No todo es lo que parece y me parece que ahora soy de la minoría, porque las minorías se hicieron mayorías al callar a las otras a punta de amenazas y de infundir miedo.
Fui mayoría, pero al parecer he sido desplazado a la
minoría, a aquella que ya no puede pronunciarse sobre las otroras minorías
porque la amenaza es de ser tildado de arcaico, machista, sexista, racista y
los demás istas a los que se refería Oriana Fallaci, a todos aquellos istas que
fanatizan.
Esas otroras minorías se ofendían con nada (ahora siguen
ofendiéndose con nada), porque sí, porque no. Porque se les mira o porque se
les hace invisibles, como si a uno no le estuviera permitido mirar o no a esas
antiguas minorías, hoy mayorías; al menos hubo una época en que uno podía
elegir, pero la sensibilidad social actual opacó a esas mayorías y nos hizo
cobardes y de mayoría inexplicablemente pasamos a minorías, cobardes, hay que
decirlo, pues cómo se discute con un fanático que obviamente no tiene la razón
(ni siquiera mandándolos a la mierda), pero así son las cosas y de mayorías nos
dejamos convertir en una minoría y lo bueno es que esas actuales mayorías, que
no dejan de ser minorías, al habernos silenciado y convertido en minorías ya no
saben con quién pelear. Ironía de ironías mayorías que en un santiamén nos
volvieron minorías.
Creo que se tenía que decir, sin ofender, aunque por mí
se pueden ir a la mismísima mierda, sin ofender. Y eso me recuerda que esa fue
la táctica fue común a comunistas y nazis, si mal no recuerdo.
Vive
sobre todo para los demás. Porque los demás siempre saben mejor que tú lo que
es bueno para ti.[1]
[1] La octava vida (para Brilka) - Nino Haratischwili.
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