viernes, 28 de abril de 2017

ESTUPIDECES



El camarero me tiende el platillo con la cuenta hipócritamente doblada. Por qué doblarán la cuenta? Por qué será que lo falsificamos todo? Eh? Ah! Las onomatopeyas. Pago, me levanto y dejo unas monedas –también hipócritas. Paso al lado de las mujeres, tres parcas maléficas, tres veces tres veces tres, nueves fuera. Por qué doblan la cuenta? Por qué la doblan? Por qué se doblan las personas? Por qué se doblan? Por qué? (1)

Hoy, vía redes sociales, nos colmamos en grado sumo de estupidez (Ya lo ha dicho varias veces, va a empezar?). Voy a mencionar solo algunas (más o las mismas?), que al menos me producen el escozor necesario para permitirme ver la estupidez ajena. La mía, debe ser la de leerlas! Esa es la ironía. Ya había mencionado el tema, pero sigue carcomiéndome la bobada ajena!

            Dice el Feis:

“Sólo el que tiene un hijo varón sabe lo que es caminar de la mano…”
“A ti mi hija que eres lo más maravilloso…”
“Madrecita…”
“Hermanita linda, qué sería yo sin ti…”
“Que mi mamita sea eterna”
“Dale click si no te da pena compartir…”

Además de escozor y prurito, -en cualquiera de sus acepciones- me da una berraquera toda esa lambonería, viendo cómo en el mundo privado el hijo varón, es un patán o lo están criando para eso y esa palabrería será en el futuro de arrepentimiento, esperen a que esté en la adolescencia y hablamos. Si la hija o la mamacita o la hermanita son lo más bello del mundo, a pesar de lo que sean en la vida privada y en la intimidad, no es cosa de ponerse a lamboniarse en público, eso háganlo en privado, llámense por teléfono, háblense y díganselo en privado, a nadie le importa la relación que tengan y menos a mí, el menos indicado de los seres humanos. Todos esos mensajes subliminalmente llevan a pensar en intimidades pecaminosas. O dale un me gusta si no tengo razón! Y el de aquello de que mi mamá sea eterna, también en una pared anónimamente escribió: Mi mamá me ama, mi mamá me mima, me mamé de mi mamá.

°°°


-          Tener un espejo encima del inodoro resulta incómodo.
-          Incómodo? Más bien vergonzante, respondió.
Me limité a sonreír con pícara malicia. (Cuestión de recuerdos)

°°°


-          Y cuál es el paso a seguir?
-          A seguir? Será a dar…
Quedé sin argumentos.

°°°


Preguntas indecentes, maliciosas, vergonzantes o estúpidas:

Por qué resultará tan incómodo mirarse a los ojos?
Por qué resultará tan incómodo mirarse a los propios ojos?
Por qué esa sonrisa estúpida cuando se hace el selfie?
Por qué no podemos ser felices, al menos permanentemente?
Por qué la espera desespera?
Si no se tiene un plan de vida, la vida se vuelve insustancial?
Será que alguna vez se puede ser honesto con uno mismo? O tendrá una excusa, como siempre se ha tenido?
Por qué la sinceridad debe ser hipócrita?
Por qué no se puede decir lo que se piensa, así llanamente?
Quién es el qué dirán?
Por qué hay tanta pregunta estúpida?
Las respuestas serán igualmente estúpidas?

Por último, alguien sabe si hay algún día especial para celebrar la estupidez? O sería estúpido proponerlo?



Foto: Google. http://memoriasdesoledad.blogspot.com.co/2013/06/estupidez.html

(1) Saramago. Los personajes errados. 

miércoles, 26 de abril de 2017

AMNESIA INFANTIL


Qué tamaño tiene el tiempo en la infancia?  (1)


Por fin logré encontrar alguna explicación a la amnesia que tenía yo de mis primeros años de vida, respecto de los cuales no tengo noción de mí mismo, ni de mi alrededor. Se llama amnesia infantil y parece que la padecemos la gran mayoría de humanos (mal de todos, consuelo de tontos?). En alguna oportunidad comenté que no recordaba nada de los aproximadamente seis primeros años para atrás, feliz yo, porque es la época de la tiranía, de la pequeña dictadura a lo Napoleón o Hitler. (Venga a dárselas, que palo fue lo que recibió cada vez que le daba una pataleta).

Y el estudio debió ser muy serio porque lo hizo la universidad de yonosequé de noseendónde y fue titular de prensa, lo cual respalda las barbaridades que pueda hoy decir.

