Esa
palabra(1) siempre me llevó a equívocos, cuando la oía pensaba en aceleración,
asociada a cuando iba al taller y el mecánico le ponía el ralentí(2) a la correa y como veía la velocidad se me asentó el concepto. A fuerza de
oírla encontré que era lo contrario a lo por mí pensado.
Y
ante esta obligada cuarentena me encontré con el desacelere de la vida, no solo
la del pensionado, como yo, sino la de todos. Antes de esta hecatombe nadie
tenía tiempo para nada, todos estaban ocupados, así fuera chateando, nunca se tenía la
disposición para algo porque era el afán la reina del tiempo, tanto que ante
cualquier pregunta de disposición, lo primero que se miraba era el reloj, como
si él fuera el que decidiera si se aceptaba o no la propuesta.
Cuando
los días de cuarentena fueron pasando, se hizo notoria una desaceleración de la
vida cotidiana, ya no había que levantarse corriendo, ni correr para llegar a
algún lado. Se iba pausando el correr del minutero, hasta hacerse eterno, como
eternos son los segundos en situaciones semejantes, cuando no hay nada qué
hacer.
Y
más notorio se me hizo al verme despertando en las mañanas mucho más tarde de
lo normal. Inicialmente me preocupé hasta que tomé conciencia de lo que pasaba,
un efecto sicológico al parecer. Noté que las noches se hacían más silenciosas,
más temprano. Antes los sonidos del exterior me llegaban hasta la una de la
mañana aproximadamente, de aquellos trasnochadores, de los que llegaban tarde,
del ascensor que les conducía a su sitio; pero ahora, el silencio se iniciaba
más temprano y no era muy interrumpido, de vez en cuando en la lejanía se oía
pasar un carro. Antes, los sonidos se despertaban más temprano, hacia las cinco
de la mañana ya se empezaban a notar los ruidos y sonidos propios de los
madrugadores, de los que tenían que estar temprano en la oficina o que debían
dejar lista la comida. Ahora esos sonidos y ruidos comenzaban su movimiento
luego de las ocho de la mañana y así el oído dormido se acostumbró a aguardar a
que se hicieran presentes para espabilarse e iniciar el fin del sueño, el
preludio del nuevo día, sin afán.
Y
si antes no teníamos tiempo, ahora, en cuarentena, es cuando nos sobra tiempo y
lo peor, es que no sabemos en qué gastarlo.
El
porqué no se lo digo. Y, es más, ¿sabe una cosa?, no me lo diré ni a mí misma,
de esta manera todos estaremos más tranquilos.(3)
Tomado de Facebook. IMG-20200425-WA0008 |
[1] nombre femenino. Disminución de
la velocidad de una actividad o proceso.
[2] nombre masculino. 1. Número de
revoluciones por minuto que debe tener el motor de un automóvil u otro vehículo
cuando no está acelerado. 2. En cinematografía, cámara lenta.
[3] Alessandro
Baricco. Esta historia.
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