viernes, 30 de septiembre de 2022

BIENVENIDO AL FINAL DEL CAMINO NO TOMADO

                Qué tal la ironía, de una frase de la serie Picard. Que nuestra vida se haya convertido en el camino no tomado, aunque irónicamente es cierto.

                 No decidimos el camino, ni siquiera decidimos iniciarlo, simplemente aparecimos en ese camino y nos tocó caminarlo, sin opción alguna de retroceder, de tomar a la derecha o a la izquierda, simplemente seguimos, sin mayor pregunta,  a las flechas que van apareciendo a lo largo de ella.

                 Por aquí, dice una; siga la flecha, dice otra; no se desvíe, dice otra.

                 Y todas ellas nos conducirán al final del camino no tomado, sino del impuesto.

                 Una ironía que al final resultará cierto[1]. 

El destino no sabe de distancias.
—Proverbio francés.[2]

Foto JHB (D.R.A.)



[1] Aunque, si alguien se dio cuenta, el título es contrario al contenido, qué ironía. Ya parezco un periódico en que el titular no tiene nada que ver con la noticia! Qué ironía.

[2] Citado en Asesinato en París. Cara Black.

 

miércoles, 28 de septiembre de 2022

LIBRES DE LAS CADENAS DEL PASADO

De antemano, no me refiero al pasado de ayer, del próximo, del del año pasado, sino al viejo, al del antepasado, el del pasado que ya está superando hasta mi edad.

                 Dicen que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Con lo que he vivido me parece que de tanto repetir la frase, se ha convertido en frase de cajón, en cliché y lo mejor es que no tiene mayor sustento, a pesar de haberse vuelto dogma.

                 Como muchas frases se han instalado sin certeza, pero son dichos con firmeza, se convierten en la mente colectiva (aunque ya se dice el colectivo) en una verdad irrefutable y quienes pretenden refutarla se vuelven parias, cosa a la que más le tememos, sobre todo en esta época de redes sociales, en la que anónimamente tenemos tantos amigos virtuales a los que tememos perderle su confianza. Bueno, ese no es el tema por el momento.

                 El capitán Picard dijo que nos teníamos que liberar del recuerdo del pasado. Y, en efecto, esa podría ser la solución de muchos problemas actuales. Olvidar la historia, no quiere decir que nos neguemos a leerla pues el leerla en la distancia no nos afecta, sino en enseñarnos a no ensañarnos por el recuerdo que puede traer.

                 Durante más de un siglo, en este país, por poner un ejemplo, tuvimos una pelea, sin sentido, que fue de godos y liberales y todos tenían que optar por uno de esos partidos, para no ser un paria. Y entre ellos solo había rencillas y odios, mientras sus jefes o algunos de ellos, nos manipulaban mientras tomaban finos whiskies, como solía usarse.

                 Hoy, mirado con los ojos del tiempo pasado, termina uno pensando en la estupidez de estar en uno u otro lado, tanto que ya esos mismos partidos hoy se están evaporando, al no tener líderes ni principios, simplemente se están evaporando y no se han dado cuenta.

                 O es que es necesario ver y leer la historia de otra manera, no tan lineal. No mirarla con los ojos de la rencilla, sino apreciada como algo que pasó, que fatalmente tenía que pasar y que no sería bueno que volviera a pasar. Baste con pensar cuántas guerras hubo en el siglo XX. Parece que más de cincuenta, si se le cree al doctor Google, que si, de ser cierta la frase, se hubiera leído bien, se hubieran evitado, pero a pesar de leerse, se siguen produciendo a granel, baste una mirada superficial a este siglo.

                 Recuerdo haber oído en mi juventud una queja de alguien que odiaba al otro, de otro partido, porque en su parecer era responsable de algún tatarabuelo que nunca conoció, sino de nombre, del que nada supieron y al que, con el tiempo, era imposible de reconocer como familiar y, así visto, al que nunca habían amado. Es tanto como odiar a los españoles que les dieron rejo a los indígenas, quienes a su vez le habían dado otro tanto a otros tantos.

