viernes, 29 de enero de 2021

UN INSTANTE

             Es un instante, una sutil fracción que puede cambiar todo, hasta el mundo, de uno o de todos.

 

            El instante lo definen como porción brevísima de tiempo. Es lo mismo que ser lacónico, pero sin ser conciso, porque el instante solo ocurre y su precisión solo se verá por los efectos que deja. Por eso es peligroso.

 

            Cuántas veces un instante no ha cambiado una vida? Un camino trocado para desvirtuarlo para corregirlo?

 

            En un instante se pierde la ruta o se gana un destino. Si el frágil segundo es imposible de sentirse, qué puedo decir de un instante, que es el menor de la familia del tiempo.

 

            En un instante todo pasa o todo acaba y lo mejor del cuento es que ni siquiera vemos, ni digerimos qué pasó, cómo pasó, simplemente pasó.

 

            Y todo por un instante.

 

No tenga prisa en la vida, lo mejor pasa muy rápido. Luego solo queda esperar.[1]

Tomado de Facebook


[1] Estela Chocarro. Nadie ha muerto en la catedral.

miércoles, 27 de enero de 2021

EL PRECIO DE LA HISTORIA

             Quién, al menos en su juventud, no coleccionó estampillas, monedas, billetes, láminas. Con el tiempo el interés se fue apagando y desapareciendo las colecciones, bien a la basura, bien al regalarlas a alguien interesado, bien, si se descubre su precio, en una casa de empeño.

 

            Los hay que coleccionan obras de arte, carros y hasta computadores viejos, los hay para todo, el peligro es terminar uno de acumulador.

 

            Y para todo hay mercado, por un peso o por miles, parece que casi todo tiene su precio.

 

            Viendo el programa del Precio de la Historia encuentra uno que todo puede ser vendible, todo puede ser negociado. Lo máximo que a uno le pueden decir es: no se lo compro, gracias, no vale nada. En últimas, todo es posible.

 

            Pero el punto que me lleva a escribir es que no entiendo que se puedan vender cosas que, al menos para mí, chocan con la lógica. Los calzones sudados de Madonna, los calzoncillos de Elvis -sin lavar tienen más precio-, el brasier de yonosequién, que lo usó en un concierto y lo tiró al público, una guitarra destruida en igual circunstancia. Al menos pareciera que tiene más lógica si se trata de la bala que mató a Lincoln o el pedazo de tela del vestido que tenía Kennedy ese noviembre de hace tantos años.

 

            Y lo mejor es que hay variantes para todo, si lo usó de día o de noche, si estaba o no borracho.

 

            Me pregunto entonces, eso es historia? Pues es presentada como tal. O es mera estupidez humana de quien no sabe cómo gastarse la plata en objetos inútiles, como inútil termina siendo un autógrafo, un lápiz de García Márquez o el papel higiénico que usó Shakira. Hasta estos límites se han llegado y termino sin comprenderlo.

 

            Y si bien hicieron algo de historia, como todos, que hacemos alguito de historia en el paso por este mundo, porque todos tenemos nuestra historia, cómo es posible llegar a los extremos de coleccionistas que terminan siendo fetichistas, aunque hay que reconocer que, de cualquier manera, parece que hacen algo de plata. (Y será que el que compró el calzoncillo o el brasier lo tiene bajo la almohada para olerlo cada noche? Hasta para pervertidos hay mercado, me digo).

 

            Seguiré con la duda de la sanidad mental de esta humanidad.

 

Hablo de convertir un pedazo de papel o un objeto en un fetiche. Como una carta de Goldoni o la hebilla de Garibaldi. Goldoni es importante porque es un gran escritor y Garibaldi es famoso porque se lió a porrazos y convirtió esto en un país. Pero su hebilla no es nada, no es él; y una carta de Goldoni únicamente tiene el valor que nosotros estemos dispuestos a darle.[1]

Tomado de Google
https://www.cuantocabron.com/busqueda/0/el%20precio%20de%20la%20historia/p/3



[1] Donna Leon. Las joyas del paraíso.

lunes, 25 de enero de 2021

DESTINADO A GRANDES COSAS

             Una frase oída muchas veces, sobre todo en momentos caóticos y repetida hasta la saciedad, de la que, gracias a mi edad, me desprendí de que me la digan. Si he de ser sincero, cuando la oía a manera de esperanza o de ánimo siempre sentía en ellas la simple vacuidad de la palabra dicha y no sentida.

