miércoles, 25 de enero de 2017

PALABRAS AJENAS


Cuando reúno suficiente material de lecturas que de alguna manera me han llamado la atención, como ya lo he hecho en otros momentos, aparece un blog que me ayuda al desahogo. En esta oportunidad lo hago a través de los siguientes artículos:

 

1.                  Zygmunt Bauman: “El éxito de Facebook es haber entendido necesidades humanas muy profundas[1]

 

Zygmunt Bauman y John A. Paulos debaten sobre la sociedad desinformación en un coloquio organizado con motivo del aniversario de la colección científica «Metatemas».  

Entraron en acción Bauman y Paulos. ¿Caminamos hacia una sociedad de la desinformación? Esta era la pregunta motivadora del acto. Como suele ocurrir en este tipo de debates, no puede decirse que expusieran ninguna teoría ordenadamente, ni que sus intervenciones tuvieran un hilo conductor claro. Pero ya se sabe que un acto de este tipo no es el formato adecuado para estas exposiciones. El interés de estos debates radica en captar las chispas intelectuales que pueden brotar en cualquier momento. Y hay que decir que Bauman, casi nonagenario, hace saltar estas chispas constantemente.
Sobre internet: es una cámara llena de ecos, una casa de espejos, porque en realidad tiende a leer sólo lo que nos satisface, lo que manifiesta las ideas que ya profesamos, queremos escuchar fundamentalmente lo que podríamos haber dicho nosotros mismos.
Sobre Facebook: el éxito del invento de Zuckerberg consiste en haber entendido necesidades humanas muy profundas, como la de no sentirse solo  nunca (siempre hay alguien en el planeta que puede ser “amigo” tuyo) y vivir en un mundo virtual donde no hay dificultades ni riesgos (no hay discusiones, las rupturas son sencillas y pasan rápidamente al olvido, todo es infinitamente más soportable que en la vida real).
Sobre el sistema educativo: antes cada sociedad tenía claro cuál era el modelo de «buena persona», de ciudadano ideal, y la educación encaminaba a acercar al alumno a este ideal. Pero, ¿cuál es el ideal ahora? Nadie tiene claro cuál sería ese ideal, porque en realidad vivimos en una sociedad que no cree en ideales ni en dogmas: en consecuencia, la educación no sabe qué hacer, y fracasa. Para sobre el tema, en este video.

A ratos pienso que hay temas en los que ya se ha dicho mucho y que volver a ellos, es como llover sobre mojado, pero aún así no dejan de asombrar los comentarios y estudios, así como tampoco deja de sorprender que uno, a pesar de ellos, sigue volviéndose cada vez más dependiente de la tecnología de la que de cualquier manera reniega. Simplemente una contradicción. Y para redondear las redes:

Las redes sociales esconden el secreto de volvernos adictos a ellas. Nos vuelven esclavos de nuestros propios prejuicios y convierten todo lo que nos rodea en una selección binaria de lo que nos gusta y lo que no, siendo lo segundo algo que termina inmediatamente en un basurero virtual del olvido y el repudio.
Las redes nos hacen prisioneros de nuestra ignorancia y cada vez menos dispuestos a lo desconocido. Hacen las veces de espejos paralelos que se miran el uno al otro y que con su reflejo crean la falsa impresión de que la repetición es una expresión de lo infinito, cuando la realidad es que se trata de más de lo mismo. Facebook usa algoritmos e inteligencia artificial para aprender de nuestros gustos y mostrarnos cosas que nos agradan[2].

2.      Aporofobia

es un neologismo formado por composición culta: del prefijo griego άπορος, ‘pobre, sin recursos’, y del sufijo del latín científico –phobia, y este del griego -φοβία, aversión, rechazo. Como dice Martínez Navarro (profesor de Filosofía Moral[3]), es un término que sirve para nombrar un sentimiento de rechazo al pobre, al desamparado, al que carece de salidas, al que carece de medios o de recursos.

