miércoles, 30 de marzo de 2022

MEJOR, EL SILENCIO

 

-          Y hoy, ¿qué vamos a hacer? Preguntó.

-          Ir al centro comercial. Sentenció.

-          ¿Al centro comercial? Replicó.

-          Sí, en eso quedamos ayer.

-          ¿Ayer? Preguntó desconcertado, pues no lo recordaba.

-          Sí, hasta dijiste que por allá no había por dónde caminar, para echarnos un paseo.

-          ¿Sí? Insistió al no saber de qué le hablaba.

-          Algo te está pasando. No es la primera vez. Enfatizó.

 

Sabía que perdía el tiempo refutando algo que estaba seguro de lo que no habían hablado. Sí, no era la primera vez que le pasaba, que le decía algo de lo que no habían hablado de antemano, pero ponerle en evidencia era iniciar una discusión sin necesidad, pero resultaba preocupante, al saber que él no era quien creía que decía lo que no había dicho.

 

Otra vez en tablas, ninguno estaba seguro de quién tenía la razón, al no tenerla.

 

Por eso, lo mejor, era el silencio y salir al centro comercial, tal como habían convenido. O ¿no?

 

Era un arte que había aprendido a dominar. El arte de mostrarse de acuerdo.[1] 

Tomado de Facebook
272757144_464331911959433_6338700037670765958_n


[1] Pisando los talones. Henning Mankell.

lunes, 28 de marzo de 2022

¿TE PARECE MUCHO?

             Esas palabras resonaron en mí y me llevaron del sueño a la realidad. (Mónica ya se había despertado y estaba oyendo algún mensaje que contenía esa pregunta o interrogativa afirmación, no lo tengo muy claro por la transición que se produce entre el sueño profundo y el despertar de imprevisto). Lo único que recuerdo haber pensado o dicho en voz alta, no lo sé, fue: ¡Hijueputa! ¡No!

 

            Estaba soñando que estaba en algún país nórdico, el suelo helado, congelado bajo mis pies y se veía el fondo de lo que pudo haber sido un lago. (Suecia, supongo, por estar embebido en la lectura de la novela negra sueca, el inspector Wallander). Hacía frío pero no se sentía, como si viviera en tan lejanas tierras por mí desconocidas.

 

            Y antes de que la pregunta (ofensiva por demás) llegara a mí, me había dado cuenta de que era eterno, que nunca moriría. Y oír a continuación la pregunta: ¿te parece mucho?, lo único que pude contestar, no sé si dentro del sueño o en voz alta retornando del sueño, fue: ¡Hijueputa! ¡No!

 

            ¿Qué otra respuesta podría dar? ¿Qué más podía decir? Con lo vivido es más que suficiente y volverse eterno eso sí que sería una maldición.

 

            ¡No! Hijueputa! ¡No! ¡Eterno no!

 

            ¿Qué más podía decir?

 

… pensó que, con independencia de cuándo llega la muerte, cuando llega, hace daño. La muerte se presenta inoportunamente, sea porque queda sin tomarse una taza de café por la mañana, o por cualquier otra cosa.[1] 


Foto JHB (D.R.A.)


[1] La quinta mujer. Henning Mankell.

viernes, 25 de marzo de 2022

DOMINGO POR LA TARDE.

             Sensación de domingo por la tarde. (Creo que ya había escrito sobre el tema, pero vuelvo a él, por la sensación que tuve, sin ser domingo por la tarde). Es una sensación difícil de explicar, como lo son la mayoría de ellas.

 

            Es una sensación esporádica que me acompaña eventualmente durante la vida, que, como dije, es difícil de explicar con palabras, solo es el sentimiento que se genera, de vez en cuando. Es una sensación que tuve en épocas juveniles y que me acompañan de vez en cuando, no son muy repetitivas, por lo que las hace especial.

