miércoles, 29 de abril de 2020

EN ZAPATOS AJENOS



            Difícil ponerse los zapatos de otro y pararse con ellos a ver la vida, porque no es la de uno, la que uno conoce, la que uno soporta y además porque también es cierto que los zapatos de uno son los únicos que le calzan a la medida, a pesar de callos y juanetes o a pesar de ellos o por ellos.

            Difícil pretender ver la vida con otros ojos, diferentes a los de uno mismo, porque cada uno tiene su propia mirada, muy diferente a la ajena, lo que le impide ver las limitaciones o las bondades de la otra.

            En estas cuarentenas difícil, para un pensionado que tiene asegurada su entrada mensual, ponerse en la situación ajena de quienes viven de lo que producen diariamente, como el que vende el tinto, el del puesto de dulces, el de la miscelánea, el embolador, el que, por lo general, se para en la esquina a vender cualquier producto. No pueden vender pero tienen gastos, así sean mínimos, vistos desde la perspectiva de uno, altos, desde el punto de vista de ellos. Deudas que se acumularán.

            También ponerse en el puesto de aquellos que decidieron ser independientes con un nivel de vida mayor, que dependen de los negocios que hagan y que, de todos modos, por cuarentena vieron cómo la vida daba un vuelco imprevisto, por ellos mismos, por sus subordinados, si los tienen. Y ver, a pesar de las promesas y juramentos gubernamentales del acceso al crédito –que tendrían que pagar de alguna manera-, ven cómo cierran los bancos sus esperanzas. Deudas que se acumularán con la posibilidad de llegar a la quiebra, al cierre de su negocio.

            Difícil ponerse en los zapatos ajenos, me repito.

            Pero lo que pareciendo difícil resultó más sencillo, es ponerse los zapatos de los de tercera edad que abundan, como yo, entre las ventanas. Vivir la vida de aquellos que ya retirados, teniendo o no un futuro, me obligó de cualquier manera padecerlo. La cuarentena me dejó ver cómo es la vida de aquellos que solo están a la espera de su propio futuro, que no es otro que lo que nos espera a todos (nótese el eufemismo usado para no decir lo que debió decirse de entrada).

            Siempre me había parecido deprimente, desde mi punto de vista, estar retirado sin ninguna actividad diaria qué hacer. Pasear por su casa de rincón en rincón, de espacio en espacio, sin hacer mayor cosa que estar pendiente de lo que sucede más allá de sus ventanas, vistas desde esas eternas ventanas, pensando en los recuerdos, supongo, añorando el porvenir, me imagino (otro eufemismo bien usado).

            Y esa es la inactividad que he visto, no ya de retirados sino de gente común y corriente, obligados por la cuarentena, que no saben qué hacer para agotar el minuto diario y no caer en bruces del aburrimiento.

            Y ahí si nos pusimos los zapatos ajenos, esperando lo que no llega, en eterno aburrimiento, pues hasta las redes sociales terminan cansando y aburriendo.

            Con esa mirada, espero no terminar en zapato ajeno, prefiero tener los míos, con mi propia rutina, pero sin aburrimiento, ni esperar estar todo el día atento a una ventana para ver cómo se acerca el fin, sin haber hecho nada.

El ciclo de su vida, cuanto tenía que esperar del mundo, ya se había consumado. Y el joven Frederic, en su infantil intuición, supo comprender que su abuelo dejaba de luchar por la vida, pues nada esperaba ya de ella; salía al encuentro de la muerte con la pasividad y el abandono del hombre que había ya franqueado el muro al otro lado del cual se quedan la vitalidad y las ansias de luchar por la existencia. Y contemplando, no sin temor reverencial, desde el umbral de la alcoba la figura inmóvil de su abuelo, Frederic Glüntz se preguntó entonces fugazmente si no estaría en ella y en lo que representaba el principio de la máxima sabiduría.(1)

Foto JHB (D.R.A.)