La llamaron memoria amnésica infantil o memoria ficticia. Corresponde a la edad en que el hipotálamo y el cerebro con el cerebelo se van iniciando en el proceso de la perfección, hasta donde entendí todo el palabrerío. Que la mayoría no recuerda, pero hay, como en todos lados, un pequeño porcentaje que se acuerda desde la gestación (no entendí bien si al momento de la unión esperma-óvulo en ellos empezó el diálogo, pero bueno, allá los que pudieron vivirlo, por mi parte no sería de mi gusto haber sido partícipe consciente de ese acto).

Otros sí recuerdan. Yo no recuerdo, como si no tuviera recuerdos y mis recuerdos son distorsionados con conversaciones que inician con aquello de “te acordás cuando…” Debo limitarme al ajá, porque si a duras penas me acuerdo del ayer y más ahora que leí que tenemos también una memoria selectiva, igualmente decidí seleccionar mis recuerdos, de todos modos proclives a ediciones, revisiones, reediciones, con mejoras y anotaciones al margen, cómo creerme yo mismo? Cómo fiarme de recuerdos que son afirmaciones ajenas de lo acontecido en el pasado remoto de mi vida? Cómo hacerlo hoy que a duras penas me acuerdo de aquella frase dicha al aire: Te acordás de cuando hablábamos de seguido? Pero eso sí, a pesar de todo, cuando afirmo un recuerdo lo hago como si hubiera sido testigo presencial, a pesar de habladurías, el buen mentiroso, dice el manual, debe afirmar las mentiras como si fueran verdades indudables. Son mis recuerdos fictos y si a mi edad se perdona parte de mi amnesia, con mayor razón cuando era igual de irresponsable!

Todo ello me lleva a concluir que tal vez, sólo tal vez, fuimos lo que nos contaron, pero no contamos con seguridades de la fiabilidad que pueda tener el que nos la contó. Es decir, de aquellas épocas sólo somos los soplos que logramos oír, tergiversados, insuflados, demeritados o sobrevalorados, depende del cariño del que nos lo contó! Porque de pronto, sólo de pronto, eso sentencia que nos dijeron profética y envidiosamente los hermanos mayores, puede llegar a ser verdad: usté es recogido!

Hoy parece que estoy un poco mejor, y los médicos dicen que no me encuentran nada; como si la edad no fuera una enfermedad, pero lo es, querido Guillermo, lo es. Lo peor es que te priva de los recuerdos. (2)





[1] Saramago. Moliere y la curruca.
[2] Julia Navarro. Dime quién soy

lunes, 24 de abril de 2017

DE LA ESTUPIDEZ A LA LOCURA [1]

Todo el mundo quiere ser feliz, sin embargo para conseguirlo raras veces emplean los medios necesarios. [1]



No hace mucho leí un artículo en el Espectador, no recuerdo la autora, porque creo que era ella, en que decía, palabras más, palabras menos, lo interesante que es sentarse en un café a no hacer nada, sólo a contemplar a la gente que le rodea y en medio de esa inactividad viendo caras y gestos, poses y relojes, se podía hacer una historia para relatar. Interesante pensé y decidí, dada mi proclividad a… perder el tiempo, en una palabra, guardar la idea para cuando se me presentara la ocasión y de esa manera ver hasta dónde me llevaba la imaginación. Sí, lo sé, bastante lejos y nada cercana a la realidad, dada mi imaginación y personalidad, claro está.

Pues bien, a mis manos cayó el libro que da origen a este blog. Como se trata de artículos publicados a lo largo dela vida de Umberto Eco y seleccionados por él, antes de morir, no es un libro para leerse de una sentada, como nos expresamos entre hermanos para opinar sobre lo bueno o no de los que nos prestamos y leemos. Estaba en esas lecturas esporádicas cuando hacia la mitad del libro me encontré un recibo de caja que presumí correspondía a la adquisición del libro. La curiosidad del valor me hizo leerle. Pero no, no era el de compra. La curiosidad de los productos consumidos me llevó a ver el valor y luego al sitio y de allí a la fecha y…

Mi imaginación pasó a hacer realidad lo que pudo acontecer ese día y me lo imagino así:

La fecha, curiosamente el 30 de diciembre de 2016, penúltimo día del año, para más señas un viernes. Ya veo a mi hermano (no doy su nombre porque no me siento autorizado, a pesar de tener fama de imprudente -yo, no él-, trato de demostrar que no lo soy tanto, por eso me excusarán el nombre).