 

            Entonces, cómo explicar una sensación que en últimas es inexplicable, me preguntaba y la respuesta es que solo puede tenerlas quien las siente y él solo no puede explicársela sino simplemente sentirlas, vivirlas.

 

            Y hoy, pensionado, donde todos los días son iguales, sin distinción, por ser festivo o sábado, o bien jueves o martes, algún día me llega la sensación de domingo por la tarde, que me deja en entredicho, sin saber si es o no es.

 

            Desazón? Desasosiego? Es retornar a una figura de domingo por la tarde, cuando se siente que ya no se puede hacer más en ese día, pero que un futuro próximo se perfila como nueva experiencia, al que no se está seguro de enfrentar. Acompañado de sol de atardecer, de domingo por la tarde, lo hace más particular, por esa tristeza que conlleva, sin ser malqueriente, es una opacidad que solo deja, el domingo por la tarde.

 

… ni sufrimiento tiene la mujer del pelo gris. Ha perdido las fuerzas y las ganas de ver salir otra vez el sol. Vive porque no sabe hacer otra cosa y porque piensa que la voluntad del que está allá arriba vale más que la suya.[1]

Foto JHB (D.R.A.)


[1] Maurizio de Giovanni. Los bastardos de Pizzofalcone.

miércoles, 23 de marzo de 2022

¿SOMOS SOLO RECUERDOS?

             La pregunta me llegó de improviso. ¿Qué es lo que realmente somos en el fondo? Y miré a mi alrededor y solo vi gente, cosas, ambientes y cada uno refería a la experiencia anterior que tenía de ellas o de cosas semejantes, cosas que recordaba. Y oía conversaciones ajenas que hablaban de lo que les había sucedido ayer, de lo que habían vivido.

 

            Y la pregunta se me quedó incrustada. ¿qué es lo que realmente somos? Y por más explicaciones que trataba de darle al tema solo veía recuerdos. Del ayer, del antier, de hace una semana o un mes, tal vez de lo ocurrido hace un año o veinte. Y todo quedaba condensado en la palabra recuerdo, como experiencia vivida, como similitud ante la imposibilidad de tener la certeza.

 

            Sin ellos no había nada diferente, todo quedaba en blanco, todo se paraba a mi alrededor y al pensarlo me daba cuenta que sin esos recuerdos no había historia, no había nada que narrar, no había ayer. La historia sin hechos no era nada, eran los recuerdos los que hacían la historia de la humanidad y de nosotros mismos.

 

            Y como recuerdos que son, muchos se diluían, se transformaban , se creaban nuevamente volatilizando su realidad, la realidad verdadera, pues es claro que somos recuerdos, pero acomodados a nuestra conveniencia, para no aparecer altaneros,  cobardes o vergonzantes ni tan santos como pretendemos ser.

 

            Entonces, mirando a mi alrededor, solo pude concluir que somos la suma de nuestros recuerdos, adicionados con los recuerdos ajenos. Meros recuerdos hasta que olvidemos que también lo fuimos.

 

—¿De qué va a tratar?

—De la realidad.

—Una idea interesante. ¿De qué realidad?

—Del irremediable aburrimiento de lo cotidiano.[1] 

Tomado de Facebook
276125119_510598403928750_4561021657251919948_n



[1] Tae-Bag. Henning Mankell.

lunes, 21 de marzo de 2022

MORIDERA

                 Todo empieza sutilmente. Una leve desazón por aquí, un pequeño malestar por allá. Tomarse una aspirina, por si las moscas, rogar a los cielos que no sea nada, aunque uno está dado para siempre pensar lo peor y ahora en medio de pandemias, esperando que no sea el maldito covid.

 

                Luego, al pensar que todos esos fantasmas ya quedaron espantados, de un momento a otro ataca, sin el menor sentimiento altruista, por el contrario, a mansalva y en escarpado. Y la desazón ataca sin piedad. Inician los escalofríos, la pesadez corporal, el intermitente dolor de cabeza, el calor que se va apoderando con intermitencias.

