Estando en cuarentena –que ahora tiene
significancia de aislamiento temporal y que literalmente ya no corresponde a cuarenta-,
me he sentido cada día en domingo.
No sé, pero siempre he sentido el domingo
como un día muy particular, de no hacer nada, de solo seguir la rutina del
domingo mismo.
Cosa curiosa, domingo es domingo, mientras
que la sensación de cualquier otro día es semejante a la de cualquier día,
menos al domingo.
Retomo la sensación. Ayer, viernes, según
calendario, pero primer día de recogimiento obligatorio, por lo que parecía
domingo e hice todo lo propio del domingo.
Pasó el día y el calendario anunció
sábado, segundo día de confinamiento, pero no pareció sábado, parecía otro
domingo, después del domingo del día anterior.
Y se comportó como domingo y yo me
comporté como en domingo, recordando que ayer había sentido el domingo.
La cuarentena me lo está dejando ver, los
días serán eternos domingos, el de ayer, el de hoy, el de mañana y el de
domingo, domingo hasta que se levante el veto y ese día tendré que preguntarle
al calendario: al fin en qué día y fecha estamos? Para poder volver a sentirme
en su respectivo día.
«Si no sucediera nada, si nada cambiase, el tiempo
se detendría. Porque el tiempo no es más que cambio, y es precisamente el
cambio lo que nosotros percibimos, no el tiempo. De hecho, el tiempo no
existe». Julian Barbour, El final del tiempo. (1)
Tomado de Facebook 92538527_551572232410487_8330213268161298432_n |
(1) Citado en El secreto de Dante. Francesco Fioretti.
nada que hacer!
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