Nadie
está exento de nada ni por nada. No somos eternos en esta vida aunque creamos
lo contrario. Ojalá fuera así.
Esta
pandemia parece una lotería regalada, nos tocó jugarla sin querer. Estamos ante
el 50% de que nos contagiemos, diría el pesimista, o el 50% de que no pase,
dirá un optimista. Pero es una ruleta rusa lo que nos tocó –dirá el realista-,
al contrario del Baloto, en que aunque tengamos igualdad de posibilidad, nos
toca comprarlo. En la pandemia aspiramos a no ganar, a no contagiarse, mientras
que en el Baloto ponemos todas nuestras esperanzas en lo contrario. Todo
depende como se mira.
El
cuento venía a que cuál sería la reacción de uno si se llegara a contagiar
–existiendo la posibilidad, en todo caso-. Pasaría uno por todas las etapas del
duelo? De la negación a la aceptación? Difícil saberlo, solo se puede
pontificar desde la distancia, en la sanidad.
Y
la cosa puede agravarse si el contagio es grave y si se está entre las
decisiones médicas graves, de esas que dicen practican los médicos militares, en
que deben decidir por uno si merece que sus esfuerzos de revivir valen o no la
pena o hay alguien con mejor derecho.
Ya
se hace doble el esfuerzo para pensar si debe hacerse otro duelo, también de la
negación a la aceptación.
Aunque
no sería raro –ah! vanidad de vanidades!- que tanto paciente como deudos
comiencen el pobreteo en las redes sociales y las inútiles cadenas de rezos,
porque si no sirvieron los esfuerzos médicos qué va a servir una oración
encadenada? Pues si funcionaran, no habría habido ni muertos ni pandemia, pues
las redes sociales lo habrían solucionado. (Perdonarán el sarcasmo, pero, como
ven, no me aguanté).
Solo
pensaba desde la distancia, sin saber si algún duelo tenga que hacerlo yo.
Se
requieren muchos años y muchos sufrimientos para comprender el milagro de la
vida.(1)
Tomada de Facebook.
(1) Colleen McCullough. El
Caballo de César. El título del Blog corresponde a la canción.
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