miércoles, 31 de mayo de 2023

INAPRENSIBLE

Dentro de la normalidad se esconde la anormalidad al volverse esta última la primera. Y no nos damos cuenta de lo que sucede, porque todo se vuelve muy normal y a veces es muy tarde.

 

En algún momento la anormalidad vino a mi mente. En el parque en el que tradicionalmente divago, lo normal era ver mariposas de diversa índole, moscas y bastantes abejas, que durante el recorrido iban de allí para allá, se posaban en las flores, revoloteaban, daban espectáculo de su magnificencia. Hablo de no hace más de cinco años. Con el transcurso de los días comencé a notar que ya esos seres no eran tan numerosos como los tenía registrados en mis recuerdos. Sin embargo esa anormalidad pasó a convertirse en mi normalidad y ya no me causaba curiosidad el fenómeno.

 

Recuerdo también que hace muchos años cuando se emprendía un viaje a tierra caliente en el recorrido debía pararse varias veces para limpiar el panorámico del vehículo o constantemente se tenían que poner los parabrisas, como forma de mantener limpio el vidrio y poder de esa manera ver claramente la carretera. Esa era una constante en aquellos años. Curiosamente en los últimos viajes realizados me llamó la atención que el panorámico no se ensuciaba para nada, salvo el polvo que se impregnaba por el largo camino. Pensé inicialmente que la modernidad de las carreteras había variado acomodándose la naturaleza a ellas.

 

Qué equivocado estaba, lo que sucedía era que las especies aquellas se estaban desvaneciendo sin darnos cuenta. No es que sea un ecologista, pero el parque me dio la lección que tenía que ver, de cómo lo anormal se estaba imponiendo volviéndose normal y sutilmente, en este caso, iban desapareciendo las especies tan necesarias.

 

Cómo cambian los tiempos imperceptiblemente y eso me llevó a una lectura de una escritora de mediados del siglo XIX, doña Soledad Acosta, quien para esos años ya notaba los cambios: El lugar que el Virrey Espeleta escogía siempre para los días de solaz y descanso era la villa de Guaduas­ entonces hermosa y próspera población, que se encuentra situada en mitad del camino de Facatativá y Honda, en un hermosísimo y pintoresco valle poblado de huertas y de árboles frutales, regado por tres ríos orillados por juncos y elegantes guaduas (bambús). Cosechaba la población plantaciones de caña de azúcar, trapiches, y productivos arrozales. Se gozaba de clima sano y apacible y sus habitantes eran particularmente hospitalarios, bondadosos y amables. ¡Hoy todo ha cambiado! la población ha disminuido en lugar de crecer, su clima ya no es sano y sus habitantes han perdido la alegría y su vitalidad que les distinguía[1]. Cambiaba la gente, cambiaban las costumbres, el clima, el trabajo, todo cambiaba, pero nadie se daba cuenta, porque todo se volvía normal, lo que desaparece deja de existir y la conciencia lo olvida.

 

Hoy no vi en mi paseo cotidiano ninguna abeja, ninguna mariposa y eso sí que es preocupante.

 

Tenía un nudo enorme en la garganta, una bola difícil de deshacer e imposible de tragar. Le habría encantado contar con el asidero de la religión, con el consuelo del rezo y de la promesa de la vida eterna, pero no era así. Su corazón sólo era una víscera más y sabía que los veintiún gramos que la creencia popular aseguraba que perdía un cuerpo al morir no era el alma iniciando su viaje hacia el más allá, sino el último soplo de aire que le quedaba al desgraciado que acababa de perder la vida. Estaba convencida de que el ser humano necesita tan desesperadamente creerse inmortal, es tan cobarde ante la muerte, que es capaz de dotar al alma de algo tan palpable como un peso concreto. Lo que nadie se pregunta es cuánto pesa la culpa, o el remordimiento. ¿Te liberas de ello al morir? ¿El cadáver se aligera aún más al dejar salir todos los pesares? ¿Y la felicidad? ¿Es medible la alegría? ¿Cuánto peso pierden los restos mortales de un buen tipo? En caso de que existiera, y siguiendo la misma lógica estúpida de la primera afirmación, un alma atormentada debería pesar mucho más que el espíritu de un inocente. En resumen, chorradas, decidió.[2]

Tomado de Facebook
341780807_205332612243164_4937548835166180120_n



[1] Biografía del General Antonio Nariño. Soledad Acosta de Samper.

