viernes, 17 de enero de 2020

CONTRADICCIÓN MENTAL



Todo este problema de violencia que se ha generado en el país a raíz del paro nacional y todas las consecuencias que se han venido presentando me han llevado a una contradicción mental y por partes me explicaré.

De una parte están los actos que se suceden con las marchas que han terminado en violencia no deseable. Las marchas deben generar al gobierno la reflexión de que hay un descontento. Naturalmente en los últimos cincuenta años cada vez que hay gobierno nuevo hay manifestaciones, porque sí o porque no. Sinceramente no he entendido cuáles son las motivaciones concretas. Que están dadas por la inconformidad de los maestros, de los jueces, de los empleados, de los pensionados, de los transportadores, de los estudiantes y de toda agremiación que pueda protestar, todas las cuales se pueden originar en un punto preciso pero que a lo largo de ellas se van desvirtuando y terminan con protestas sin un objetivo claro, éste se diluye a medida que se van pegando inconformidades. Pero cuál es el motivo exacto de la protesta? Es lo que me vengo preguntando porque el discurso termina siendo etéreo, impreciso e inimaginable. Porque les pagan poco, porque trabajan mucho, porque no se ven resultados, no son precisamente los argumentos expuestos. Basta con preguntar a los manifestantes qué es lo que quieren y terminan en babosadas como aquella de que es apoyo a la madre tierra, a los derechos humanos (¡!) de los animales, del querer que sean gobernados por jóvenes (como si el experimento no se hubiera realizado y aún con el actual, el más joven, según tengo entendido). Y desde que conozco las manifestaciones siempre han sido excusas a una protesta que no tiene un objetivo preciso. Por ejemplo, nunca he visto una en que se pida una mejor calidad de educación o contra algún abusivo impuesto –el 4 por mil, antes 2 por mil, por ejemplo-, o porque requieren condiciones más dignas, a pesar de que estas explicaciones también vienen a ser imprecisas, pero bueno, una buena excusa sería por una paz duradera, por el exterminio de la guerrilla o del hampa, o que las utilidades de las empresas sean repartidas en un porcentaje entre sus empleados, o qué se yo. En conclusión, los objetivos de las marchas se desvirtúan con tantos actores, con tantos intereses que impiden precisar qué es lo que quieren los marchantes.

Y eso me lleva a los desmadres en que terminan las manifestaciones. Siempre acaban en lo que no deben terminar, en violencia, producto del vandalismo, el destrozo, la pedrea, el embadurnamiento de paredes, el grito del uno contra el otro y los ánimos caldeados, como si oyeran el grito veintejuliero aquél de que si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, que enardece el ánimo. Quienes pagan los destrozos? Los comerciantes que nada qué ver. Los contribuyentes con impuestos adicionales por la destrucción que originaron los inconformes vándalos. Y discordia entre ellos, que esos vándalos son guerrilleros urbanos; que no, que son policías disfrazados; que tampoco, que son muchachitos que nunca habían sentido el peso de tener una piedra en la mano. Vaya uno a saber si es una mescolanza de todos los anteriores.

Y entonces eso me lleva al gobierno. El uso de la fuerza, apenas connatural dentro de las potestades gubernamentales, para el mantenimiento del orden y la seguridad, fuerza que se usa a través de policía y ejército, empleados del estado que están precisamente establecidos para esos efectos y, por ende, cuando se usa la fuerza para restablecer el orden es simple acatamiento de las labores para las cuales fueron contratados. Es apenas natural, si se quiere, del desarrollo de la democracia. Sabemos que esa es la función de la fuerza armada, pues si no hubiera lo uno no existiría la otra, pero no estamos en un país de ángeles como para no tenerlos. Si pensara como gobierno, es apenas natural que necesite de esa fuerza coercitiva para llevar las mejores riendas del país, para asegurarles a todos el orden y la seguridad tan cacareada en la democracia. Y es más, existen otras fuerzas invisibles, de todos conocidas pero evitadas en el pensamiento. Son las fuerzas de inteligencia, del espionaje necesarias tanto dentro como fuera del país, fuerzas ocultas que mantienen la supuesta integridad de un país cualquiera, porque enemigos se tienen dentro y fuera de la casa, eso es indudable y necesario, si uno piensa como gobierno que les necesita para tratar de mantenerse en el poder.

Todo esto me lleva a concluir algo que vi en Facebook, escrito por Yokoi Kenji (ese que parece japonés pero que es colombiano), quien sabiamente señala:

SON NUESTROS. La cuestión en Colombia es que no queremos entender que todos son nuestros hijos. No son los hijos de extraños ni de otra especie, son nuestros hijos. Son nuestros policías legales y nuestros protestantes legales, es nuestro grupo antidisturbios y nuestros grupo de jóvenes revoltosos, son nuestros heridos, nuestras víctimas y finalmente será siempre nuestro llanto. El vándalo y el abusador del estado son inaceptables, pero son nuestros vándalos y nuestros abusadores, así como el hijo terrible y desobediente sigue siendo igual nuestro hijo.
Es nuestra corrupción, nuestro terrorismo, nuestra violencia, nuestra riqueza y nuestra pobreza. Es nuestra desigualdad y la gente indiferente a todo esto, es nuestra gente también.
No se puede pluralizar y apropiar solo cuando nos conviene, cuando el gol es nuestro, debemos asumir nuestra virtudes y nuestra barbarie. Se evidencia nuestra ignorancia cuando nuestra selección gana y la aplaudimos pero luego amenazamos por redes al jugador que comete un autogol...
Por fin llegué al punto:

Es nuestra derecha extrema y nuestra izquierda extrema, intentar borrar alguna de las dos por medio de actos sangrientos es tan absurdo como querer quitarme el brazo izquierdo porque yo soy diestro o arrancarme el brazo derecho porque zurdo. Así no se lidia con las diferencias de un hijo, el verdadero enemigo es la violencia, la cual nos aconseja que miremos a nuestros hermanos como si fueran extraños. Hijos somos todos de la misma bendita patria que nos parió sobre esta tierra Colombiana.
Yokoi Kenji. ¿Aplica esto en su país? #yokoikenji


Tomado de Google.
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