miércoles, 26 de mayo de 2021

DE GRUPOS SOCIALES

             Me ha llamado la atención que el uso del correo electrónico pareciera en vías de extinción, particularmente tratándose de medio de comunicación de la gente. Las facilidades de las redes sociales tipo Whatsapp le están enviando al período paleolítico, aquél período en que usábamos disquetes y usbs que para gran maravilla llegaban a almacenar poco más de ochocientos ka. Hoy mis correos electrónicos solo reciben notificaciones, publicidad, promociones y spam.

 

            Y los grupos que se han venido generando en tales redes sociales me han llamado la atención. Hay diversidad de grupos, como de componentes. Los administradores, atentos a hacerse presentes constantemente, para no dejar decaer el grupo. Los participantes activos, bien haciendo comentarios o bien reenviando mensajes que a ellos les llegó por otro medio. Creo que también están los obligados, aquellos que fueron presionados para que entraran al grupo y no tuvieron la suficiente fortaleza de decir: No, no gracias. Y entre ellos, también están los pasivos, que son la gran mayoría.

 

            Y se forma el grupo social, de compañeros de trabajo, de amigos, de fanáticos, de familia. He visto cómo alguno de ellos, el de la idea original, que adquieren la calidad de administradores, se desentienden y creen que ya cumplieron con su deber, con ese deber de mantenerse en contacto. Otros administradores, más intensos, son aquellos que pretenden no dejar decaer el grupo, se sienten obligados a estar en permanente contacto, porque sentirán que es como si no hubiera sido capaz de mantenerse. Así nacen, se dividen, se mueren, se evaporan los grupos. Y algo que me llamó la atención en un grupo. Murió uno de sus componentes, uno de los interesados. Y surge la pregunta incómoda y qué hacemos con este contacto? Lo eliminamos? Y surge discusión al respecto, no sé si tratando de dejarlo para ver si se comunica desde el más allá y no sentirse culpables de su eliminación, o esperando quién toma la decisión, por aquello de poder trasladar la responsabilidad en un futuro. Qué tan difícil era hacerlo, sin tener que preguntarle a todo el mundo? Me preguntaba. Para mí era sencillo, el muerto, muerto está y dudo que pueda haber comunicación desde el más allá, si es que lo hay.

 

            Pero sigo, es analizar a los componentes. La gran mayoría, generalmente en grupos grandes, son pasivos, pareciera que ni siquiera leen los mensajes, es como si se sintieran obligados a estar. Ni fu, ni fa, diría mi mamá. No se sienten, ni siquiera se sabe si pertenecen a él. Pueden morirse que nadie se dará cuenta. Tampoco se sabe mucho de ellos, si respiran, pues están sin estar, en una palabra. Los hay otros que de vez en cuando se dejan ver en el grupo, lo que demuestra que no están totalmente desinteresados de lo que se cuenta. Otros menos, son los que, tal vez como yo, se dedican a hacer parte del grupo reenviando mensajes que por otra vía recibieron. Y el resto, los dos o tres que quedan, son los que constantemente están alimentando el grupo para evitar su decaimiento, con comentarios, con chismes, con mensajes reenviados, con vainazos, de todo un poquito, pero son los dos o tres contertulios constantes. Y me pregunto y el resto? Por qué están si no quieren estar o no quieren participar? O es que creen que es un medio de reconocimiento como persona al estar en multitud de grupos, no importante si se hace o no parte de ellos? Poder decir: es que yo estoy como en veinte grupos de amigos… Pareciera.

 

            Y el retirarse de ellos, pareciera igualmente que requiere esfuerzo. O tal vez decisión. Tener la capacidad de decir no, listo, me retiro. Pero qué pensarán los demás? Qué dirán de mí? pienso que piensan. Hice el ejercicio, para un descanso temporal, al menos así lo anuncié, decidí retirarme y para mí, bastó con anunciarlo y bloquear mi entrada, no sabía que era tan fácil y tampoco sé cuál la reacción del grupo, no de su totalidad, pues es claro que poco les interesaba, sino de los tres o cuatro contertulios permanentes, no sé si ya habituados a mi forma de pensar, a mi sarcasmo y al uso permanente de la ironía. Ya veremos cuándo termina mi reposo.

             Y del Zoom ni qué hablar. Reuniones forzadas, esperando turno para hablar, tratándose de reuniones numerosas, mirando cómo miran los demás, todos queriéndose ir, pero impedidos por el qué dirán. Esperando al primer valiente que se anime a decir que tiene que irse, que lo llamaron urgente o cualquier insulsa excusa y de ahí para adelante, a todos les entra el afán de salirse, salvo que se trate de reunión de amigotes, que la cosa es diferente. Por mí, no me inviten a Zoom, me desespera a los dos segundos de ver las caras de los demás, esperando que alguno se anime a una agradable conversación o a una excusa de huida. Pero son cosas mías, cada cual tendrá su propia perspectiva.

Qué raro que una persona casi ni exista si no está en las redes, ¿verdad?[1]

Tomado de Facebook.
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[1] Donna Leon. La tentación del perdón. Y agrego, y si lo están, tal vez ni existan!

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