 

            Dios o el universo, una variación para una misma frase, tenía grandes cosas para mí, estaba destinado para hacer grandes cosas.

 

            Nunca las vi, tampoco es que hubiera hecho grandes cosas, es más, fui una persona corriente, un empleado corriente, uno más, que tenía claro que el futuro era la esclavitud laboral porque no me arriesgaba a otra opción, siguiendo tal vez el constante consejo materno que predicaba que lo mejor era tener un empleo estable. El miedo que me infundió tal vez hizo que las grandes cosas a las que estaba destinado se apartaran de mí y me conformé con vivir una vida corriente, sin notoriedad, sin aspiraciones, realmente.

 

            A mi edad quienes pasaron a la historia ya dormían en sus laureles al haber hecho sus grandes cosas en momentos más juveniles, eran historia y habían hecho historia. Yo, sigo aquí, leyendo cómo los otros sí hicieron historia.

 

            Quejarme hoy? No, más bien ratificar que la frasecita empalagosa es pura y física mierda, al ver que ni Dios ni el universo esperan nada de uno, porque solo somos uno más, es decir, somos lo que somos y no podemos aspirar a nada más.

 

            Si hay alguien que opine lo contrario, me gustaría saber a qué grandes cosas estuvo, está o estará destinada y si lo logró, lo logra o lo logrará, porque me mantengo en mi afirmación, ya saben cual (no es que me sonroje al repetirla, sino que es para dominar mi lengua, de por más, viperina).

 

Quizá le tocó la lotería —apuntó Brunetti con una sonrisa. 

—La lotería no le toca a nadie —contestó la signorina Elettra sin sonreír[1].

Tomada de Facebook
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[1] Donna Leon. El peor remedio.

jueves, 21 de enero de 2021

ESPEJO

             Quién es ese viejo que me mira en el espejo? No puedo ser yo. Soy más joven, menos inquisitivo en la mirada, menos arrugado. O al menos eso pienso.

 

            El espejo no miente, es uno de los pocos que no miente, porque se limita al reflejo de lo que él ve.

 

            Mientras que lo que uno ve pareciera que no fuera real, que fuera otro, al no poder reconocer que es uno mismo, al no poder sostenerle la mirada para poderle decir al menos: Hola! Soy yo, eres mí. Eres yo, soy yo, somos uno.

 

            Ese otro tal vez por eso nos mira de esa otra forma, porque sabe que lo negaremos tres veces, como Pedro y no solo tres, sino las veces que haga falta.

 

            Por eso, para no quedar en evidencia, es mejor no verse en el espejo, porque ese otro no necesita del siquiatra, ese acepta las cosas como son y no se avergüenza de lo que refleja, al ser él mismo.

 

No era bueno observar las tinieblas con demasiada claridad, no era bueno escuchar estos pensamientos con demasiada atención. Por eso la gente ponía la radio a todo volumen. Para ahogar los pensamientos. Para mantener las tinieblas a raya.[1]

Foto JHB (D.R.A.)


[1] Cornell Woolrich. Hacia la noche.

lunes, 18 de enero de 2021

LOS SINSABORES DE LA PANDEMIA

             Hay noticias sobre las vacunas que me dejan un sabor tan amargo, de incredulidad, de un noséqué, que no dejo de pensar en la mano de hijodeputas que nos gobiernan, así, con toda esa intención que lleva la palabra, con todo ese sentido malsonante pero deseoso de gritar. Porque creo que el gobierno nos cree pendejos, aunque puede que tenga razón, pero por eso no dejo de pensar en ellos con esa palabra que todo lo resume.