(1) Arturo Pérez-Revert. El Húsar.

lunes, 27 de abril de 2020

RALENTIZACIÓN



            Esa palabra(1) siempre me llevó a equívocos, cuando la oía pensaba en aceleración, asociada a cuando iba al taller y el mecánico le ponía el ralentí(2) a la correa y como veía la velocidad se me asentó el concepto. A fuerza de oírla encontré que era lo contrario a lo por mí pensado.

            Y ante esta obligada cuarentena me encontré con el desacelere de la vida, no solo la del pensionado, como yo, sino la de todos. Antes de esta hecatombe nadie tenía tiempo para nada, todos estaban ocupados, así  fuera chateando, nunca se tenía la disposición para algo porque era el afán la reina del tiempo, tanto que ante cualquier pregunta de disposición, lo primero que se miraba era el reloj, como si él fuera el que decidiera si se aceptaba o no la propuesta.

            Cuando los días de cuarentena fueron pasando, se hizo notoria una desaceleración de la vida cotidiana, ya no había que levantarse corriendo, ni correr para llegar a algún lado. Se iba pausando el correr del minutero, hasta hacerse eterno, como eternos son los segundos en situaciones semejantes, cuando no hay nada qué hacer.

            Y más notorio se me hizo al verme despertando en las mañanas mucho más tarde de lo normal. Inicialmente me preocupé hasta que tomé conciencia de lo que pasaba, un efecto sicológico al parecer. Noté que las noches se hacían más silenciosas, más temprano. Antes los sonidos del exterior me llegaban hasta la una de la mañana aproximadamente, de aquellos trasnochadores, de los que llegaban tarde, del ascensor que les conducía a su sitio; pero ahora, el silencio se iniciaba más temprano y no era muy interrumpido, de vez en cuando en la lejanía se oía pasar un carro. Antes, los sonidos se despertaban más temprano, hacia las cinco de la mañana ya se empezaban a notar los ruidos y sonidos propios de los madrugadores, de los que tenían que estar temprano en la oficina o que debían dejar lista la comida. Ahora esos sonidos y ruidos comenzaban su movimiento luego de las ocho de la mañana y así el oído dormido se acostumbró a aguardar a que se hicieran presentes para espabilarse e iniciar el fin del sueño, el preludio del nuevo día, sin afán.

            Y si antes no teníamos tiempo, ahora, en cuarentena, es cuando nos sobra tiempo y lo peor, es que no sabemos en qué gastarlo.

El porqué no se lo digo. Y, es más, ¿sabe una cosa?, no me lo diré ni a mí misma, de esta manera todos estaremos más tranquilos.(3)

Tomado de Facebook.
IMG-20200425-WA0008


[1] nombre femenino. Disminución de la velocidad de una actividad o proceso.
[2] nombre masculino. 1. Número de revoluciones por minuto que debe tener el motor de un automóvil u otro vehículo cuando no está acelerado. 2. En cinematografía, cámara lenta.
[3] Alessandro Baricco. Esta historia.

viernes, 24 de abril de 2020

HÁBITOS


            Estamos definidos como animales de costumbres. De allí que tengamos nuestros hábitos, nuestras mañas y nuestras propias rutinas.

            Y de un día para otro, todo aparentemente se cae de su estantería. Lo que ayer se podía, hoy ya no, ya se impusieron limitaciones con lo que la armadura sufre un gran golpe sin que se deshaga esa estructura construida durante tanto tiempo.

            Ayer salíamos cuando nos tocaba, cuando nos daba la gana. Hoy no se puede salir, o se sale con limitante de sexo o número de cédula, pero ya no se sale cuando nos da la gana.

            De esa manera el cerebro pareciera que hiciera un choque entre la comodidad que traía y lo impuesto y eso nos hace bocones, salen las sátiras, los vainazos, la rebeldía, a pesar de que por un lado es obligatorio el encierro y por otro, que tenemos que acomodarnos a la nueva situación, a lo que llaman resiliencia, si no recuerdo mal la palabreja.

