Un hombre es un hombre, y un hombre está hecho de generosidades y egoísmos,
de coraje y de debilidades, de coherencias e incoherencias: si una mitad de ti esperaba
que no sucediera, la otra mitad lo deseaba hasta el espasmo.
Oriana Fallaci.
Un Hombre.
Me voy a atrever a meterme en un tema en el que soy totalmente
neófito, en el cual, cada vez que trato de ahondar termino en un enredo mental que
prefiero dejar las cosas quietas. Habrán notado que dentro de mi simplismo, mental
y estructural, hablo de mis diferentes personalidades como acompañantes permanentes
de mi vida, quienes de alguna manera me obligan o me limitan a realizar determinadas
acciones.
Sin embargo, una vez más trataré de pensar en voz alta
sobre el tema, con el mayor simplismo posible, luego de haberme enredado en la profundidad
investigativa que puede tener Internet[1]
y que por eso mismo le reconozcan los sabedores del tema, ante quienes no me disculpo
de antemano, porque parto de un simplismo propio de una mente que no tiene el conocimiento
suficiente y que puede estar imbuido por mitos y tabúes adquiridos a lo largo del
tiempo.
El ego es, para la psicología,
la instancia psíquica a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es
consciente de su propia identidad. El ego, por lo tanto, es el punto de referencia
de los fenómenos físicos y media entre la realidad del mundo exterior, los ideales
del superyó y los instintos del ello.
El ego para el psicoanálisis
freudiano el ello (id) está compuesto por los deseos y los impulsos. Es decir,
soy yo. El superyó (superego), en cambio,
está formado por la moral y las reglas que un sujeto respeta en la sociedad.
Es decir que soy el yo decente o el gamín, según se vea, aunque no olvidemos que
en todo caso, llevamos un enorme gamín cuando se meten con nosotros o con lo nuestro.
El yo (ego), por último, es el equilibrio
que permite que el hombre pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros
sociales. Y como ven, este último resulta contradictorio porque el ego va con
el ello, pero el yo, también, pero esta vez con el ego, siendo el ello freudiano
y el ego, mío? y curiosamente no veo, en ninguna parte el mí, parte importante de
mí mismo.
Yo es ego, es yo; ello es mi instinto y mis ideales están
en manos del superyó. El primero, deseo e impulso, se impone, neutraliza o permite
generalmente la expresión del cavernario o atávico que me une con los antepasados
más remotos o con los sujetos que conviven en el presente de mi entorno. Parece
que de esta manera ya escribo como todo un académico, diciendo dulces palabras científicas
cuyo enredo nadie se atreve a contradecir so pena de que le llamen bruto.
Entonces, volviendo a mi simplismo, los que saben dicen
que tenemos una trinidad en la cabeza, tres locas encerradas en una celda llamada
cráneo, cada cual tratando de imponerse a su antojo, cada una tratando de delatar
al otro para lograr salir victoriosa, una intercediendo, siendo intermediaria para
que salgan las tres y no una de ellas, otra siguiéndole el juego, pero solo para
luego hacer zancadilla y vencer ella sola, todas a una y una contra todas y a todo
ésto, quién soy yo?
Por el momento, la última pregunta, por demás afectadamente
insulsa y sin sentido, aparentando ser lo que no es, tratando de decir quién es
sin serlo, no es del caso contestar y dejarla para luego, para cuando adquiera conciencia
de su propia realidad. Esto mencionado por la tangente a la mejor forma como lo
haría Saramago.
Y como Freud fue el que comenzó con el enredo y aún persiste
su teoría, de cualquier manera, démosle la palabra, claro que a través de lo investigado
en Internet, aclaro, para que vean que mi simplismo da para investigar superficialmente[2]
un tema en que además de lego, soy ignorante, como he advertido varias veces.
Aunque algunas corrientes rechazan esta división de la mente en tres personas diferenciadas, para Sigmund Freud la personalidad humana está compuesta tanto por los elementos conscientes como por los impulsos inconscientes.
El ego, que evoluciona con la edad, intenta cumplir con los deseos del ello de manera realista y conciliándolos con las exigencias del superyó. El yo, por lo tanto, cambia con el paso del tiempo y de acuerdo al mundo externo.
Freud cree que el ego trasciende el sentido de uno mismo para convertirse en un sistema de funciones psíquicas de defensa, funcionamiento intelectual, síntesis de la información y memoria, entre otras. El yo supone el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad.
