas son llantos; sus palabras, suspiros; todos se quejan de todo; parece que es un coro de lamentación como pudiera haberlo en el purgatorio». El sistema republicano le había fallado a sus ciudadanos; los impuestos eran demasiado altos, los ingresos demasiado bajos y la burocracia estaba repleta de funcionarios inútiles. La utopía colombiana había terminado. Se esperaba que él hiciera algo. Pero ¿qué? El sur no gusta del norte, las costas no gustan de la sierra, Venezuela no gusta de Cundinamarca, Cundinamarca sufre de los desórdenes de Venezuela. El ejército está descontento, y hasta indignado por los reglamentos que se le dan. La hermosa libertad de imprenta, con su escándalo, ha roto todos los velos, irritado todas las opiniones. La pardocracia triunfa en medio de este conflicto general … El mal será irremediable, pero no será nuestro, será de los principios, será de los legisladores, será de los filósofos, será del pueblo mismo, no será de nuestras espadas. He combatido las leyes de España, y no combatiré por leyes tan perniciosas como las otras y más absurdas.[3] Palabras que hoy podían repetirse, cambiadas circunstancias, y mantendrían su debida actualidad.

 

            No obstante, los sentimientos nacionales, de los que el mismo Bolívar era consciente, también desempeñaron un papel importante. Los habitantes de Colombia eran ante todo venezolanos, neogranadinos o quiteños, y era su país el que sentían como su nación y su hogar, donde su nivel de comunicación con quienes consideraban sus compatriotas era mucho mayor que con aquellos a los que veían como extranjeros. La guerra alimentaba los nacionalismos. Los ejércitos reunían a hombres de patrias diferentes, con frecuencia en incómoda proximidad, y los convertía en observadores cercanos de sus diferencias y rivalidades. Surgieron prejuicios nacionales y se crearon estereotipos que se manifiestan en el lenguaje de la época y, en ocasiones, en los textos de Bolívar: los venezolanos eran «pardos» o «militares», los neogranadinos eran «mestizos» o «curiales», los ecuatorianos eran «indios». Los americanos no se tenían aprecio unos a otros por naturaleza.[4] En efecto, parodiando a ese Bolívar incomprendido, podría hoy uno repetir, los seres humanos, por naturaleza, no se tienen aprecio unos a otros, basta ver la segregación, los odios por raza, por religión, por política y por sexo y, en definitiva, todos presumimos de ser seres humanos!

Tomado de Google.

[1] John Lynch. Simón Bolívar.

[2] John Lynch. Simón Bolívar.

[3] John Lynch. Simón Bolívar.

[4] John Lynch. Simón Bolívar.

miércoles, 19 de agosto de 2020

ENTRE SUEÑOS

             ... se preguntó cuándo había empezado a buscar en las caras de sus amigos de juventud la huella del paso del tiempo.(1)

 

            Eso me venía preguntando, dada la recurrencia de mis sueños en que cada día algún conocido del pasado entraba en él, manteniéndose con la misma figura recordada, pues en el sueño nadie envejece. Y aún yo, sin saber si era protagonista, testigo o espectador, me mantenía en la inmaterialización que es un sueño, pues se sueña sin discutir, aceptando, viendo de cerca o en la distancia, poco importa.

 

            Es como si en el sueño se mantuviera congelada la edad, pues tampoco importa, porque lo que se ve es simplemente una noción de alguien, pues para ser sincero el sueño se alimenta de imágenes, de palabras no dichas, de actos no realizados, son simplemente películas que transcurren, con actores, generalmente conocidos, pero congelados en el tiempo.

 

            Me veo en el espejo y veo mis arrugas, veo cómo aquél de ayer se va evaporando con el transcurso del tiempo, sin sentirlo, tal vez aceptándolo. Pero en el sueño solo soy yo, sin saber claramente si es el del lejano ayer, el de ayer o aquél que está tendido en la cama, soñando, sin verse, solo sabiendo que está allí, como espectador, como testigo, como intérprete.

 

            Y veo a todos esos conocidos del ayer, no en su imagen, solo en el concepto y ellos tampoco parecen que hubieran envejecido, mantienen la imagen de lo que fueron, desde mi perspectiva, pero hoy, por el transcurso del tiempo, serán unos desconocidos, a pesar de haberlos conocido, porque sus historias siguieron su transcurso, sin saber yo qué fue de ellos. Uno tras otro aparecen en mis sueños, personajes olvidados, no tan olvidados, tan recordados otros, pero cuyas historias se alejaron de la mía, volviéndose hoy, unos verdaderos desconocidos.

 

El momento ideal de subir a un tranvía es cuando todo el mundo baja.(2)

Foto JHB (D.R.A.)

[1] Donna Leon. Justicia uniforme.

[2] Jeffrey Archer - Como los Cuervos