Me vi viviendo mi vida, como ocurre en los sueños en que toda una vida se puede ver reflejada en unos cuantos segundos. Lo curioso era que veía cómo transcurría una y otra vida, siendo las mismas, pasando en diferentes etapas, pero siendo el protagonista mis propia vida. Recordé a Sísifo y a algunas películas en las que el protagonista se despierta una y otra vez, repetitivamente, sin cambio, al no darse cuenta que es la misma secuencia una y otra vez. Todo se repetía aburridoramente.
Eso me llevó a pensar en si la condena de vivir eternamente, conllevaba a la necesidad de revivir, a través de los tiempos, una y otra historia, indefinidamente, hasta el fin de los siglos. Reencarnando una y otra vez, siendo el mismo, en diferentes cuerpos, pero a la vez, siendo otro, en diferentes cuerpos. De ser así estaba jodido, porque la tabla de multiplicar del 7 me sacó muchas canas y a mi mamá también y volverla a repetir en cada vida eso era estar jodido.
También pensé en la teoría del karma, de una eterna limpieza espiritual, subsanando o recayendo, uno nunca sabe, en las mismas causas kármicas que le obligan a revivir. Una y otra vez, sin tener conciencia de todas las cagadas que uno comete en una sola vida y que deben ser depuradas. Igualmente estaríamos jodidos dado que cómo recordar en otra vida lo que ha de corregir de otra vida anterior. Un eterno volver a empezar.
Con una sola vida es más que suficiente, creo yo, porque si fuera cierto ese eterno retorno, en algún momento al tomar conciencia de la eterna rutina, preferiría iniciar una serie de suicidios, míos naturalmente, para acortar el tiempo, me dije. Sigo pensando que vivir una y otra vez por una eternidad que no tiene fin no vale la pena, la valdría si en todas ellas se fuera un feliz potentado o al menos tener la corona, no de espinas, para disponer. Pero si en todas ellas se va a ser un desgraciado, un necesitado, para qué carajos vivirlas? O habrá un momento en que uno pueda decirle a Dios: Ya me cansé, no me joda más. Seguro Él ha de responder: No se queje, que hasta ahora comienza y ahí sí me da un soponcio, porque creo que con una sola vez basta y es más que suficiente y lo digo a pesar de que en esta me ha ido muy bien, mucho mejor que a muchos más.
Y entonces recordé a Walsch (Conversaciones con Dios), en la que se supone que no es Dios el que decide el eterno retorno, sino el alma que determina la experiencia que quiere vivir. Ahí el soponcio es mayor, porque, al menos en mi caso, sería asunto de masoquismo, con una vida es suficiente, me recordé. Pero siendo este el caso, el descrito en ese libro, me dije, de ser así, si el aburrimiento eterno es tal, pues claro que la única solución para salir de ese aburrimiento es salir de esa eternidad y aventurarse a otra vida, a volver a empezar. Me hizo acordar de un amigo que me decía que él, por su propia hiperactividad, no sería capaz de vivir en el cielo, todo el berraco día viendo a ángeles y arcángeles tocando arpas y trompetas, que eso debía ser muy deprimente.
Pero lo más triste de toda esta historia es no tener conciencia de ese ser en experimentación, en cada vida se genera el game over, borrón y cuenta nueva, con lo cual todo carecería de sentido y estaría en la situación en que me encuentro. Sin saber nada, solo elucubrando, como solo yo sé hacerlo. Aunque en el juicio final, qué cara ponemos?
Y todo esto, por un sueño mal contado.
El nacimiento y la muerte. Era igual para todo el mundo. Empezábamos en un extremo y acabábamos en el otro. Lo que hacíamos entre ambos extremos definía qué y quiénes éramos.1
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(1) David Baldacci. Frío como el acero.
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