 

                Ya no hay nada qué hacer, ya entró la moridera y el único remedio, buscar un rincón de la cama en dónde arruncharse, para hacer más llevadera la situación. Pero a cada minuto que pasa, a pasos agigantados se van presentando cada uno de esos síntomas, atacando a la vez, a mansalva, he dicho y así ha sido.

 

                Y se van agravando los síntomas. El escalofrío se hace intenso para luego ingresar en períodos de inmenso calor, la fiebre. Y eso hace que duela hasta el pelo, hace que duela cualquier contacto. Y una necesidad urgente de salir corriendo al baño, una diarrea inesperada, lo que le sume a uno en una peor tristeza, tras cagado untado y el escalofrío que hace más notorio el frío de contacto. Y el esfuerzo para retornar a la cama, a donde nadie molesta. Pero entonces se siente que los ojos se encuentran adoloridos, para completar el cuadro clínico. Tras de bobo con paperas, se decía antaño.

 

                No se quiere oír nada, no se quiere sentir nada, pero allí cobardemente instalado el escalofrío, el dolor se dejan sentir, hacen su presencia y se instalan con el único fin de que el enfermo se dé cuenta que está enfermo y que no hay remedio, que tiene que aguantarse.

 

                Entonces se toma conciencia de que en efecto, no hay más que hacer, solo esperar a que ese invitado no querido se aburra y se vaya lo más pronto. Pero con solo pensarlo, como para evitar que le ahuyente, las náuseas, las malditas náuseas, con todo ese malestar y el cuadro lo completa la náusea. Bonita venganza al verse descubierto. Con dolor hasta en el pelo, sudoración que no se sabe si es de escalofrío o de fiebre, dolor de cabeza y de ojos, para completar, levantarse como alma que lleva el diablo porque las arcadas no pueden esperar, no esperan.

 

                Arcada tras arcada, sin que nada salga porque nada se ha comido. Los ojos lloriquean, el sudor recorre toda la calva, la respiración agitada y entrecortada, la debilidad es notoria y cuando se piensa que se ha superado, llega la venganza, otra arcada de la que solo se puede gritar, gimiendo en silencio, Dios mío!

 

                Dejar que la tormenta amaine para volver a recostarse y poder continuar maldiciendo en silencio por ese ataque a mansalva. Esperar a que el sueño del cansancio se apodere de uno, para que los olores que de lejos llegan no llamen a más arcadas, a más nauseas, más vómitos que hacen recordarle a uno el infeliz ser humano que ha sido humillado. Sin contemplación.

 

                Son dos días de humillación, de odio a la comida, a la luz, al ruido, a todo.

 

                Es la moridera, el recuerdo de que somos frágiles, en un mundo de levedad.

 

«Un hombre viejo como yo ya no debe escribir versos», pensó. «A los setenta y ocho años los pensamientos de uno apenas tienen ya valor para nadie más que para sí mismo»[1] 

Tomado de Facebook
276011325_509307517391172_3104329824328019926_n


[1] La falsa pista. Henning Mankell.

viernes, 11 de marzo de 2022

MÚSICA

            La música siempre me ha seguido o yo a ella, no estoy seguro. Siempre, de cualquier manera debo sentirme acompañado de ella, según el momento, según la circunstancia, según el estado de ánimo. De allí que pase de boleros a baladas, de bailable a son cubano, y a una cuanta clásica seleccionada, música nueva era y colombiana, cuando la añoranza me lleva a ella. Pero para trabajar - cuando lo hacía-, como para leer -como lo hago constantemente, pues un pensionado qué más puede hacer- me acompaña la música ambiental, el jazz tranquilo, el que me permite la concentración en la lectura. De la música de los últimos diez o veinte años no tengo ni idea, no sé mayor cosa, pues los viejos nos concentramos en lo que conocimos y desechamos, no sé si por resquemores, lo último en música, bachatas, hiphop, reguetón y demás, que considero no apto para mis oídos. Supongo que son cosas de viejos.

