miércoles, 11 de enero de 2017

YO, ELLO Y SUPERYO


Un hombre es un hombre, y un hombre está hecho de generosidades y egoísmos, de coraje y de debilidades, de coherencias e incoherencias: si una mitad de ti esperaba que no sucediera, la otra mitad lo deseaba hasta el espasmo.
Oriana Fallaci. Un Hombre.


Me voy a atrever a meterme en un tema en el que soy totalmente neófito, en el cual, cada vez que trato de ahondar termino en un enredo mental que prefiero dejar las cosas quietas. Habrán notado que dentro de mi simplismo, mental y estructural, hablo de mis diferentes personalidades como acompañantes permanentes de mi vida, quienes de alguna manera me obligan o me limitan a realizar determinadas acciones.

Sin embargo, una vez más trataré de pensar en voz alta sobre el tema, con el mayor simplismo posible, luego de haberme enredado en la profundidad investigativa que puede tener Internet[1] y que por eso mismo le reconozcan los sabedores del tema, ante quienes no me disculpo de antemano, porque parto de un simplismo propio de una mente que no tiene el conocimiento suficiente y que puede estar imbuido por mitos y tabúes adquiridos a lo largo del tiempo.

El ego es, para la psicología, la instancia psíquica a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad. El ego, por lo tanto, es el punto de referencia de los fenómenos físicos y media entre la realidad del mundo exterior, los ideales del superyó y los instintos del ello.

El ego para el psicoanálisis freudiano el ello (id) está compuesto por los deseos y los impulsos. Es decir, soy yo. El superyó (superego), en cambio, está formado por la moral y las reglas que un sujeto respeta en la sociedad. Es decir que soy el yo decente o el gamín, según se vea, aunque no olvidemos que en todo caso, llevamos un enorme gamín cuando se meten con nosotros o con lo nuestro. El yo (ego), por último, es el equilibrio que permite que el hombre pueda satisfacer sus necesidades dentro de los parámetros sociales. Y como ven, este último resulta contradictorio porque el ego va con el ello, pero el yo, también, pero esta vez con el ego, siendo el ello freudiano y el ego, mío? y curiosamente no veo, en ninguna parte el mí, parte importante de mí mismo.

Yo es ego, es yo; ello es mi instinto y mis ideales están en manos del superyó. El primero, deseo e impulso, se impone, neutraliza o permite generalmente la expresión del cavernario o atávico que me une con los antepasados más remotos o con los sujetos que conviven en el presente de mi entorno. Parece que de esta manera ya escribo como todo un académico, diciendo dulces palabras científicas cuyo enredo nadie se atreve a contradecir so pena de que le llamen bruto.

Entonces, volviendo a mi simplismo, los que saben dicen que tenemos una trinidad en la cabeza, tres locas encerradas en una celda llamada cráneo, cada cual tratando de imponerse a su antojo, cada una tratando de delatar al otro para lograr salir victoriosa, una intercediendo, siendo intermediaria para que salgan las tres y no una de ellas, otra siguiéndole el juego, pero solo para luego hacer zancadilla y vencer ella sola, todas a una y una contra todas y a todo ésto, quién soy yo?

Por el momento, la última pregunta, por demás afectadamente insulsa y sin sentido, aparentando ser lo que no es, tratando de decir quién es sin serlo, no es del caso contestar y dejarla para luego, para cuando adquiera conciencia de su propia realidad. Esto mencionado por la tangente a la mejor forma como lo haría Saramago.

Y como Freud fue el que comenzó con el enredo y aún persiste su teoría, de cualquier manera, démosle la palabra, claro que a través de lo investigado en Internet, aclaro, para que vean que mi simplismo da para investigar superficialmente[2] un tema en que además de lego, soy ignorante, como he advertido varias veces.

Aunque algunas corrientes rechazan esta división de la mente en tres personas diferenciadas, para Sigmund Freud la personalidad humana está compuesta tanto por los elementos conscientes como por los impulsos inconscientes.
El ego, que evoluciona con la edad, intenta cumplir con los deseos del ello de manera realista y conciliándolos con las exigencias del superyó. El yo, por lo tanto, cambia con el paso del tiempo y de acuerdo al mundo externo.
Freud cree que el ego trasciende el sentido de uno mismo para convertirse en un sistema de funciones psíquicas de defensa, funcionamiento intelectual, síntesis de la información y memoria, entre otras. El yo supone el primer paso del propio reconocimiento para experimentar alegría, castigo o culpabilidad.