            Y de allí surge precisamente la contradicción cerebral, pero que nos enfrenta de inmediato con el resto. Trataré de explicarme y hablaré por lo que soy, un pensionado que no tiene actividad externa alguna. La mayor parte de mi tiempo la pasaba en la casa, haciendo mis cosas, pero con esta cuarentena, debido al encierro obligado, parece como si me hubieran coartado la decisión y en cierto modo trato de hacer un acto de rebeldía, aunque logré apagar esa rebeldía como es, con tres cachetadas y un obedezca, que es por su bien.

            Y eso me llevó a comprender que los hábitos se pueden romper, a las buenas o a las malas o como a los frailes que les toca porque ya lo tienen muy ajado. Las costumbres cambian, como cambia la vida, es un cambio más llevadero. Y las rutinas se cambian, tal como el aburrimiento lo disponga.

            Y esta perorata me lleva a concluir que todo es cuestión de costumbre, realmente somos animales de costumbre o qué se yo!

«No hagas preguntas y no pienses en el futuro. Para los esclavos sólo cuenta el día de hoy»(1)

Tomado de Google.
1200x1200x969ofo3l55i91nwy2usk5f66zxaf9ca7s3ez4ql522f7lz1fr6pfiub5ppkt3sh.jpg.pagespeed.ic.meme


[1] Isabel Allende. La isla bajo el mar.

miércoles, 22 de abril de 2020

TRAGICOMEDIAS DE CORANOVIRUS, CADA UNA EN UN ACTO.



I

            En la costa, si mal no recuerdo, pues no tuve el detalle de anotar la fuente, murió un anciano de ochenta y pico de años, al parecer contagiado de coronavirus. De los primeros casos presentados.

            Entrevistaron a un hijo quien mencionó que su anciano padre no salía de la casa, que sólo él lo visitaba (no especificó si como acto humanitario, porque se había quedado sin alimentos o porque que necesitaba de la plata de la pensión o, en otras palabras, que hacía un acto humanitario para sacarle la pensión).

            Y agregó –si no me lo estoy inventando- que demandaría al estado por ese contagio.


II

            Otro. En la costa, en cualquier pueblo de la costa, donde todo es posible, estando en cuarentena oficialmente decretada, cien personas acudieron a un entierro, porque el muerto era muy bueno –no he conocido muerto malo, agrego- y argumentaban que daba cosa no acompañarlo en la despedida final.


III

            En Bosa o en Usme? En plena cuarentena hubo una manifestación (de veinte pelagatos según la imagen que vi), reunidos, cogidos de la mano, sin tapaboca, gritando arengas del viejo estilo de que el pueblo unido, jamás será vencido! La queja era porque no les habían repartido las ayudas populares. Siempre he pensado que lo regalado sale caro. Bastaba con echarles el ejército y santo remedio, me dije. Y noticia que en Riohacha se presentó el primer muerto y la foto que acompaña la noticia es de todo el pueblo reunido al parecer en la plaza principal (edición del 20 de abril), por si quieren corroborarlo. La víctima no había salido de la ciudad, por lo que su caso sugiere probable circulación viral. Lo que encendió las alarmas de los riohacheros, causando gran revuelo y temor, toda vez que la ciudadanía no ha cumplido a cabalidad con el aislamiento obligatorio preventivo.

IV

            Transcribo la noticia de Publímetro –para que no se diga que es producto de mi mala leche-. Por irse de fiesta al apartamento de un empresario, desde la alcaldía les han pedido la renuncia. Funcionarias de la alcaldía usaron permiso de cuarentena para irse de fiesta. El caso de unas funcionarias de la alcaldía que usaron el permiso con el que pueden movilizarse en cuarentena, para ir de fiesta, está generando indignación. El hecho se presentó en Villavicencio, allí las funcionarias se fueron de parranda al apartamento del empresario del empresario llanero Mauricio López, según informó La FM. La fiesta se realizó hasta altas horas de la noche del sábado 18 de abril, en un exclusivo sector de la ciudad. Al alcalde le tocó pedirles la renuncia, pero creo que fue porque a él no lo invitaron.