 

            Naturalmente es Youtube quien me la suministra. Estando oyendo a Pourcel, mi vista se deslizó a la sección de comentarios y uno de ellos llamó mi atención, sin saber por qué, hasta que lo detallé y decía textualmente:

 

Por la Gracia de la vida, me tocó ser joven en el mejor tiempo musical , en que los grandes directores y sus orquestas nos regalaron la mejor etapa de la música bella. Gracias Franck Pourcel, Paul Muriat, Percy Faith, Mantovani, Mancini, Bert Kaemphert, Ray Coniff, Ferrante y Teicher, Andre Kostelanest... fueron tantos y rodearon nuestras vivencias con su música hermosa. Siempre agradecido por todas la memorias!

 

            Fue entonces cuando la nostalgia vino a mí y sentí el mismo agradecimiento por las palabras que leí con atención. Y en efecto, fue la mejor época de la música y tal vez sea por ello que no me cansa oírlas una y otra vez, saltando de aquí a allá, todos esos sones que me acompañaron fielmente, a las que hoy, acompaño fielmente.

 

Toca las estrellas mientras duermes y que tu sueño te lleve a ese lugar que tanto anhelas en tu corazón. Qué tomado de la mano, de ese amor eterno, recuerdes los bellos momentos vividos en eternidad. Y que tu ángel de la guarda te cubra con sus alas de luz! Hasta mañana y hasta siempre. Mónica.



Tomado de Google

R-5094065-1384305220-4340

miércoles, 9 de marzo de 2022

SIN PALABRAS

  

Vi a Dios en sueños y tenía dos rostros. Uno era dulce y benigno como el rostro de una madre, y el otro parecía el rostro de Satanás.


Nawal El Saadwi[1], La caída del imán.[2] 

Tomado de Google
51m4UFqGpNL._SX316_BO1,204,203,200_



[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Nawal_El_Saadawi

[2] Leí la oración (en sentido gramatical, pero la sentí en otro sentido). Oración que ofenderá a algunos cuantos, que hará pensar a unos pocos. Luego pensé en los rusos invadiendo a Ucrania. En la pobreza. En el hambre, de aquellas fotos africanas que nos mostraban antaño, cuando eran casi colonias, pero que perduran ahora que son repúblicas, en las que todo cambió sin cambiar nada. Pensé en esa otra cara y en lo único en que pude pensar fue en la injusticia, de pensamiento, de palabra y de obra. Así no más. Y releí la oración (en otro sentido) y me vi reflejado, al ver reflejada toda la humanidad, al ser creado a imagen y semejanza. Esas dos caras, dos facetas, dos caretas que todos tenemos, que pareciera componer también la divinidad. Una oración que me dejó sin palabras.

lunes, 7 de marzo de 2022

REMINISCENCIAS

            Por alguna razón recordé la época en que inicié mi actividad laboral, hace más de treinta y cinco años. Era joven, mi primer trabajo, verme rodeado de muchas personas mayores o al menos eso parecían, en ese tiempo. Algunos de los que fueron mis compañeros ya estaban a punto de pensionarse, otros estaban en sus cuarentas, pocos éramos demasiado jóvenes, para la época.

 

            Tenía la conciencia de que iba a aprender, no las sabía todas, es decir, no me sabía ni una, tenía que aprender desde cero, al ser el primer trabajo permanente. Tan distinto hoy, creen que se las saben todas; aunque también es cierto que de joven debía tener algunas ínfulas, no estoy del todo seguro.

 

            De alguna manera se respetaba a los jefes ya mayores, los que se convirtieron en una biblia sobre su tema y se les veía con reverencia y aún con temor reverencial.