Le veo caminando en la mañana pacientemente las calles, dirigiéndose a Unicentro, rumiando sus propios pensamientos. Mirando aquí y allá. Como siempre, los paseos le llevan a la librería, simplemente a ojear las novedades, a verificar la existencia de algún libro mencionado en algún lugar, simplemente a curiosear, arte que ya domina a fuerza de costumbre.

Ese día, el penúltimo del año, le veo tomando el libro de Eco, recordando que recién había fallecido ese año, aún a su pesar. Leer el título, subrayado por el subtítulo: Crónicas para el futuro que nos espera. La ilustración de la carátula imaginativa y propia de un dibujo de Escher y aún de Magritte y la contra carátula que culmina diciendo: “Genio, sabiduría y sentido del humor: de todo hay en este libro, una despedida digna de un gran maestro”. Todo ello da pie a pensar en comprarlo, aunque no esté seguro; lo toma, trata de dejarlo en su puesto, lo piensa, lo toma con intención pero antes de que el acto sea acción, prefiere seguir ojeando aquí y allá, no hay afán en este día, a pesar de ser el penúltimo del año. Pero ya está seleccionado, lo sabe sin saberlo con seguridad, pero necesita comprar un libro porque ya se le acabó los que tenía a disposición. Sigue mirando títulos, pensando en cuáles pueden valer la pena adquirir, cuáles son desechados de antemano por título o por autor, cuáles podrán ser posibles candidatos. Y así pasa el tiempo, sin considerar que sea un desperdicio, por el contrario, para él, una aventura más. El libro fue adquirido y empacado.

El día prosigue sin afán, dado que fue el primero en llegar a la librería, como es su costumbre y pasado el rato, a continuar su camino con el libro, iba a decir que bajo el brazo, pero eso ya no se estila, ahora se porta en la mano, como cualquier paquete, deseoso de empezar a leerlo. Para ello ya tiene la excusa apropiada. Buscar la cafetería conveniente, por ser una buena hora en que no hay molestia, faltan veinte para las diez, no lo invento, el recibo de pago lo dice (10:43:24, y sí del 2016/12/30). Según tal recibo, consumió una dona (1 combinada doughnut 1 sin caja, no sé qué quiere decir, pero me atengo al texto) y un capuccino (por favor con leche deslactosada, café descafeinado, estevia, gracias, ya le veo ordenando con voz enérgica). Lo atendió Laura Andrea S… a quien no le prestó mayor atención, por estar centrado en la búsqueda del mejor puesto que se podía ofrecer a esa hora del día, lo más lejano de cualquier intromisión o distracción. HAZ TU DÍA ESPECIAL! Culminaba la tirilla de factura que le fue entregada.

La hora ideal, el algo o intermedio entre el desayuno tempranero y el almuerzo que se venía en horario de pensionado, es decir, a las doce cumplidito. En otros tiempos llamada medias nueves o simplemente las nueves. Es curioso que los pensionados generen automáticamente un horario particular, regido por el estómago, no hay quien escape a esa determinación cronométrica. Prosigo.

Volver a ojear el libro adquirido con más detenimiento porque ya había adquirido personalidad al haberlo conquistado él. Pausadamente admirar el ingenio del ilustrador, lectura obligada de carátula, contra carátula, pestañas de reseña de vida y obra de Eco y empezar por saborear el olor de papel nuevo, sentir el tacto del papel y empezar desde la página uno, título incluido nuevamente.

Y así pasó la mañana, leyendo un artículo tras otro, meditando uno luego de otro, pensando que efectivamente este mundo está loco, que efectivamente vamos de la estupidez a la locura y que naturalmente se trata de crónicas del futuro que nos espera. Sin duda hay que dar gracias a Dios o a la fortuna por vivir más tiempo, pero debemos enfrentarnos a este problema como uno de los más dramáticos de nuestro tiempo… culmina el artículo Esperanza de vida, con el cual se anuncia la proximidad de la hora del almuerzo.

Página 50, el título: ¿Lo bello es feo y lo feo es bello?, buen título, pero es hora de empezar el retorno, es hora del almuerzo y como buen pensionado, hay que respetar los horarios, mami enseñó que con el hambre no se juega.

Todo esto lo imaginé yo, realmente no sé qué pudo pasar en la realidad, con Alberto nunca se sabe!


