lunes, 30 de enero de 2017

OJOS HUIDIZOS



Oh! qué agradable sentir
cómo sus ojos acarician mi perfil!

Grafiti de antaño

Ojos huidizos, ojos vergonzantes, ojos que no ven, que no se dejan ver, que no quieren ver.

Ojos que se acostumbraron a no ver, a evadir, a huir, a rechazar, a no mirar para no ser sometidos.

Así lo sentí algún día de estos en que recorro calles sin sentido. Me vi evadiendo miradas, rehuyendo ojos que me miraban, como si reclamaran el pago de una deuda eterna, como si hicieran reclamos, como si fuera el enemigo, ninguna mirada con cariño, al menos con indiferencia no gélida.

Y en esas miradas que me veían vi que ellos estaban en mi misma situación. Con miradas que rehuían cuando el que la fijaba era yo, ojos huidizos cuando yo quería verles de frente, saludarles, como solo saludan los ojos, que llevan a una sonrisa automática, no importa que fuera automática, me dije, sonrisa es sonrisa y la sonrisa atrae.

Y recordé cuando alguna vez me vi en un espejo, cuando me atreví a verme a mis ojos, evitando que rehuyeran de mí, que se avergonzaran de mi propia mirada. También descubrí que las dos pupilas no se podían ver al mismo tiempo, o era izquierda o era derecha, pero juntas pupilas no, los ojos al tiempo no le permitían verse, aunque en conjunto los ojos si permitían tanta indiscreción. Cosas extrañas descubre uno cuando lo aguijonea la curiosidad.

Y decidí cambiar, al menos tratar, porque con tanto tiempo de práctica es difícil deshacer lo aprendido. Decidí tratar de ver a los ojos de la gente, sin que fuera yo el que desviara la mirada, la hiciera ajena o la trasladara al horizonte, rehuyendo de otra mirada frentera.

No debo nada, ni debía nada, no tengo nada que ocultar ni nada de qué avergonzarme, por qué he de ser yo el que desvíe la mirada? Además no sé de cuantas cosas me puedo perder eludiendo miradas.

Y me atreví a mirar ojos ajenos y vi cómo ellos rehuían, ellos eran los temerosos, los vergonzantes, los huidizos. Sentí que era el macho alfa, el que se impone.

Si mal no recuerdo, en mi época a un superior no se le podía mirar a los ojos, directamente a los ojos, era cuestión de respeto. No sé si sea cierto o producto de imaginación. En cualquiera de los dos casos, la práctica constante se convirtió en costumbre y de allí, supongo, el temor reverencial de ver a los ojos a otra persona, generalmente desconocida, recién conocida, salvo los atractivos del amor.

Y me dije, por qué he de desviar los míos? He hecho algo que me obligue a doblegarme, a arrodillarme? Estoy libre de culpa, al menos eso pienso yo, de mí mismo. Debo esforzarme a deshacer costumbres, inocuas, inexplicables, irrazonables. Debo mirar a los ojos, que sean ellos los que quieran ocultarse, no yo; que sean ellos los que quieren evadirme, ya que no pudieron cruzar la calle a tiempo para evitarme; que sean ellos los que sufran la vergüenza de no mirarme, de no verme, porque yo, he de decirlo, no tengo por qué ocultar mis miradas, no tengo por qué mirar para el piso, ni desviar la mirada, no les debo nada, no me deben nada, si estamos a paz, por qué he de rehuir una mirada? 

                Ojos que no ven, ojos que no quieren ver, que se acostumbraron a no ver, por eso son huidizos, bajos, perversos o es porque recuerdan que los ojos son el reflejo del alma y temen que el alma les sea leída? Temen la desfachatez de quien sí sabe mirar? Hay que saber mirar, con altivez, con seguridad, con serenidad, a pesar de la miopía, la propia de la óptica, no la otra. Porque quienes desvían, persisten en no ver, evaden, eluden, evitan, esquivan, declinan, rehúsan, escapan, huyen, desertan, rehúyen sufren de miopía, al no saber de lo que se pierden.

Es necesario mirarse cada día,
con nuevos ojos.


Grafiti de antaño

Foto: JHB (D.R.A.)

viernes, 27 de enero de 2017

DOS MENSAJES


 

No invento nada. Hago esta declaración inmediata porque adivino ya las sonrisillas solapadas o desconfiadas de aquella gente para quien lo extraordinario es siempre sinónimo de mentira. Esa pobre gente no sabe que el mundo está lleno de cosas y de momentos extraordinarios[1].

 

La vida, llena de curiosidades. Es parte de este discurrir y de esa manera me llegaron vía feis dos mensajes que me obligaron a pensar y a los que dedicaré el blog de hoy.

 

El primero dice:

 

 

Desde que dejé la esclavitud del reloj, me oriento como puedo, pero sin la angustia de que sean las dos o las cinco, de la mañana, de la tarde o de la madrugada.

 

El reloj es angustia, de ir temprano, de ir retrasado, de espera o de la angustia de la carrera. La eternidad de un momento que quisiera ser breve o de la brevedad de otro que uno quisiera inmortalizar, así fuera en la memoria.

 

Es pensar en ayer a esta hora o en mañana a esta hora. La cita que fue, la que será. Cómo fue, cómo irá. Es esclavitud de mirada: penetrante, sospechosa, elocuente, diciente, perseguidora, del qué dirán.

 

Me llama la atención de todo lo dicho que el reloj está asociado a pasado o futuro, nunca al presente. Nunca miramos el reloj para decir: es hora de empezar; es hora del hoy; es mi momento; es mi presente.

 

Será por eso que seguimos llegando tarde a la vida?

 

Perdone el lector el tiempo que ha perdido ahora conmigo, de vez en cuando se me ocurren estas ingenuidades[2].

 

El segundo decía:

 

 

Naturalmente es una pregunta retórica. Perdone el lector la broma: la culpa es de este mundo en el que nos vemos obligados a vivir[3]. Pero También es bueno hacer preguntas cuando se sabe que no van a tener respuesta. Porque tras ellas pueden añadirse otras, tan ociosas como las primeras, tan impertinentes, tan capaces de consuelo en el retorno del silencio que las va a recibir[4].

 

Por ello, con cierta autoridad que me da Saramago, prosigo con lo del libro de la vida. Creo que empezaría por leerla en el capítulo con que inicia, de dónde es mi procedencia, para saber si tengo procedencias más remotas que yo mismo, para ver si en esos primeros capítulos puedo comprender algo que me lleve a comprenderme. Si me refresca la memoria, hoy confundida con los años. Si me aclara situaciones que con el tiempo he distorsionado, he permeado, he trastocado, he omitido, me he imaginado.

 

Tal vez luego de eso, tanto si me explica como si no, me saltaría al final, porque el resto ya fue vivido y escrito en su momento y no es momento de arrepentimientos, porque lo que fue, fue. Tal vez, pero solo tal vez, echaría una ojeada rápida a capítulos de ciertos episodios que en retrospectiva quisiera entender, no son muchos, pero solo para alejar dudas o para confirmar sospechas.

 

La cuestión, retóricamente pensando, es que ese libro no podría tener final, porque si lo tuviera querría decir que ya estaría yo muerto y el que lo leería sería un difunto o un heredero y ya para qué leerlo? Si el final ya fue vivido?

 

Lo que sí resulta cierto es que me gustaría saber para cuándo está planeada mi defunción, para, estando con las facultades suficientes –mentales y físicas-, darme un último placer y de ser posible, morir con él.

 

(Cómo añoro un buen tabaco, sentado en el borde de una acera, sin preocupación, sin pensamientos, sin nada que me afane, ni la misma muerte).


Hoy agradezco a Saramago que me sirvió de colaborador directo en este blog, por eso digo con él:

Quería contar yo esta historia, sin más, sin extraer de ella ninguna moraleja, tanto más cuanto que no estoy aquí para dar lecciones[5].



[1] Saramago. Apólogo de la vaca luchadora.
[2] Saramago, Sólo para gente de paz.
[3] Saramago. Meditación sobre el robo.
[4] Saramago. Una carta con tinta de lejos.
[5] Saramago. Apólogo de la vaca luchadora.

miércoles, 25 de enero de 2017

PALABRAS AJENAS


Cuando reúno suficiente material de lecturas que de alguna manera me han llamado la atención, como ya lo he hecho en otros momentos, aparece un blog que me ayuda al desahogo. En esta oportunidad lo hago a través de los siguientes artículos:

 

1.                  Zygmunt Bauman: “El éxito de Facebook es haber entendido necesidades humanas muy profundas[1]

 

Zygmunt Bauman y John A. Paulos debaten sobre la sociedad desinformación en un coloquio organizado con motivo del aniversario de la colección científica «Metatemas».  

Entraron en acción Bauman y Paulos. ¿Caminamos hacia una sociedad de la desinformación? Esta era la pregunta motivadora del acto. Como suele ocurrir en este tipo de debates, no puede decirse que expusieran ninguna teoría ordenadamente, ni que sus intervenciones tuvieran un hilo conductor claro. Pero ya se sabe que un acto de este tipo no es el formato adecuado para estas exposiciones. El interés de estos debates radica en captar las chispas intelectuales que pueden brotar en cualquier momento. Y hay que decir que Bauman, casi nonagenario, hace saltar estas chispas constantemente.
Sobre internet: es una cámara llena de ecos, una casa de espejos, porque en realidad tiende a leer sólo lo que nos satisface, lo que manifiesta las ideas que ya profesamos, queremos escuchar fundamentalmente lo que podríamos haber dicho nosotros mismos.
Sobre Facebook: el éxito del invento de Zuckerberg consiste en haber entendido necesidades humanas muy profundas, como la de no sentirse solo  nunca (siempre hay alguien en el planeta que puede ser “amigo” tuyo) y vivir en un mundo virtual donde no hay dificultades ni riesgos (no hay discusiones, las rupturas son sencillas y pasan rápidamente al olvido, todo es infinitamente más soportable que en la vida real).
Sobre el sistema educativo: antes cada sociedad tenía claro cuál era el modelo de «buena persona», de ciudadano ideal, y la educación encaminaba a acercar al alumno a este ideal. Pero, ¿cuál es el ideal ahora? Nadie tiene claro cuál sería ese ideal, porque en realidad vivimos en una sociedad que no cree en ideales ni en dogmas: en consecuencia, la educación no sabe qué hacer, y fracasa. Para sobre el tema, en este video.

A ratos pienso que hay temas en los que ya se ha dicho mucho y que volver a ellos, es como llover sobre mojado, pero aún así no dejan de asombrar los comentarios y estudios, así como tampoco deja de sorprender que uno, a pesar de ellos, sigue volviéndose cada vez más dependiente de la tecnología de la que de cualquier manera reniega. Simplemente una contradicción. Y para redondear las redes:

Las redes sociales esconden el secreto de volvernos adictos a ellas. Nos vuelven esclavos de nuestros propios prejuicios y convierten todo lo que nos rodea en una selección binaria de lo que nos gusta y lo que no, siendo lo segundo algo que termina inmediatamente en un basurero virtual del olvido y el repudio.
Las redes nos hacen prisioneros de nuestra ignorancia y cada vez menos dispuestos a lo desconocido. Hacen las veces de espejos paralelos que se miran el uno al otro y que con su reflejo crean la falsa impresión de que la repetición es una expresión de lo infinito, cuando la realidad es que se trata de más de lo mismo. Facebook usa algoritmos e inteligencia artificial para aprender de nuestros gustos y mostrarnos cosas que nos agradan[2].

2.      Aporofobia

es un neologismo formado por composición culta: del prefijo griego άπορος, ‘pobre, sin recursos’, y del sufijo del latín científico –phobia, y este del griego -φοβία, aversión, rechazo. Como dice Martínez Navarro (profesor de Filosofía Moral[3]), es un término que sirve para nombrar un sentimiento de rechazo al pobre, al desamparado, al que carece de salidas, al que carece de medios o de recursos.

Confieso que no tuve el cuidado de copiar la fuente de la cita. No recuerdo tampoco cómo diablos llegó a mí la palabreja, neologismo que fue ya aceptado por la real academia (http://www.fundeu.es/recomendacion/aporofobia/) y Wikipedia agrega: La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (-fobos), miedo) es una fobia que representa el miedo hacia la pobreza o a los pobres. Aunque también puede interpretarse como la repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos o el desamparado.

Y hablando de miedos, con la modernidad han nacido también una serie de anomalías, cuando no de anormalidades mentales, como el síndrome de la batería baja, quién lo iba a imaginar. O al de dejar el celular en la casa (nomofobia) o la lista que me encontré[4]:

Cyberfobia: miedo a las computadoras.
Retterofobia: miedo a escribir mal un mensaje de texto por eso revisan una y otra vez los textos.
Editofobia: miedo a q (sic) un post sea editado o borrado.
Edutiovultafobia: miedo a Facebook o q (sic) su vida sea expuesta frente a personas que no conoce.
Ipovlopsychofobia: miedo a que le tomen fotos.
Omphalofobia: miedo a tocarse el ombligo y el de otras personas.

Bueno, el último lo dejé porque me llamó la atención, bastante curioso. También me llama la atención sobre las razones que se tienen para poner esos nombres tan enredados a las fobias? (Lento, porque usan el origen, provienen del latín o del griego, así era como se hacía…) Ahhh! Y cómo se dirá al miedo al culillo?

3.      Fanatismo[5].

El fanatismo quemó en la hoguera a mujeres acusadas de brujas, arrasó culturas milenarias. El fanatismo bombardea pueblos ajenos y se inmola en atentados. El fanatismo destruye con facilidad y sin remordimiento porque el otro es el enemigo. Para algunos se trata de querer negar a esos “indeseables” la voz, el espacio, la opinión, pero para otros el objetivo va más allá y llega a buscar el exterminio físico de quien es distinto.
El fanático justifica sus agresiones y condena las de los otros. Defiende a los suyos cuando los acusan de delitos, pero quiere que la justicia actúe contra los demás. El fanático no ve matices; es todo o nada porque siente que su pensamiento es la única verdad que existe y todo lo demás es error, delito o pecado. Por eso quiere imponer su visión a los demás.
El fanatismo todo lo explica y lo justifica desde la mirada política, ideológica o religiosa que se toma el cerebro del fanático que ni ve, ni oye ni entiende porque no quiere hacerlo. No necesita hacer ese esfuerzo. Alguien pensó por él y le dice qué hacer, qué sentir. Alguien que sí tiene clara su meta, su interés o su negocio y que lanza ideas sencillas cargadas de emociones fáciles de digerir y de asimilar. (subrayo)

El problema es que todos cuando queremos defender nuestro de punto de vista, que casi siempre consideramos como el verdadero, terminamos como fanáticos, vilipendiando, agrediendo, imponiendo. Muchas veces la terquedad es la que nos lleva a él, como reconoce la articulista. Y uno piensa, cómo explicarle a un estúpido que lo es? Cómo decirle a un terco que ceda en su terquedad? Cómo pedirle a un fanático que piense y reflexione? Cómo saber si uno no es uno de los anteriores? Cómo saber que es uno el que tiene la razón? O que es el otro el que la tiene?

4.      Día internacional del retrete[6].

Pienso en todas las cosas que durante la vida he tomado como derecho propio; cosas tan significativas y al mismo tiempo insignificantes por haberlas vivido desde que nací. Una ducha, el inodoro, el agua, la cama, la vivienda, la tranquilidad económica, el acceso a la salud, un automóvil, las tres comidas diarias, la televisión, la ropa, las sábanas limpias, la salud. Todos esos regalos de la vida que simplemente me llegaron sin haber hecho nada para merecerlos... y que jamás he agradecido.
Siento un nudo en la garganta y en el corazón. Y esa enorme responsabilidad de compartir. ¿Por qué yo sí y los otros no?

En efecto, cada generación ve normalidad en las insignificancias que en otra época eran diferentes. Y además, en las insignificancias de las cosas que en su vida transcurren como naturales, como parte de una normalidad que uno presume generalizada a todo un conglomerado. Siempre ante la juventud recaigo en el mismo ejemplo: en mi época y en la de los tranvías, el timbre de un vehículo de servicio público era una cuerda que recorría la parte del bus de adelante hacia atrás y que conectaba a un timbre manual, naturalmente, para anunciar la próxima bajada que correspondía ésta a unas dos cuadras adelante. Ninguno de mis sobrinos, ni ahora de sobrinos nietos (cómo se dirá este engendro lingüístico?) me creen que una simple pita era la forma de timbrar en tiempos de bárbaras naciones.

Pero eso sí, a nivel anecdótico y cualquier de mi generación podrá corroborar con una sonrisa cuando lo lea, porque hasta lo dijimos en alguna oportunidad, si pasadas dos cuadras el chofer (variación por conductor) no paraba y abría la puerta, la reacción más común: golpe a la puerta para llamar su atención (lo que lo emputaba más, sin eufemismo) y si aceleraba más, se continuaba con un grito: Pare que se pasóóó… Oiga pareee que no voy a la casa de su mamá (mientras uno estuviera dentro, lo mejor era manejar el léxico) porque una vez paraba, abría la puerta y uno iba bajándose del bus al mismo tiempo el grito era (perdonarán la ausencia de eufemismos) hijueputa que no me voy a comer a su madreeeeee –que era de los más suaves- y se incluía un golpe a la carrocería o un patadón, como fuera posible, según el grado de la pelea y si el chofer alcanzaba a cerrar la puerta y arrancar para tumbarlo a uno. Automáticamente, si había golpe de carrocería, frenón y amague de bajarse el chofer, uno calculaba la huida, y lo retaba desde abajo: venga hijueputa, si es tan macho… Y entre amagues, bajaba con varilla el chofer y el machito que era uno prendía carrera. Si no se bajaba, el machito que era uno seguía ofendiendo. He de confesar, yo tuve mi época de gamín. Amén.

Por hoy, ya me alargué mucho!




[1] los dos ponentes eran, sin duda, de alto vuelo: el sociólogo Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925), conocidísimo analista de la posmodernidad y padre intelectual de la idea-ya casi estrujada- la «modernidad líquida» , y el matemático John Allen Paulos (Denver, EEUU, 1945), denunciador de muchas de las falacias argumentativas con base numérica en que incurren a menudo los medios de comunicación-y quizás ya buena parte de la población-. http://ssociologos.com/2014/05/28/zygmunt-bauman-el-exito-de-facebook-es-haber-entendido-necesidades-humanas-muy-profundas/

[2] Luis Carlos Vélez. La dictadura de las redes. http://www.elespectador.com/opinion/dictadura-de-redes

[3] Un interesante libro Virtudes públicas y ética civil de este autor puede leerse en: https://books.google.com.co/books?id=VO8jRhlsmNwC&pg=PA11&lpg=PA11&dq=Como+dice+Mart%C3%ADnez+Navarro+(profesor+de+Filosof%C3%ADa+Moral),&source=bl&ots=3EaSLbz6FE&sig=oZ9YPHTjOxnb4eQVuKNem59w8gk&hl=es-419&sa=X&ved=0ahUKEwj2u9DU6MTQAhXH4SYKHUmyDyEQ6AEINzAE#v=onepage&q=Como%20dice%20Mart%C3%ADnez%20Navarro%20(profesor%20de%20Filosof%C3%ADa%20Moral)%2C&f=false
[4] http://www.elcomercio.com/tendencias/fobias-internet-extranas-miedo.html
[6] Ana Lucía Mera. Día mundial del retrete http://www.elespectador.com/opinion/dia-mundial-del-retrete

lunes, 23 de enero de 2017

CON TRASTE



Hoy mi mente se ha encontrado con dos situaciones, en principio disímiles, una culta y la otra, la corriente, de juventud corriente que me han generado, además de un dolor de cabeza, esa sensación de estar en el lugar equivocado, en el mundo que ya no le corresponde a uno.

La una, en Facebook, de esas bobadas que allí suelen salir, apareció una que decía que si le daba veinte veces o más a un botón imaginario llamado bien, vería el resultado. Confieso que la curiosidad me pudo, pero equivocadamente espiché el botón de comentarios y empecé a leer los comentarios. El primero, luego el segundo, el tercero y cada vez que bajaba veía que no entendía nada de lo que estaba aparentemente leyendo y por más esfuerzo que hacía era como estar leyendo chino. Seguí bajando y resultó que todo era en un idioma moderno, juvenil, que definitivamente no entendí y me niego a entender. En este aspecto llámenme retrógrado o con cualquier calificativo que quieran, con o sin eufemismo, pero decidí que no soy de esta generación y mi plan no está en entender a la juventud ni pretender ser sus amigos, para sentirme parte de este planeta, porque en eso sí pienso que cada loro en su estaca.

Para que vean que no es ni imaginación mía ni jodentina mía, preferí tomarles una foto (mentalmente me negué a transcribirla, no podía permitir esa falacia en mi ser o que luego dijeran que yo había tergiversado, fuera de contexto, sin texto, sin vocales) y cada uno lo lea y de ser posible, me digan si soy el único que no entiende; no pasa nada si eso me dicen, así me sentiré menos loco en medio de la locura de este mundo actual.

           



                    

Me gustaría ver una ley escrita por estas generaciones, ver cómo será su correspondencia oficial, como se van a intercambiar en el lenguaje escrito. Dios me libre!

Y la otra, un artículo de opinión publicado en el Espectador que entendí no estaba dirigido a mí, al no ser tan docto como pareciera, por cuanto que odio todas las disonancias conceptuales (salvo las mías claro está) de las que se han apoderado los dotores, los peachedes y demás ilustrados que estudian tan profundo (a los cuales no pertenezco, aclaro y claro, aunque puede ser por eso que los repudio?), decía que no pueden hablar ni rebajarse a hablar en los términos normales y comunes, de la gente común (menos de la juventud de la que atrás mencioné) y encontré, en ese solo artículo, las siguientes nociones que por complicadas no dicen nada, tratando de descrestar o de hacer patente la sapiencia obtenida en lejanas universidades, lo que les da el docto derecho y la plata (Cállese, que ya está derramando mucha mala leche, me oigo decir). Sintetizo las frases, copiadas textualmente (y que no se encuentran dentro del contexto en que se dijeron, precisamente por lo altisonantes que suenan y que así quiero evidenciar):

disidencias conceptuales
constructo ideológico
transformaciones en las vastedades o limitadas extensiones
disidencias están matizadas por ese toque de anarquismo que pone en entredicho los imaginarios históricos
provocación que dé en los saltos cualitativos
avanzar hacia estadios superiores de su desarrollo, progreso y crecimiento.
individualidad anárquica y disidente de  incitar esos impulsos dialecticos que transforman la sociedad
 catalizador más visible de cuantos coadyuvan en esa alucinante empresa transformadora.
sociedades atrofiadas como la nuestra colombiana por múltiples presupuestos ideológicos, políticos, económicos, religiosos, éticos, morales, de identidad y tradición, entre tantos, cuya preeminencia e imposición determinan la acción y el pensamiento en el ámbito institucional, sea quizá la individualidad anárquica y disidente menos efectiva para los fines de alterar el statu quo propios de su esencia.
construcción de un discurso marginal desde adentro
Un discurso que, no por marginal, deja asomar cuanto de susceptible de alterar, perturbar, deconstruir, y no me gusta el término
adentro por esa individualidad disidente, anárquica, que lo propone como alternativa y herramienta útil, valida, eficaz, para mejorar lo inmediato de todo cuanto tiene, que es mucho, de incompetente e insuficiente el sistema.
sistematizado inventario de propuestas conceptuales y filosóficas unas, sociológicas, económicas, políticas y de gestión pública otras, culturales y humanísticas
sociedades atrofiadas por distintos causas, y la nuestra lo es, la individualidad disidente y anárquica desde adentro del sistema.
nomenklatura, de la cual está excluida por imposición de las élites, toda vez que la principal característica de esta en Colombia es, precisamente, la exclusión, por cuanto que sus más altos niveles y destinos está reservada a los vástagos y representantes de las élites políticas, sociales, patronales y económicas, las que mínimamente permiten la incursión de los intelectuales y de las disidencias en ese nicho dorado del sistema, del statu quo, que es aquella.
Y en concluyendo, atreverse a pensar disidente y anárquico y provocador, desde adentro

También se oye, en los párrafos transcritos, cierto dejo de discurso trotskista, camilista, comunistoide o como quiera que se defina, del de antaño, cuya idea era, al igual que el uribismo, gritar por gritar, gritar y empujar, empujar y patear. Pero suspendo mi mala leche y continúo.

Nomenclatura con k[1], eso qué es, cómo puede entenderlo una persona común y corriente como yo? Constructo ideológico? Saltos cualitativos? Etc. etc. Al leerlo, sentí que querían hacerme sentir un ignorante (no lo lograron del todo, si eso pretendían, pero sí me sacaron de quicio como lo hacen todos aquellos que pretenden derramar sabiduría con humildad, por eso tampoco soporto a aquellos que con su firma se agregan todos los títulos obtenidos, particularmente en ciencias como el derecho y las economías. Entiendo a los médicos, ellos sí se especializan en la uña del dedo meñique derecho y eso sí tiene mérito).

Y esos dilectos especializados a los que me he referido, no dicen árbol, dicen individuo arbóreo. Dios mío, a ese punto ha llegado la petulancia, por no decir la fanfarronada. Y siguiendo con mis exclamaciones y para culminar: Dios me libre de tanta sabiduría, vade retro!


(Imagen de Google)

[1] Qué ignorancia la mía, según Wikipedia: nomenklatura define una elite de la sociedad de la extinta Unión Soviética --y por extensión, a la del resto de los países del bloque comunista, formada casi exclusivamente por miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética que tenía grandes responsabilidades como grupo humano encargado de la dirección de la burocracia estatal, y de ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno, en la producción industrial y agrícola, en el sistema educativo, en el ambiente cultural, etc, obteniendo usualmente grandes privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones.