A raíz de la displicencia que se ha
entronizado en la transversalidad de la vida, enconando sus hechos en
circunstancias inéditas, llegándose a situaciones vacuas que viralizan la
exposición de una subcultura de ecosistema de supremacía, en la que subyace una
serie de complejidades que segmentan la opinión en el fatalismo de la
inconsciencia, han de conocer la certeza de estas palabras y el filin que de ellas deviene.
El párrafo anterior no trata de
demostrar lo docto que puedo ser sino de lo insustancial a lo que estamos
llegando. En ese párrafo no se dice absolutamente nada, pero puede pasar por
ser escrito por algún gran hombre inscrito en la historia (o para colmo, en las
redes sociales) y por ello, sería aplaudida la frase por una profundidad
inexistente.
Si a ese párrafo se le agregaran
anglicismos y tecnicismos que nadie conoce, adquiere un mayor valor de supremo
conocimiento en cualquier situación descrestante. Recuerdo a alguien que importaron en una empresa que trabajaba, en que sus
presentaciones eran eso, descrestantes porque exhumían sabiduría, no decían
nada y lo mejor del cuento, uno no entendía un carajo en medio del marasmo del
discurso insulso (se me pegó la sabiduría!). Hasta que la gran jefe le pidió
que le hablara en español y sin usar terminachos porque nadie entendía lo que
estaba diciendo. En ese momento pensé en el colegiazo de donde provenía, que
por su bilingüismo habían olvidado que vivían en un país de habla hispana, en
el que se come yuca y papa y no cronch.
Entonces, por culpa de esas
parrafadas y de la educación dada, estamos llegando a extremos en que una
conversación con jóvenes, además de insulsa y grotesca (por aquello de llamar
al amigo perro o zorra, güey y parce y demás) el idioma se va perdiendo en
insustancialidades inentendibles y de allí, para terminar, que:
Desde
hace unas tres décadas varias personas que creen conocer nuestro idioma se han
dedicado a cambiar sustantivos y adjetivos dizque porque los que hay en los
diccionarios son ofensivos. Que levante la mano quien, con la edad que yo
tengo, en su casa no hubo «sirvienta», sino «trabajadora» como hoy en día, o
los hijos fueran llamados por el masculino y el femenino o con el signo @ para
abarcar en la rídicula palabra: «niñ@s». Llenaríamos tres o más columnas con
las ridiculeces que han inventado. En el caso de adulto mayor (viejo) están
equivocados porque todos los adultos son mayores, pues llegar a los 18 años
garantiza que se alcanzó la mayoría de edad. Ese «adulto mayor» aparece en el
Diccionario de americanismos de la Real Academia Española y el único país que
lo tiene es el nuestro. ¡Qué pecao!(1)
Sí, que pecao.
Solo
hay una oportunidad de causar una primera impresión.(2)
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