 
Fotos: Google. Escher y Magritte





[1] Título del último libro de Umberto Eco, que recoge su pensamiento a través de la selección de artículos publicados en diferentes medios de comunicación.
[1] Memorias de Agripina. Pierre Grimal.

viernes, 21 de abril de 2017

“Estamos dejando que crezcan generaciones de monstruos” [1]

 

La dictadura de un niño mal educado es implacable.
Hoy, los adolescentes mandan.[2]

Es el título de una entrevista que Semana hace a un siquiatra (Carlos Pol, no sé quién sea pero lo apoyo). El artículo culmina con: Se les debe castigar, corregir y eliminar cierto tipo de situaciones, circunstancias y ambientaciones que causen esos actos violentos. Estamos dejando que crezcan generaciones de monstruos que serán agresores y transgresores, todo porque no se les paró a tiempo y no se les castigó.

            Voy a hablar por mí, que como ya sabrá no soy objetivo en ciertos temas, por lo que si no quiere oír mi opinión al respecto, lo mejor es que deje aquí la lectura y haga de cuenta que no ha pasado nada, siga siendo el padre que quiere ser o el abuelo que le tocó ser, pero después no se queje, si la siguiente generación que es la que cría, le parece monstruosa, tal como sugiere el título de hoy.

He visto en los últimos años, digamos que pasados los 90, una serie de actuaciones paterno-infantiles que me han puesto a pensar. Situaciones como pataletas de muchachitos que hacen escándalo en un centro comercial porque no les dieron gusto por alguna pendejada. Muchachitos que en momentos de piedra comienzan a pegarle a la mamá o en otros casos extremos, de estrato dirán algunos, pegándole a la muchacha en la que delegaron la responsabilidad de educación. Muchachitos que se tiran al piso en ataque de histeria. Padres, particularmente madres, que no pueden controlar al muchachito y se nota la incompetencia de control. (Nada más pongan en búsqueda de internet “niños histéricos” y verán resultados). Y naturalmente todas estas situaciones, sin eufemismo, me emputan.

            Y eso ha traído sus consecuencias: hoy ya las nuevas generaciones de jefes vienen a empezar a sufrirlo. Todos esos gamines que no fueron corregidos en su momento, hoy empiezan a ser jefes y en sus momentos de indecisión para la toma de decisiones, el único camino que tienen es el de ser hampones o si lo prefieren, jefes monstruos. Y los hijos de ellos, siguen el mismo camino y todo por no haber tenido correa suficiente para haberlos detenido a tiempo. (La dinámica empieza cuando a los padres les da miedo ponerles límites a sus hijos y la famosa calidad de tiempo es usada para convertirse en sus empleados. Incapaces de dar una orden sin explicaciones ni de decirles un no perentorio sin tener que rendirles cuentas, preparan el terreno para que cuando el niño se vuelva adolescente los vea como unos ineptos.[3])

            Cuando presencio esas pataletas si pudiera verme en un espejo, mi cara reflejaría desprecio por ese padre que no puede controlar a su hijo bestia y al muchachito lo miro con odio. Qué vaina, pero es así y no me voy a excusar, eso me sucede. Naturalmente no me meto en el lío, porque como decían antaño, en pelea de liberales el muerto es godo. Mi cara es diciente. O como decía mi mamá: le faltó juete por comida

A nivel anecdótico y por referencias maternas, porque no me consta, cuenta la señora que cuando chiquito me daban pataletas que sabiamente fueron curadas por mi papá algún día que lo presenció. Y santo remedio, concluye mi mamá siempre que hace referencia a ese episodio. Mi papá –que solo recurrió a tales actos como situación extrema, al contrario del pensamiento materno- se quitó la correa y con unos buenos juetazos que me dio, al parecer nunca más di espectáculo.

Naturalmente me crié con bastantes hermanos, en donde el chancletazo, el correazo o el cocotazo no faltó. Ninguno de esos nos idiotizó (o por lo menos hablo por mí) y sigo insistiendo, a Dios gracias en esa época no había tantos derechos humanos ni del niño, que es lo que estupidiza a la sociedad actual, al no comprender que lo que tienen los seres humanos, más que derechos, son deberes y bajo esta comprensión, seríamos mejores personas.