[2] Bajo la piel. Susana Rodríguez Lezaun.

lunes, 29 de mayo de 2023

IMPERCEPTIBLE

                 La mayoría de las cosas que suceden a nuestro alrededor pasan sin dejar sombra de lo acaecido. Pasan y no somos conscientes de ellas. A veces los recuerdos las afloran, la mayoría de veces como fugaz pensamiento que se evapora nada más llega a la conciencia, dejando solo una estela del inicio de recuerdo, sin llegar a concretarse.

 

                Sea la vejez la que nos hace retrotraer el momento, sea por momento de lucidez lo que permite captarla en su esencia.

 

                Frank Pourcel ha sido el responsable de poder captar lo imperceptible de una música oída a lo largo de los años pero que de alguna manera me hizo consciente de la belleza que había en su música (lo mismo puedo predicar de Ray Conniff, de Paul Mauriat y de todos los grandes que dirigieron afortunadamente las orquestas de mi época) y que hoy me acompañan en mis momentos de soledad y lectura.

 

                Una canción, no recuerdo su nombre, me involucró con la imperceptibilidad con que las había escuchado, a pesar de que en cada instante de haberlas oído ejecutar me conmovían. Disfruté del momento de oír la suavidad de esa música, sentir la batería que le acompañaba, a pesar de no ser la dominante, el ritmo que infundía el violín, la guitarra, el piano y en el caso de Ray Conniff, los coros susurrantes que igualmente daban vida a la composición.

 

                Y una sola canción, como estrella fugaz, he de confesar, me trajo recuerdos de diferentes épocas de mi vida, todos llegando como estelas sin concreción, solo recuerdos llegados como instantáneas de vida y eso, de por sí, ya me hizo sentirme conforme con la vida y proseguir en ella.

 

Momentos fugaces, sentimiento de música, música sentida, todo ello hace que, así se evaporen tan rápido como llegaron, se sienta uno satisfecho con la vida.

 

Bueno, ya sabes, cuando el diablo se hace viejo, se vuelve religioso.[1]

Tomado de Facebook

                                                                    346827244_3551166875207174_2601569263242107975_n




[1] La princesa de hielo. Camilla Läckberg.

viernes, 26 de mayo de 2023

¿QUÉ PODER TIENEN LOS PENSAMIENTOS?

Siempre hay algún pensamiento que nos ronda por la mente, incluso cuando intentamos no pensar. Un documental de la DW[1] que a pesar de ser lo más didáctico posible, queda uno en la nebulosa. Nada más pensar cómo se produce un pensamiento. La suma de proteínas, glucosa, oxígeno, neuronas, las sinapsis que hacen, redes eléctricas, intrincadas conexiones, todo debido a la química, junto con transmisores eléctricos, una abigarrada constelación de intercambios moleculares y iónicos que dan por resultado eso que llamamos pensamiento…[2]

 Cómo lo hace? Vaya uno a saber, pues la ignorancia me impide hasta imaginar el enredo. De allí que no tenga más remedio que citar a Hipócrates (no porque sepa algo del tema sino que me lo encontré en internet): “Los hombres deben saber que el cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, placeres, risa y diversión, y la pena, desaliento y las lamentaciones. Y gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido… Y gracias a este órgano nos volvemos locos y deliramos, y los miedos y terrores nos asaltan… Debemos soportar todo esto cuando el cerebro no está sano…Y en este sentido soy de la opinión de que la víscera ejerce en el ser humano el mayor poder”.[3] 

