Quién debe contar la historia? El que ganó? Es una pregunta que
sigo haciéndome a propósito de los acuerdos de paz y de la designación del
encargado de dirigir la entidad, que según la mayoría de los comentaristas
carece de la imparcialidad suficiente para hacerlo.
Tradicionalmente el vencedor es el que la escribe, no hay duda.
El que perdió y tiene la oportunidad de contarla? Tal vez.
Pero ninguno lo hará con objetividad ni con imparcialidad. Lo
hará guiado por sus pasiones, sus dolores o su poder. Y un tercero desde la
distancia? Difícilmente puede ser objetivo pues le influenciarán pensamientos
ajenos, de oídas, con las connaturales mañas o malos pensamientos adquiridos
previamente.
Entonces quién podrá escribirla si no hay objetividad ni quién pueda
ser objetivo?
Y está esa lucha de poder contar una historia, porque todos
quieren hacerlo, a sabiendas de que con ello terminan siendo gestores de odio.
Ahora, si fuera cierto el viejo dicho repetitivo de que quien
no conoce la historia está condenado a repetirla, por qué conociéndola se
empeña en repetirla eternamente? Pues parece que así es como aparece a lo largo
de la historia.
De otro lado, se escriben tomos y tomos, mamotretos que nadie
se lee, pudiendo contener verdades. Vano esfuerzo, me digo. Porque todos los
que tienen algo qué contar están sesgados, como dije, por su dolor, su
prepotencia, su fanatismo y así la historia contada no pueden considerarse como
historia, precisamente por estar mal contada.
Eso
me llevó a recordar una frase de Churchill: La historia será amable conmigo, porque tengo
intención de escribirla. Y así fue.
Son reflexiones de un viejo al que ya la historia le importa un
comino, porque todo, con historia o sin ella, sigue siendo igual, a pesar del
paso de los siglos, a pesar del conocimiento previo de la historia y a su
eterna repetición. Me conformo con leer las historias, en medio de una buena
novela, de esas de contenido histórico, porque al menos sé de las libertades
que se tomó el novelista.
El colofón es que la historia si no se escribió a tiempo, para
qué reescribir lo que se diluyó en el tiempo, si precisamente la olvidamos tan
fácilmente?
Con frecuencia, los
conflictos entre ambos se deben más a cuestiones semánticas que al contenido de
su discurso. (1)
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