Ajá! Y uno se pregunta, con los tantos lóbulos cerebrales
que se tienen, sé que cada uno está en su sitio, en algún vértice del triángulo,
acordándome que el atávico está en el bulbo raquídeo, es decir, si no estoy mal,
en el tronco de donde se desprende el resto, es decir que todo está cabeza abajo,
si se tiene un triángulo invertido, como me imagino. Pero… cuando creo que voy por
buen camino, el pero aparece y mi deseo no es profundizar sino simplemente dar mi
punto de vista.
Deseos y sentimientos, amores y desamores (que son sentimiento,
aclaro), intelecto y superstición, tabú e ignorancia, pasiones y afectos, ansias
y deseos, egoísmo y altruismo, ying y yang, bueno y malo. Dioses y diablos, ángeles
y demonios, de todo eso estamos compuestos, aunque me retrotraigo al estamos y lo
cambio por el estoy, para que cualquier culpa caiga directamente sobre mí, el cual
volvió a aparecer, como debe ser. (Otro párrafo enredado? Pero me salió bien!)
Digo que toda esa diversidad que hay dentro de la cabeza
y pretenden que sean de tres y no de uno (buen juego de palabras, me digo).
Decía entonces que en la cabeza tenemos una personalidad
múltiple, pensando en que de pronto somos esquizofrénicos a nuestra manera humana,
y es así como algunas personas nos conocen como amables y sinceras, otras odiosas
y rencorosas, religiosas o ateas, en el mejor de los casos, decentes o gamines,
porque solo han visto, generalmente una sola de las posibles facetas que nos acompañan.
Entonces quién soy? La pregunta en este lugar sí resulta
oportuna, aunque ligeramente descortés, pues es una respuesta que sólo yo puedo
darme, dentro de mi propia intimidad, siempre que sea sincero conmigo mismo. Porque
de igual manera me puedo mentir a mí mismo y darme una respuesta que me libere de
una carga que en últimas resulta pecaminosa. Para ello se requeriría de sinceridad
y más que eso, de objetividad. Y nótese que aquí salió a relucir mí mismo, que no sé en dónde ubicarlo dentro
de la trinidad mencionada.
Ese mí mismo
puede ser atávico, si la pregunta indiscreta hace referencia a la genética original,
desde el de dónde vinimos para saber quiénes somos. Puede venir del ego, ese que
se reconoce o aparenta reconocerse dentro de su realidad. O también puede provenir
de ese superyó que fue educado en sociedad. Pero también puede ser que tenga personalidad
autónoma, sin ser trinitaria, sin depender de las otras, siendo ella misma, siendo
el mí mismo.
Eso lo deduzco, dentro de mi simplicidad, por aquello que
a lo largo de mi camino he podido corroborar, con Einstein –si se me perdona la
osadía de comparación-, que todo es relativo: lo que soy puede que no sea, puede
ser que sea lo que no soy, para que otros me acepten, para adaptarme a ellos, para
vengarme de ellos. Y de esa forma, soy sin serlo, puedo ser sin saberlo, ser como
soy, darme a conocer con espejo, con fantasma, sin que sepan lo que realmente soy.
Soy el que soy, también el que aparento ser, soy eso y mucho más, no solo soy trinidad,
puedo ser mucho más, el bueno y el malo, el envidioso y el generoso, puedo ser sin
ser y viceversa, si se me permite la reversa, soy eso y mucho más, aún lo que escondo,
lo que oculto, lo que no quiero ver, lo que no quiero mostrar, lo que no soy. Y
me estoy repitiendo, a pesar de saber que soy único, a pesar de todo lo que soy.
Jamás hallé compañera más sociable que la soledad.
Henry David Thoreau
Foto: JHB (D.R.A.)
[1] Todas las transcripciones provienen de: http://www.friki.net/informes/38259-ego-egocentrismo-y-egoismo-significados.html
[2] Hablando de superficialidad, de
pensamiento, palabra y obra, viene a cuento: Lo que ha venido pasando, de manera
generalizada (es mí inferencia), en Latinoamérica es una ligereza al momento de
opinar. La causa raíz de esa ligereza puede ser la desinformación y no por la
que se le aduce a los medios de comunicación, sino por la ausencia de lectura.
… El punto realmente importante es qué tan bien informado estamos los
ciudadanos y ojo no sólo los colombianos. Parece que es un mal endémico la
superficialidad. Felipe Janica. Hay que leer. http://www.elespectador.com/opinion/hay-leer
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