viernes, 25 de noviembre de 2022

CONTROL REMOTO

            Tengo una relación tan particular con el control remoto del televisor, en la que siempre terminamos insultándonos, mutuamente supongo, si pudiera hablar.

             No sé si es de odio o es un tipo de venganza por algo que se supone que he hecho, al menos eso creo o al menos no intencionalmente.

             Funciona cuando se le da la gana y siempre me la gana. A veces me gustaría coger a golpes ese control y tirarlo contra la pared; no lo hago porque termino yo perdiendo, aunque contra él siempre pierdo, su odio, su rencor y su venganza son mayores que los míos.

             Siempre lo tengo a mano, o al menos eso supongo, para tenerlo a mano por si hay que subir o bajar el volumen, cuando me lo ordenan. O para cambiar de canal cuando así lo quiero, o cuando me lo ordenan. Como sea, siempre lo pongo a un lado, cerca para tenerlo a mano, repito. Es importante repetirlo para que se vea la importancia del control.

             Pero… preciso cuando lo busco, nunca está donde lo dejé, es como si caminara y el piedrononón que me da al no encontrarlo donde lo dejé, o donde creo que lo dejé, muchas veces no tiene nombre y eso me lleva a pensar que no tiene piernas pero camina y sutilmente se esconde en cualquier recoveco de la cama, entre las cobijas, las sábanas o se camufla bajo la almohada y siempre al encontrarlo me pregunto cómo lo hizo, cuándo lo hizo.

             No tengo ni idea, pero lo que sí sé es que no me quiere, creo que me odia y tantas veces que termino con el deseo de estrellarlo contra la pared, creo que se venga de cuando tiendo la cama y no me acuerdo de él y termina con un golpe contra el piso cuando sacudo cobijas. Debe ser eso, pero no puedo desquitarme, no es que no quiera, sino porque me sale caro, porque mientras lo reemplazo me quedo sin control y sin televisión por un tiempo, así sean horas. Por eso no lo tiro contra la pared, como desquite, como muchas veces quisiera. Y eso lo sabe, es el poder que tiene sobre mí, lo sabe y abusa de él. Por todos lados soy un sometido, sumiso lo confieso; que le baje el volumen, que ese programa no me gusta, que apague la televisión y yo tratando que el control me obedezca, iluso que soy. 

Lo desechó y pensó que tal vez eran ideas suyas, porque había mucha gente que se aburría de su propia vida y que necesitaba mirar a los lados sin ninguna razón. Eso solía pasar en los aviones, se dijo, dada la cercanía de los asientos.[1]

Tomado de Google




[1] Amenazada. Raúl Garbantes.

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