V

            Si bien ocurrió en España, aquí se ha presentado en otras formas igualmente indignas. A una médica algún vecino gracioso le pintó el carro con esta leyenda: RATA CONTGIOSA, así en mayúsculas y clarito, el carro blanco y la pintura negra. Creo que adicionalmente le pinchó las llantas. A ese antisocial lo hubiera mandado fusilar. Y ese trato indigno se ha visto en todo el país, Colombia o como nos llama nuestro ilustre presidente: Polombia. “Aquí la gente solo quiere saber si es positivo para agredirlo y arremeter contra ellos, cualquiera de nosotros podemos estar en esta posición. Yo le digo a la ciudadanía que sea tolerante, por el contrario debemos acompañar las familias y apoyarlos en oración, son seres humanos igual que nosotros, merecen respeto y nuestra protección”, indicó la Secretaria de Salud de Riohacha. Y este otro titular: Por amenazas, niño que tiene covid-19 en Nariño fue desterrado. Denuncian que el menor, oriundo del municipio de Cumbitara, recibió panfleto por estar contagiado.


VI

            Y qué decir de la feria de la contratación amañada, aprovechando la cuarentena. Desde los sobrecostos en los mercados y el contrato de fiestas pueblerinas, dan muestras de la corrupción de nuestros gobernantes. Y por curiosidad entré a El Tiempo y me encontré con estas dos perlas:

-          Atún con sabor a cartón dieron a habitantes de Malambo en cuarentena “La marca es poco conocida pero es algo poco importante. El tema es que sabía a cartón”, comentó Alfredo Orozco, residente de la zona y afectado por falta de ingresos en medio de la pandemia del coronavirus.

-          Otro hecho se registró la semana anterior en Soledad, cuando se entregaron fríjoles vencidos.


            Ni qué decir de la señora que en Antioquia pagó a una ambulancia para que la llevaran a otro pueblo, al menos el pasaje le costó cuatro millones!
            En Cali falsificando las cédulas para evadir la cuarentena, dice el titular. Y todas éstas son noticias de una sola edición, del Tiempo, para más señas.

EPÍLOGO

            Esta humanidad no tiene remedio, a pesar de que haya personas buenas, pero me toca repetir lo que dijo Bolívar: Esto es un caos: no se puede hacer nada de bueno porque los hombres buenos han desaparecido y los malos se han multiplicado.

            Me reservo mi mala leche, las emputadas que he pasado viendo al prójimo, sabiendo que todo seguirá igual y que una vez pase la cuarentena, aquí no ha pasado nada, que la miseria humana definitivamente no tiene epílogo, porque historias de la misma índole y peores, se siguen leyendo en las noticias diarias.

Tomado de Google
EVlmUJHXsAAuS0l


lunes, 20 de abril de 2020

IMPRESIONES DE CUARENTENA Y DE CUARESMA


            Ante esta cuarentena, tratándola de ver desde lo lejos, he estado echando globos ante mi ignorancia en tales temas y he llegado a las siguientes conclusiones (pueden con tranquilidad tildarme de ignorante, culipronto, apriorista):

1)        Nos cogió a toda la humanidad con los calzones abajo.
2)          La improvisación de los gobiernos, a pesar de todos los protocolos que tenían, demuestran la incapacidad para afrontarlos y de allí todas las malas decisiones tomadas.  Se incluye a la sacrosanta OMS que igualmente lo demostró.
3)      La ignorancia de quienes deben tomar decisiones quedó patente, como patente fue la incompetencia demostrada. Pareciera que las decisiones más que de salubridad fueron tomadas por razones políticas (el qué dirá el pueblo si les digo la verdad, por ejemplo. O cómo quedará mi imagen, pensando en Duque). Corolario, nos gobiernan personas sin pantalones ni cojones, salvo contadas excepciones, que sin cojones demostró tener más, como nuestra alcaldesa.
4)     La desinformación ha sido la reina. Cada cual opina, todos opinan, nadie opina, todos meten miedo. Solo ha quedado el sinsabor de quién puede tener la razón, si al parecer nadie la tiene, dando apariencia de que todos la tienen.
5)    Corolario de lo anterior, no creerle a nadie, por más phds que tengan, doctorados o másteres, pues entre más pedigrí demuestren, pareciera que mayor es la mentira entretejida. Y corolario del corolario, por salud mental no leer ningún mensaje de esos, nos desorientan, nos meten miedo.
6)     La gente, da vergüenza decirlo, pero solo con muerto de por medio coge escarmiento.
7)      El eufemismo nos encanta para no afrontar consecuencias ni responsabilidades.
8)   Juramos que en el futuro nos volveremos mejores. Pura m… otro eufemismo para mentirnos que somos buenos.

