A la vuelta de la esquina de la
vida, cuando ya la materialidad no es el objetivo, porque lo que se hizo se
hizo, es pensar en si desilusionamos al joven de ayer, al que pensó en planes,
en esperanzas, que vistas a esta edad no se cumplieron, que tal vez ni siquiera
se intentaron a lo largo de esa vida.
Ese joven vería, si pudiera ver
ahora el ayer mismo, que mucho se frustró, mucho se incumplió, mucho no se
logró.
Se desengañó de sí mismo, porque
eso es lo que es hoy, ese es este yo que habla, hoy.
Planes, esperanzas, deseos, todos
incumplidos en un pasado ya lejano, pero que hoy enfrentado a la realidad,
tampoco se lograrán. Porque por diversas circunstancias, el ayer soñado como
futuro, se convirtió en el pasado que no fue cumplido, es más, fue incumplido,
por cualquier razón y no es hora de llorar, sólo aceptar que lo que fue, fue, y
lo que debía ser, fue.
Y a propósito, leyendo sobre
propósitos de vida que se deben forjar cada año, me preguntaba, cómo aplica a un pensionado, sujeto a su mesada,
única fuente de manutención, al cual ya se le escaparon los años de la juventud y cuyo objetivo presente y primordial es sacarle el cuerpo a la muerte o, si
se prefiere, seguir viviendo a sabiendas de que lo que le resta, no le
suma años, sino que efectivamente le resta, sin poder dividir objetivos con el
objetivo final de multiplicar los años?
Me pregunto, en mi caso si he de
confesarlo abiertamente, qué objetivo puedo trazarme a largo plazo o al menos a mediano plazo? Viajar? Ese no sería un objetivo de vida, lo sería de placer. Lo que me lleva a pensar que a esta edad, los objetivos a
trazar no son de vida, sino de disfrutar, de alguna manera o de cualquier
manera, los tal vez veinte años que quedan
por vivir (y sin eufemismo diría que mucho menos, viendo los viejos ochentones
que nos precedieron, para el caso, nuestros padres, que con sinceridad ya a esa
edad el mundo les pesaba y mucho).
Trataré de guardar estas
reflexiones (si la tecnología y la edad lo permiten) para releerlo en veinte años y al menos saber
si tenía razón, algo de razón o estaba pifiado. Esta sería la meta que me propongo, tratar de leerlo en veinte años -o que
alguien me lo lea, si no doy para tanto-.
El asunto que me lleva a este
escrito no se debe leer como menosprecio a lo escrito sobre la necesidad de tener objetivos y metas en
la vida, ni como
demerito de ello. Por el contrario es una reflexión para quienes ya
sobrepasamos los sesentas y andamos pensionados, para quienes no tenemos una
perspectiva de vida superior a esos veinte años más, en
donde los comentarios originales iban dirigidos a personas jóvenes o maduras, mas no a
esta generación que esta próxima a la extinción y que permite de cualquier
manera llevar a reflexionar a qué hacer con el tiempo que falta, sin
pretensiones, sin mayores aspiraciones, sino bien afianzados a la realidad que
tenemos delante nuestro. No tenemos alternativa de regreso ni de estancamiento,
porque hacerlo es agilizar ese tiempo que queda, ese tiempo que resta. Y que quede claro, si de jóvenes no pudimos cambiar el mundo, de viejos, menos, ni siquiera el nuestro faltante.
Porque sólo eso es la inmortalidad: ser recordado en el
mundo de los vivos.(1)
Tomado de Facebook.
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(1) Colleen
McCullough - Favoritos de la Fortuna
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