Pueden tildarme de lo que quieran, sinceramente me tiene sin cuidado. Solo es una reflexión que expreso, tal vez podía haberse dicho en otros términos, más… adecuados? Pero por qué tener que decirlo de otra manera? Para no ofenderlos? Y a propósito, quienes deleguen la educación de sus hijos en sus padres, es decir a aquellos abuelos que les toca asumir la responsabilidad ajena, he visto a varios ancianos esperando a que lleguen sus nietecitos del colegio y además de tener que alzarlos deben cargar con el maleterío de los muchachitos. En muchas caras he visto el malestar no expresado de esos abuelos que por obligación les toca. No hay derecho, bien o mal, no deberían endosarle esa responsabilidad a quienes, responsable o irresponsablemente, ya cumplieron con su deber.

Esta molestia mía, debe interpretarse respecto de situaciones aplicables a los hechos denunciados (aplican restricciones diría el anuncio), porque como contrapartida he visto que aún quedan niños decentes, padres responsables y abuelos que con gusto sanamente malcrían a sus nietos y muchachos que fueron educados dando las gracias cuando se bajan del bus.

En conclusión, por lo general estamos educando gamines pero queremos que el resultado sea de ángeles. Después no nos quejemos! (La dictadura de un niño mal educado es implacable y utiliza instintivamente la culpa fundamental que padecen algunos padres para chantajearlos y dejarlos sin campo de acción. Casi hay que pedirle cita para reprenderlo.[4] Y ella concluye: Padres de hoy, ¿no les da más miedo criar Trumps y Maduros?)

            Amén, oigo decir a ciertas personas, al terminar con esta mala leche mía y por culpa de los artículos que otros publican (!).

-           Todos somos lo que somos como consecuencia de algo —afirmé con rotundidad.
-           Las malas personas siempre buscan excusas para justificar lo que son — sentenció mi madre. [5]


                                                         Resultado de imagen para pataletas en los niños caricaturas
Foto: Google. Calvin.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwf0IcKbzAOjpwa6Prw363MGKsqurHqWSl2Mx6IJVjAe2qlahxdH94ZWu8Wa8BkDV0LP2CyplYy61gjaX4_BX9Wrznph3GFxYhVxheCYHGXCZTjSc-DC_ozc5tOwu8rX1fZY1ZsZ9W-vs/s1600/images.jpg


[2] Margarita Rosa de Francisco. Temer a los hijos. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/margarita-rosa-de-francisco/temer-a-los-hijos-educacion-de-los-hijos-hoy-en-dia-77650
[3] Margarita Rosa. Cit.
[4] Sigue siendo Margarita Rosa la que me ayuda con el tema.
[5] Julia Navarro. Historia de un canalla

miércoles, 19 de abril de 2017

EVOCACIÓN


La historia es la que es,
no la que pudo ser o dejar de ser. [1]

No sé de medidas agrarias y por eso, una hectárea es como si me hablaran de una fanegada o de un metro cúbico, como verán, negado para entenderlo. Sé que una hectárea es mil por mil, pero visto desde mis ojos, ese resultado no logro identificarlo, salvo que me pudieran decir del palo pa’lla hasta el mojón pa’ca y aún sigo sin entender. Soy  nulo campesino y de haberlo sido, habría sido mal terrateniente, no se me da ninguna de las dos condiciones.

Lo más que he pensado es que cuando estoy en el campo me como una ciruela y tiro la pepa a la vera del camino con la esperanza de que crezca un árbol. No puedo ser lo que no soy, al menos aspiro que lo que pueda ser, sea.

En mis caminatas por los diversos secos caminos una y otra vez paso por una propiedad ínfima, si me es dable calcular mi estimación es que no pasa de trescientos metros cuadrados, es decir, nada, comparado con las otras tierras. Contiene una casucha miserable a mis ojos, de esas casas de adobe con escasa iluminación, a duras penas unas dos ventanuchas y una puerta mal acabada sobre dos humildes escalones mal acabados o demasiado usados , derruyéndose en el tiempo, sin chapa la puerta, porque quién entraría allí sin permiso? Por dentro, ante la imposibilidad de develar su contenido por la penumbra en que eternamente se habita, uno diría que está compuesta por un solo cuarto a la vez dormitorio, cocina, estar, todo en uno, ya que la cama debe servir de sala y de comedor. Una casucha construida por allá a principios del siglo pasado, a finales del antepasado tal vez, indescifrable, desde mi óptica citadina, una casita miserable. Sin esperanza, sin ilusión. Sus habitantes, unos viejos cuya cara refleja precisamente eso, ni esperanza, ni ilusión, sabedores que lo que fueron ya no lo son, que lo que tuvieron ya se fue. 

