lunes, 31 de mayo de 2021

ORDENO, MANDO Y QUIERO

             Leyendo una novela, me llevó a los tiempos antepasados, si tengo presente que los míos son solo pasados, en aquellos en que eran tan importantes las formalidades, que había reglas para todo, cómo saludar a una mujer, a un par, a una dignidad, cómo sentarse, cómo iniciar una conversación. Tengo claro que hoy todo eso de formalismos es algo pasado de moda. Ya no hay reglas, las reglas se escriben con el paso de los tiempos y se modifican en la misma medida. Algunas, las más, retrógradas. Otras, las menos, las hecho de menos al ser los mínimos de educación que deberían haberse respetado, como era respetar a los ancianos, ayudarles a pasar una calle, a saber dirigirse a ellos. Naturalmente, cosas del pasado y hoy, la regla es que lo pasado no fue mejor, son cosas arcaicas, que debemos progresar a la par que el progreso.

 

Bueno, como sea, la cuestión es que me hizo recordar que todos los moribundos debían recibir los santos óleos, so pena de condenarse. Era algo corriente para la época y quién soy yo para criticar. La costumbre pasó de moda. No recuerdo que a la abuela que murió en casa se le hayan administrado, dado que murió en santa soledad, nadie se dio cuenta. Que sepa, en la clínica no se las administraron a mi papá ni a mi mamá, pero ante su omisión, no creo que por su ausencia se hayan condenado. El cuento que viene es al leer la novela, del personaje anticlerical, que dispuso:

 

Ordeno, mando y quiero.

FUERA EL SACERDOTE

Yo muero con Dios, con Él me basta. Él, que sabe crear mundos, digo yo que sabrá perdonar también los pecados, de manera que a ti, cura hipócrita, impostor, mentiroso, y me quedo corto, te digo que te quedes en tu casa. Él no necesita intermediarios, tu oración es una oración interesada que no pasa de los labios, en tanto que yo rezo con el corazón. Perdóname, Dios mío. Tú sólo puedes hacerlo porque eres todo en todo.

 

            Admirable decisión, si se usara actualmente, dado que compartimos el anticlericalismo y ya no es paso indispensable para llegar a los cielos, me digo con alegría.

 

            Y lo más curioso de la decisión, según la novela, claro está, es el epitafio, que encierra una gran verdad, ese que decía:

 

«Rogad por vosotros, yo ya me he muerto»[1]

 

            (Barbaridades que uno escribe al estar desocupado y no tener nada qué decir. Amén.)

Tomada de Google
e65aa168559702e8fb6eecc657cbb4da.pjg



[1] Marco Vicchi. La fuerza del destino.

miércoles, 26 de mayo de 2021

DE GRUPOS SOCIALES

             Me ha llamado la atención que el uso del correo electrónico pareciera en vías de extinción, particularmente tratándose de medio de comunicación de la gente. Las facilidades de las redes sociales tipo Whatsapp le están enviando al período paleolítico, aquél período en que usábamos disquetes y usbs que para gran maravilla llegaban a almacenar poco más de ochocientos ka. Hoy mis correos electrónicos solo reciben notificaciones, publicidad, promociones y spam.

 

            Y los grupos que se han venido generando en tales redes sociales me han llamado la atención. Hay diversidad de grupos, como de componentes. Los administradores, atentos a hacerse presentes constantemente, para no dejar decaer el grupo. Los participantes activos, bien haciendo comentarios o bien reenviando mensajes que a ellos les llegó por otro medio. Creo que también están los obligados, aquellos que fueron presionados para que entraran al grupo y no tuvieron la suficiente fortaleza de decir: No, no gracias. Y entre ellos, también están los pasivos, que son la gran mayoría.

