miércoles, 30 de noviembre de 2022

CÓMO RECUPERAR EL TIEMPO IDO

            No me refiero al tiempo que transcurre, como vida, como rutina, como aquel que fue, de esa manera y no de otra.

 

            Es a ese tiempo en que sentimos que estamos en el lugar equivocado, que no nos hayamos, por no estar en nuestra zona de confort. Ese lugar como aquél en que nos piden que nos quedemos en casa ajena cuidándola mientras sus moradores pasan por alguna emergencia -de sepelio, de urgencia hospitalaria-. Entonces uno no está a pleno gusto por no estar en su casa, sino en casa ajena, en donde no puede moverse a gusto porque no le resulta familiar la estancia, porque no es la de uno, donde uno al menos puede recostarse en su colchón y no en el ajeno. 

 

            Me refiero al tiempo en que la rutina se sale de la rutina y lo hace a uno un ser en espera, pero con la incomodidad de una espera que no es de uno, espera de consultorio, limitado a cuatro paredes y una silla, esperando que pase el tiempo lo más pronto posible y lo libere a uno de tanta espera.

 

            Es a ese tiempo al que me refiero, en que no se sabe cómo recuperar el tiempo perdido, habiéndolo podido pasar dentro de su propia rutina, así solo fuera echando globos pero en el confort de su propia comodidad.

 

            Por eso me pregunto, cómo recuperar ese tiempo ido que no estaba programado dentro de la propia rutina.

 

Debe de ser bonito creer que puedes elegir.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Peter Robinson. Un trozo de corazón.

lunes, 28 de noviembre de 2022

SIN DARME CUENTA

            Crecí sin darme cuenta. Dejé mi dulce niñez, sin darme cuenta. Fui adolescente y pasé a ser grande, sin darme cuenta. Después, hice una familia y sin darme cuenta, pasó el tiempo y me volví adulto, supongo que de los que se llaman adultos, sin darme cuenta. Llegué a los cincuenta sin darme cuenta, aún tenía algo de pelo, algunas arrugas, algo de barriga y todo ello sin darme cuenta. Me volví sesentón sin darme cuenta. Me pensioné, sin darme cuenta. Ahora me doy cuenta de lo viejo que ya estoy, el espejo, como tanto he reiterado, me mostraba, sin darme cuenta, que iba envejeciendo, el pelo ya no estaba, ahora lo poco que quedaba estaba cano, bien cano y eso que mi papá insistía en que el indio no canaba; las arrugas más notorias, sin darme cuenta cuándo se hicieron presentes; la barriga flotante y el cuerpo, escuálido, sin darme cuenta. Hasta perdí un poco de altura, no de peso, éste se incrementó, sin haberme dado cuenta. Ahora, viejo y pensionado, afortunadamente, veo cómo pasa el tiempo, aún sin darme cuenta. Y no me doy cuenta de que la cuenta ya no es progresiva sino regresiva y todo pasa sin dame cuenta.

 

            La vida pasó, sin darme cuenta, terrible reflexión.

 

Entonces, apoyado de lado en el marco de la entrada de su habitación, bajó la cabeza y se llevó una mano a la frente, soltó un hondo suspiro y sintió una pereza milenaria, una pereza que lo llevó a desear la muerte, pero no por razones dramáticas o existenciales, sino por mera flojera, una flojera antigua, y pura, y egoísta, porque todavía había (…) máscaras que ponerse.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Fama y muerte. Raul Garbantes.

viernes, 25 de noviembre de 2022

CONTROL REMOTO

            Tengo una relación tan particular con el control remoto del televisor, en la que siempre terminamos insultándonos, mutuamente supongo, si pudiera hablar.

             No sé si es de odio o es un tipo de venganza por algo que se supone que he hecho, al menos eso creo o al menos no intencionalmente.

             Funciona cuando se le da la gana y siempre me la gana. A veces me gustaría coger a golpes ese control y tirarlo contra la pared; no lo hago porque termino yo perdiendo, aunque contra él siempre pierdo, su odio, su rencor y su venganza son mayores que los míos.

             Siempre lo tengo a mano, o al menos eso supongo, para tenerlo a mano por si hay que subir o bajar el volumen, cuando me lo ordenan. O para cambiar de canal cuando así lo quiero, o cuando me lo ordenan. Como sea, siempre lo pongo a un lado, cerca para tenerlo a mano, repito. Es importante repetirlo para que se vea la importancia del control.

             Pero… preciso cuando lo busco, nunca está donde lo dejé, es como si caminara y el piedrononón que me da al no encontrarlo donde lo dejé, o donde creo que lo dejé, muchas veces no tiene nombre y eso me lleva a pensar que no tiene piernas pero camina y sutilmente se esconde en cualquier recoveco de la cama, entre las cobijas, las sábanas o se camufla bajo la almohada y siempre al encontrarlo me pregunto cómo lo hizo, cuándo lo hizo.

             No tengo ni idea, pero lo que sí sé es que no me quiere, creo que me odia y tantas veces que termino con el deseo de estrellarlo contra la pared, creo que se venga de cuando tiendo la cama y no me acuerdo de él y termina con un golpe contra el piso cuando sacudo cobijas. Debe ser eso, pero no puedo desquitarme, no es que no quiera, sino porque me sale caro, porque mientras lo reemplazo me quedo sin control y sin televisión por un tiempo, así sean horas. Por eso no lo tiro contra la pared, como desquite, como muchas veces quisiera. Y eso lo sabe, es el poder que tiene sobre mí, lo sabe y abusa de él. Por todos lados soy un sometido, sumiso lo confieso; que le baje el volumen, que ese programa no me gusta, que apague la televisión y yo tratando que el control me obedezca, iluso que soy. 

Lo desechó y pensó que tal vez eran ideas suyas, porque había mucha gente que se aburría de su propia vida y que necesitaba mirar a los lados sin ninguna razón. Eso solía pasar en los aviones, se dijo, dada la cercanía de los asientos.[1]

Tomado de Google




[1] Amenazada. Raúl Garbantes.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

CAOS MUNDIAL

Veía algún documental de la DW sobre las diferentes crisis económicas, monetarias y financieras del mundo, en las que ciertos egos resultaban causantes, desde el FMI, los gringos y los poderosos.

 

Veía que la omisión de algunos poderosos coadyuvaban en la crisis, para sacar un beneficio propio. Y la historia era cíclica, al menos cada diez años había una, en cada una de las modalidades -económica, monetaria o financiera- y lo que era peor, ocurrida en un país podía arrastrar a muchos más.

 

            Algunas inventadas, otras generadas, otras tantas producto de la imprudencia, de la mezquindad o del deseo de más poder.

 

            Y me preguntaba dónde estaban todos esos genios que se dedican a su estudio. Naturalmente todos los estudios se generaban después de la crisis, casi todas iguales, cíclicas, pero evaluadas cuando ya no se puede hacer demasiado. Naturalmente los paganos son los pobres, pues los ricos sacan su provecho sin pensar en el daño colateral. Y me seguía preguntando, dónde estaban los genios que podían predecir las consecuencias.

 

            Me preguntaba cómo era posible que no se previeran, si conocen la historia, los egos y los desaforados intereses de unos ricos; cómo era posible que a cualquier grupo de ricos les diera por generarla y no pasara nada, para ellos, pues se enriquecían más, pero las consecuencias las sufrían los pueblos, ignorantes de lo que sucedía.

 

            Me preguntaba si no había uno que otro genio que pudiera predecirlo y uno u otro genio que pudiera tomar las medidas para evitarlo.

 

            Por lo visto los hay, pero a nadie, con el poder suficiente, le interesa prevenirla, ese parece ser el negocio y visto así, estamos jodidos, sometidos al vaivén de las voluntades egoístas de gobernantes y poderosos.

 

            Otra reflexión que no conduce a nada, salvo a ver con impotencia cómo en este mundo habiendo soluciones, prefieren no ponerlas en práctica.

 

La riqueza de unos cuantos sólo se podía generar con la pobreza de muchos.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Marco Vicchi. La fuerza del destino.

lunes, 21 de noviembre de 2022

A VECES…

            Muchas veces durante el día se siente una carga sobre los hombros que no se sabe de dónde proviene ese nerviosismo generador de cierto miedo, de cierta culpa que a ratos se siente como ajena.

 

            Y uno se pregunta de dónde proviene esa carga; luego, claro está, de verificar que no hay problemas económicos, de pareja, familiares, pero que en la práctica y en cualquier caso se siente como carga con sentimiento de culpa, que de tanto rondar termina uno creyéndose que la carga es cosa de uno, es culpa de uno y de la culpa al estrés solo hay un paso.

 

            Repasadas las causas en las que uno sea o se sienta el responsable, al no tener los problemas mencionados, solo queda una conclusión: todo es imaginación, todo es imaginario, pero aún así se siente ese noséqué cargado.

 

            Y haciendo la evaluación correspondiente solo queda pensar en qué momento empecé a sentir esa sensación incómoda. Bien mirado la sensación nació con el levantarse, al momento de despertar, lo que me llevó a pensar que el culpable de esa carga indeseable fue un sueño, el que antecedió al despertar, ese sueño tenido que es envidioso, que no puede ver a un pobre acomodado, pues los sueños, como dije, son envidiosos al ver a alguien en su mediana tranquilidad, además de ser anárquicos y de hacer de las suyas en medio de la noche e imponerse haciéndose sentir, en la oscuridad de la inconciencia y abusando de su posición subconsciente para convertirse en un vengador, en un vengador de alguien que no debe nada.

 

El gusano de la duda se escondía bajo el suelo de su pensamiento.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Fama y muerte. Raúl Garbantes.

viernes, 18 de noviembre de 2022

¿UN ANCIANO ES UN BUEN CONSEJERO?

            A medida que la edad pasa y cuenta la falta de oyentes, no es bueno pedir consejo a un viejo, pues opinará así no se le haya pedido expresamente, supongo que uno se siente autorizado, es decir, con autoridad por el tiempo que ya ha pasado.

 

            Y opinaría con su pensamiento de un pasado ya lejano, no con una mente moderna, especialmente cuando ese pasado le enfrentó a la tecnología y le tocó a la brava entender y aprender, pues no había otra opción.

 

            Supongo que eso mismo le tocó a los abuelos y bisabuelos cuando tuvieron que enfrentarse a su modernidad, a la era industrial de su momento.

 

            Por eso, me digo, es mejor no pedir consejos a los ancianos, porque terminan hablando de otra cosa y se les olvida que fueron a él por un consejo -aunque quince días después recuerden o crean recordar que alguna vez fue por consejo y no recuerda quién ni cree recordar si se lo dieron-.

 

            Cosas de viejos.

 

Para escribir la Historia, hay que saber gestionar el olvido.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Oro negro. Dominique Manotti.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

DE UTOPÍAS

            Vi un programa de la DW que creo se titulaba algo así como tecnotopía, que no sabía que existía la palabra y que habla algo así de la utopía en la tecnología, es decir de lo que uno se puede imaginar pero que la ciencia aún no ha podido lograr; como sea, no sé si sea cierto el título o no, pero a lo que iba era a la época en que exista un predictor de conductas ilícitas o inmorales en la sociedad. Creo que hay una película que igualmente trata el asunto.

             Como sea, estaríamos jodidos y se necesitarían cárceles tan grandes como una ciudad para ir separando a los potenciales delincuentes. Y lo peor de todo es que, siendo sincero, nadie se escaparía de ese examen, pues de alguna manera, en algún momento de la vida cometemos una infracción o somos proclives a cometerla o simplemente hemos tenido el pensamiento de arrasar con la humanidad. Es decir, nadie está libre de pecado y por los lado del Vaticano creo que, como Dante predijo, tienen su propio infierno.

             Eso me lleva a pensar en que quienes estuvieran en el poder, para estos efectos, serían los primeros en estar en la lista, por aquello de que quieren evitar cualquier signo de descontento y buscan la forma de acallarlos.

             Un círculo vicioso en el que el único que podría determinar si se pasa o no el examen sería una máquina, siempre y cuando estuviera diseñada para asumir definiciones objetivas, eliminando cualquier subjetividad. Y de ser así, la humanidad no escaparía de su destino. No hay de otra.

             Quién no se ha dejado llevar por las bajas pasiones? (Aunque me pregunto qué son bajas pasiones, las del ombligo para abajo?). Es apenas normal, a mí me atacan, yo me defiendo, hasta el final si es posible y cuando uno no tiene nada qué perder, con mayor razón. Todos, hasta el Papa, estamos propensos a la defensa de lo nuestro y somos capaces de llegar a límites no imaginados, hasta los más cobardes.

             Así visto, el examen solo lo pasarían las máquinas, porque los humanos en nuestra propia proclividad natural, podemos llegar hasta el asesinato, aunque se llame legítima defensa. 

Me hierve la cabeza. Estoy preñado de cientos de ideas nuevas que emergen a la superficie sin cesar.

Tal vez sea posible, en cierta medida, controlar los pensamientos, pero difícilmente se podrá dejar de pensar. Mi alma rebosa de formulaciones divertidas, soy incapaz de conservarlas antes de que nuevas ocurrencias las repriman. No logro distinguir un pensamiento de otro.

Rara vez consigo recordar lo que he pensado. Antes de que me dé tiempo a reflexionar sobre una idea, suele fundirse, transformándose en una idea aún mejor, pero también es ésta tan fugaz en su naturaleza que tengo que esforzarme por salvarla de la erupción volcánica de nuevas ocurrencias… [1]

Tomado de Facebook
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[1] Jaque mate. Jostein Gaarner.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

CONVERSA

Siempre he querido hablar conmigo mismo, poder entablar una conversación, seria, clara, objetiva con ese alguien que convive en mi interior. Igualmente siempre he querido, de haber sido posible, poderla traducir en conversación escrita, de aquella en que uno escribe que él dijo y que el otro le replicó. Pero ha sido imposible. Hasta he pensado en que debería tener dentro del cerebro algo que grabara, video y sonido, ese tipo de conversación, tal vez para escribir las memorias, tal vez para tener pruebas de que no estoy tan loco como puedo aparentar, tal vez para tener constancia de lo rutinaria que es mi vida.

 

Naturalmente es imposible hablar conmigo mismo, porque los distractores son demasiados y los olvidos, muchos más. Mi pensamiento es saltarín, de aquí para allá, muchas veces sin ilación alguna, no se centra ni se concentra por demasiado tiempo, cuando se trata de pensamientos del día a día. A veces pienso en cómo hice para hacer mi trabajo bien hecho. Eso querría decir que si me concentro en el trabajo, no hay problema. El problema está en coordinar, recordar y mantener una conversación con uno mismo.

 

Todos estos pensamientos me atravesaron un día, en medio de mi desocupación diaria, por no decir de aburrimiento y precisamente por esos momentos, para evadir el aburrimiento, empecé un nuevo libro.

 

Y como caído el anillo al dedo, mucho de lo que quería expresar alguien, más conocido, más importante, un escritor reconocido, en otras latitudes, claro está, dijo lo que quería decir pero que no había podido expresar y lo dijo tal como me hubiera gustado expresarlo: 

La memoria no atiende al orden cronológico. Avanza, retrocede, se remansa; guarda reposo y, por sorpresa, sin que conozcamos el motivo, se aviva de nuevo, como si la impulsara una súbita iluminación. Es en las mil direcciones en las que se dispara…

La memoria no es una magnitud fiable en una vida. No lo es por la sencilla razón de que no antepone la verdad a todo. No es nunca la exigencia de veracidad lo que decide si la memoria reproduce un suceso correctamente o no. Lo decide el interés personal. La memoria es programática, es insidiosa y astuta, pero no de un modo hostil o malicioso, al contrario, hace todo lo posible para satisfacer a su amo. Algunas cosas las empuja hasta el vacío del olvido, otras las retuerce hasta lo irreconocible, otras malinterpreta elegantemente, y algunas, las menos, las recuerda nítida y correctamente. Tu nunca puedes decidir qué es lo que se recuerda correctamente.

En mi caso, el recuerdo de los primeros años es casi inexistente. Apenas recuerdo nada. No tengo ni idea de quién me cuidaba, qué hacía, con quién jugaba; es como si el viento se lo hubiese llevado todo, esos años (…) son un gran vacío en mi vida. Lo poco que recuerdo no vale gran cosa:[1]

Es como si se lo hubiera dictado a alguien que sí sabe escribir, afortunadamente. Y por eso es que veo que no puedo tener un conversación seria, coherente, sucedánea y objetiva conmigo mismo, porque estaría hablando con alguien poco fiable, no por maldad, sino por distraído, insidioso y astuto y porque objetivamente se vive defendiendo dentro de su propia subjetividad.




[1] La isla de la infancia. Karl Ove Knausgard.

viernes, 4 de noviembre de 2022

CLARCKSON’S FARM

            Una serie de televisión de un periodista automovilístico que hizo buena plata, inglés para más señas.

