lunes, 27 de abril de 2020

RALENTIZACIÓN



            Esa palabra(1) siempre me llevó a equívocos, cuando la oía pensaba en aceleración, asociada a cuando iba al taller y el mecánico le ponía el ralentí(2) a la correa y como veía la velocidad se me asentó el concepto. A fuerza de oírla encontré que era lo contrario a lo por mí pensado.

            Y ante esta obligada cuarentena me encontré con el desacelere de la vida, no solo la del pensionado, como yo, sino la de todos. Antes de esta hecatombe nadie tenía tiempo para nada, todos estaban ocupados, así  fuera chateando, nunca se tenía la disposición para algo porque era el afán la reina del tiempo, tanto que ante cualquier pregunta de disposición, lo primero que se miraba era el reloj, como si él fuera el que decidiera si se aceptaba o no la propuesta.

            Cuando los días de cuarentena fueron pasando, se hizo notoria una desaceleración de la vida cotidiana, ya no había que levantarse corriendo, ni correr para llegar a algún lado. Se iba pausando el correr del minutero, hasta hacerse eterno, como eternos son los segundos en situaciones semejantes, cuando no hay nada qué hacer.

            Y más notorio se me hizo al verme despertando en las mañanas mucho más tarde de lo normal. Inicialmente me preocupé hasta que tomé conciencia de lo que pasaba, un efecto sicológico al parecer. Noté que las noches se hacían más silenciosas, más temprano. Antes los sonidos del exterior me llegaban hasta la una de la mañana aproximadamente, de aquellos trasnochadores, de los que llegaban tarde, del ascensor que les conducía a su sitio; pero ahora, el silencio se iniciaba más temprano y no era muy interrumpido, de vez en cuando en la lejanía se oía pasar un carro. Antes, los sonidos se despertaban más temprano, hacia las cinco de la mañana ya se empezaban a notar los ruidos y sonidos propios de los madrugadores, de los que tenían que estar temprano en la oficina o que debían dejar lista la comida. Ahora esos sonidos y ruidos comenzaban su movimiento luego de las ocho de la mañana y así el oído dormido se acostumbró a aguardar a que se hicieran presentes para espabilarse e iniciar el fin del sueño, el preludio del nuevo día, sin afán.

            Y si antes no teníamos tiempo, ahora, en cuarentena, es cuando nos sobra tiempo y lo peor, es que no sabemos en qué gastarlo.

El porqué no se lo digo. Y, es más, ¿sabe una cosa?, no me lo diré ni a mí misma, de esta manera todos estaremos más tranquilos.(3)

Tomado de Facebook.
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[1] nombre femenino. Disminución de la velocidad de una actividad o proceso.
[2] nombre masculino. 1. Número de revoluciones por minuto que debe tener el motor de un automóvil u otro vehículo cuando no está acelerado. 2. En cinematografía, cámara lenta.
[3] Alessandro Baricco. Esta historia.

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