Ante la imposibilidad de definirme
entre crédulos e incrédulos he optado por el agnosticismo, por aquello de la
ley de probabilidades y de que no existen las brujas, pero que las hay, las
hay.
Y eso me ha llevado a unas lecturas
que resultan dicientes y que, en materia religiosa, hacen que la duda sea malediciente,
por ejemplo aquellas que predican a un Dios de bondad pero que en boca de sus
elegidos dejan mucho qué desear.
Por el momento, la antigua oración
que se hacía en tiempos de bárbaras naciones al momento de la excomunión –actualmente
no sé cuáles son las palabras que usa la iglesia para tales efectos.
Oficialmente no me las han notificado- :
“Malditos
sean siempre y en todas partes; malditos sean día y noche y a todas horas
malditos sean cuando duermen y cuando están despiertos; malditos sean cuando
comen y cuando beben malditos sean cuando callan y cuando hablan. Malditos sean
de pies a cabeza. Que sus ojos se cieguen; que sus oídos ensordezcan; que su
boca enmudezca; que su lengua se quede pegada al paladar; que sus manos no
puedan ya tocar nada más y que sus pies no puedan ya andar. Malditos sean todos
sus miembros; malditos sean cuando están de pie, cuando yacen y cuando están
sentados. Que sean enterrados con los perros y los burros, que los lobos
rapaces devoren sus cadáveres.(1)
Invocaciones
que dejan mucho qué desear respecto de ese Dios que predican.
Otra, que a
pesar de provenir de otra novela, son frecuentes en los consabidos
representantes, cuestión que ya de por sí implica contradicción:
Esperemos que Dios destruya a
todos sus enemigos —dijo el papa santiguándose. (2)
De
allí que, en cuanto a sus iglesias, piense que ellas resultan un tanto culpables
ante mi falta de credulidad:
Las iglesias, en efecto, no tienen razón y, lo que es
peor, arrastran a sus seguidores a un mar de confusión y de angustias
innecesarias. (3)
La Iglesia nos dice que en la vida podemos elegir, pero a veces
me pregunto si los antiguos griegos no tendrían razón, en el sentido de que existen
dioses juguetones —y a veces perversos— que entretejen nuestro destino y hacen estragos
en nuestra vida.(4)
No sé si el tiempo me lleve a otros
caminos, al ser indescifrables los de Dios y cambie de opinión, hacia uno u
otro lado, el de la espiritualidad profunda o al de la incredulidad total; mientras,
sigo apostándole al cincuenta por ciento, por aquello de las probabilidades.
Y mientras, igualmente, espero que
con paciencia mis reflexiones no den lugar a más excomuniones ni me maldigan en
silencio –aunque lo mejor es que sea en silencio para no alterar mis energías-
a pesar de que las citas de estas reflexiones son autores que no son de agrado
de católicos ortodoxos.
Naturalmente, sabía de sobra
que la pregunta «por qué he nacido» se la habían formulado ya millones de seres
humanos y siempre en vano, que la respuesta pertenecía a ese enigma llamado Vida,
que para fingir que la había encontrado tendría que recurrir a la idea de Dios. (5)
Tomado de Facebook.
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[1] Hanny Alders - El Señor de los Cátaros.
[2] Mario Escobar -
El Papa Ario.
[3] JJ Benitez. Caná.
[4] Gary Jennings, Robert Gleason y
Junius Podrug. Sangre
azteca.
[5] Oriana Fallaci. Un sombrero lleno de cerezas.
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