viernes, 1 de abril de 2022

SIN PALABRAS

             Hay días en que quedamos sin palabras, quedamos mudos no porque no haya palabras, ellas están ahí, esperando su momento. Pero cuando el momento no es, ellas enmudecen y por más que queramos sacarlas a flote, ellas se niegan a hacerlo y así no más, quedamos sin palabras.

 

            Es entonces el momento para pararles bolas. Si ellas enmudecen, por algo ha de ser; si no quieren expresarse, por algo ha de ser, sin duda alguna. Será un momento que nos invitan, por ese hecho de estar mudas, a que reflexionemos, a que nos detengamos, a que frenemos en este mundo frenético, que llega a cansar. Nos estarán invitando a ello o, tal vez, nos están diciendo a gritos que dejemos descansar el cerebro, que harto ya ha de estar, hasta de nosotros.

 

            Tal vez por eso, solo por eso es preciso dejar de pensar, por un instante, por un rato, por una eternidad. Sin saber cuánto dura el instante, el rato o la eternidad, aunque qué más da, basta con desacelerar un momento, sin saber qué es un momento, pero supongo que eso es lo que dicen las palabras que no se quieren pronunciar, que no nos agobiemos, que nos desestresemos y que tomemos energía para retomar la vida.

 

            Ya las palabras volverán, ellas sabrán en qué momento deben retornar, de eso no hay duda.

 

            Por eso es por lo que no tengo palabras, por eso quedo sin palabras.

 

«Sin duda se te habrá ocurrido pensar qué harías si pudieras retroceder en el tiempo…».
Todo el mundo pensaba en ello, sin excluir a nadie. Los errores del pasado eran la cura del presente. Todos miraban hacia atrás y atribuían sus males a decisiones lejanas e irrepetibles. Pero solo era una excusa para seguir equivocándose.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Donato Carrisi. El juego del susurrador.

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