Confieso que no tuve el cuidado de copiar la fuente de la cita. No recuerdo tampoco cómo diablos llegó a mí la palabreja, neologismo que fue ya aceptado por la real academia (http://www.fundeu.es/recomendacion/aporofobia/) y Wikipedia agrega: La aporofobia (del griego άπορος (á-poros), sin recursos, indigente, pobre; y φόβος, (-fobos), miedo) es una fobia que representa el miedo hacia la pobreza o a los pobres. Aunque también puede interpretarse como la repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos o el desamparado.

Y hablando de miedos, con la modernidad han nacido también una serie de anomalías, cuando no de anormalidades mentales, como el síndrome de la batería baja, quién lo iba a imaginar. O al de dejar el celular en la casa (nomofobia) o la lista que me encontré[4]:

Cyberfobia: miedo a las computadoras.
Retterofobia: miedo a escribir mal un mensaje de texto por eso revisan una y otra vez los textos.
Editofobia: miedo a q (sic) un post sea editado o borrado.
Edutiovultafobia: miedo a Facebook o q (sic) su vida sea expuesta frente a personas que no conoce.
Ipovlopsychofobia: miedo a que le tomen fotos.
Omphalofobia: miedo a tocarse el ombligo y el de otras personas.

Bueno, el último lo dejé porque me llamó la atención, bastante curioso. También me llama la atención sobre las razones que se tienen para poner esos nombres tan enredados a las fobias? (Lento, porque usan el origen, provienen del latín o del griego, así era como se hacía…) Ahhh! Y cómo se dirá al miedo al culillo?

3.      Fanatismo[5].

El fanatismo quemó en la hoguera a mujeres acusadas de brujas, arrasó culturas milenarias. El fanatismo bombardea pueblos ajenos y se inmola en atentados. El fanatismo destruye con facilidad y sin remordimiento porque el otro es el enemigo. Para algunos se trata de querer negar a esos “indeseables” la voz, el espacio, la opinión, pero para otros el objetivo va más allá y llega a buscar el exterminio físico de quien es distinto.
El fanático justifica sus agresiones y condena las de los otros. Defiende a los suyos cuando los acusan de delitos, pero quiere que la justicia actúe contra los demás. El fanático no ve matices; es todo o nada porque siente que su pensamiento es la única verdad que existe y todo lo demás es error, delito o pecado. Por eso quiere imponer su visión a los demás.
El fanatismo todo lo explica y lo justifica desde la mirada política, ideológica o religiosa que se toma el cerebro del fanático que ni ve, ni oye ni entiende porque no quiere hacerlo. No necesita hacer ese esfuerzo. Alguien pensó por él y le dice qué hacer, qué sentir. Alguien que sí tiene clara su meta, su interés o su negocio y que lanza ideas sencillas cargadas de emociones fáciles de digerir y de asimilar. (subrayo)

El problema es que todos cuando queremos defender nuestro de punto de vista, que casi siempre consideramos como el verdadero, terminamos como fanáticos, vilipendiando, agrediendo, imponiendo. Muchas veces la terquedad es la que nos lleva a él, como reconoce la articulista. Y uno piensa, cómo explicarle a un estúpido que lo es? Cómo decirle a un terco que ceda en su terquedad? Cómo pedirle a un fanático que piense y reflexione? Cómo saber si uno no es uno de los anteriores? Cómo saber que es uno el que tiene la razón? O que es el otro el que la tiene?

4.      Día internacional del retrete[6].

Pienso en todas las cosas que durante la vida he tomado como derecho propio; cosas tan significativas y al mismo tiempo insignificantes por haberlas vivido desde que nací. Una ducha, el inodoro, el agua, la cama, la vivienda, la tranquilidad económica, el acceso a la salud, un automóvil, las tres comidas diarias, la televisión, la ropa, las sábanas limpias, la salud. Todos esos regalos de la vida que simplemente me llegaron sin haber hecho nada para merecerlos... y que jamás he agradecido.
Siento un nudo en la garganta y en el corazón. Y esa enorme responsabilidad de compartir. ¿Por qué yo sí y los otros no?