                 Pues sí, el poder del pensamiento. No se aquieta, ni estando dormido y es invitado obligado a pesar de no ser invitado, siempre está. Y tiene un poder muy particular, hasta piensa por nosotros y no es que sea el más optimista porque si se ve euforia en nosotros automáticamente pone la correspondiente semilla del pesimismo: que algo va a pasar, que no apagó la estufa, que qué tal que nos caiga un meteorito (hasta esos extremos puede llegar).

                 El pensamiento, a pesar de ser nuestro, al menos en teoría, acaso no tendrá viva propia que a veces se conjuga con la nuestra, a veces se separa, es como si tuviera vida propia, una especie de esquizofrenia, digo yo, siempre está, pero a veces se queda en automático, otras nos dejan a la deriva, otras tantas nos permiten sentir que son propios esos pensamientos, pero otras van volando en su propia independencia. Será así? De allí que tenga tanto poder sobre nosotros al ser responsable exclusivo de las alegrías, placeres, risa y diversión, y la pena, desaliento y las lamentaciones.

                 Qué vaina no? Y uno que se creía dueño de sí mismo.

 

Y quizá tuviera razón. Quizá todo fuera mejor si, en lugar de darle vueltas a cada pensamiento hasta retorcerlo y convertirlo en un problema, nos conformáramos con lo que la vida nos da, las cosas sencillas de cada día que, cuando te permites detenerte un minuto y disfrutarlas, se convierten en un increíble placer.[4]

Tomado de Facebook
344814500_807921334095970_432559428780139911_n



[1] https://www.dw.com/es/42-la-respuesta-a-casi-todo-qu%C3%A9-poder-tienen-los-pensamientos/a-64832528

[2] http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1810-634X2005000100009

[3] https://www.cognifit.com/co/cerebro Hipócrates (S.IV a.C.) Sobre las enfermedades sagradas.

miércoles, 24 de mayo de 2023

PERDIENDO LA FE PERDIDA

                 Habiendo sido educado por monjas y jesuitas, con el paso del tiempo fui perdiendo la fe católica, por innumerables razones, especialmente al ver que sus jerarquías se alejaban de los preceptos cristianos básicos, amasando poder y fortuna, ocultando debajo de la alfombra todas las miserias que les hacen miserables.

                 Hoy, en pleno siglo XXI me encuentro con prácticas de la edad media que a nadie se le ocurriría pensar que se dan en este siglo de modernidad y avance tecnológico. Un documental, bien documentado a propósito, me presentó a una respetable comunidad católica, en DW, titulada Las siervas maltratadas de Dios. 

Durante muchos años los escándalos de abusos han sacudido a la Iglesia Católica. Luego de que salieran a la luz pública los abusos sexuales cometidos contra niños y adolescentes, unos años más tarde estalló otro escándalo que la iglesia había tratado de encubrir durante mucho tiempo: religiosas de muchos y muy diferentes países del mundo que habían sufrido agresiones sexuales por parte clérigos superiores a ellas en la jerarquía. Las acusaciones también implican a altos dignatarios del Vaticano. Las siervas de Dios que quedaban embarazadas como resultado de los abusos corrían el riesgo de ser expulsadas de sus comunidades o eran incluso obligadas a abortar. La mayoría de estos delitos, algunos de los cuales se cometieron repetidamente, quedaron impunes o los sacerdotes involucrados fueron exonerados por los tribunales del Vaticano cuando las acusaciones se hicieron públicas y requirieron una mayor investigación.[1]

                 Y esa congregación, protegida férreamente por Juan Pablo II, hoy santo[2], es conocida como los hermanos grises, por su hábito, -grises por ser personas de esa calaña y por su hábito de violar a las monjas de su propia congregación- y corresponde a la comunidad de Hermanos de San Juan el Apóstol.