                 Hasta ese extremo llegamos y aún se hacen, siempre con alguna disculpa, siempre replegando la responsabilidad, siempre buscando su propia exculpación.

                 Y para colmo, la historia siempre la escribe el vencedor, no el vencido y siendo así, en ambos casos, ambos están parcializados, por lo que la historia debería leerse como una novela, sin compromisos, con pasión, pero sin ser apasionado. 

Quizá dentro de unos pocos años yo fuera como ellos, cuando el futuro se hubiera desvanecido del todo de puro delgado, sin poder resistir ya el peso del pasado que se acumulaba día tras día como un fardo. Me convertiría en uno de esos ancianos que no desean dormir más, no vaya a ser que los sorprenda la muerte por sorpresa[1]. 

Tomado de Facebook
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[1] Adiós, princesa. David Rocasolano.

lunes, 26 de septiembre de 2022

FRASES INCONSECUENTES

Dedicado a todos los fantasmas, del pasado y del presente.[1]

 Quitapesares dice que escribir es hablar sin que a uno lo interrumpan. Pues eso mismo es dictar.[2] Pues, Lo que no se habla, lo que no se dice, logramos relegarlo a ese territorio de irrealidad muda del sueño.[3] Es como Ocultar el pecado, es dejarle una dosis de censura, que es como decir de condena. Hago algo malo, pero por lo menos lo escondo para indicar que me avergüenzo de hacerlo.[4] Bastaba en esos casos una arrodillada, como lo hacía cada noche entre dos oraciones, …, su culpa estaba expiada y ya podía tramitar su traslado al cielo.[5]

 

Y no viví esas escenas absurdas de las casas de mis amigos: el papá pide explicaciones: «¿Dónde está la pelota? ¿Por qué no se fija dónde deja las cosas?». El hijo calla, muerto de susto. El papá insiste: «¿Qué, dónde dejó la pelota? ¡Conteste!». El hijo se decide: «Es que como era mía porque me la habían regalado, entonces yo…». Y el papá interrumpe furioso: «¡No me conteste! ¡Ya mismo a la cama sin comer!». O ese otro padre de familia que, fuera de sí, le lanza alaridos al hijo contento: «¡Ricardooo, no griiteee!». Porque así es la vida autoritaria de las familias normales.[6] Y de esa manera … ese episodio de su juventud se le perdió en la niebla de la omisión reiterada.[7] 

*

Fumadores pasivos y así destierran a los activos, cuando les va bien, al desván de la casa. El humo pasivo hace daño, sí, y vivir también hace daño, y la mucha risa arruga las comisuras de los labios y el mucho pensar llena de líneas la frente y las comidas excavan la barriga. Bah.[8] Mentiras de libros de autoayuda. Por eso Aprendí el consejo cristiano de sufrir con paciencia las imperfecciones del prójimo.[9] Pero a veces, por favorecer ese difícil cariño que uno siente por sí mismo, es mejor no recordarnos como fuimos, sino como hubiéramos querido ser.[10] Y así, De las dos fechas, la cuna y la sepultura, el principio y el fin de cada uno, estoy muy cerca de la segunda y lejísimos de la primera.[11] Pero siempre recordando ese ¿Qué haces? —Recuerdo y me arrepiento. —¿De qué? —De los pecados que no cometí.[12] 

 Sin saber que los pecados pueden cometerse y puesto que Se trataba de una mentira piadosa y necesaria, perdonada en la confesión y aprobada desde el cielo.[13]

 

*

 

Eso de andar enfurruñado no sirve para nada. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo».[14] Lo hubiera sabido antes…

*

 

Y en para cerrar, en estos tiempos modernos, cuando nos creemos perfectos y libres de todo mal, recordé que Todos podemos convertirnos en salvajes si nos dan un fusil y una orden.[15] Sí, podría convertirme en un salvaje, dadas las circunstancias, podría serlo. 