 

            Y se forma el grupo social, de compañeros de trabajo, de amigos, de fanáticos, de familia. He visto cómo alguno de ellos, el de la idea original, que adquieren la calidad de administradores, se desentienden y creen que ya cumplieron con su deber, con ese deber de mantenerse en contacto. Otros administradores, más intensos, son aquellos que pretenden no dejar decaer el grupo, se sienten obligados a estar en permanente contacto, porque sentirán que es como si no hubiera sido capaz de mantenerse. Así nacen, se dividen, se mueren, se evaporan los grupos. Y algo que me llamó la atención en un grupo. Murió uno de sus componentes, uno de los interesados. Y surge la pregunta incómoda y qué hacemos con este contacto? Lo eliminamos? Y surge discusión al respecto, no sé si tratando de dejarlo para ver si se comunica desde el más allá y no sentirse culpables de su eliminación, o esperando quién toma la decisión, por aquello de poder trasladar la responsabilidad en un futuro. Qué tan difícil era hacerlo, sin tener que preguntarle a todo el mundo? Me preguntaba. Para mí era sencillo, el muerto, muerto está y dudo que pueda haber comunicación desde el más allá, si es que lo hay.

 

            Pero sigo, es analizar a los componentes. La gran mayoría, generalmente en grupos grandes, son pasivos, pareciera que ni siquiera leen los mensajes, es como si se sintieran obligados a estar. Ni fu, ni fa, diría mi mamá. No se sienten, ni siquiera se sabe si pertenecen a él. Pueden morirse que nadie se dará cuenta. Tampoco se sabe mucho de ellos, si respiran, pues están sin estar, en una palabra. Los hay otros que de vez en cuando se dejan ver en el grupo, lo que demuestra que no están totalmente desinteresados de lo que se cuenta. Otros menos, son los que, tal vez como yo, se dedican a hacer parte del grupo reenviando mensajes que por otra vía recibieron. Y el resto, los dos o tres que quedan, son los que constantemente están alimentando el grupo para evitar su decaimiento, con comentarios, con chismes, con mensajes reenviados, con vainazos, de todo un poquito, pero son los dos o tres contertulios constantes. Y me pregunto y el resto? Por qué están si no quieren estar o no quieren participar? O es que creen que es un medio de reconocimiento como persona al estar en multitud de grupos, no importante si se hace o no parte de ellos? Poder decir: es que yo estoy como en veinte grupos de amigos… Pareciera.

 

            Y el retirarse de ellos, pareciera igualmente que requiere esfuerzo. O tal vez decisión. Tener la capacidad de decir no, listo, me retiro. Pero qué pensarán los demás? Qué dirán de mí? pienso que piensan. Hice el ejercicio, para un descanso temporal, al menos así lo anuncié, decidí retirarme y para mí, bastó con anunciarlo y bloquear mi entrada, no sabía que era tan fácil y tampoco sé cuál la reacción del grupo, no de su totalidad, pues es claro que poco les interesaba, sino de los tres o cuatro contertulios permanentes, no sé si ya habituados a mi forma de pensar, a mi sarcasmo y al uso permanente de la ironía. Ya veremos cuándo termina mi reposo.

             Y del Zoom ni qué hablar. Reuniones forzadas, esperando turno para hablar, tratándose de reuniones numerosas, mirando cómo miran los demás, todos queriéndose ir, pero impedidos por el qué dirán. Esperando al primer valiente que se anime a decir que tiene que irse, que lo llamaron urgente o cualquier insulsa excusa y de ahí para adelante, a todos les entra el afán de salirse, salvo que se trate de reunión de amigotes, que la cosa es diferente. Por mí, no me inviten a Zoom, me desespera a los dos segundos de ver las caras de los demás, esperando que alguno se anime a una agradable conversación o a una excusa de huida. Pero son cosas mías, cada cual tendrá su propia perspectiva.

Qué raro que una persona casi ni exista si no está en las redes, ¿verdad?[1]

Tomado de Facebook.
171410815_226733015915790_5735000386398661094_n


[1] Donna Leon. La tentación del perdón. Y agrego, y si lo están, tal vez ni existan!

lunes, 24 de mayo de 2021

QUE PASARÍA SI…

             Con los problemas del paro iba en el taxi y el taxista puso conversa, hablando de todo lo malo del paro, del descontento de la gente, que se tiene que tumbar la ley de la salud, que mire Jota Mario cómo lo echaron por criticar, que para dónde vamos.

