viernes, 10 de mayo de 2024

MONÓLOGO

             Leyendo algún monólogo de mi lectura diaria, al que realmente no le ponía demasiada atención por su intrascendencia, como aquellos párrafos que se dedican a describir detalladamente el entorno y el estado del tiempo y se gastan líneas en demasía para ir al grano de lo que realmente me interesa, hice una abstracción mental y sinceramente no puedo precisar si el instante en que ocurrió era que yo entraba en el libro y como espectador no invitado veía ese entorno y el estado del tiempo descrito o, por el contrario, era el monologuista el que salía del libro y en vez de palabras reflejaba imágenes.

             Supongo que fue un destello de locura de un instante, instante que superaba al mismo instante haciéndolo patente, mostrándolo evidente no como instante sino como experiencia. Sí, lo sé, la explicación es más rara que la experiencia, pero así salió para tratar de explicarme o al menos tratando de hacerlo.

             Pues bien, eso me llevó a pensar, al menos en la literatura -no me lo imagino en un libro de física cuántica- que un buen libro cobra vida ante nuestros ojos, ante nuestro pensamiento, nos conmueve, nos estresa, hacen nacer amores y odios y hasta vanagloriándonos hacen salir los lados ocultos y negros de nuestro ser, como cuando compartimos con el protagonista el asesinato de alguien que se le merecía, sin fórmula de juicio.

             Y siendo bueno el libro nos involucramos de tal manera que terminamos imbuidos en el libro mismo, sin deseos de dejarlo hasta no concluirlo.

             Y ahora rememorando el instante aquél, me veo leyendo unas palabras sin saber que las leo, simplemente viendo cómo esas palabras se traducen en imágenes que van aflorando de la página, -hacia la locura, dirá alguien- y se convierten en película que va flotando entre renglones a su propio ritmo quedándose en el olvido si se está leyendo o se está viendo una película, cuántica, diría.

             Cosas de esos instantes de iluminación que a veces ocurren, aunque con el tiempo y los avances, los libros terminarán de esa manera, supongo.

 

—Bueno, seguiré mi camino. Gracias por su tiempo.

—Yo no te lo di. Tú lo cogiste.

—Tiene razón. Pero gracias de todos modos.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Mariposas en la noche. James Sallis.

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