 

«No estás vivo hasta que no te das cuenta de que estás viviendo».
—Un grafiti en un muro de París.
[16]

Tomado de Facebook
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[1] Asesinato en la Bastilla. Cara Black.

[2] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[3] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[4] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[5] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[6] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[7] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[8] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[9] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[10] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[11] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

[12] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[13] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[14] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[15] Isabel Allende. Largo pétalo de mar.

[16] Asesinato en la Bastilla. Cara Black.


miércoles, 14 de septiembre de 2022

NADA

                No somos nada y creemos que somos todo.

                 Dentro de una visión galáctica no somos absolutamente nada y nada es nada, entendiendo que el somos incluye a toda la humanidad.

                 Si como humanidad no lo somos, cómo pretendemos ser algo siendo un solo ser, incluida toda la humanidad.

                 Todas estas elucubraciones nacen de ver la serie Cosmos. Y allí hablaron de la pretendida colonización de planetas que quisiéramos hacer, como última opción al haber arrasado el nuestro, pues no hay duda de que somos los causantes de su destrucción -como género, como especie, no como individuo, aunque también, pues vivimos en nuestro tiempo y sobre él giramos). No me imagino viajando uno en plan de colonización y diciendo esto es mío, con qué derecho? Me imaginé llegando como los colonizadores que llegaron a América. Con qué derecho vamos a decir esto es mío (entendiendo el discurso como lo harían los gringos, como enseñaron las series de ciencia ficción, que ahora no es tanta la ficción). Me imagino la envidia, la sed de poder, ingredientes posesivos que llevan a donde llevan y los seres humanos tenemos suficiente de esos ingredientes en nuestro ADN y así visto, con el tiempo igualmente arrasarán a esa tierra que conquistarán, seguro que a la brava. No somos confiables.

                 No somos nada y nos creemos de todo. Visto desde el punto de vista terrícola, como país, no somos nada y nos creemos el ombligo del mundo, con el cacareado discurso de tener dos océanos, de tener el mejor café, las esmeraldas, y el resto de blablablá que pueden decir mucho pero no dicen nada.

                 Y lo más curioso de todo, visto como habitante de una ciudad, sabemos, eso sí lo sabemos, que no somos nada (ni siquiera para tomar decisiones); y estamos en lo cierto, no somos nada, pero nos creemos el ombligo del mundo. 

Una alucinatoria y grotesca galería de espejos que repiten la imagen siempre distinta de mí mismo.[1]

Tomado de Facebook
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lunes, 12 de septiembre de 2022

LA RISA, REMEDIO INFALIBLE

                Una verdad y un inolvidable título, aunque los chistes no era que fueran nada del otro mundo. Selecciones de Readers Digest, recuerdo.

 

                Qué sería del mundo sin risa, sin humor. Tal vez lo que es. Aunque el mundo tiene más estupidez hoy, sí, en los gobiernos y en los payasos que nos representan, esos no nos hacen ni reír. La guerra parece un chiste, pero no tiene humor, no da para reír. Los gobiernos tampoco.

 

                Y ahora que lo recuerdo, no me acuerdo cuándo fue la última vez que algo me hizo reír hasta las lágrimas, claro, no han sido demasiadas las veces en que las lágrimas salían motivadas por un chiste, una situación ridícula o algo intrascendente que lo hacía llorar de la risa.

 

                Y cuántas lloré riendo? Ya ni me acuerdo, pero supongo que contadas. La cara no me ayuda, pero me reía a menudo y la risa, sin duda, es un remedio infalible.

 

Y eso es lo bueno de las generalizaciones, que vistas por donde se miren, son verdades rotundas que no sirven para nada.[1]

Foto tomada en algún lugar de Galicia



[1] Asuntos de un hidalgo disoluto. Héctor Abad Faciolince.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

QUIERO BORRAR MI PASADO

                Una afirmación con un dejo dubitativo que oí a otros mientras me tomaba un café.

                 Entonces me pregunté si uno puede cambiar el pasado, así impúdica y de improviso me llegó la pregunta.