 

            Cansado de la retahíla, pues acostumbro mis viajes en silencio, al hacer alusión a Jota Mario, quien no era de mis quereres por boquisuelto, me acordé de todos aquellos que habían echado del puesto por patear la lonchera. Y me aventuré a preguntarle qué haría siendo el dueño del taxi, si el conductor contratado empezaba a hablar del patrón y sólo le quedó como respuesta la esperada, pues echarlo.

 

            Y seguí pensando en voz alta, al oírle que había que tumbar a Duque. Y le pregunté, qué pasa si se tumba a Duque. No moduló palabra. Le dije entonces que subiría Marta Lucía, de acuerdo con la Constitución, pero qué pasa si también la tumban? Su respuesta fue igualmente silenciosa. Digamos que se tumba a este gobierno, quién sube? Que no sea la escala constitucionalmente establecida. Los militares? Tendríamos un gobierno de golpe de estado y sería bueno? Silencio, fue su respuesta. Y agregué: qué tal que subieran los que están pidiendo el golpe de estado, qué pasaría? Más silencio. En todos estos casos, los inconformes de uno u otro lado generarían más malestar, más caos, por lo previsto. Entonces, tumbar un gobierno es la solución?

 

            Y me atreví a seguir pensando en voz alta. Cualquiera que suba al poder necesita plata y al parecer con los impuestos que actualmente se recaudan no alcanzan para todo, por lo que obligatoriamente el que suba, no importa cuál, necesita de esa plata para sostenerse y me pregunto de dónde la van a sacar? Pues de los impuestos, es la única respuesta, pues ya quienes le prestan al país no lo harán tan fácilmente, existe lo que se llama riesgo país, con lo cual todas las calificaciones se bajan por ese golpe de estado y nadie estará dispuesto a subsidiar este pueblo y menos en esa situación, salvo que les vendamos la patria a gringos, rusos o chinos. Entonces, me pregunto, la solución es un golpe de estado?

 

            Y el peor escenario, luego del golpe, no es entrar en un caos total, al menos inicialmente, mientras se consolida el que está en el poder? No es fácil tener una solución y viendo los casos históricos, la guerra civil o el desorden generalizado no nos llevará a ningún lado, como país.

 

            Sin darme cuenta había silenciado al quejoso taxista que, no está por demás, era como cualquiera de nosotros, que no habíamos leído las propuestas (no las del paro que, como en todo pliego, hay que pedir imposibles para empantanar un buen rato el diálogo). Sólo pude verle la cara dubitativa al verse sin respuestas, salvo la de tratar de patalear sin argumentos, como solemos hacerlo cuando nos vemos perdidos.

 

            Y hoy, en mi soledad, me pregunto si la solución es sacar a nuestros gobernantes de un plumazo, si vale la pena arriesgarnos a un conflicto armado interno. La respuesta no es fácil, nada fácil y lo que es peor, es que puede que no haya respuesta, al menos para hacer mejor este país. (A pesar de que el pequeño dictadorzuelo que tengo dentro diría que lo intentaría, pero eso sí, con la certeza de que debería tomar medidas radicales, sin pensar en los daños colaterales, que serían igual de graves a la solución que se adoptara).

 

            Por eso, sigamos imaginando qué pasaría si…

 

Incluso Dios empieza a no escuchar.
—Anónimo del siglo XXI

Por tu bien, que cada noche te ilumine la luna, que no sientas nunca dolor, que todos los días te ilumine el sol, esto es lo que yo te deseo, desde hoy hasta que Dios quiera. Grazia Deledda. [1]

Tomado de Facebook
RUYV4EJKABGYPPCSOWQ3AKE7YM.jpg


[1] Citados por Marco Vicchi. El recién llegado.

viernes, 21 de mayo de 2021

MASCOTAS

             En mi  época de niñez tener animales en casa se limitaba a eso, no había nacido la noción de mascota, tal como hoy la conocemos. Tuvimos varios perros, zuros, canarios y lo que solía tenerse en la época. Pero eran eso, los animales que se tenían, los perros estaban para cuidar la casa o al menos para que ladraran si oían ruidos extraños.