En efecto, cada generación ve normalidad en las insignificancias que en otra época eran diferentes. Y además, en las insignificancias de las cosas que en su vida transcurren como naturales, como parte de una normalidad que uno presume generalizada a todo un conglomerado. Siempre ante la juventud recaigo en el mismo ejemplo: en mi época y en la de los tranvías, el timbre de un vehículo de servicio público era una cuerda que recorría la parte del bus de adelante hacia atrás y que conectaba a un timbre manual, naturalmente, para anunciar la próxima bajada que correspondía ésta a unas dos cuadras adelante. Ninguno de mis sobrinos, ni ahora de sobrinos nietos (cómo se dirá este engendro lingüístico?) me creen que una simple pita era la forma de timbrar en tiempos de bárbaras naciones.

Pero eso sí, a nivel anecdótico y cualquier de mi generación podrá corroborar con una sonrisa cuando lo lea, porque hasta lo dijimos en alguna oportunidad, si pasadas dos cuadras el chofer (variación por conductor) no paraba y abría la puerta, la reacción más común: golpe a la puerta para llamar su atención (lo que lo emputaba más, sin eufemismo) y si aceleraba más, se continuaba con un grito: Pare que se pasóóó… Oiga pareee que no voy a la casa de su mamá (mientras uno estuviera dentro, lo mejor era manejar el léxico) porque una vez paraba, abría la puerta y uno iba bajándose del bus al mismo tiempo el grito era (perdonarán la ausencia de eufemismos) hijueputa que no me voy a comer a su madreeeeee –que era de los más suaves- y se incluía un golpe a la carrocería o un patadón, como fuera posible, según el grado de la pelea y si el chofer alcanzaba a cerrar la puerta y arrancar para tumbarlo a uno. Automáticamente, si había golpe de carrocería, frenón y amague de bajarse el chofer, uno calculaba la huida, y lo retaba desde abajo: venga hijueputa, si es tan macho… Y entre amagues, bajaba con varilla el chofer y el machito que era uno prendía carrera. Si no se bajaba, el machito que era uno seguía ofendiendo. He de confesar, yo tuve mi época de gamín. Amén.

Por hoy, ya me alargué mucho!




[1] los dos ponentes eran, sin duda, de alto vuelo: el sociólogo Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925), conocidísimo analista de la posmodernidad y padre intelectual de la idea-ya casi estrujada- la «modernidad líquida» , y el matemático John Allen Paulos (Denver, EEUU, 1945), denunciador de muchas de las falacias argumentativas con base numérica en que incurren a menudo los medios de comunicación-y quizás ya buena parte de la población-. http://ssociologos.com/2014/05/28/zygmunt-bauman-el-exito-de-facebook-es-haber-entendido-necesidades-humanas-muy-profundas/

[2] Luis Carlos Vélez. La dictadura de las redes. http://www.elespectador.com/opinion/dictadura-de-redes

[3] Un interesante libro Virtudes públicas y ética civil de este autor puede leerse en: https://books.google.com.co/books?id=VO8jRhlsmNwC&pg=PA11&lpg=PA11&dq=Como+dice+Mart%C3%ADnez+Navarro+(profesor+de+Filosof%C3%ADa+Moral),&source=bl&ots=3EaSLbz6FE&sig=oZ9YPHTjOxnb4eQVuKNem59w8gk&hl=es-419&sa=X&ved=0ahUKEwj2u9DU6MTQAhXH4SYKHUmyDyEQ6AEINzAE#v=onepage&q=Como%20dice%20Mart%C3%ADnez%20Navarro%20(profesor%20de%20Filosof%C3%ADa%20Moral)%2C&f=false
[4] http://www.elcomercio.com/tendencias/fobias-internet-extranas-miedo.html
[6] Ana Lucía Mera. Día mundial del retrete http://www.elespectador.com/opinion/dia-mundial-del-retrete

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