Sólo leyendo
titulares de prensa por año nuevo y estrene de gobernantes, definitivamente
termino pensando que este mundo es de absurdos, irracionalidades que uno no
entiende, derecho que uno aprendió pero que parece que se fue para la
alcantarilla.
Alcaldes que se
posesionan antes del 1º de enero, porque es festivo. La ley dice que es el 1º y
no antes, porque se daría la casualidad de tener dos alcaldes al mismo tiempo,
lo que no es posible, legalmente hablando. Pero de pantalleros estamos rodeados
y lo mejor de todo, es que no les pasa nada con esa alcaldada.
El otro, el
alcalde que decidió violar flagrantemente la ley –y no le pasará nada, supongo-
y decidió que el día 6 de enero no es festivo, que todos a trabajar: “Se
hace necesario decretar día hábil el 6 de enero de 2020, teniendo en cuenta que
el alcalde municipal, sus secretarios de despacho y oficinas asesoras les atañe dirigir la función administrativa y pública, la atención y el
desempeño de los deberes y las tareas en cumplimiento de sus funciones”, indica el decreto.(1)
Y otra perla que no tiene perdón de Dios:
“con menos de 24 horas en el cargo, el
nuevo alcalde de San Vicente del Caguán (Caquetá), Julián Alfredo
Perdomo, firmó su primer decreto estableciendo que “el
señor Jesucristo será a partir de hoy, el rey y señor” del
territorio”. Y señala: “Incluso,
en el considerando del documento el mandatario manifiesta que, como máxima
autoridad municipal, “se ve en el deber y la obligación” de
consagrar a Dios como
“único amo y señor”. Todo esto responde, según Perdomo, a la necesidad de
que San Vicente “tenga un gobierno de
excelencia y en vista de la falta de espiritualidad existente”, así como
“anhelando una vida diferente en su territorio”. Y para colmo de males –o
alegría del diablo, si se quiere-, ordena, manda y dispone “entregar
las llaves del municipio al “único y suficiente Dios Jesucristo, en honor
y honra, para que su presencia permanezca eternamente entre nosotros”. Supongo que las llaves, hechas en oro
y a costillas del erario público, quedarán disponibles para la parusía del
Señor o esperando que el Espíritu Santo pase por ellas, en día hábil y en horas
de oficina o mande a su hijo ungénito a recogerlas.
Por eso estamos como estamos y no
hay perdón de Dios, aunque alegría del diablo debe haberla, por la suma de
estupideces humanas. Lo que me hace recordar que en algún trabajo que tuve,
pregunté por la falta de aplicación de unas instrucciones en una seccional de
la costa y la respuesta olímpica que oí: Aquí
esa norma no pegó, porque ajá! O como decían en la colonia la fórmula “obedézcase, pero
no se cumplan”, si mal
no recuerdo. Dichos que de alguna manera quedan arraigados.
—¡Ah,
vamos, Publio Sulpicio! ¡Hagamos caso de la ley por una vez en lugar de usarla
en contra de la gente! —replicó César Estrabón (2).
Tomado de Facebook.
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[2] La corona de hierba. Colleen McCullough.
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