viernes, 31 de mayo de 2024

ANTAÑO

             Antaño, es decir hace demasiados años, podía recitar la historia de este país, lugares, fechas, personajes. Hoy todo eso o casi todo eso lo he olvidado, sin darme cuenta, y solo lo refresco cuando de tiempo en tiempo me da por dar un repaso a esa historia tan nuestra.

             Ya no puedo dar fechas ni personajes con seguridad, ni aún en la historia que medio siglo del pasado viví, agregándole un tercio más del presente. Ya no recuerdo en qué año gobernó Turbay, Uribe o López Michelsen, a pesar de haber vivido en sus épocas, pero no importa, tampoco me importa, como poco me importa lo que actualmente pasa, a pesar de vislumbrar un futuro cercano poco halagüeño, todo por la demagogia y la testarudez de un seudo izquierdoso al que le encanta la vida burguesa y yendo más lejos, a lo mismo a lo que se acostumbraron las lumbreras rusas a costa de… mejor dejemos así, que no se trata de otro discurso contra la actualidad, de la que abomino, de la que me da vergüenza.

             El cuento venía gracias a una lectura que estaba teniendo[1], interesante libro de una historia generacional, tal vez inocua en otro contexto, pero tan bien contada que da gana su lectura. Y lo interesante es que a lo largo de la historia familiar, se ven narrados los aconteceres mundiales de cada época, en cada uno de los momentos de la narrativa familiar.

             Y es por ello que me preguntaba cómo durante lo corrido del fin y del nuevo siglo, han pasado cosas que han venido haciendo historia -naturalmente por los que la escriben- y veo cómo se repite y se repite, no en lo bueno claro está, porque a pesar de los cambios tan rotundos que han sucedido en menos de cien años, tampoco ha cambiado mayor cosa la humanidad, la misma politiquería, la misma corrupción, la misma inseguridad, aunque al parecer más galopante y tan notoria como en la edad media y el renacimiento y prefiero no seguir esta línea, para no seguir desviándome.

             La conclusión es que la historia ha pasado frente a mi puerta, pero como la puerta ha estado cerrada no la he sabido ver, y me digo si eso ha sido afortunado o no, al menos para mí, haberla visto pasar desde la ventana como quien ve una procesión a la que no ha sido invitado y en la que no es necesario persignarse, porque no requiere de ese voto, exprofeso, por demás. 

Ya. Pero a veces lo que dejamos no nos abandona.
El tiempo perdía espesor.[2]

Tomado de Facebook
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[1] La octava vida (para Brilka) - Nino Haratischwili

[2] Moscardón azul. James Sallis.

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