Dice la gente, dicen las redes sociales. Y me pregunto yo: cuál es el mejor país? De una se me vino la imagen de cero pobreza, cero corrupción, cero congresistas y políticos hampones, cero delincuentes.
Cualquier quiere un país así. Pero todos sabemos que todo eso es una mera utopía. Imposible erradicar todo eso y más de tajo, seguro que muero y nazco diez veces y nada ha cambiado; como va el mundo ni en diez mil años más. El que diga lo contrario es un iluso, seguro.
Y no hablo solo de Colombia, ni más faltaba. Nada más mirar a nuestros alrededores, a nuestros vecinos o a cualquier país del mundo y todo es igual, tal vez variando las estadísticas, pero somos iguales. Me gustaría saber cuál país cumple esos requisitos, de ser el mejor país querido. Ni Suiza pues allí lo primero que habría que acabar son los servicios financieros, pues se sabe que es una lavadora y blanqueadora de alto nivel, a pesar de hacerse pasar por honorables. Y de ahí para adelante, que entre el diablo y busque.
La gente sigue pensando en querer un mejor país, en querer, es decir, desear porque no lo tienen, pero parece que nadie se ha preguntado cómo hacerlo para hacerlo.
La gente perdió el juicio, aunque la historia ha demostrado que el juicio se perdió desde comienzos de la civilización, aunque al menos los cavernícolas tenían bien claro que eran perfectos animales.
Pues bien, como la esperanza, es bueno seguir pensando en querer un mejor país, pues la esperanza nunca se pierde aunque nunca llegue. Mientras, procuraré seguir viviendo lo más decentemente posible, ya que no puedo aspirar a un mejor país, me toca en este que me tocó.
Hay soluciones para los principales problemas de nuestro tiempo, algunas muy sencillas, pero requieren un cambio radical en nuestra percepción, en nuestro pensamiento, en nuestros valores. Nos hallamos sin duda en el inicio de este cambio fundamental de visión en la ciencia y la sociedad, un cambio de paradigmas tan radical como la revolución copernicana. Pero esta constatación no ha llegado aún a la mayoría de nuestros líderes políticos. El reconocimiento de la necesidad de un profundo cambio de percepción y pensamiento capaz de garantizar nuestra supervivencia, no ha alcanzado todavía a los responsables de las corporaciones ni a los administradores y profesores de nuestras grandes universidades. Nuestros líderes no sólo son incapaces de percibir la interconexión de los distintos problemas sino que además se niegan a reconocer hasta qué punto lo que ellos llaman sus soluciones comprometen el futuro de generaciones venideras. Desde la perspectiva sistémica, las únicas soluciones viables son aquellas que resulten «sostenibles». El concepto de sostenibilidad se ha convertido en un elemento clave en el movimiento ecológico y es sin duda crucial. Lester Brown, del Worldwatch Institute, ha dado una simple, clara y hermosa definición: «Una sociedad sostenible es aquella capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de generaciones futuras.» Éste, en pocas palabras, es el gran desafío de nuestro tiempo: crear comunidades sostenibles, es decir, entornos sociales y culturales en los que podamos satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones sin comprometer el futuro de las generaciones que han de seguirnos.1
----
(1) Capra Fritjof. La trama de la vida .
No hay comentarios.:
Publicar un comentario