 

            Ya de adulto los perros vinieron a mi vida y dejaron de ser perros, se convirtieron en mascotas, que ya no convivían en el patio sino en toda la casa, era también de ellos. Daban cariño y recibían cariño, se jugaba con ellos, se estaba atento a sus propias necesidades.

 

            Sin saberlo, era una responsabilidad que se adquiría pues eran verdaderos niños, había que educarlos, enseñarles, consentirlos y la batida de cola de un perro pasó a ser esencial, era la batida de cola de una parte de la familia, que expresaba sus sentimientos a través de un ladrido, de un batido de cola, de un refregarse a uno. Siempre los primeros en salir a saludar, a demostrar que se alegraban por nuestra presencia. Igualmente hubo la preocupación en sus malestares, en sus enfermedades y la tristeza al momento de su partida. Las partidas son dolorosas, pero creo, por ser familia, son bastante dolorosas al verles partir.

 

            Y con el tiempo se incrustaban en el corazón de uno, eran parte de la familia, eran la familia, sin ataduras, sin promesas, sin compromisos, al menos para ellos.

 

            Pero naturalmente nunca pensamos, cuando nos hacemos a ellos, que son temporales, que por lo general no nos sobrevivirán, tal vez, como mucho, nos acompañen en esta vida durante unos quince años y eso.

 

            Para aquellos que me acompañaron (Glotón, Max y Tomás, el más querido. Vodka lo fue en la distancia) es un homenaje de compañía, de recuerdo, de alegre sonrisa, aún con sus travesuras, cada cual con su propia personalidad, tan distintas entre ellos, pero todos ellos supieron guardar en sus corazones, tal como también lo hice, la afectividad propia que se le da a los seres más queridos.  

 

            Pero siempre aparecen más de esas criaturas, desinteresadas, aunque celosas, y hoy es un placer seguir teniéndoles, hoy a sabiendas que no nos sobrevivirán, creo. Por decisión y luego de mis perros que ya se han ido, no los tengo. Pero diariamente me acompañan los otros que resultan hijos adoptivos, el Milan y Raldal (cuyo nombre oficial es Gandalf, pero me gusta con la ere y cuando se desvía del camino pasa a ser Randalberto, mañas de uno). No tan seguido están Greta y Baltasar que a pesar de la distancia cada vez que nos vemos es la emoción expresada. En la lista no puede faltar Coqui y ahora la Miel.

      

La nostalgia me hizo hablar de mis perros, todos ellos (incluidos ahora en la nostalgia los que viví en mi infancia y adolescencia, la Pandora y la Muñeca) con su personalidad, su afectividad, su forma desinteresada en que entregaron todo lo suyo para tener la oportunidad de recordarles con nostalgia, para vivirlos con su presencia. Quienes hemos tenido mascotas sabemos de lo que hablamos.

 

—La vida es así, Alex. Hay que aceptarla tal como viene porque no queda otro remedio.[1]

Tomás



[1] David Baldacci. Frío como el acero.

miércoles, 19 de mayo de 2021

ABOGADOS

             Por circunstancias de la vida, que no vienen al caso, terminé en la facultad de derecho. Los primeros pinitos de la facultad, generalidades con las que se inicia, me dieron a conocer su teoría. Era muy entretenido leer sobre la introducción al derecho, los primeros pinitos en derecho civil, con aquello de personas y familia, la lógica jurídica y otros temas que empezaba a vislumbrar lo bonito que tenía el derecho, aún echando atrás hasta el derecho romano y, por herencia, el español.

 

            Luego pasaron el laboral, de como se protegía al trabajador y sus derechos y uno seguía pensando en la teoría que creía igual que a la realidad. Los procesales eran interesantes, ver cómo, en teoría, el derecho fluía y con ella la justicia; e igualmente los inicios en el derecho penal, con todas esas fabulosas teorías y cómo el que la hacía, debía pagar. El constitucional me fascinaba, tan preciso. En el comercial ver cómo fluían las empresas, en sus diferentes formas.