                 La iniciación de una novicia era dormir con el respectivo cura, para guiarla hacia el camino espiritual, ejercicio que llamaban economía espiritual. Válgame Dios y todo en nombre de Dios. Además de ser violadores tenían una red de prostitución, una clínica de abortos y cuando no lo hacían, una red de venta de bebés. En pleno siglo XXI, válgame Dios.

                 Durante el curso del programa no dejé de pensar en los hijueputas (pues no tienen otra denominación), en el sometimiento de las pobres mujeres y en toda la miseria que podía haber en un lugar donde lo que menos se dignificaba era el nombre de Dios.

                 Y lo peor es que el Vaticano recibió todas las denuncias, (Juan Pablo II, hoy santo, se emputaba si le hacían mención de su comunidad protegida, vaya santo), hasta el parlamento europeo formuló su propia queja, quedando naturalmente en oídos sordos, como todo lo que acontece dentro de tales palacios. Abusadas y luego abandonadas si se quejaban, eso se llama caridad cristiana.

 

                Con ese ejemplo díganme cómo no perder la poca fe que pueda tener uno, pues el único pensamiento sensato es que a toda esa tropa de hijueputas deberían fusilarlos, previa castración sin anestesia.

                 Y después dicen que por qué vivo berraco!

A José de Jesús lo tranquilizaba el convencimiento de que la historia se escribía de ese modo: con omisiones, mentiras, evidencias armadas a posteriori, con protagonismos fabricados y manipulados, y no le producía ninguna turbación su empeño en corregir la historia (…): los dueños del poder lo hacían constantemente y la verdad histórica era la puta más complaciente y peor pagada de cuantas existieran…[3]

Tomado de Facebook
327465157_727525735662135_4238416756006270088_n



[1] https://www.dw.com/es/las-siervas-maltratadas-de-dios/a-65052202

[2] Juan Pablo II, señalado en Polonia por encubrir abusos. https://www.dw.com/es/juan-pablo-ii-se%C3%B1alado-en-polonia-por-encubrir-abusos/a-64987943

[3] La novela de mi vida. Leonardo Padura.

lunes, 22 de mayo de 2023

QUÉ SIGNIFICA ENVEJECER

                El nombre de un capítulo de una serie coreana (Corea a la paik). Me llamó la atención la frase, cosa rara en mí, dirá más de uno.

                 Al otro día, paseando los perros, tuve una conversación con un desconocido, que terminó contándome que ya la universidad en donde trabajado le había notificado que debía iniciar los trámites de su pensión o ella lo haría, buen ultimátum. Y me contaba que se sentía traicionado, se sentía echado, después de más de treinta años de darle sus esfuerzos a la universidad. Que en qué iban a parar todos los proyectos en que venía trabajando, que cómo se les ocurría y que no tenían en cuenta todo lo que construí y patatín, patatán, la retahíla consabida. Fue poco lo que me dejó opinar en medio de sus quejas. Que no sabía qué hacer, que el sueldo se le reducía, que no se veía estar encerrado en la casa, que por eso salía al parque, para no sentirse enjaulado. Y blablablá.

                 Entonces eso me llevó a pensar en lo que puede significar envejecer, sin darnos cuenta que envejecemos cada día, de niño a joven, a cuarentón, a cincuentón, a sesentón, cada día envejecemos y las arrugas sólo se hacen presentes en la conciencia cuando estamos pensionados, a pesar de que con el paso del tiempo se han ido incrementando, sin ser visibles ante la realidad. Entonces cuándo se envejece? Supongo que desde que nacemos, para envejecer hemos nacido, parodiando al poeta que dijo que para morir hemos nacido. En mi caso, cuándo envejecí, es pregunta irresuelta porque nunca sabré su respuesta, lo único que sé es que ya envejecí, a pesar de que pudiera negarlo, pero ante el espejo es imposible hacerlo. Recuerdo entonces una frase leída y que infaliblemente tendré que cumplir: Hizo lo que todos los demás. Se murió.[1] Entonces, qué es envejecer?

