-
Y hoy, ¿qué vamos
a hacer? Preguntó.
-
Ir al centro
comercial. Sentenció.
-
¿Al centro
comercial? Replicó.
-
Sí, en eso
quedamos ayer.
-
¿Ayer? Preguntó
desconcertado, pues no lo recordaba.
-
Sí, hasta dijiste
que por allá no había por dónde caminar, para echarnos un paseo.
-
¿Sí? Insistió al
no saber de qué le hablaba.
-
Algo te está
pasando. No es la primera vez. Enfatizó.
Sabía que perdía el tiempo refutando
algo que estaba seguro de lo que no habían hablado. Sí, no era la primera vez
que le pasaba, que le decía algo de lo que no habían hablado de antemano, pero
ponerle en evidencia era iniciar una discusión sin necesidad, pero resultaba
preocupante, al saber que él no era quien creía que decía lo que no había
dicho.
Otra vez en tablas, ninguno estaba
seguro de quién tenía la razón, al no tenerla.
Por eso, lo mejor, era el silencio y
salir al centro comercial, tal como habían convenido. O ¿no?
Era un arte que había aprendido a dominar. El
arte de mostrarse de acuerdo.[1]
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