                 Su respuesta fue simultánea: No! Aunque si uno es testigo de la DEA o de la CIA le desaparecen el pasado y hasta la cara con una sola operación, al menos eso dicen las películas.

                 De no ser así, insistí en la pregunta y la respuesta se aferró, salvo… salvo que pudiera tener un trastorno mental, me dije.

                 Entonces me volví a preguntar, si no se estaba en las situaciones anteriores, si no puedo cambiarlo, lo puedo borrar? Las elucubraciones germinaron. A ver, qué puedo borrar del pasado? Tal vez y con mucho esfuerzo olvidándolo. Sí, tal vez. Como se olvidan muchas cosas que el cerebro ha de considerar como inútiles, como qué almorcé el 28 de julio de 1975, aunque en cualquier momento pueden resurgir los recuerdos, en algún momento vuelven, creyendo que ya estaban olvidados.

                 Entonces puedo cambiar de apariencia, como una forma de olvidar el pasado? Pues claro, con esta modernidad puedo hacerlo y hasta vestirme de quien quisiera ser, aunque me vea ridículo, porque después de los sesenta cómo he de verme vestido de quinceañero? Puedo cambiar de nacionalidad? Pues claro, hasta puedo renunciar a ella y hoy es bastante fácil. Y de nombre? También, por qué no? Si soy libre de hacerlo, pues debo tener presente que los demás también tienen su libertad para aceptarlo o no, porque tampoco puedo imponer ni anteponer mi libertad sobre la de los demás.

        Dentro de mi libertad puedo hacer muchas cosas, hasta suicidarme, pero todo ello puede tener consecuencias indeseables o que no se alcanzan a calcular. Con tales acciones puedo afectar a otros, incluidos los hijos, porque pueden llegar a sentirse perdidos al saber que el padre que le crió ya no es su padre, pues ese señor es un señor con otro nombre que puede hacerlo distinto y por eso puede llegar al rechazo. Tengo esa libertad de hacer los cambios que quiera, como dije, pero ellos también están en su libertad de rechazarme y el hecho de todo cambio tiene sus correspondientes consecuencias.

 Y como puedo cambiar de nombre, puedo cambiar de fecha de nacimiento, los nombres de mis padres? Ah! esto no se puede cambiar, como no se puede cambiar la genética (en este aspecto, claro está). Ni siquiera echándonos mentiras, aunque se las crea uno solo, pero la realidad es otra, de eso no hay duda.

 Y si quiero hacerlo, si quiero borrar mi pasado, si se pudiera, entonces mis padres y hermanos y mi familia entera dejaría de serlo y no puedo exigirles que lo acepten, argumentando mi libertad disfrazada (porque lo es), pues al pretender borrar el pasado la consecuencia lógica es que quien era mi familia dejará de serlo y ellos están en su derecho de rechazarme, a pesar del ADN, esa es su libertad (o su derecho), porque también son libres de aceptarlo o no y bajo el estigma del uso de la palabra libertad (o derecho) no puedo obligarles a lo contrario.

 Y si pudiera cambiar la fecha de nacimiento? Pues resulta que, además de ridículo, imposible, porque los sesenta y pico de años que tengo son imposibles de borrar (por más cirugías que me haga). El papel aguanta todo, pero el cuerpo y la mente tienen sus límites naturales.

                   —Ojalá pudiésemos detener el tiempo…

El tiempo.
No es frecuente que los jóvenes hablen de él. No es habitual que aquellas muchachas convertidas ya en mujeres, que se conocían desde los once años, invocasen al tiempo con nostalgia. Estaban descubriendo que el tiempo es un tirano que avanza de manera ineludible, acorrala a las personas y las derrota mientras las conduce a destinos inesperados; las despoja de los vestidos de la niñez y, más tarde, les arranca los de la juventud, sin detenerse hasta llegar a una tragedia mayor: la vejez y la muerte. El tiempo es, en fin, una sucesión irrepetible de oportunidades; oportunidades que, en muchas ocasiones, por temores o por vicisitudes del destino, las personas malgastan.
Tiempo, pues, perdido, que nunca volverá, eran esos valiosos segundos que ahora se les escurrían entre los dedos. El tiempo perdido, sí; eso mismo pensaban.[1]