                 «Descanse en paz», se leía en la lápida, y (…) sabía que si en algún sitio cobraba sentido aquel ruego, era en esa lápida.[2]

Tomado de Facebook
347384132_3443396582595062_8963330360390087085_n


[1] Farsa. Thomas Erickson.

[2] Pasaje de las sombras. Arnaldur Indriðason.

viernes, 19 de mayo de 2023

CURIOSIDAD EN LOS CONCEPTOS

                Leyendo algunos artículos, intrascendentes y banales, me llamó la atención cómo el idioma se llena de simbolismos a lo Eco y adquieren una personalidad sin que uno se dé cuenta y que solo salen a relucir, como en mi caso, a propósito de comentarios que se escuchan a vuelo de pájaro pero que no se aprecian a menos que algo marque la diferencia.

                 Uno de ellos era, por ejemplo, la moda, la arquitectura o el arte minimalista, donde menos es más y blablablá. Y relacionado en esto, llegó a mis ojos un artículo sobre el lujo silencioso. Su sola mención llamó mi curiosidad y decidí leerme el artículo que, en lo importante decía:

Su nombre lo indica: es un lujo que no usa símbolos ni logos y que trata de pasar desapercibido. Este lujo elitista está basado en la calidad y escasez de los materiales empleados y en la artesanía de su confección. (…) Este nuevo exclusivismo, también conocido como monacal o auténtico, (….) Entre los bolsillos de los millonarios se impone el "menos es más" marcado por una tendencia atemporal en los estilismos, donde las estridencias en los colores y los patronajes quedan al margen. Se construye así un armario repleto de básicos a golpe de minimalismo. Se trata de un lujo que persigue la exclusividad a través de la discreción y que, por lo tanto, no necesita de marcas impresas. Lo elige un consumidor que no quiere que se le identifique con una enseña ni con un logo. Por tanto, de él solo participan quienes disfrutan de esa exclusividad vistiéndola, gente de su círculo que también usa ese tipo de marcas silenciosas o los amantes de la calidad.[1]

                 Una forma de ser elegante sin ser fantoche ni pasearse como ave pretenciosa, aparentando ser más, de lo que realmente se es.

                 El otro tema, fue un artículo sobre una persona que vivía en el barrio Santafé, de los más peligrosos que actualmente hay, aunque esa peligrosidad es de vieja data. Lo digo porque por allí transitaba normalmente cuando iba a almorzar, casi todos los días, a donde una tía que tenía un negocio en la zona. (No sé si ella habría advertido a las vecindades que conmigo no se metieran, porque era su sobrino, vaya uno a saber).

 Y se trata del concepto de normalización de hechos, que no sabía cómo explicarlo y me tocó acudir a Wikipedia que me dio la orientación que necesitaba y relacionada con La normalización, en sociología, es el proceso por el cual ciertos comportamientos e ideas se hacen considerar "normales" a través de la repetición[2], es decir hechos que vistos desde otra óptica no son normales, pero cuando se vive la situación a diario, es normalizada al menos para uno, es decir, uno la siente como una cosa normal, cotidiana, no escandalizable.