 

            Y fui envejeciendo y los jefes ya mayores pasaron y fueron reemplazados por la juventud (la juventud al poder, era la proclama política de algún candidato presidencial de la época y así fue). Y vi cómo ciertos mayores fueron vistos con malos ojos y se buscó su cambio para dejar entrar a la juventud. Y yo, mientras, seguía envejeciendo.

 

            Y con el tiempo, el joven que fui, mayor me hice y sin darme cuenta, sutilmente se vertía el cambio y yo pasaba a ser el señor mayor, reemplazando a los que lo fueron en mis épocas. Y sinceramente, no me di cuenta. Lo que sí advertí era el ingreso de cada vez gente más joven, pero con algo que me generaba molestia, la falta de decencia de los nuevos jefes, el maltrato al que sometían a sus subalternos, de pensamiento, palabra y obra (afortunadamente conmigo supieron mantener la distancia y el respeto camuflado, tal vez por la seriedad y la cara de bravo que me cargo).

 

            Lo que no saben esos nuevos jefes es que igualmente van envejeciendo y con el tiempo, sin que se den cuenta, serán apartados.

 

            Sutiles cambios que no se prevén en la juventud, porque el que es joven cree que nunca envejecerá, hasta cuando es tarde y ya están viejos, sin darse cuenta.

 

De pronto, se acordó de haber leído, en el libro de un erudito llamado Alleva que se dedicaba al estudio de los animales, que los pulpos eran inteligentísimos. Se quedó un momento con el tenedor a medio camino, pero al fin concluyó que el destino de los seres inteligentes era, sin lugar a dudas, terminar devorados por algún imbécil más espabilado.[1]

Tomado de Facebook
274971433_499426138379310_3443635102226934341_n


[1] Una voz en la noche. Andrea Camilleri.

viernes, 4 de marzo de 2022

SATURACIÓN

             Hay momentos en que Internet nos satura y nos convierte en autómatas mirando una pantalla, pasando de un lado a otro, sin mirar, sin siquiera ver. Nos estamos convirtiendo en verdaderos autómatas.

 

            Hay días en que así me siento. Entrar a Facebook y comenzar a leer los primeros mensajes, luego automáticamente vamos pasando y pasando y pasando, sin darnos cuenta de ese acto, simplemente pasando de un lado a otro y el tiempo pasa y pasa. De Facebook a Instagram, de Instagram a Whatsup, y pase de un lado a otro, sin ton ni son, mirando sin siquiera ver, sin notar todo el tiempo que ha pasado.

 

            Y hay días en que sentimos incomodidad, son los días que anuncian que ya estamos saturados, pero como verdaderos viciosos continuamos de un lado a otro, hasta sin darnos cuenta, esclavizados por Internet, pasando el tiempo inútilmente, sin darnos cuenta, aún sabiéndolo.

 

            Y cuando ya el cansancio vence, cuando vemos lo improductivo del tiempo, nos preguntamos y yo qué estoy haciendo? Poniéndome al día? De qué? Para qué? O a quién le importa? Ese tiempo fácilmente lo pude ocupar en otras cosas más productivas, así sea echándome un sueñito. Pero vicio es vicio, esclavizados, sin saberlo, aunque al mismo tiempo conscientes de ello, pero como buen vicioso, seguimos y seguimos. Ver si alguien actualizó Facebook, o Instagram o whatsup, como si nos interesara, o será que allí está precisamente nuestra banalidad? O simplemente como un mecanismo de hacernos notar, de que sepan que aún existimos o, también cabe la pregunta, diciéndole al mundo que no somos anónimos, que queremos que sepan que existimos.

 

            Esclavizados estamos, sabiéndolo, pero no nos importa, porque es la esclavitud de moda y tenemos que estar al día antes de que alguna red se dé cuenta de nuestra inactividad y nos anuncie que hace un buen rato no las hemos revisado, como si importara.