             Sale el presidente a decir que ya contrató; sale el ministro luego y dice que anda en conversaciones. Sale el presidente y dice que en enero, que ya casito empiezan las vacunaciones; sale el ministro y dice que esperen tantico. Sale el presidente con su transparencia; sale el ministro diciendo que los contratos son confidenciales (como si la ley permitiera que pudiera haber confidencialidad en ese tipo de contratos). Salen unos cuantos alcaldes que al ver la demora en la compra dicen que los autoricen para hacerla directamente; sale el presidente y dice que solo el gobierno nacional; y revira Colsanitas y dice que se las dejen comprar que las aplican gratis; y sale el ministro y vuelve a decir que no, que solo ellos (qué tendrán escondido?); sale el ministro y dice que no les dañen el negocio (porque debe haberlo por algún lado). Sale el presidente hablando con qué seguridad sobre las vacunas, procedimientos y demás; sale el ministro con un plan de vacunación, cuyo primer cargamento son solo ochocientas mil dosis para todo el país. Ya veré para quiénes son, aunque la primera dosis se hará con todo el bombo y platillo, en cualquier hospital, con cualquier viejito que dé pena y esa primera foto hará ver cuán grande es la imagen presidencial y ministerial, pero solo será para ese primer viejito, ya veremos qué pasa en el trasfondo de la foto deseada y si le aplican la segunda dosis.

             María Jimena Duzán[1] dijo algo que le creo, por haber hecho yo parte de la burocracia y conocerla un poco, pues los tiempos pasan y las mañas permanecen y la improvisación es regla general, y hablaba sobre los trámites inexistentes pero que se va improvisando cada día. Dijo que todo está demorado por la tramitología y el miedo de quienes tienen que firmar esos contratos (ya estoy viendo el arte de los comités y de las delegaciones para tener marrano al cual echarle la culpa y naturalmente lavarse las correspondientes manos).

             Esa improvisación y secretismo dejan mucho qué pensar y sobre todo para aquellos, que como yo, somos malpensantes y hasta malhablados (como yo, que sigo pensando en esos h i j o d e p u t a s, así dicho, con la correspondiente bilis y entonación). Con el tiempo resultará que las vacunas las compramos más caras que otros países y eso que no se mencionará, por aquello del secretismo, el costo del transporte, el almacenaje, la distribución y demás entuertos que no serán tenidos en cuenta por aquello de valores asociados secretos (ya veo a ciertas amistades de políticos creando empresas para ese transporte, almacenaje, distribución y demás entuertos que deben ser muy sofisticados, porque nada es gratis).

             Pasando a otro tema, sobre la planeación que le han dado a la vacunación[2]. Ya no es enero como decía el presidente, ya van pensando en empezar en febrero y solo ochocientas mil que, si lo han pensado bien, son solo cuatrocientas mil almas, por aquello del refuerzo. A quiénes se les va a dar? No me crean tan pendejo si les creo que primero los sanitarios y los viejitos, ya veré a dónde van a llegar esas primeras. Y me surge la siguiente pregunta: y en qué ciudades se van a distribuir esas primeras vacunas? (Póngale la uña a ese trompo, creo que se decía en otros tiempos). Y pensaba en esa Colombia que no son las principales ciudades: les llegará algo de esas primeras vacunas? Soy mal pensado porque el mundo me ha hecho así (diría la Jeanette cantante).

             Y si el cronograma se cumpliera a la perfección, aunque está demostrado que ningún cronograma gubernamental se cumple (véase nada más España que ya empezó y cómo van), pues para eso se hicieron las adendas y los otrosíes, pienso en voz baja, y según cronograma se habrían vacunado 34 millones y el resto de gente? (Ya veremos). Y la cuestión es que son dos dosis, creo que con intervalo programado. Con eso creo que ya el cronograma se les va desfasando. Creo también que este país no va a estar totalmente vacunado antes del 2022, es decir que mantendremos la anormalidad como normalidad hasta ese año y eso a mediados de ese 22, como para elecciones? (bonito caballo de batalla que utilizarán los que saben aprovecharse de esas oportunidades).

