Cuántas
vueltas se deben dar antes de caer en profundo sueño o al menos para el
ensueño? Y a cada vuelta pensando físicas maricadas, muchas de ellas como
asaltantes a mansalva, haciendo preguntas que en el día se querían evitar, para
no estresarse más, o tratando simplemente de alejarlas hasta el momento en que
se pierde la conciencia, para entrar en otro mundo, inexplicable, irracional, muchas
veces loco, generalmente daliniano.
Y pensar que
luego de seis u ocho horas de sueño sólo se recuerda un fragmento, generalmente
un final, evaporándose toda la historia, un final, tal vez sin contexto, tal
vez un resumen de todo lo ocurrido. Vaya uno a saber!
Era verme en
un bus. Aparentemente el de una empresa en donde pude trabajar, pensando en que
tenía que llevar pan a la casa. Por eso la sensación de que regresaba en la
tarde a casa, verme en paisajes cercanos a ella, evaporándose en la idea misma
del sector, siendo el sitio al que me aproximaba.
Mientras
llegaba, estando dentro del bus, verme explicándole a alguien, un anónimo que
tal vez conocía, que para recargar el audífono –de los de antaño-, bastaba con
que lo descolgara del tubo con que uno se sostenía del techo del bus y se oía
mejor la música a través del tubo.
Al mismo
tiempo, saber que faltan unas tres cuadras para bajarse de ese bus que sabe que
rutinariamente toma, verse antes de la carrilera, que es la señal que avisa que
hay que estar atento para bajarse, donde es. Y pensar al mismo tiempo,
adelantándose a él, que pasa por la panadería, la de la esquina, la que queda
junto a la zapatería, porque debe pasar donde el zapatero tecnólogo para que le
instale en el tacón del zapato un espotfi (no sé qué significa la palabra pero
la recuerdo muy bien, no sé por qué), pero sé que permitía oír mejor, aunque no
sé qué.
Y ver cómo
el bus no para en el paradero de siempre, pero verlo desde la distancia anticipada,
es decir verlo tres cuadras antes, sin estar ya dentro del bus, porque ya no lo
estamos y vemos cómo el bus no para en ese paradero cotidiano, al ser
espectadores externos que en la distancia de tres cuadras vemos cómo se pasa,
cómo nos pasamos del paradero y, de un momento a otro, entre el aquí y el allá,
salimos corriendo tras él para que no nos pase del paradero en que
cotidianamente nos bajamos, pues por estar explicando los efectos del audífono
en el tubo, se me pasó, pero al ser consciente de ello, resulta que no venía
dentro del bus, pero a la vez, al ver que se pasaba sin parar, salimos
corriendo para alcanzarlo, a sabiendas que allí no nos subíamos sino que nos
bajábamos.
Al ver que corríamos
tras él, también fuimos conscientes que no valía la pena bajarse del bus porque
desde hacía unas tres cuadras ya estábamos, de antemano, fuera del bus, que
íbamos caminando y que no valía la pena seguirlo. Por lo absurdo o por lo
práctico del tema.
Y entonces
recordar que había que comprar el pan en la pizzería, supongo que de un pan muy
particular pues quién va a una pizzería a comprar pan? Debía ser muy particular
pero que ya había comprado –implícitamente apareció así- porque era verme
dirigir a la zapatería para que le pongan al tacón el espotfi, que insisto, no
supe qué era, pero al parecer muy importante y necesario y al llegar ver solo
un zapatero remendón con su mono entintado y oliendo a pegante –de esos que se
veían en el siglo pasado- y que al verle sólo pude pensar: y éste qué carajos sabe de tecnología?
Era estar
en, sin estarlo y estando, no estando, aún estándolo.
Daliniano, un verdadero sueño que logré escribir a tiempo,
antes de olvidarlo y supongo que solo recordé el final, todo fuera de contexto,
pero compré el pan, aunque me desilusionó el zapatero. Cosas de la vida.
—Como se descuide, este autobús lo llevará
directamente a remengo,
dottore. ¿Y dónde estaría remengo?, se preguntaba Brunetti. A él, como a la mayoría de
venecianos, le habían enviado a ese lugar y también él había enviado allí a
mucha gente desde hacía décadas y sin embargo nunca se había parado a pensar si
se podía ir a pie, en barco o, en este caso, en autobús. ¿Y era remengo una
ciudad, en cuyo caso habría que escribirlo con mayúscula, o un sitio más teórico,
como la porra o el cuerno, accesible sólo por la vía de la imprecación?
—… y no quiero ser yo quien le diga que es
inútil.
Galatea de las esferas. Dalí
Tomado de Google. 4v23n08-13065407tab01
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