miércoles, 17 de mayo de 2023

REFLEJOS

             Somos el reflejo de nuestros padres y a la vez nuestros hijos son el reflejo de lo que somos, con las variaciones que resultan propias por el paso de los años, el cambio de los tiempos. Así no lo queramos, pues el hecho de haber convivido con ellos algo se queda, algo se pega, algo permanece. Por algo son familia.

 De allí que las retahílas que oíamos de niños y de jóvenes, que nos llegó a molestar en demasía, venimos a replicarlas con nuestros hijos y, con el tiempo, éstos con los que serán nuestros nietos. Es un arte que se aprende al convivir en familia y la misma constancia con que se repetía esa retahíla queda grabada en nuestros genes, a fuerza de recuerdo, que en la vejez solo permiten una mirada al pasado con una picarona sonrisa de recuerdo. Y nada más empiecen a leer lo que a continuación transcribo, de un mensaje de whatsup recibido el día de la madre, permite corroborar que la retahíla, una vez odiada, nos sirve de defensa para la otra generación, y ésta hacia la siguiente, es decir, nada nuevo, un ejercicio familiar en que ha incurrido toda familia, al menos la colombiana. (Perdonarán mi falta de originalidad.) 

Las mamás, además de expertas en remedios tradicionales, también se destacan cuando de dichos se trata. Recuerdas frases como: “es mejor prevenir que lamentar”, “usted no se manda solo” y el temido “no se dice qué, se dice señora”.

Esos dichos colombianos maternos suelen ser el resultado de la cantaleta, momento ideal en el que salen a relucir los dotes filosóficos que toda madre tiene y donde nos dan un memorando, nos comparten reflexiones o nos lanzan una advertencia disimuladamente. (…) Por ese motivo y por el día de la madre, traemos una recopilación de los dichos colombianos maternos más populares, para recordar con alegría esos momentos y asegurarnos de que no se nos olviden, para decírselos a nuestras futuras generaciones:

 1. No me abra los ojos. Esta expresión es lanzada con el fin de calmarnos cuando estamos ofuscados y también cumple otra función, la de recordarnos cuál es nuestro lugar en la casa y que la que manda es ella. Esto último también se resalta con la frase “¿Y desde cuándo los pájaros tirándole a las escopetas?”. Son de esos dichos colombianos maternos que te erizan la piel.

2. Cuento hasta 3 y …Se nos advierte que debemos seguir una orden de forma inmediata, no siempre se completa el conteo. Este dicho suele estar acompañado de: “…y ya empecé” o “…y ya voy en 2”.

3. ¡Mientras usted viva bajo este techo y estas cuatro paredes, se hace lo que yo diga! Esta es la frase madre por excelencia cuando el objetivo es, que recordemos nuestro lugar en la casa y quién es la que manda en ella. (…)

4. ¡A que voy y lo encuentro! Frase que nos informa que ella tiene un poder misterioso de encontrar objetos extraviados o que simplemente no vemos. Debemos tener cuidado cuando esta frase se dice de la siguiente manera: ¡Ay donde vaya yo y lo encuentre! Mejor corre tú a buscarlo.

5. Entonces si su amigo se lanza de un puente ¿usted también? Esta frase es todo un clásico, nos parecía ilógica pero ahora entendemos que lo único que buscaban era que tuviéramos la suficiente personalidad para no exponernos a riesgos o situaciones embarazosas. Y jamás, lee bien, jamás se debía responder a esta pregunta de manera literal.

Y aquí viene la ñapa: (…)

6. ¡Estas no son horas de llegar a una casa decente!

7. Se me está llenando la taza.

8. Le entra por un oído y le sale por el otro.

9. ¡Búsqueme que me va a encontrar!

10. Algún día me lo va a agradecer.

11. Cuando tengas hijos, te vas a acordar de mí.

12. Usted cree que estoy pintada ¿o qué?

13. Usted verá.

14. Yo sé porque se lo digo.

15. Haga lo que se le dé la gana.

16. Cuando usted va, yo ya he ido y vuelto dos veces.

17. ¿Y usted qué creyó, que esto es un hotel?

18. ¡Ay, me tenía con el credo en la boca!

19. ¿Usted cree que yo nací ayer cierto?

20. Un día de estos se van a levantar y no me van a encontrar.

Y, como dije, además de la sonrisa picarona del recuerdo, el recuerdo mismo habrá venido y nos habrá dejado el recuerdo de esas palabras maternas que, con segunda intención, podrían ser sabias, pero en aquellos momentos resultaban molestas, por el veneno que sabíamos tenían incluido y que no permitían mayor réplica, salvo que uno quisiera enfrentarse a la chancla voladora, un palazo o un buen juetazo, sicólogos que en esa época eran los más eficientes para definir la noción de poder, no precisamente otorgado a través de una democracia, pues en la familia la jerarquía no permite democracias, creo que sabiamente.

 

Imágenes en color y en blanco y negro, algunas incluso con el virado a sepia que se estilaba a mediados del siglo XX. Gente muy seria y personas sonrientes; niños alzados sobre los hombros de su padre y manos entrelazadas en las instantáneas de una boda. El relato de muchas vidas capturado y congelado para el deleite de quienes, de vez en cuando, se detendrían, sonrientes y soñadores, quizá conteniendo la emoción y los recuerdos, frente a aquella pared[1].

Tomado de Facebook
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[1] Deudas del frío. Susana Rodríguez Lezaun.

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