             En todo caso, la improvisación será milimétrica. Ya veré cuándo me llamen para vacunarme. Ya me veré. Una llamada para verificar si soy el que soy y si tengo esa edad (limitante para mí, en cuanto ya me consideran un viejito). Que espere la otra llamada para decirme cuándo. Y otra para decirme dónde. Y cuando llegue, ver una cola de viejitos que solo dará para pensar que si no me había contagiado, ahora sí de pronto. Y cuando me llegue el turno: que pena pero usted no está en la lista, que quien lo llamó, que qué pena pero se acabaron la dosis, que espere a que lo llamen nuevamente. Y si de milagro me vacunan según cronograma, la segunda dosis supongo que será el mismo calvario, es decir, que siendo de alto riesgo si en diciembre de este año me han vacunado, será de milagro, no gracias al cronograma.   

             Sigo pensando que todo esto huele mal y no saldrá tan bien como uno quisiera. La improvisación es milimétrica, insisto y ahí es en donde puede estar el diablo (en el detalle está el diablo, dice algún dicho). Y pensaba por qué no empiezan a vacunar primero las regiones apartadas, para ir saliendo por ese lado, ya que son grupos pequeños, de fácil seguimiento, un dolor de cabeza menos. Y ya saben dónde están los grupos más vulnerables (me digo por aquello de si alguien ha pensado en ese detallito o es que todos estamos en un ancianato imaginario?). Y como no soy muy sensible social, como así que los venezolanos deben ser vacunados primero que los nacionales? (Dejémonos de maricadas y sensiblerías y veamos las cosas como son, a cada cual su turno, si les corresponde, porque con lo vivo que es el Maduro, nos manda una oleada de inmigrantes transitorios para que los vacunemos y se los devolvamos sanitos).

             Y una última reflexión. Cómo así que cada cual decide si se la pone o no, con el argumento de que es su libre personalidad, su intimidad y no sé qué más derechos que cada cual se va arrogando? Odio una palabra que siempre han utilizado, a conveniencia, y es aquella de que el derecho general está sobre el particular. Si es una pandemia, mundial, decretada y que es claro altamente contagiosa, aquí sí vale el derecho general sobre el particular. Todo el mundo debe ser vacunado, quiera o no, las maricadas del libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la intimidad y demás distractores son solo eso, distractores para no contener una pandemia mundial y por eso creo que aquí sí vale que o todos en la cama o todos en el suelo y al que no quiera, su multa, su arresto o que lo fusilen, para que dejen la pendejada.          

 

No sigo agotándome con tanto trasfondo que tiene el tema, porque en últimas todo puede cambiar, para seguir igual, seguro, póngale la firma. Solo puedo terminar pensando en que dentro de unos años, viendo el retrovisor, diga jueputa, yo tenía razón. Desafortunadamente.  

El tiempo pasa, los gobiernos cambian, la gente olvida.[3]

Tomado de Google
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[1] María Jimena Duzán aseguró en entrevista con Pulzo que la vacuna no ha llegado a Colombia porque el Gobierno se demoró mucho y se centró en el mecanismo Covax. Pero, además, hay otra razón de peso. “La verdad fue la tramitomanía y el susto de los ministros de meterse en problemas con la justicia”, señaló la periodista, y dijo que tiene fuentes del Gobierno que le han dicho que el tema es tan delicado que podrían meter a funcionarios a la cárcel por detrimento.“ Entonces yo digo: este Estado no sirve porque si la burocracia está haciendo lo que está haciendo, mire en dónde estamos. Les tocó primero pasar una ley para que no metieran presos al ministro de Salud y a todos los demás”, agregó María Jimena Duzán. Con base en lo anterior y en otros casos polémicos en Colombia, dice la periodista, el Estado colombiano y su democracia es” el peor manto de corrupción que existe”. https://www.pulzo.com/nacion/por-que-no-ha-llegado-vacuna-colombia-PP1023736. 