 

            Eso es la modernidad y allí estamos cabizbajos, perdiendo el tiempo. Sí, nada más que perdiendo el tiempo, habiendo otras cosas qué hacer, así sea una siestecita que nos llevará al mundo de los sueños, al menos eso resulta más productivo, me digo. Mejor me voy a ver Netflix y a cabecear un rato, porque también me ha cansado la búsqueda por Netflix, porque pareciera que ya lo he visto todo.

 

No quisiera morirme sin saber qué ocurrió y por qué.[1] 

Tomado de Facebook
275048434_507037551085755_2542529491974843117_n



[1] El hombre sonriente. Henning Mankell.

miércoles, 2 de marzo de 2022

¡EPA!

             En mis tiempos era una exclamación -más propiamente una interjección- que tenía diversidad de significados, entre ellos el costeño que se impuso de epa, güepajé. La RAE lo designa como expresión para animar o para detener o avisar de un peligro.

 

            Pero el idioma cambiante me lleva a que también se utiliza como un alias, de una… (una levantada, diría mi madre, no sin razón). Pero lo que me llevó a la indignidad fue un artículo de prensa (de Las2orillas, para mayor precisión) que decía: ¿Qué haríamos sin ella? Siempre alguna de sus salidas hace las delicias de la familia colombiana, como si no fuera una persona sino un programa divertidísimo que siempre estuviera cambiando de piel, capaz de hacer escándalos como destruir con sus propias manos una estación de Transmilenio o bañarse en la fuente del museo del Louvre en París (qué vergüenza, me digo). Las delicias de la familia colombiana? Si es así, yo no soy de esa familia, válgame Dios, pues algo me queda de decencia, de honorabilidad, de respetabilidad.

 

            Pero ahora se han impuesto supuestos influenciadores de opinión (levantados, diría mi madre y no sin razón, sin cultura, sin educación y hasta gamines, agrego yo, sin pudor ni rubor). Y este otro titular: ¡Lo que hace la plata! Epa Colombia se cansa de su cara y se la cambia. (Válgame Dios, ya era hora, aunque a pesar de que el mico se vista de seda…). Y con los apodos con que se identifican, la Liendra, leí por ahí que existe otro, que parece que merece su nombre (por aquello de ser de un lado el huevo del piojo y por el otro, por ser un parásito, levantado, diría mi madre). Y buscando datos de esa liendra, termino escandalizado (y eso que no me escandalizo con facilidad) al ver una pregunta que le hicieron: ¿Cuánto le mide el pene a la Liendra?[1] Dios nos ayude, esos son los influencers de la familia colombiana que hacen nuestras delicias.

 

                Definitivamente estamos en el país del Divino Corazón! Con esos genios que están influenciando a la actual familia colombiana no sé a dónde llegarán, pues yo, afortunadamente no veré a dónde llegarán esos otros, creo que partiré primero, a Dios gracias.

 

                Hay cosas que me sacan la mala leche que tengo, pero no puedo aguantarme ante estos esperpentos, no hay derecho, pero me emputan.

Las personas no suelen cambiar, y menos de mal a bien. Quien se rodea de delincuentes violentos tiende a vivir entre criminales desalmados toda su vida y, con frecuencia, acaba cometiendo crímenes él mismo.[2

Tomado de Facebook
IMG-20220224-WA0012

]



[1] Sin rodeos, el joven contestó muy orgulloso de sus centímetros. “A mí nunca me da miedo contestar esto. La última vez que me lo medí, hace por ahí año y medio me medía 17,50, yo creo que en este momento me mide por ahí 18 centímetros, no sé si eso es mucho, pero a mí me encanta, o sea, así como perfecto”, expresó.21 dic 2021. https://www.tropicanafm.com/2021/la-liendra-revelo-cuanto-le-mide-su-miembro-no-se-si-es-mucho-pero-me-encanta-315789.html Lo que no especificó si el tamaño es dormida o parada, para ver si me da envidia.

[2] Santiago Posteguillo. Y Julia retó a los dioses.