lunes, 28 de noviembre de 2022

SIN DARME CUENTA

            Crecí sin darme cuenta. Dejé mi dulce niñez, sin darme cuenta. Fui adolescente y pasé a ser grande, sin darme cuenta. Después, hice una familia y sin darme cuenta, pasó el tiempo y me volví adulto, supongo que de los que se llaman adultos, sin darme cuenta. Llegué a los cincuenta sin darme cuenta, aún tenía algo de pelo, algunas arrugas, algo de barriga y todo ello sin darme cuenta. Me volví sesentón sin darme cuenta. Me pensioné, sin darme cuenta. Ahora me doy cuenta de lo viejo que ya estoy, el espejo, como tanto he reiterado, me mostraba, sin darme cuenta, que iba envejeciendo, el pelo ya no estaba, ahora lo poco que quedaba estaba cano, bien cano y eso que mi papá insistía en que el indio no canaba; las arrugas más notorias, sin darme cuenta cuándo se hicieron presentes; la barriga flotante y el cuerpo, escuálido, sin darme cuenta. Hasta perdí un poco de altura, no de peso, éste se incrementó, sin haberme dado cuenta. Ahora, viejo y pensionado, afortunadamente, veo cómo pasa el tiempo, aún sin darme cuenta. Y no me doy cuenta de que la cuenta ya no es progresiva sino regresiva y todo pasa sin dame cuenta.

 

            La vida pasó, sin darme cuenta, terrible reflexión.

 

Entonces, apoyado de lado en el marco de la entrada de su habitación, bajó la cabeza y se llevó una mano a la frente, soltó un hondo suspiro y sintió una pereza milenaria, una pereza que lo llevó a desear la muerte, pero no por razones dramáticas o existenciales, sino por mera flojera, una flojera antigua, y pura, y egoísta, porque todavía había (…) máscaras que ponerse.[1]

Tomado de Facebook
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[1] Fama y muerte. Raul Garbantes.

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