[2] https://www.larepublica.co/economia/asi-se-distribuiran-mes-a-mes-las-dosis-de-la-vacuna-del-covid-19-en-colombia-3110428

[3] Donna Leon. En el nombre del hijo.

jueves, 14 de enero de 2021

LA PHOTHOGRAPHIE

             El título correspondía a una canción, una bella canción francesa, hasta donde recuerdo. Intenté buscarla en Youtube como medio para refrescar mi ahora frágil memoria, pensando que así se llamaba. Recuerdo un son tristón, de cálido invierno, en el más suave lenguaje como es el francés, en una de cuyas palabras era precisamente la fotografía, del recuerdo, tal vez. Fracasé en el intento, no la encuentro, tal vez, cuando ya no lo necesite la volveré a oír, con ese triste sonar de vieja fotografía. Tal vez, lo más seguro, es que la canción no se llame así y que ni siquiera sea en francés, como tantas veces me ha pasado cuando afirmo una cosa y la realidad resulta otra, cuando trato de recordar algo que tenía tan claro, pero que al expresar pierde su textura, su esencia, su forma y para resultar ser otra cosa totalmente distinta y que al reconocerlo solo me queda reír por tan macabro desfase. Tal vez me ocurrirá lo mismo con la canción que solo yo tengo en el recuerdo, por la bella tristeza de la canción. Ya veremos.

 

            Y así como olvido cosas como las narradas, eso me llevó a recordar el álbum de fotografías que antaño cada familia con orgullo mantenía, pero que al pasar lo años, con álbumes acumulados, se iban trasteando del sitio original –la mesa de la sala, por ejemplo- hacia algún recóndito y escondido lugar de la casa, en esos lugares en donde, sin querer, se convierten en los de acumulación sin explicación, que antaño era el baúl de los recuerdos, en donde dormían en silencio hasta que eran despertados de su letargo por un trasteo, una defunción o una profunda tarde de limpieza, hartamente programada y lentamente cumplida, por el letargo que implica la acción.

 

            Y esos álbumes de fotos familiares me llevó a pensar en el arte rupestre[1], pensando en que esas primeras imágenes correspondían a lo que hoy podríamos decir que eran fotografías, instantes que quedaron dibujados por la eternidad. Altamira y Lascaux, de Europa entre otros, que han sido datados de hace más de quince o veinte mil años antes de Cristo, cada una. O las egipcias de más de cuatro mil años, antes del mismo. Y eran grabados de un instante de su vida, lo que me hizo pensar en que eran fotografías de época. Y ello me llevó a su vez a preguntarme quién pudo haber sido ese primer artista que les inmortalizó. El primero que pudo tener el ingenio tratándose de lo que ahora conocemos como arte. Ese anónimo que surge como artista, quién pudo haber sido? Y por mis inclinaciones machistas, hablé del artista. Sin embargo, Mónica me hizo bajar de la nube y cuando le comenté sobre los anónimos de los documentales de arte rupestre que había visto, selló la conversación: Un hombre o una mujer?  Con ese argumento me dijo mucho, me dejó mudo y así quedé. Solo quise oír nuevamente aquella vieja canción que en mi mente rondaba.

 

Casi todos los niños saben que no saben muchas cosas. Los adultos, al contrario, siempre creen que tienen que tener una respuesta para todo. Quizá porque piensan que, si no, se les consideraría tontos. Y naturalmente nadie quiere ser tonto, ni los adultos ni los niños. Pero en realidad tontos son sobre todo los seres humanos que creen que lo saben todo… [2]


Foto JHB (D.R.A.)


[1] Lo “rupestre” hace referencia al soporte en que se encuentra (del latín rupe: roca). (…) Se conoce como petroglifo a una imagen que ha sido grabada en la superficies rocosas (del griego petros: piedra y griphein: grabar). (…)Las pictografías (del latín pictum: relativo a pintar, y del griego grapho: trazar) son grafismos realizados sobre las rocas mediante la aplicación de pigmentos. https://www.rupestreweb.info/introduccion.html

[2] Richard David Precht. ¿Por qué hay todo y no nada?

miércoles, 6 de enero de 2021

BLANQUEO DE MENTIRAS

             Quién no ha mentido? Al menos una vez en la vida, aunque creo que diariamente decimos al menos una mentira, sobre todo en redes sociales cuando no se quiere quedar en evidencia (no te había visto, lo tenía apagado, estaba en el baño, me quedé dormido con el celular prendido…). Qué tal que sumáramos todas esas excusas que a la larga son simplemente mentiras. Y viéndolo así, quién no ha mentido al menos una vez en la vida? Y viendo una eventual aceptación, seguiría preguntando: quién no ha mentido más de una vez? De pronto una que otra al año? O quizás hasta una mensual? De pronto una al día? Debo aclarar que mentira es mentira, no importa la palabra con la que se quiera suavizar, para hacernos sentir menos mentirosos o menos avergonzados, si se quiere.