Aún así, el señor, demasiado ya mayor en apariencia, ya próximo en ausencia, sigue cultivando y raspando parte de unos pocos metros de tierra, que a duras penas dará para una carga de papa en cada cosecha, algunas mazorcas, al parecer lo necesario para seguir subsistiendo sin esperanza ni ilusión. Su cara refleja solo el paso de los años, la piel curtida por vientos, lluvias y soles que ha soportado, cara de viejo campesino, entrado en años, en muchos años. Le acompaña, una mujer de edad indescifrable, como él, con andar pausado, ayudada por un palo que hace las veces de bastón, que le permite andar por la destapada carretera a paso de andar viejo, olvidado.

Ella, tal vez con más esperanza, tiene un rinconcito dedicado al jardín, un rincón que le da vida a los años pasados, a los años acompasados, a los años de ellos, recuerdo de algo floreciente, que de seguro tuvieron que haberlo tenido.

En la distancia les veo, él en la tarde, luego de jornada de campo en su tierra, sentado en los escalones de la puerta de la casa, en espera del ocaso, diría uno que en espera a que su ocaso termine, allí sentado mirando al vacío, mientras ella, a lo lejos en el camino se ve con su paso lerdo, tratando de ir o de llegar.

Evocación que me trae a la memoria los edificios de la ciudad, en los ventanales en los que se ve durante todo el día a aquel viejito mirando al vacío, esperando lo que la esperanza ya no le traerá, soñando en mejores tiempos, que para ellos ya terminaron.

Sólo les queda el ocaso!

          Espero que lo que me imagino no sea; que su ocaso sea de agradecimiento; que mi historia inventada no haya atinado en nada y que estén disfrutando de esa vida que les tocó y que agradecidos estén a la espera de lo que yo no pude vislumbrar, esperar oír decir de viva voz: No, no renuncié a nada, elegí la vida que quería vivir, la que he vivido y con la que he sido feliz.[2]

No elegimos dónde ni cuándo nacemos, pero al menos deberíamos poder decidir cómo afrontar el último minuto de nuestra vida. Pero hasta eso lo tenemos negado. [3]

Foto: JHB (D.R.A.)




[1] Julia Navarro. Dime quién soy
[2] Julia Navarro. Dime quién soy
[3] Julia Navarro. Historia de un canalla

lunes, 17 de abril de 2017

PENDEJADAS

Los dioses han querido que no sepamos con certeza la suerte que le espera. El porvenir es suyo, solo suyo y quizá incluso les pertenezca a ellos de manera muy parcial, que exista, más poderoso que ellos, un Destino cuyos designios son inescrutables. Lo que ellos puedan saber del futuro, en todo caso, no nos lo revelan jamás sin ambigüedad, y solo a retazos, tal vez para impedir que nos durmamos cómodamente en el presente, lo que sucedería sin lugar a dudas si supiéramos por adelantado lo que nos espera.  (1)


-          Será que Dios existe?
-          Ni idea, vaya uno a saber.
-          Entonces estamos 50-50.
-          Sí, gracias a Dios.
° ° °


-          Ya se miró en el espejo?
-          Déjese de pendejadas, ya empezó…
-          Está bien, entonces no se mire.
(…)
-          Por su cara veo que ya se miró. La misma moneda tiene dos caras. La que uno se imagina que tiene, la que nunca envejece, la constante compañera y la que refleja el espejo…
-          Sí, la que no oculta la realidad, la que muestra el paso de los años. Por eso no me gusta el espejo, prefiero mi irrealidad.
° ° °


-          Qué hace?
-          Perdiendo el tiempo.
-          Ah! Procrastinando.
-          No, reflexionando sobre la nada.
° ° °


-          No me venga con esas cosas. Nunca prometí no defraudarlo.
-          Sí, qué cagada!
° ° °


-          La vida es una incertidumbre.
-          Ah! Destino fatal el que está escrito!
° ° °


-          A dónde va con su cuadernito?
-          A imaginar mis ideas flotantes adquiriendo realidad.
° ° °


-          Qué es lo que tanto escribe?
-          Pensamientos, antes de que me abandonen.
-          Pendejadas, dirá!
-          Si usté lo dice…

y que no hay una forma de escribir, porque escribir no es una ciencia matemática, digan lo que digan y quieran decir los críticos y los teóricos. (2)

Foto: JHB (D.R.A.)


(1)  Memorias de Agripina. Pierre Grimal.
(2) Fernando Araújo Vélez. En estado de escribir. http://www.elespectador.com/opinion/en-estado-de-escribir-columna-689414