No me refiero al tiempo que transcurre, como vida, como rutina, como aquel que fue, de esa manera y no de otra.
Es a ese tiempo en que sentimos que
estamos en el lugar equivocado, que no nos hayamos, por no estar en nuestra
zona de confort. Ese lugar como aquél en que nos piden que nos quedemos en casa
ajena cuidándola mientras sus moradores pasan por alguna emergencia -de
sepelio, de urgencia hospitalaria-. Entonces uno no está a pleno gusto por no
estar en su casa, sino en casa ajena, en donde no puede moverse a gusto porque
no le resulta familiar la estancia, porque no es la de uno, donde uno al menos
puede recostarse en su colchón y no en el ajeno.
Me refiero al tiempo en que la
rutina se sale de la rutina y lo hace a uno un ser en espera, pero con la
incomodidad de una espera que no es de uno, espera de consultorio, limitado a
cuatro paredes y una silla, esperando que pase el tiempo lo más pronto posible
y lo libere a uno de tanta espera.
Es a ese tiempo al que me refiero,
en que no se sabe cómo recuperar el tiempo perdido, habiéndolo podido pasar
dentro de su propia rutina, así solo fuera echando globos pero en el confort de
su propia comodidad.
Por eso me pregunto, cómo recuperar
ese tiempo ido que no estaba programado dentro de la propia rutina.
Debe de ser bonito creer que puedes elegir.[1]
[1] Peter Robinson. Un trozo de corazón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario