miércoles, 6 de abril de 2022

INOCENCIA

 

Lo más importante: la fragilidad de la sociedad en que vivían era mayor de lo que ninguno de ellos habría podido sospechar. [1]

 

            No sé hasta que punto el mundo se está corroyendo, carcomiéndose lentamente lo poco bueno que aún queda.

 

            Existe un submundo, incluido un inframundo, de los que hemos oído (a gritos o en silencioso rumor de creciente reverberación) de los que creemos están bien alejados, estando tan cerca.

 

            Un inframundo tenebroso, de ese que se mueve en la oscuridad de la noche, de esas calles en las que da miedo caminar a deshoras. Como inframundo que es, lleno de oscuridad y murmullos inaudibles, en donde se codea el hampa, la peor ralea y la mezquindad humana. Hampa que reúne a una serie de personajes, ladrones, reductores, violadores, traficantes, asesinos, toda esa ralea que queremos tener bien lejos, lo más lejos posible. Un mundo que nos podemos imaginar, al mejor estilo de Hollywood, pero que realmente desconocemos, a Dios gracias. Naturalmente para ellos no hay descanso, pues en el día hay quienes continúan con sus fechorías.

 

            Y está el otro submundo, el que actúa de día, con arreglo a los arreglos que hacen de noche en la comodidad de un club o de un afamado restaurante. Es el submundo encorbatado, aunque ya no se use ese artilugio. Allí se arreglan los problemas que trae la democracia, se hacen las componendas, se eligen los compadres, se hacen reparto de las entidades públicas, se reparten dividendos y se fijan intereses, todo en aras de la honrada democracia. De políticos, chanchulleros, de zancadillas, de efímeras hermandades, hasta que alguno caiga y si te conocí, ya no me acuerdo.

 

            Y vaya que muchas veces esos dos mundos se encuentran y se apoyan transitoriamente, mientras nos sirvamos.

 

            Y nosotros, en este mundo, llenos de inocencia (inocente o de displicente abandono, pues no es con nosotros), creyendo que este mundo aún es vivible y en el que vale la pena estar.

 

            Lo mejor es seguir soñando, es lo más sano que podemos hacer, esperando no encontrarnos con los de los otros mundos. Es mejor morir inocente.

 

Hace unos años, habría estado de acuerdo contigo: la violencia inexplicable no existe. Pero ya no es así. Este país ha cambiado, y nosotros no nos hemos dado cuenta. La violencia se considera ya algo natural. Se ha cruzado una frontera invisible y, en consecuencia, generaciones enteras de jóvenes se arriesgan ahora a perder el norte, puesto que nadie les enseña a distinguir el bien del mal. De hecho, ya no existe ni lo bueno ni lo malo. Todos invocan sus propios intereses. Y, así las cosas, ¿puedes decirme qué sentido tiene ser policía?[2] 

Tomado de Facebook
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[1] Cortafuegos. Henning Mankell.

[2] Pisando los talones. Henning Mankell.

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