A medida que la edad pasa y cuenta la falta de oyentes, no es bueno pedir consejo a un viejo, pues opinará así no se le haya pedido expresamente, supongo que uno se siente autorizado, es decir, con autoridad por el tiempo que ya ha pasado.
Y opinaría con su pensamiento de un
pasado ya lejano, no con una mente moderna, especialmente cuando ese pasado le
enfrentó a la tecnología y le tocó a la brava entender y aprender, pues no
había otra opción.
Supongo que eso mismo le tocó a los
abuelos y bisabuelos cuando tuvieron que enfrentarse a su modernidad, a la era
industrial de su momento.
Por eso, me digo, es mejor no pedir
consejos a los ancianos, porque terminan hablando de otra cosa y se les olvida
que fueron a él por un consejo -aunque quince días después recuerden o crean
recordar que alguna vez fue por consejo y no recuerda quién ni cree recordar si
se lo dieron-.
Cosas de viejos.
Para escribir la Historia, hay que saber
gestionar el olvido.[1]
[1] Oro negro. Dominique Manotti.
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