 En esa normalización de hechos, y de los que ella fue consiente a medida que fue creciendo, ocurrieron varios actos que ahora entiende están muy mal. “Para mí era normal vivir en un lugar lleno de moteles y que hubiesen trabajadoras sexuales. Para mí era normal que atracaran a alguien o encontrar goticas de sangre en el piso. Había muchos habitantes de calle, porque también quedaba cerca el Bronx, y lo que antes se llamaba el Cartucho. Era normal que, en la puerta, los habitantes hicieran sus necesidades. Era normal que se robaran las tapas de las alcantarillas o escuchar cójanlo, cójanlo”.[3]

                               Y recordando en retrospectiva, algo más de treinta años, yo pasaba diariamente por el Santafé, a medio día y durante algunos años, tranquilamente por sus calles, poco recomendables sin que me hubiera pasado nada, aunque supongo que había normalizado todo lo que acontecía en ese alrededor. Años después, durante un buen tiempo, reviví la experiencia, en la misma zona, en este caso en la 19 con Caracas, donde me tocó trabajar, como en sexto piso, si mal no recuerdo, con vista a la zona, desde donde veía peleas entre prostitutas, hampones a granel, ausencia absoluta de policía, salvo cuando había manifestaciones que pasaran por allí, una rutinaria vida que normalicé al ser mi entorno en ese momento y no era mucho lo que me escandalizara, por el contrario, la gritería que llegaba a mí en cualquier momento me informaba de espectáculo gratuito desde la comodidad y lejanía de la oficina. Muchas fotos tomadas refrescan mi recuerdo. Normalicé el peligro, pienso ahora.

                 Y así nos inundan una serie de conceptos que uno ni se imagina, dentro de su propia ignorancia. Recuerdo que vi un documental sobre Barcelona, en donde se estaba haciendo urbanismo feminista dirigido, como su nombre indica, hacia las mujeres, lo que hace del concepto discriminatorio, pues cualquiera diría que a los hombres nos es prohibido transitar por allí. O el de espacio territorial feminista, o el de la gentificación (que no sé qué es), o el de edificios de roce social, para citar solo algunos que vi en un solo programa.

             Lo que es la ignorancia, me digo.

Tomado de Facebook
126128722_10218353452570096_765354304344913189_n

[1] https://www.larepublica.co/ocio/conozca-que-es-el-lujo-silencioso-por-que-esta-de-moda-y-que-marcas-lo-abanderan-3601534

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Normalizaci%C3%B3n_(sociolog%C3%ADa)

[3] https://www.pulzo.com/nacion/como-es-vivir-cerca-piscina-bogota-cuanto-valia-arrendar-apartamento-PP2799825#:~:text=No%20es%20como,condiciones%20precarias%E2%80%9D%2C%20a%C3%B1adi%C3%B3


miércoles, 17 de mayo de 2023

REFLEJOS

             Somos el reflejo de nuestros padres y a la vez nuestros hijos son el reflejo de lo que somos, con las variaciones que resultan propias por el paso de los años, el cambio de los tiempos. Así no lo queramos, pues el hecho de haber convivido con ellos algo se queda, algo se pega, algo permanece. Por algo son familia.

 De allí que las retahílas que oíamos de niños y de jóvenes, que nos llegó a molestar en demasía, venimos a replicarlas con nuestros hijos y, con el tiempo, éstos con los que serán nuestros nietos. Es un arte que se aprende al convivir en familia y la misma constancia con que se repetía esa retahíla queda grabada en nuestros genes, a fuerza de recuerdo, que en la vejez solo permiten una mirada al pasado con una picarona sonrisa de recuerdo. Y nada más empiecen a leer lo que a continuación transcribo, de un mensaje de whatsup recibido el día de la madre, permite corroborar que la retahíla, una vez odiada, nos sirve de defensa para la otra generación, y ésta hacia la siguiente, es decir, nada nuevo, un ejercicio familiar en que ha incurrido toda familia, al menos la colombiana. (Perdonarán mi falta de originalidad.) 

Las mamás, además de expertas en remedios tradicionales, también se destacan cuando de dichos se trata. Recuerdas frases como: “es mejor prevenir que lamentar”, “usted no se manda solo” y el temido “no se dice qué, se dice señora”.