Ajá! Y uno se pregunta, con los tantos lóbulos cerebrales que se tienen, sé que cada uno está en su sitio, en algún vértice del triángulo, acordándome que el atávico está en el bulbo raquídeo, es decir, si no estoy mal, en el tronco de donde se desprende el resto, es decir que todo está cabeza abajo, si se tiene un triángulo invertido, como me imagino. Pero… cuando creo que voy por buen camino, el pero aparece y mi deseo no es profundizar sino simplemente dar mi punto de vista.

Deseos y sentimientos, amores y desamores (que son sentimiento, aclaro), intelecto y superstición, tabú e ignorancia, pasiones y afectos, ansias y deseos, egoísmo y altruismo, ying y yang, bueno y malo. Dioses y diablos, ángeles y demonios, de todo eso estamos compuestos, aunque me retrotraigo al estamos y lo cambio por el estoy, para que cualquier culpa caiga directamente sobre mí, el cual volvió a aparecer, como debe ser. (Otro párrafo enredado? Pero me salió bien!)

Digo que toda esa diversidad que hay dentro de la cabeza y pretenden que sean de tres y no de uno (buen juego de palabras, me digo).

Decía entonces que en la cabeza tenemos una personalidad múltiple, pensando en que de pronto somos esquizofrénicos a nuestra manera humana, y es así como algunas personas nos conocen como amables y sinceras, otras odiosas y rencorosas, religiosas o ateas, en el mejor de los casos, decentes o gamines, porque solo han visto, generalmente una sola de las posibles facetas que nos acompañan.

Entonces quién soy? La pregunta en este lugar sí resulta oportuna, aunque ligeramente descortés, pues es una respuesta que sólo yo puedo darme, dentro de mi propia intimidad, siempre que sea sincero conmigo mismo. Porque de igual manera me puedo mentir a mí mismo y darme una respuesta que me libere de una carga que en últimas resulta pecaminosa. Para ello se requeriría de sinceridad y más que eso, de objetividad. Y nótese que aquí salió a relucir mí mismo, que no sé en dónde ubicarlo dentro de la trinidad mencionada.

Ese mí mismo puede ser atávico, si la pregunta indiscreta hace referencia a la genética original, desde el de dónde vinimos para saber quiénes somos. Puede venir del ego, ese que se reconoce o aparenta reconocerse dentro de su realidad. O también puede provenir de ese superyó que fue educado en sociedad. Pero también puede ser que tenga personalidad autónoma, sin ser trinitaria, sin depender de las otras, siendo ella misma, siendo el mí mismo.

Eso lo deduzco, dentro de mi simplicidad, por aquello que a lo largo de mi camino he podido corroborar, con Einstein –si se me perdona la osadía de comparación-, que todo es relativo: lo que soy puede que no sea, puede ser que sea lo que no soy, para que otros me acepten, para adaptarme a ellos, para vengarme de ellos. Y de esa forma, soy sin serlo, puedo ser sin saberlo, ser como soy, darme a conocer con espejo, con fantasma, sin que sepan lo que realmente soy. Soy el que soy, también el que aparento ser, soy eso y mucho más, no solo soy trinidad, puedo ser mucho más, el bueno y el malo, el envidioso y el generoso, puedo ser sin ser y viceversa, si se me permite la reversa, soy eso y mucho más, aún lo que escondo, lo que oculto, lo que no quiero ver, lo que no quiero mostrar, lo que no soy. Y me estoy repitiendo, a pesar de saber que soy único, a pesar de todo lo que soy.

Jamás hallé compañera más sociable que la soledad.
Henry David Thoreau


Foto: JHB (D.R.A.)


[2] Hablando de superficialidad, de pensamiento, palabra y obra, viene a cuento: Lo que ha venido pasando, de manera generalizada (es mí inferencia), en Latinoamérica es una ligereza al momento de opinar. La causa raíz de esa ligereza puede ser la desinformación y no por la que se le aduce a los medios de comunicación, sino por la ausencia de lectura. … El punto realmente importante es qué tan bien informado estamos los ciudadanos y ojo no sólo los colombianos. Parece que es un mal endémico la superficialidad. Felipe Janica. Hay que leer. http://www.elespectador.com/opinion/hay-leer

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