 

            Y cada día el derecho, en su teoría me gustaba, ya me veía pontificando, pues hasta la economía del derecho y el tributario eran agradables.

 

            De los profesores afortunadamente casi todos ellos eran buenos profesores, unos más rígidos que otros, pero sabían lo que enseñaban y dentro de la teoría hacían ver el derecho como debería ser. Creo que ninguno nos bajó a la realidad, salvo uno que otro que nos enseñaban trucos, como que al notificador no bastaba con darle lo que la ley determinaba, pues si se quería una pronta notificación había que darle el agregado para que se surtiera más rápido que los otros, esa fue tal vez de las pocas cosas prácticas que, sin saberlo ni creerlo, penetraron en mi cerebro.

 

            Me gustaba el derecho, en esa teoría que me habían enseñado.

 

            Y con título en mano, me tocó enfrentarme a la realidad. La opción que me correspondió fue la de ser empleado y no me quejo. Los inicios fueron duros en la medida en que me enseñaron a pensar en la realidad, me enseñaron a escribir y a ser abogado, de escritorio, claro está. Esa primera etapa fue una buena escuela.

 

            Luego, con el transcurrir de los años la desilusión sobre la práctica del derecho se fue decantando, hasta encontrar que el derecho no era de quien lo tuviera sino de quien lo pudiera probar, tipo película, olvidando el principal precepto que se me quedó en la cabeza, la definición de Ulpiano sobre la justicia: dar a cada cual lo que es suyo. Y la realidad me llevó a ver que Ulpiano solo era una definición, como tantas traía la teoría. Aprendí entonces, al ser empleado, que todo tenía al menos dos interpretaciones, es decir, la ley se abría para las leguleyadas. Y el desencanto fue mayor. Un proceso judicial que en teoría pretendía no superar el año y menos, si se atuviera a la precisión legal, podía alargarse hasta tres o más años y hablo del proceso ejecutivo, en que se tiene el título y demostrando que no fue obtenido con argucias, la sentencia debería darse en menos de seis meses. Pero para eso se inventaron los abogados, para dar largas y no reconocer lo que es evidente.

 

            Con el tiempo, el abogado fue desviado de su camino, afortunadamente, y siguiendo la vida como empleado, terminé en labores que nunca me imaginé, en planeación, en administración de bienes, en actividades de administrador, que me hacían bien y que hacía bien. El dicho es que el que es no deja de ser y el derecho me enseñó a escribir bien y a hacer las cosas bien, aunque me alejó lo más posible del derecho de la vida real, pues si hubiera sido litigante no habría aguantado mucho, demasiados sinsabores para la vida. Recuerdo que no hace muchos años, por hacer un simple favor, asistir a una audiencia policiva, me encuentro que el inspector de policía, siendo abogado, impidió que entrara yo con el mero argumento de que no se necesitaba de abogados, que ya los conocía, recalcó. La piedra que me dio y el deseo de denunciarlo fue aplacado por quien me pidió el favor de no hacer nada, para evitar mayores males policivos y por el cariño que le tenía a mi poderdante, no hice nada, pero me enseñó otra faceta más de por qué el derecho en la vida práctica es otra cosa a toda la teoría que felizmente había aprendido y que de leguleyos estamos rodeados y que por más derecho que tenga, los leguleyos ganan.

 

            Por eso me desencanté finalmente de mi profesión y eso que egresé hace 41 años, es decir, era abogado del siglo pasado, pero así es la vida y en ella no hay nada perfecto, ni siquiera el derecho, ni en su acepción más lejana. Afortunadamente no exhibí mi tarjeta profesional más de dos o tres veces en mi vida, afortunadamente, recalco.

 

            No me quejo, porque en cualquier caso me fue bien y hoy, pensionado, mirando desde la distancia, al menos ese título me sirvió para llegar hasta donde llegué, a ser un feliz pensionado que sigue pensando que la teoría del derecho es bastante bonita, aunque impracticable.