 Y si creo borrar mi pasado, como dije, debo aceptar que me quedo sin familia, todo lo cual, de ser cierto, lo será solo para mí y para mi imaginación porque el pasado no se puede borrar (salvo intrusiones bajo tortura o un brutal golpe que lo haga), entonces sí se puede olvidar, pero el ADN no lo puedo borrar (hoy, hasta cambiar, pero borrar, borrar…), aunque lo quisiera, aún si fuera un sicótico, en otras palabras, si tuviera problemas mentales, lo cual es otro problema diferente.

 Debo recordar que no puedo usar mi libertad (o derecho) para pisotear la ajena, recordando que toda decisión tiene sus consecuencias, funestas o no, más funestas o ninguna, hasta no verlas no se sabe de ellas, aunque el previsivo siempre ha de adelantarse a todas ellas.

 Si reniego de mi ADN no puedo esperar que los demás me reciban con los brazos abiertos, ellos también tienen su elección, porque yo fui el que cerró las puertas del pasado, no se les puede culpar.

 Dos preguntas diferentes, borrar el pasado y olvidar el pasado, consecuencias varias, posibilidades varias, dos preguntas con multitud de respuestas.

 Somos esclavos de nuestro destino, así no lo queramos, así fue, así es, no podemos escapar, pero podemos aceptarlo, aceptando también las decisiones ajenas, si se quiere ser libre. 

Ahora sé de la fragilidad de nuestras convicciones y de nuestra voluntad, y lo peligrosa que para nuestras almas puede ser la vida, con una tentación diferente esperándonos a cada revuelta del camino. Por ello hoy digo y afirmo, con total convicción, que nada tenemos asegurado en esta tierra, pues sólo se necesita un simple empujón del destino, tal vez casual o tal vez intencionado, y todo, tal cual lo vemos y sentimos, de pronto puede sernos quitado.[2]

Tomado de Facebook
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[1] El Jardín de los Ciervos. Patricio Sturlese.

[2] Patricio Sturlese. El inquisidor.

lunes, 5 de septiembre de 2022

NO PERDONO

Una frase que oí a un padre de un policía asesinado en emboscada. Yo tampoco los perdonaría, facinerosos hijueputas al margen de la ley. A un asesino no se le perdona, así esté de moda que uno tenga que salir en televisión y redes sociales perdonando. Vaya hipocresía.

 

Uno no debe perdonar ciertas cosas, así digan que envenena el alma, porque hay cosas imperdonables. Como aquél (hijueputa) que envenena y maltrata animales, tampoco tienen perdón de Dios.

 

Y a propósito, si no tienen perdón de Dios, eso no nos obliga a perdonar a cuanto hijueputa nos hace daño, por el contrario, deberían pagar y pagar bien caro su descaro que pretenden solucionar con un: me perdona?

 

Hay cosas que no tiene perdón y con el perdón de todos, hay cosas que no se perdonan, que se deben pagar, como sea, pues el dolor no se soluciona con un: me perdona? A la mierda los que opinan lo contrario.

 

Como se ve, escribí con el alma envenenada -no porque la tenga, no porque me la hayan hecho, no porque yo lo haya sufrido-, simplemente porque no comparto las modas estúpidas del perdón publicado en redes, cuando no hay perdón ni de Dios; discursos políticos que nos han querido imponer para no sentirse discriminatorios, cuando lo son, por eso, este discurso va contra ellos y las modas de las redes sociales que imponen que debemos perdonar al prójimo y tal vez por eso andaba emputado, porque me cansé de oír mentiras o medias verdades; cada cual es libre de decir si perdona o no, pero no por imposición. Dios me libre!

 

… lo conocía no solo con la memoria, sino con el corazón. El corazón tiene recuerdos que el cerebro olvida.[1]

Tomado de Google



[1] Peores maneras de morir. Francisco González Ledesma.