             Tenía su hacienda desde hace años pero el manejo estaba en manos de expertos y él solo veía los rendimientos. La hacienda tiene 1000 hectáreas, no sé cuánto es eso pues no distingo entre un acre, una fanegada o una finca y mi imaginación no da para tanto, solo sé que era bien grande. Un citadino como yo no conoce de agrimensuras rurales, ni se las puede imaginar, pues para nosotros 100 hectáreas puede ser igual a cien mil metros cuadrados, qué se yo; igual me pasa cuando dicen que tiene un número determinado de campos de fútbol. Nada más pensar que Colombia, según me enseñaron en el siglo pasado tiene un millón y pico de kilómetros cuadrados y en el mapa lo veo chiquitico.

             Cualquier día se pensionó quien manejaba la hacienda de Clarckson y a él le dio por ser hacendado, sin tener ni la más remota noción en lo que se metía. Se volvió hacendado de la noche a la mañana y naturalmente ya se pueden prever los resultados.

             Le dio por ser ganadero y a criar ovejas; le dio por ser piscicultor y a hacer la piscina correspondiente; le dio por los cultivos y hágale pues; le dio por poner una tienda de productos de la tierra y la hizo; y así ocho capítulos de la primera temporada en que uno termina riéndose de las barbaridades que hace, de las cagadas que comete, pero el hombre tiene plata y se puede dar los lujos.

             Lo que no sabía era que todo tiene su comba, que no es tan fácil ser campesino y llevar una vida que así lo exige, que hay que levantarse muy temprano y no saber a qué hora se acuesta. Que cada día le trae una sorpresa, agradable o no y que hay que joderse en la vida. Estando en Inglaterra, el clima no era el más favorable, por exceso de agua o por falta de ella.

             Pero enseña, uno no debe meterse en lo que no sabe y de otra parte, aún aprendido, la vida campesina es muy dura y ahí fue cuando comencé a considerar realmente lo que se jode un campesino por sobrevivir, me quito el sombrero ante ellos y todas sus vicisitudes, la vida no es nada fácil para ellos, pero afortunadamente la disfrutan.

             Ser campesino es cosa bien jodida y uno, citadino, ni siquiera se la imagina. Pero eso sí, me he reído mucho viendo la serie, que igualmente me llevó a recapacitar. 

Me resulta impresionante entender cuánto puede cambiarnos la vida en tan poco tiempo por una decisión. No importa quienes seamos, lo que tengamos o lo que hayamos logrado. No podemos escapar a nuestro destino. [1]

Tomada de Google


[1] Juro vengarte. Raúl Garbantes.


miércoles, 2 de noviembre de 2022

¿POR QUÉ A MÍ?

            Es una frase que viene acompañada cuando ocurre una desgracia, pero no cualquiera, sino de aquellas que perduran en el tiempo, generalmente de larga duración. Cuando son esporádicas ni siquiera la frase aparece por las esquenas.

 

            Tampoco aparece cuando uno se gana la lotería o cambia para un mejor puesto. Seguro no se asoma cuando la vida es agradable. Cuando se es feliz nunca se pregunta por qué a mí. Irónico.

 

            Como dije, surge cuando algo
malo sucede y ese malo no se supera prontamente, se mantiene, se queda, se amaña y todo eso desespera y parece que la eternidad se hace presente, que nunca va a pasar.

 

            Se pregunta uno por qué a mí. La respuesta, sencilla. Pues porque le tocó. No era para el vecino, era para uno y ni forma de hacerle el quite, de pronto soportarlo, si podemos, con optimismo, con ese ya pasará, pues ya me tocó a mí y no al vecino -con dejo egoísta-, aunque dicen que no hay mal que dure cien años, aunque el sentimiento es el mismo que se debe sentir como si se estuviera viviendo por cien años.

 

            Entonces, por qué a mí? Sencillo, porque no era para el vecino y a uno solo le queda mancillarse en la desesperación o esperar estoicamente hasta que se supere.

 

            No hay de otra.

 

Cómo puede haberme pasado a mí algo así, señor Chadwick? —dijo—. He sido una cristiana devota toda mi vida. Nunca he hecho daño ni a una mosca y siempre he servido al Señor lo mejor que he sabido. ¿Cómo puede Él hacerme esto?[1]


Tomado de Facebook
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[1] Peter Robinson. Un trozo de corazón.