            Y no sigo porque nunca termino, más bien lo dejo acá para que en sus intimidades piensen en los que faltaron. Sinceramente me avergüenzo de esta humanidad, de sus dirigentes y de sus electores.

Colombia es una mezcla interminable entre la tragedia y el humor. Daniel Samper Ospina


Tomado de Facebook.
88357349_3091415440891016_2008170894786035712_o


viernes, 17 de abril de 2020

¡AY! CÓMO ES CRUEL LA INCERTIDUMBRE…


            Nadie está exento de nada ni por nada. No somos eternos en esta vida aunque creamos lo contrario. Ojalá fuera así.

            Esta pandemia parece una lotería regalada, nos tocó jugarla sin querer. Estamos ante el 50% de que nos contagiemos, diría el pesimista, o el 50% de que no pase, dirá un optimista. Pero es una ruleta rusa lo que nos tocó –dirá el realista-, al contrario del Baloto, en que aunque tengamos igualdad de posibilidad, nos toca comprarlo. En la pandemia aspiramos a no ganar, a no contagiarse, mientras que en el Baloto ponemos todas nuestras esperanzas en lo contrario. Todo depende como se mira.

            El cuento venía a que cuál sería la reacción de uno si se llegara a contagiar –existiendo la posibilidad, en todo caso-. Pasaría uno por todas las etapas del duelo? De la negación a la aceptación? Difícil saberlo, solo se puede pontificar desde la distancia, en la sanidad.

            Y la cosa puede agravarse si el contagio es grave y si se está entre las decisiones médicas graves, de esas que dicen practican los médicos militares, en que deben decidir por uno si merece que sus esfuerzos de revivir valen o no la pena o hay alguien con mejor derecho.

            Ya se hace doble el esfuerzo para pensar si debe hacerse otro duelo, también de la negación a la aceptación.

            Aunque no sería raro –ah! vanidad de vanidades!- que tanto paciente como deudos comiencen el pobreteo en las redes sociales y las inútiles cadenas de rezos, porque si no sirvieron los esfuerzos médicos qué va a servir una oración encadenada? Pues si funcionaran, no habría habido ni muertos ni pandemia, pues las redes sociales lo habrían solucionado. (Perdonarán el sarcasmo, pero, como ven, no me aguanté).

            Solo pensaba desde la distancia, sin saber si algún duelo tenga que hacerlo yo.

Se requieren muchos años y muchos sufrimientos para comprender el milagro de la vida.(1)

Tomada de Facebook.


(1) Colleen McCullough. El Caballo de César. El título del Blog corresponde a la canción.

miércoles, 15 de abril de 2020

LA PÉRDIDA DE SIGNIFICANCIA



            Hay palabras que con el tiempo y el abuso de su uso van perdiendo la fuerza y el significado que originalmente tuvieron.

            Lo digo por palabras como humildad y honestidad, por ejemplo.

            Qué es la humildad? La humildad es una virtud moral contraria a la soberbia, que posee el ser humano en reconocer sus habilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo.(1)  
           
            Cuando en discurso de persona prestante -¡! Otra palabreja de cuya reputación es mejor tener cuidado- empieza diciendo que lo hace con humildad, lo único que mi cerebro grita y procura clamar es: pura mierda –nótese lo emberracado que me pongo-; el que lo dice no tiene nada de humildad –pues por simple definición, al decirlo deja de serlo-, máxime cuando políticos y gobernantes son lo menos humildes, que se han aprovechado del uso y han abusado de la palabra para hacerse pasar por honorables –de lo cual carecen, de igual manera-, y a pesar de la cara apesadumbrada que les acompaña en tal momento, al menos yo no nunca les creo.