 

Son las cosas que hacían que a los malos no se les acabara el negocio y los buenos tuvieran que tomar antidepresivos.[1]

 

Talleyrand es nombrado miembro del Comité de Constitución de la Asamblea Nacional, donde ejerce un papel de extrema importancia. La Constitución presentada al rey y aceptada por él, el 14 de septiembre de 1791 es firmada por Talleyrand, quien a su vez es autor del artículo VI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: «La ley es la expresión de la voluntad general. [...] Debe ser igual para todos, sea para proteger o para castigar [...]».[2] 

Tomado de Google.
000086041.jpg



[1] David Baldacci. Frío como el acero.

[2] Wikipedia. Y recuérdese quién era Talleyrand y la fama con la que pasó a la historia, entre ellas la de su fortuna, no muy bien habida, pero sabía escribir cosas bonitas, sabiendo que solo era un juramento a la bandera.

viernes, 14 de mayo de 2021

VOLVER A EMPEZAR

 Me vi viviendo mi vida, como ocurre en los sueños en que toda una vida se puede ver reflejada en unos cuantos segundos. Lo curioso era que veía cómo transcurría una y otra vida, siendo las mismas, pasando en diferentes etapas, pero siendo el protagonista mis propia vida. Recordé a Sísifo y a algunas películas en las que el protagonista se despierta una y otra vez, repetitivamente, sin cambio, al no darse cuenta que es la misma secuencia una y otra vez. Todo se repetía aburridoramente. 

 

Eso me llevó a pensar en si la condena de vivir eternamente, conllevaba a la necesidad de revivir, a través de los tiempos, una y otra historia, indefinidamente, hasta el fin de los siglos. Reencarnando una y otra vez, siendo el mismo, en diferentes cuerpos, pero a la vez, siendo otro, en diferentes cuerpos. De ser así estaba jodido, porque la tabla de multiplicar del 7 me sacó muchas canas y a mi mamá también y volverla a repetir en cada vida eso era estar jodido. 

 

También pensé en la teoría del karma, de una eterna limpieza espiritual, subsanando o recayendo, uno nunca sabe, en las mismas causas kármicas que le obligan a revivir. Una y otra vez, sin tener conciencia de todas las cagadas que uno comete en una sola vida y que deben ser depuradas. Igualmente estaríamos jodidos dado que cómo recordar en otra vida lo que ha de corregir de otra vida anterior. Un eterno volver a empezar. 

 

Con una sola vida es más que suficiente, creo yo, porque si fuera cierto ese eterno retorno, en algún momento al tomar conciencia de la eterna rutina, preferiría iniciar una serie de suicidios, míos naturalmente, para acortar el tiempo, me dije. Sigo pensando que vivir una y otra vez por una eternidad que no tiene fin no vale la pena, la valdría si en todas ellas se fuera un feliz potentado o al menos tener la corona, no de espinas, para disponer. Pero si en todas ellas se va a ser un desgraciado, un necesitado, para qué carajos vivirlas? O habrá un momento en que uno pueda decirle a Dios: Ya me cansé, no me joda más. Seguro Él ha de responder: No se queje, que hasta ahora comienza y ahí sí me da un soponcio, porque creo que con una sola vez basta y es más que suficiente y lo digo a pesar de que en esta me ha ido muy bien, mucho mejor que a muchos más. 

 

Y entonces recordé a Walsch (Conversaciones con Dios), en la que se supone que no es Dios el que decide el eterno retorno, sino el alma que determina la experiencia que quiere vivir. Ahí el soponcio es mayor, porque, al menos en mi caso, sería asunto de masoquismo, con una vida es suficiente, me recordé. Pero siendo este el caso, el descrito en ese libro, me dije, de ser así, si el aburrimiento eterno es tal, pues claro que la única solución para salir de ese aburrimiento es salir de esa eternidad y aventurarse a otra vida, a volver a empezar. Me hizo acordar de un amigo que me decía que él, por su propia hiperactividad, no sería capaz de vivir en el cielo, todo el berraco día viendo a ángeles y arcángeles tocando arpas y trompetas, que eso debía ser muy deprimente.  

