miércoles, 15 de mayo de 2024

MINORÍAS

             No todo es lo que parece y me parece que ahora soy de la minoría, porque las minorías se hicieron mayorías al callar a las otras a punta de amenazas y de infundir miedo.

 

            Fui mayoría, pero al parecer he sido desplazado a la minoría, a aquella que ya no puede pronunciarse sobre las otroras minorías porque la amenaza es de ser tildado de arcaico, machista, sexista, racista y los demás istas a los que se refería Oriana Fallaci, a todos aquellos istas que fanatizan.

 

            Esas otroras minorías se ofendían con nada (ahora siguen ofendiéndose con nada), porque sí, porque no. Porque se les mira o porque se les hace invisibles, como si a uno no le estuviera permitido mirar o no a esas antiguas minorías, hoy mayorías; al menos hubo una época en que uno podía elegir, pero la sensibilidad social actual opacó a esas mayorías y nos hizo cobardes y de mayoría inexplicablemente pasamos a minorías, cobardes, hay que decirlo, pues cómo se discute con un fanático que obviamente no tiene la razón (ni siquiera mandándolos a la mierda), pero así son las cosas y de mayorías nos dejamos convertir en una minoría y lo bueno es que esas actuales mayorías, que no dejan de ser minorías, al habernos silenciado y convertido en minorías ya no saben con quién pelear. Ironía de ironías mayorías que en un santiamén nos volvieron minorías.

 

            Creo que se tenía que decir, sin ofender, aunque por mí se pueden ir a la mismísima mierda, sin ofender. Y eso me recuerda que esa fue la táctica fue común a comunistas y nazis, si mal no recuerdo.

 

Vive sobre todo para los demás. Porque los demás siempre saben mejor que tú lo que es bueno para ti.[1]

Tomado de Facebook
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[1] La octava vida (para Brilka) - Nino Haratischwili.

lunes, 13 de mayo de 2024

IMAGINA

             Atrévete a imaginar o si solo pudiera imaginar, creo que se llamaba la canción.

             Es muy rico imaginar, resucitando ciertos pasados o tratando de vislumbrar el futuro, elevándose a los cielos, viendo todo color rosa, porque esa es una forma de imaginar con optimismo, deseable, perseguible como el amor que suena a imposible, el que nunca fue, el que nunca será, tal vez, porque la última palabra la tiene el destino; irónicamente uno no tiene voz ni voto ante él, por más esfuerzo que se haga, se aparta de nuestra voluntad, a su voluntad, se aleja de nuestro querer y hace lo que debe hacer, lo que está escrito en ese destino definido de antemano, con una frase tajante: es por su bien.

             Entonces sigamos imaginando, no importa que el destino tenga otra cosa escrita diferente, al menos démosle el gusto de llevarle la contraria, así sea por una sola vez ya que uno nunca sabe, de pronto cuaja. Y naturalmente no quiero sonar como un aguafiestas, por eso imagina, tal vez ya mañana no se pueda.  

—Hasta luego, Lew. Y gracias.

Colgué pensando en que si uno no iba con cuidado, la vida podía convertirse en una larga cadena de hasta luegos, uno tras otro, hasta que un día mirabas alrededor y no quedaba nada, ni rastro de todo lo que habías esperado, postergado u obviado.

Demasiado ocupado con su futuro para traerle presentes, como decía el poema de un amigo.[1]

Tomado de Facebook
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[1] El ojo del grillo. James Sallis.

viernes, 10 de mayo de 2024

MONÓLOGO

             Leyendo algún monólogo de mi lectura diaria, al que realmente no le ponía demasiada atención por su intrascendencia, como aquellos párrafos que se dedican a describir detalladamente el entorno y el estado del tiempo y se gastan líneas en demasía para ir al grano de lo que realmente me interesa, hice una abstracción mental y sinceramente no puedo precisar si el instante en que ocurrió era que yo entraba en el libro y como espectador no invitado veía ese entorno y el estado del tiempo descrito o, por el contrario, era el monologuista el que salía del libro y en vez de palabras reflejaba imágenes.

             Supongo que fue un destello de locura de un instante, instante que superaba al mismo instante haciéndolo patente, mostrándolo evidente no como instante sino como experiencia. Sí, lo sé, la explicación es más rara que la experiencia, pero así salió para tratar de explicarme o al menos tratando de hacerlo.