Esos dichos colombianos maternos suelen ser el resultado de la cantaleta, momento ideal en el que salen a relucir los dotes filosóficos que toda madre tiene y donde nos dan un memorando, nos comparten reflexiones o nos lanzan una advertencia disimuladamente. (…) Por ese motivo y por el día de la madre, traemos una recopilación de los dichos colombianos maternos más populares, para recordar con alegría esos momentos y asegurarnos de que no se nos olviden, para decírselos a nuestras futuras generaciones:

 1. No me abra los ojos. Esta expresión es lanzada con el fin de calmarnos cuando estamos ofuscados y también cumple otra función, la de recordarnos cuál es nuestro lugar en la casa y que la que manda es ella. Esto último también se resalta con la frase “¿Y desde cuándo los pájaros tirándole a las escopetas?”. Son de esos dichos colombianos maternos que te erizan la piel.

2. Cuento hasta 3 y …Se nos advierte que debemos seguir una orden de forma inmediata, no siempre se completa el conteo. Este dicho suele estar acompañado de: “…y ya empecé” o “…y ya voy en 2”.

3. ¡Mientras usted viva bajo este techo y estas cuatro paredes, se hace lo que yo diga! Esta es la frase madre por excelencia cuando el objetivo es, que recordemos nuestro lugar en la casa y quién es la que manda en ella. (…)

4. ¡A que voy y lo encuentro! Frase que nos informa que ella tiene un poder misterioso de encontrar objetos extraviados o que simplemente no vemos. Debemos tener cuidado cuando esta frase se dice de la siguiente manera: ¡Ay donde vaya yo y lo encuentre! Mejor corre tú a buscarlo.

5. Entonces si su amigo se lanza de un puente ¿usted también? Esta frase es todo un clásico, nos parecía ilógica pero ahora entendemos que lo único que buscaban era que tuviéramos la suficiente personalidad para no exponernos a riesgos o situaciones embarazosas. Y jamás, lee bien, jamás se debía responder a esta pregunta de manera literal.

Y aquí viene la ñapa: (…)

6. ¡Estas no son horas de llegar a una casa decente!

7. Se me está llenando la taza.

8. Le entra por un oído y le sale por el otro.

9. ¡Búsqueme que me va a encontrar!

10. Algún día me lo va a agradecer.

11. Cuando tengas hijos, te vas a acordar de mí.

12. Usted cree que estoy pintada ¿o qué?

13. Usted verá.

14. Yo sé porque se lo digo.

15. Haga lo que se le dé la gana.

16. Cuando usted va, yo ya he ido y vuelto dos veces.

17. ¿Y usted qué creyó, que esto es un hotel?

18. ¡Ay, me tenía con el credo en la boca!

19. ¿Usted cree que yo nací ayer cierto?

20. Un día de estos se van a levantar y no me van a encontrar.

Y, como dije, además de la sonrisa picarona del recuerdo, el recuerdo mismo habrá venido y nos habrá dejado el recuerdo de esas palabras maternas que, con segunda intención, podrían ser sabias, pero en aquellos momentos resultaban molestas, por el veneno que sabíamos tenían incluido y que no permitían mayor réplica, salvo que uno quisiera enfrentarse a la chancla voladora, un palazo o un buen juetazo, sicólogos que en esa época eran los más eficientes para definir la noción de poder, no precisamente otorgado a través de una democracia, pues en la familia la jerarquía no permite democracias, creo que sabiamente.

 

Imágenes en color y en blanco y negro, algunas incluso con el virado a sepia que se estilaba a mediados del siglo XX. Gente muy seria y personas sonrientes; niños alzados sobre los hombros de su padre y manos entrelazadas en las instantáneas de una boda. El relato de muchas vidas capturado y congelado para el deleite de quienes, de vez en cuando, se detendrían, sonrientes y soñadores, quizá conteniendo la emoción y los recuerdos, frente a aquella pared[1].

Tomado de Facebook
320424789_414664924130502_2556509586928509312_n



[1] Deudas del frío. Susana Rodríguez Lezaun.