 

Pero lo más triste de toda esta historia es no tener conciencia de ese ser en experimentación, en cada vida se genera el game over, borrón y cuenta nueva, con lo cual todo carecería de sentido y estaría en la situación en que me encuentro. Sin saber nada, solo elucubrando, como solo yo sé hacerlo. Aunque en el juicio final, qué cara ponemos? 

 

Y todo esto, por un sueño mal contado. 

 

El nacimiento y la muerte. Era igual para todo el mundo. Empezábamos en un extremo y acabábamos en el otro. Lo que hacíamos entre ambos extremos definía qué y quiénes éramos.1


Tomado de Facebook
178368818_1102239586949627_7672410982987721092_n



----

(1) David Baldacci. Frío como el acero.  

 

miércoles, 12 de mayo de 2021

QUÉ CAMINO SEGUIR

Ante esta situación de paros, desmadres y virus, uno no sabe qué camino seguir. 

 Las noticias no son halagadoras. Sí, en efecto, la situación se le salió de las manos al gobierno y parece como si hubieran olvidado las enseñanzas pasadas, pues este país ha estado en semejantes situaciones, pero pareciera que la consigna de todo gobierno es borrón y cuenta nueva y entre ellas, olvidan lo vivido. Pero así es la cosa y no hay nada nuevo bajo el sol. 

 

Por lo visto las marchas son necesarias para hacer que los gobiernos no abusen. De igual manera las fuerzas del orden son necesarias para mantener un país tranquilo. Dos extremos que, si se viera bien, no deberían chocar entre sí. Sin embargo, siempre está otro ingrediente adicional, el que le da la sazón de violencia, los inadaptados, de uno y otro bando. Y esos son los que incendian los ánimos y hacen de la vida un infierno.  

 

Queda uno con la sensación de no saber qué hacer, porque en medio de todo queda uno en el medio, sin saber si apoyar los paros (en cuanto piden cosas justas) o al gobierno (en cuanto uno desea tranquilidad). 

 

En mi caso, nunca he marchado en protesta, ni en apoyo, ni nunca lo haré. No va conmigo. Y menos ahora que en cualquier momento se prende la mecha y para nada tengo alma de mártir. Lejos de mí! 

 

Pero desde la lejanía de mi comodidad, a la que advierto no voy a renunciar, veo cómo el desmadre se va incrementando y es un pulso que ha dejado sangre, de lado y lado, pero son los daños colaterales que la historia enseña como indeseables pero que ocurren. Por desgracia. Parece que nunca mueren los vándalos, al ser profesionales, solo los lambones que estaban en el momento en que no deberían estar. 

 

Y entonces sigo preguntándome, qué camino se debe tomar, pues de un lado queremos la tranquilidad y por el otro, que sigan las marchas de insatisfacción, pero los dos parecieran que no pueden convivir. Todo por la existencia de tanto inadaptado y por la otra de tanto fanático, que dentro de su fanatismo no se han dado cuenta que así hubiera cambios, a ellos no les favorecerá para nada, porque el que está o el que suba no se preocupará realmente por su bienestar. 

 

Igualmente me pregunto cómo anda Chile, Perú o Ecuador, o la misma Francia, por citar algunos, luego de los desmadres que vivieron recientemente, les cambió la vida en algo o, luego de vivir esos tormentos, nuevamente están apaciguados, esperando una nueva mecha. Lo digo porque en redes sociales los citas como ejemplos de resistencia. 

 

La respuesta solo la tiene el tiempo, el inexorable tiempo y en su momento nos dirá sus resultados, cualquiera que sean. 

 

Lo que pasa es que hoy, con tantas idas y venidas cuya razón desconocemos o sólo podemos intuir, creo haber comprendido que en la guerra nosotros sólo somos peones sin iniciativa, a los que se utiliza y de los que se prescinde según la necesidad del momento. Comprendes lo que quiero decir?3  


Tomado de Google