            Y me preguntarán y qué de la honestidad? Esa se queda sin respuesta pues es la virtud más escasa que hay, pues de ella han usado y abusado más que de la otra, todos clamamos por ella, aún siendo deshonestos. Bolívar, hace muchos años, lo supo decir: “Esto es un caos: no se puede hacer nada de bueno porque los hombres buenos han desaparecido y los malos se han multiplicado”.(2)


Como ocurría con la retórica de Cicerón, por escrito o de viva voz, la información era imprecisa en la medida de su conveniencia, y la verdad elástica.(3)
Tomado de Facebook.
83052424_185072312858048_1065224775003013120_n


[1] https://www.google.com/search?q=humildad&rlz=1C1SQJL_esCO875CO876&oq=humildad&aqs=chrome..69i57.1251j0j7&sourceid=chrome&ie=UTF-8. Desde el punto de vista virtuoso, consiste en aceptarnos con nuestras habilidades y nuestros defectos, sin vanagloriarnos por ellos. Del mismo modo, la humildad es opuesta a la soberbia. Una persona humilde no es pretenciosa, interesada, ni egoísta como lo es una persona soberbia, quien se siente autosuficiente y generalmente hace las cosas por conveniencia. https://es.wikipedia.org/wiki/Humildad
[2] John Linch. Simón Bolívar.
[3] Colleen McCullough. El Caballo de César.

lunes, 13 de abril de 2020

UN ETERNO DOMINGO



      Estando en cuarentena –que ahora tiene significancia de aislamiento temporal y que literalmente ya no corresponde a cuarenta-, me he sentido cada día en domingo.

      No sé, pero siempre he sentido el domingo como un día muy particular, de no hacer nada, de solo seguir la rutina del domingo mismo.

      Cosa curiosa, domingo es domingo, mientras que la sensación de cualquier otro día es semejante a la de cualquier día, menos al domingo.

      Retomo la sensación. Ayer, viernes, según calendario, pero primer día de recogimiento obligatorio, por lo que parecía domingo e hice todo lo propio del domingo.
     
      Pasó el día y el calendario anunció sábado, segundo día de confinamiento, pero no pareció sábado, parecía otro domingo, después del domingo del día anterior.

      Y se comportó como domingo y yo me comporté como en domingo, recordando que ayer había sentido el domingo.

      La cuarentena me lo está dejando ver, los días serán eternos domingos, el de ayer, el de hoy, el de mañana y el de domingo, domingo hasta que se levante el veto y ese día tendré que preguntarle al calendario: al fin en qué día y fecha estamos? Para poder volver a sentirme en su respectivo día.

«Si no sucediera nada, si nada cambiase, el tiempo se detendría. Porque el tiempo no es más que cambio, y es precisamente el cambio lo que nosotros percibimos, no el tiempo. De hecho, el tiempo no existe». Julian Barbour, El final del tiempo. (1)

Tomado de Facebook
92538527_551572232410487_8330213268161298432_n


(1) Citado en El secreto de Dante. Francesco Fioretti.  

viernes, 10 de abril de 2020

CUANDO EL TIEMPO PASA


      Los días pasan, desapercibidos es cierto, pero sin distinción el uno del otro. Pasan sin pasar, pasan sin dejarse ver, como en eterno domingo.

      Hoy, al mismo ritmo de ayer, semejante al de mañana, me imagino, sin distinción alguna.

      Días que pasan sin pasar, pasando uno tras otro, semana tras semana, sin distingo, como he dicho; sin presencia, como he anotado; sin anunciarse, como he pensado.

      Qué día es hoy, me preguntan. Levanto los hombros y respondo: si usted no sabe, qué he de saber yo que solo soy un pensionado?

      En qué fecha estamos? Me inquieren. Mi respuesta es igual, si usted no sabe, qué he de saber yo que solo soy un pensionado?

