jueves, 14 de enero de 2021

LA PHOTHOGRAPHIE

             El título correspondía a una canción, una bella canción francesa, hasta donde recuerdo. Intenté buscarla en Youtube como medio para refrescar mi ahora frágil memoria, pensando que así se llamaba. Recuerdo un son tristón, de cálido invierno, en el más suave lenguaje como es el francés, en una de cuyas palabras era precisamente la fotografía, del recuerdo, tal vez. Fracasé en el intento, no la encuentro, tal vez, cuando ya no lo necesite la volveré a oír, con ese triste sonar de vieja fotografía. Tal vez, lo más seguro, es que la canción no se llame así y que ni siquiera sea en francés, como tantas veces me ha pasado cuando afirmo una cosa y la realidad resulta otra, cuando trato de recordar algo que tenía tan claro, pero que al expresar pierde su textura, su esencia, su forma y para resultar ser otra cosa totalmente distinta y que al reconocerlo solo me queda reír por tan macabro desfase. Tal vez me ocurrirá lo mismo con la canción que solo yo tengo en el recuerdo, por la bella tristeza de la canción. Ya veremos.

 

            Y así como olvido cosas como las narradas, eso me llevó a recordar el álbum de fotografías que antaño cada familia con orgullo mantenía, pero que al pasar lo años, con álbumes acumulados, se iban trasteando del sitio original –la mesa de la sala, por ejemplo- hacia algún recóndito y escondido lugar de la casa, en esos lugares en donde, sin querer, se convierten en los de acumulación sin explicación, que antaño era el baúl de los recuerdos, en donde dormían en silencio hasta que eran despertados de su letargo por un trasteo, una defunción o una profunda tarde de limpieza, hartamente programada y lentamente cumplida, por el letargo que implica la acción.

 

            Y esos álbumes de fotos familiares me llevó a pensar en el arte rupestre[1], pensando en que esas primeras imágenes correspondían a lo que hoy podríamos decir que eran fotografías, instantes que quedaron dibujados por la eternidad. Altamira y Lascaux, de Europa entre otros, que han sido datados de hace más de quince o veinte mil años antes de Cristo, cada una. O las egipcias de más de cuatro mil años, antes del mismo. Y eran grabados de un instante de su vida, lo que me hizo pensar en que eran fotografías de época. Y ello me llevó a su vez a preguntarme quién pudo haber sido ese primer artista que les inmortalizó. El primero que pudo tener el ingenio tratándose de lo que ahora conocemos como arte. Ese anónimo que surge como artista, quién pudo haber sido? Y por mis inclinaciones machistas, hablé del artista. Sin embargo, Mónica me hizo bajar de la nube y cuando le comenté sobre los anónimos de los documentales de arte rupestre que había visto, selló la conversación: Un hombre o una mujer?  Con ese argumento me dijo mucho, me dejó mudo y así quedé. Solo quise oír nuevamente aquella vieja canción que en mi mente rondaba.

 

Casi todos los niños saben que no saben muchas cosas. Los adultos, al contrario, siempre creen que tienen que tener una respuesta para todo. Quizá porque piensan que, si no, se les consideraría tontos. Y naturalmente nadie quiere ser tonto, ni los adultos ni los niños. Pero en realidad tontos son sobre todo los seres humanos que creen que lo saben todo… [2]


Foto JHB (D.R.A.)


[1] Lo “rupestre” hace referencia al soporte en que se encuentra (del latín rupe: roca). (…) Se conoce como petroglifo a una imagen que ha sido grabada en la superficies rocosas (del griego petros: piedra y griphein: grabar). (…)Las pictografías (del latín pictum: relativo a pintar, y del griego grapho: trazar) son grafismos realizados sobre las rocas mediante la aplicación de pigmentos. https://www.rupestreweb.info/introduccion.html

[2] Richard David Precht. ¿Por qué hay todo y no nada?

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