             Pues bien, eso me llevó a pensar, al menos en la literatura -no me lo imagino en un libro de física cuántica- que un buen libro cobra vida ante nuestros ojos, ante nuestro pensamiento, nos conmueve, nos estresa, hacen nacer amores y odios y hasta vanagloriándonos hacen salir los lados ocultos y negros de nuestro ser, como cuando compartimos con el protagonista el asesinato de alguien que se le merecía, sin fórmula de juicio.

             Y siendo bueno el libro nos involucramos de tal manera que terminamos imbuidos en el libro mismo, sin deseos de dejarlo hasta no concluirlo.

             Y ahora rememorando el instante aquél, me veo leyendo unas palabras sin saber que las leo, simplemente viendo cómo esas palabras se traducen en imágenes que van aflorando de la página, -hacia la locura, dirá alguien- y se convierten en película que va flotando entre renglones a su propio ritmo quedándose en el olvido si se está leyendo o se está viendo una película, cuántica, diría.

             Cosas de esos instantes de iluminación que a veces ocurren, aunque con el tiempo y los avances, los libros terminarán de esa manera, supongo.

 

—Bueno, seguiré mi camino. Gracias por su tiempo.

—Yo no te lo di. Tú lo cogiste.

—Tiene razón. Pero gracias de todos modos.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Mariposas en la noche. James Sallis.

miércoles, 8 de mayo de 2024

SIGNOS

             Así puede iniciar la vida. De un punto y aparte, con o sin coma seguida o comillas disonantes y hasta de un punto y coma.

             También esa vida, está llena de puntos seguidos y de puntos finales, aún sin darnos cuenta, tildando apartes de esa misma vida.

             Es claro que se inicia de una palabra solamente -nacer- o con una frase delimitada, por una coma, por un signo de admiración o de interrogación, a cada cual lo que le corresponda, aunque siempre le seguirá un punto, seguido o aparte.

             Y también es claro que termina con un punto final, el último, el que define la terminación de esa biografía y que indica que no hay nada a continuación, nada más.

             Y pensando en el punto final, a lo largo de la vida hay muchos puntos finales, tal vez demasiados, pero necesarios. Algunos conscientes, otros inconvenientes, como indiferentes pueden ser. Unos los ponemos nosotros, otros nos los imponen y pueden ser puntos finales decorosos y hasta dolorosos, pero generalmente necesarios para poder iniciar otro párrafo u otro capítulo, porque la biografía está llena de capítulos, unos inconclusos, otros cerrados y sellados para siempre; no es uno solo, como la vida lo es, porque no lo puede ser, por aquello de que hay que pasar página, pues de lo contrario sería estancamiento, el libro no terminado, aunque también es cierto que lo dejamos así o pasamos página voluntariamente o nos exponemos a que nos la pasen sin nuestro querer, porque no puede dejar de pasarse página sería inconcebible, pues todo como tiene inicio siempre tiene que tener un final, así sea inconcluso.

             Y pensándolo, esa vida tiene comas, puntos y comas y puntos seguidos. Lo que los distingue es el espacio que se da a la respiración, corto, uno un poco más prolongado y otro que puede entonarse como una pausa con suspiro incorporado. Vaya uno a saber.

             Hasta ahora me doy cuenta de lo importante que son los signos ortográficos, simples grafías que pueden que no digan nada, pero que lo pueden tildar todo. 

Pero ¿cómo le diré? ¿La vida no es más que conjunciones, una detrás de la otra?

—Se parece más a un sistema de puntuación. Dos puntos y exclamaciones para algunos; puntos suspensivos para los demás.[1]

 

Tomado de Facebook
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[1] Mariposas en la noche. James Sallis.

lunes, 6 de mayo de 2024

QUÉ SERÁ?

             Qué me está pasando? Ya me canso mucho. A veces siento el peso de la vida, es el barómetro el que me da consuelo y con esa excusa me siento mejor.

            Olvido cosas y otras más las hago tan automáticamente que creo que las olvido, que las he hecho. Es natural para su edad, me digo para minimizar la situación.

             Ando como lento. Y qué quiere a su edad? Ya no tiene 20, ni siquiera 40, ya pasó de los 50 y hasta de los 60 y ya los está dejando a pasos agigantados, agradezca que camina, que puede hacer las cosas solo, entonces de qué se queja? Pues sí, me consuelo pensando que ya estoy viejo y miro a mis congéneres y los veo reflejados en mí, pues claro ya estoy viejo, qué más podía esperar?

