Leyendo algún monólogo de mi lectura diaria, al que
realmente no le ponía demasiada atención por su intrascendencia, como aquellos
párrafos que se dedican a describir detalladamente el entorno y el estado del
tiempo y se gastan líneas en demasía para ir al grano de lo que realmente me
interesa, hice una abstracción mental y sinceramente no puedo precisar si el
instante en que ocurrió era que yo entraba en el libro y como espectador no
invitado veía ese entorno y el estado del tiempo descrito o, por el contrario,
era el monologuista el que salía del libro y en vez de palabras reflejaba
imágenes.
Supongo que fue un destello de locura de un instante,
instante que superaba al mismo instante haciéndolo patente, mostrándolo
evidente no como instante sino como experiencia. Sí, lo sé, la explicación es
más rara que la experiencia, pero así salió para tratar de explicarme o al
menos tratando de hacerlo.
Pues bien, eso me llevó a pensar, al menos en la
literatura -no me lo imagino en un libro de física cuántica- que un buen libro
cobra vida ante nuestros ojos, ante nuestro pensamiento, nos conmueve, nos
estresa, hacen nacer amores y odios y hasta vanagloriándonos hacen salir los
lados ocultos y negros de nuestro ser, como cuando compartimos con el
protagonista el asesinato de alguien que se le merecía, sin fórmula de juicio.
Y siendo bueno el libro nos involucramos de tal manera
que terminamos imbuidos en el libro mismo, sin deseos de dejarlo hasta no
concluirlo.
Y ahora rememorando el instante aquél, me veo leyendo
unas palabras sin saber que las leo, simplemente viendo cómo esas palabras se
traducen en imágenes que van aflorando de la página, -hacia la locura, dirá
alguien- y se convierten en película que va flotando entre renglones a su
propio ritmo quedándose en el olvido si se está leyendo o se está viendo una
película, cuántica, diría.
Cosas de esos instantes de iluminación que a veces
ocurren, aunque con el tiempo y los avances, los libros terminarán de esa
manera, supongo.
—Bueno,
seguiré mi camino. Gracias por su tiempo.
—Yo
no te lo di. Tú lo cogiste.
—Tiene
razón. Pero gracias de todos modos.
Tomado de Facebook
12580575019264192065
No hay comentarios.:
Publicar un comentario