Estamos
definidos como animales de costumbres. De allí que tengamos nuestros hábitos,
nuestras mañas y nuestras propias rutinas.
Y
de un día para otro, todo aparentemente se cae de su estantería. Lo que ayer se
podía, hoy ya no, ya se impusieron limitaciones con lo que la armadura sufre un
gran golpe sin que se deshaga esa estructura construida durante tanto tiempo.
Ayer
salíamos cuando nos tocaba, cuando nos daba la gana. Hoy no se puede salir, o se
sale con limitante de sexo o número de cédula, pero ya no se sale cuando nos da
la gana.
De
esa manera el cerebro pareciera que hiciera un choque entre la comodidad que
traía y lo impuesto y eso nos hace bocones, salen las sátiras, los vainazos, la
rebeldía, a pesar de que por un lado es obligatorio el encierro y por otro, que
tenemos que acomodarnos a la nueva situación, a lo que llaman resiliencia, si
no recuerdo mal la palabreja.
Y
de allí surge precisamente la contradicción cerebral, pero que nos enfrenta de
inmediato con el resto. Trataré de explicarme y hablaré por lo que soy, un
pensionado que no tiene actividad externa alguna. La mayor parte de mi tiempo
la pasaba en la casa, haciendo mis cosas, pero con esta cuarentena, debido al
encierro obligado, parece como si me hubieran coartado la decisión y en cierto
modo trato de hacer un acto de rebeldía, aunque logré apagar esa rebeldía como
es, con tres cachetadas y un obedezca, que es por su bien.
Y
eso me llevó a comprender que los hábitos se pueden romper, a las buenas o a
las malas o como a los frailes que les toca porque ya lo tienen muy ajado. Las
costumbres cambian, como cambia la vida, es un cambio más llevadero. Y las
rutinas se cambian, tal como el aburrimiento lo disponga.
Y
esta perorata me lleva a concluir que todo es cuestión de costumbre, realmente
somos animales de costumbre o qué se yo!
«No hagas preguntas y no pienses en el futuro. Para
los esclavos sólo cuenta el día de hoy»(1)
Tomado de Google. 1200x1200x969ofo3l55i91nwy2usk5f66zxaf9ca7s3ez4ql522f7lz1fr6pfiub5ppkt3sh.jpg.pagespeed.ic.meme |
[1] Isabel
Allende. La isla bajo el mar.
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