             Que sea mentira blanca, medio mentira, verdad a medias, una mentirilla o cualquiera sea la denominación eufemística, lo que resulta cierto es que mentimos y con más periodicidad de la que creemos, como atrás anoté.

             Como el doctor Google lo sabe todo, le consulté sobre las clases de mentiras y curiosamente me llevaron a letrados religiosos de alta talla: San Agustín distingue ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien. Por otra parte, san Agustín aclara que las "mentirijillas" no son en realidad mentiras. Tomás de Aquino, por su parte, distingue tres tipos de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa. Según Tomás de Aquino, los tres tipos de mentira son pecado. Las mentiras útiles y humorísticas son pecados veniales, mientras que la mentira maliciosa es pecado mortal. El tipo más grave de mentira es la calumnia, ya que con esto se imputa siempre a algún inocente una falta no cometida en provecho malicioso.[1] Con esas exculpaciones y la bendición religiosa, podemos dormir tranquilos, todo se reduce a mentirijillas, para así no cargar con la culpa correlativa –aunque la verdad quede en el inconsciente, el subconsciente o donde se guarde todo aquello que no queremos aceptar y que nos hace seres vergonzantes-.

                                                                                                                                          A pesar de ello, mentimos. El doctor House tiene razón, sigo insistiendo. Mentimos para salvaguardar nuestro orgullo, nuestra dignidad o nuestra cobardía, elijan la que quieran. Y si vieran la cantidad de sinónimos que tiene la mentira, mientras que en su antónimo son más escazas y esos sí nos hacen sonrojar porque hablan de realidad, verdad, claridad, exactitud, sinceridad, veracidad, franqueza, autenticidad, honradez y rectitud. Cómo les quedó el ojo?

 

            Si no fuera por la falta de calzones para reconocerlo, por falta de objetividad o por lo que se quiera ocultar, reconoceríamos que de algún modo mentimos y para colmo, casi a diario, bastando decir a vía de ejemplo, como las razones que damos para no aceptar una invitación no querida. Con aquellas excusas de: qué pena, pero mañana tengo que madrugar, como si no se madrugara todos los días. Y sí, es una mentira dicha ante la incapacidad de no poder decir: no, gracias.

 

            Mentimos y lo que se volvió costumbre es que  nos acostumbramos a ello, para evitar sentirnos más culpables que aceptar las cosas como son. Así somos. Esa es la cruda verdad. Qué ironía.

 

Tendemos a modificar la verdad con metirillas para hacer más soportable la vida? O para soportarla mejor?[2]


Tomado de Facebook
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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Mentira.

[2] Una reflexión que me llegó en último momento de inspiración, supongo.

lunes, 4 de enero de 2021

SUEÑO

             Cuántas vueltas se deben dar antes de caer en profundo sueño o al menos para el ensueño? Y a cada vuelta pensando físicas maricadas, muchas de ellas como asaltantes a mansalva, haciendo preguntas que en el día se querían evitar, para no estresarse más, o tratando simplemente de alejarlas hasta el momento en que se pierde la conciencia, para entrar en otro mundo, inexplicable, irracional, muchas veces loco, generalmente daliniano.

             Y pensar que luego de seis u ocho horas de sueño sólo se recuerda un fragmento, generalmente un final, evaporándose toda la historia, un final, tal vez sin contexto, tal vez un resumen de todo lo ocurrido. Vaya uno a saber!

             Era verme en un bus. Aparentemente el de una empresa en donde pude trabajar, pensando en que tenía que llevar pan a la casa. Por eso la sensación de que regresaba en la tarde a casa, verme en paisajes cercanos a ella, evaporándose en la idea misma del sector, siendo el sitio al que me aproximaba.

             Mientras llegaba, estando dentro del bus, verme explicándole a alguien, un anónimo que tal vez conocía, que para recargar el audífono –de los de antaño-, bastaba con que lo descolgara del tubo con que uno se sostenía del techo del bus y se oía mejor la música a través del tubo.

             Al mismo tiempo, saber que faltan unas tres cuadras para bajarse de ese bus que sabe que rutinariamente toma, verse antes de la carrilera, que es la señal que avisa que hay que estar atento para bajarse, donde es. Y pensar al mismo tiempo, adelantándose a él, que pasa por la panadería, la de la esquina, la que queda junto a la zapatería, porque debe pasar donde el zapatero tecnólogo para que le instale en el tacón del zapato un espotfi (no sé qué significa la palabra pero la recuerdo muy bien, no sé por qué), pero sé que permitía oír mejor, aunque no sé qué.

             Y ver cómo el bus no para en el paradero de siempre, pero verlo desde la distancia anticipada, es decir verlo tres cuadras antes, sin estar ya dentro del bus, porque ya no lo estamos y vemos cómo el bus no para en ese paradero cotidiano, al ser espectadores externos que en la distancia de tres cuadras vemos cómo se pasa, cómo nos pasamos del paradero y, de un momento a otro, entre el aquí y el allá, salimos corriendo tras él para que no nos pase del paradero en que cotidianamente nos bajamos, pues por estar explicando los efectos del audífono en el tubo, se me pasó, pero al ser consciente de ello, resulta que no venía dentro del bus, pero a la vez, al ver que se pasaba sin parar, salimos corriendo para alcanzarlo, a sabiendas que allí no nos subíamos sino que nos bajábamos.

             Al ver que corríamos tras él, también fuimos conscientes que no valía la pena bajarse del bus porque desde hacía unas tres cuadras ya estábamos, de antemano, fuera del bus, que íbamos caminando y que no valía la pena seguirlo. Por lo absurdo o por lo práctico del tema.

             Y entonces recordar que había que comprar el pan en la pizzería, supongo que de un pan muy particular pues quién va a una pizzería a comprar pan? Debía ser muy particular pero que ya había comprado –implícitamente apareció así- porque era verme dirigir a la zapatería para que le pongan al tacón el espotfi, que insisto, no supe qué era, pero al parecer muy importante y necesario y al llegar ver solo un zapatero remendón con su mono entintado y oliendo a pegante –de esos que se veían en el siglo pasado- y que al verle sólo pude pensar: y éste qué carajos sabe de tecnología?

             Era estar en, sin estarlo y estando, no estando, aún estándolo.

        Daliniano, un verdadero sueño que logré escribir a tiempo, antes de olvidarlo y supongo que solo recordé el final, todo fuera de contexto, pero compré el pan, aunque me desilusionó el zapatero. Cosas de la vida[1].

 

—Como se descuide, este autobús lo llevará directamente a remengo[2], dottore.
¿Y dónde estaría remengo?, se preguntaba Brunetti. A él, como a la mayoría de venecianos, le habían enviado a ese lugar y también él había enviado allí a mucha gente desde hacía décadas y sin embargo nunca se había parado a pensar si se podía ir a pie, en barco o, en este caso, en autobús. ¿Y era remengo una ciudad, en cuyo caso habría que escribirlo con mayúscula, o un sitio más teórico, como la porra o el cuerno, accesible sólo por la vía de la imprecación?

—… y no quiero ser yo quien le diga que es inútil.[3]

Galatea de las esferas. Dalí

Tomado de Google. 4v23n08-13065407tab01




[1] Nótese el uso indistinto del impersonal, del yo y del nosotros utilizado en la redacción del sueño. Cosas de la vida, definitivamente.

[2] Irse a Remengo, corresponde a nuestro dicho de irse a la Porra.

[3] Donna Leon. Veneno de cristal.