             Y todo fue un sueño o el recuerdo de lo soñado, vaya uno a saber…

             Aunque seamos honestos, no me lo esperaba.

 

            Hace más de veinte años pensaba en que no me gustaría llegar a los 80 (aún hoy lo sigo pensando), pero un día desperté con esa misma sensación de pensamiento y me alertó algún pensamiento senil y en automático se hizo una cuenta matemática desafiante y desorientadora, la de cuánto faltaba para los 80.

             Mierda, me dije, faltan menos de doce años, son los que faltan por disfrutar y supongo que el sueño se cumple, voy contra el tiempo, tal como lo deseé en su momento y hay que disfrutarlos, no hay de otra, antes de que los estragos de la vida me lo impidan[1].

             Parece que esa fue la segunda parte del sueño, que como sueño, sueño es o no?

 

Siempre hacia el pasado. Kierkegaard tenía razón: entendemos nuestras vidas (si es que alguna vez las entendemos) solo al revés.[2]

Tomado de Facebook
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[1] Si dentro de veinte años puedo releer este blog, me tocará reconocer que no soy ni nunca lo fui, dueño de mi destino. Y punto aparte, no es un escrito depresivo ni desalentador, a pesar de que lo piense la siquiatría, las cosas como son. Son simples pensamientos que llegan al vuelo y como pensamientos que son, eso simplemente son.

[2] Mariposas en la noche. James Sallis.

viernes, 3 de mayo de 2024

LA NADA

             De qué se habla cuando no se habla de nada?[1] – De qué se habla? – De nada.

 

            Entonces pensé en el cielo. Vivirán todos juntos? Atosigándose unos a otros? O estarán parcelados? Vivirán en grupos según la época? Serán todos felices?

 

            O no están porque ya no existen?

 

            O todo es un invento del diablo que parece que es más vivo que Dios? Uno nunca sabe, Dios nos libre!

 

            Y si Dios es ateo?

 

            En eso pienso cuando no se habla de nada.

 

            Vaya curiosidades de la senilidad!

 

—Me imagino que debo agregarlo a mi lista, junto a la mecánica cuántica, el déficit del Tesoro y el sentido de la vida, ¿eh?[2]

Tomado de Facebook
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[1] Matar a Dios, oída la frase en esa película de Netflix.

[2] Mariposas en la noche. James Sallis.

miércoles, 1 de mayo de 2024

DEFINICIÓN

             Una pregunta a mansalva: Quién eres?

 

            Uno nunca está preparado para responderla, por timidez, por sorpresa, porque no haya nada qué decir.

 

            Y tiene varios contextos:

 

            De joven se solía uno identificar por la familia de donde provenía. Hijo de fulanito y zutanito y se citaban los pergaminos consabidos.

 

            Para la actuación de conseguir un trabajo: se mencionaban los estudios, los trabajos, los logros, se procuraba venderse lo mejor posible.

 

            Si de médicos se trata se comienzan con las dolencias, las operaciones realizadas, los síntomas y cosa curiosa, los antecedentes familiares, por aquello que lo que se hereda no se hurta.

 

            Si es conversación de amigos la respuesta es simplista: soy yo. El resto se da por sobreentendido.

 

            Y si a estas alturas de la vejez se le pregunta a uno, qué puede decirse? El máximo logro es ser un sobreviviente y pensionado, no hay más qué contar. A pesar de que cada quien tiene su propia historia, la que no se cuenta, la que debe ocultarse, la que da simple pereza contar, porque en últimas quién es uno?

 

Es curioso lo poco que queda de nuestras vidas cuando se resumen, cuando han empezado a convertirse en historia. Un puñado de hechos, movimientos, conflictos; es todo lo que ve el observador. Un cascarón deshabitado.[1]

 

A fin de cuentas, supongo, no era tan diferente de la forma en que todos creamos nuestras vidas con retazos, un trozo de libro por aquí, el título o el texto de una canción por allá, reminiscencias de personas que hemos conocido, fragmentos de películas; imaginándonos a nosotros mismos y viviendo según esa imagen, y luego pasando a otra y luego a otra, improvisando y avanzando día tras día a través de los años que llamamos vida.[2]

Tomado de Facebook
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[1] El tejedor. James Sallis.

[2] El tejedor. James Sallis.