miércoles, 29 de enero de 2020

REFLEXIONES ACERCA DE LA CHÁCHARA


            A raíz de la displicencia que se ha entronizado en la transversalidad de la vida, enconando sus hechos en circunstancias inéditas, llegándose a situaciones vacuas que viralizan la exposición de una subcultura de ecosistema de supremacía, en la que subyace una serie de complejidades que segmentan la opinión en el fatalismo de la inconsciencia, han de conocer la certeza de estas palabras y el filin que de ellas deviene.

            El párrafo anterior no trata de demostrar lo docto que puedo ser sino de lo insustancial a lo que estamos llegando. En ese párrafo no se dice absolutamente nada, pero puede pasar por ser escrito por algún gran hombre inscrito en la historia (o para colmo, en las redes sociales) y por ello, sería aplaudida la frase por una profundidad inexistente.

            Si a ese párrafo se le agregaran anglicismos y tecnicismos que nadie conoce, adquiere un mayor valor de supremo conocimiento en cualquier situación descrestante. Recuerdo a alguien que importaron en una empresa que trabajaba, en que sus presentaciones eran eso, descrestantes porque exhumían sabiduría, no decían nada y lo mejor del cuento, uno no entendía un carajo en medio del marasmo del discurso insulso (se me pegó la sabiduría!). Hasta que la gran jefe le pidió que le hablara en español y sin usar terminachos porque nadie entendía lo que estaba diciendo. En ese momento pensé en el colegiazo de donde provenía, que por su bilingüismo habían olvidado que vivían en un país de habla hispana, en el que se come yuca y papa y no cronch.

            Entonces, por culpa de esas parrafadas y de la educación dada, estamos llegando a extremos en que una conversación con jóvenes, además de insulsa y grotesca (por aquello de llamar al amigo perro o zorra, güey y parce y demás) el idioma se va perdiendo en insustancialidades inentendibles y de allí, para terminar, que:

Desde hace unas tres décadas varias personas que creen conocer nuestro idioma se han dedicado a cambiar sustantivos y adjetivos dizque porque los que hay en los diccionarios son ofensivos. Que levante la mano quien, con la edad que yo tengo, en su casa no hubo «sirvienta», sino «trabajadora» como hoy en día, o los hijos fueran llamados por el masculino y el femenino o con el signo @ para abarcar en la rídicula palabra: «niñ@s». Llenaríamos tres o más columnas con las ridiculeces que han inventado. En el caso de adulto mayor (viejo) están equivocados porque todos los adultos son mayores, pues llegar a los 18 años garantiza que se alcanzó la mayoría de edad. Ese «adulto mayor» aparece en el Diccionario de americanismos de la Real Academia Española y el único país que lo tiene es el nuestro. ¡Qué pecao!(1)

            Sí, que pecao.

Solo hay una oportunidad de causar una primera impresión.(2)

Tomado de Facebook.
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[2] Dan Brown. Origen.

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