      Un eterno domingo, sin sensación de tarde de domingo que complique el requerir nocturno de la angustia de que mañana es lunes. Simplemente es eterno domingo sin amargura, pero ahora, que se siente sólo la esclavitud de la ignorancia, con deseos de que sea lunes.

—¿Cuándo?
—No hay mejor momento que el presente, Antonio.(1)



Tomado de Google. 282849_6

(1) Colleen McCullough. El Caballo de César.

miércoles, 8 de abril de 2020

ENJAULADO


      De aquí para allá, pareciendo un animal enjaulado con deseos de tener la llave que le permita abrir esa puerta y le lleve a lo que considera la libertad, ese allá lejos de la puerta que lo tiene condenado a no moverse.

      Pasar por el corredor al cuarto, donde no le inspira el deseo de reclinarse ni acomodarse en la cama, porque ya está cansado de estar en ella, durante tanto tiempo.

      Es estar a la espera de que alguien llame por el celular para que rompa la monotonía del animal enjaulado.

      Pasar de un cuarto a otro, mirando sin ver desde cada puerta lo que dentro puede esperar, lo que ya sabe de memoria y que es precisamente lo que le impide entrar. Lo mejor, seguir sin rumbo, sin ganas, con aburrimiento.

      Seguir a la sala, sentarse en el sofá que da al ventanal, ese que deja ver al vecino próximo, al que siempre está, al que se le rechaza la mirada, la sonrisa, el que le hace huir del sofá, para volver al rutinario caminar o al sentarse en la parte más alejada de la ventana, esa desde la que no ve, de la que no le ven.

      Buscar una intimidad en donde no la hay, a pesar de la ausencia y la presencia.

      Retomar los pasos, volver al pasillo, escudriñar desde las puertas los interiores de esos cuartos a los que no se entrará. Ver la propia cama y desecharla simplemente porque ya cansa los ojos.

      Rehacer los pasos, hacerse un tinto, buscar un rincón en la ventana para tratar de saborearlo sin la mirada inquisidora de ningún vecino prevenido por su presencia.

      Pensar en todo momento en qué puedo hacer, qué hago para no aburrirme, por qué no puedo ser como ese vecino, al que veo desde un resquicio de la ventana, desde el punto en donde no me ve, que lo estoy espiando. 

      Verle tranquilo mientras hace unas rutinas de ejercicios, de los que no soy capaz de hacer, al no atreverme a ser observado desde las ventanas ajenas. Luego verle acicalado, dirigirse a la cocina y disponer del momento de la culinaria, verle satisfecho cocinando, cortando aquí y allá, verificando ollas, ingredientes, verle aspirar su sazón, sonriendo de satisfacción. Luego verle servir, con estilo, con profesionalidad y disfrutarlo con su pareja. Al terminar, cada cual coge su camino, ella, a lavar la loza. El se desaparece un rato, reapareciendo en uno de los cuartos, con humilde cobija, se acomoda los audífonos, se acuesta y allí permanece inmóvil un buen rato. Se levanta, desaparece para aparecer en el cuarto aledaño, al parecer su estudio, se acomoda en su sillón y con el mismo cobertor que le acompañó en su reposo, lo pone en su regazo, abre una tablet y al parecer se pone a leer. Embebe parte de la tarde en ello y se le ve disfrutando de la lectura, pues pasa y pasa hojas, al parecer hasta que se cansa, horas después. Culmina su rutina en el computador de su estudio o pintando, al parecer y así pasa el día. Es que no se aburre?

      No vecino, no me aburro y en vez de envidiarme, asuma su vida y deje de caminar por su casa como si estuviera enjaulado, hay muchas cosas qué hacer, solo hay que saber encontrarlas y así dejará de sentirse como animal enjaulado, como alma en pena, que es lo que parece al verle vagar de ventana en ventana.

Los poetas no hacen más que inventar mundos imposibles, pero el mundo es este, el único mundo real, aquel en el que vivimos y al cual de un modo u otro tenemos que intentar adaptarnos… (1)

Tomado de Facebook

89975255_213537726626973_2477512955114029056_n


(1) Francesco Fioretti.  El secreto de Dante.