Me ha llamado la atención que el uso del correo electrónico pareciera en vías de extinción, particularmente tratándose de medio de comunicación de la gente. Las facilidades de las redes sociales tipo Whatsapp le están enviando al período paleolítico, aquél período en que usábamos disquetes y usbs que para gran maravilla llegaban a almacenar poco más de ochocientos ka. Hoy mis correos electrónicos solo reciben notificaciones, publicidad, promociones y spam.
Y los
grupos que se han venido generando en tales redes sociales me han llamado la
atención. Hay diversidad de grupos, como de componentes. Los administradores,
atentos a hacerse presentes constantemente, para no dejar decaer el grupo. Los
participantes activos, bien haciendo comentarios o bien reenviando mensajes que
a ellos les llegó por otro medio. Creo que también están los obligados,
aquellos que fueron presionados para que entraran al grupo y no tuvieron la
suficiente fortaleza de decir: No, no gracias. Y entre ellos, también están los
pasivos, que son la gran mayoría.
Y se forma
el grupo social, de compañeros de trabajo, de amigos, de fanáticos, de familia.
He visto cómo alguno de ellos, el de la idea original, que adquieren la calidad
de administradores, se desentienden y creen que ya cumplieron con su deber, con
ese deber de mantenerse en contacto. Otros administradores, más intensos, son
aquellos que pretenden no dejar decaer el grupo, se sienten obligados a estar
en permanente contacto, porque sentirán que es como si no hubiera sido capaz de
mantenerse. Así nacen, se dividen, se mueren, se evaporan los grupos. Y algo
que me llamó la atención en un grupo. Murió uno de sus componentes, uno de los
interesados. Y surge la pregunta incómoda y qué hacemos con este contacto? Lo
eliminamos? Y surge discusión al respecto, no sé si tratando de dejarlo para
ver si se comunica desde el más allá y no sentirse culpables de su eliminación,
o esperando quién toma la decisión, por aquello de poder trasladar la
responsabilidad en un futuro. Qué tan difícil era hacerlo, sin tener que
preguntarle a todo el mundo? Me preguntaba. Para mí era sencillo, el muerto,
muerto está y dudo que pueda haber comunicación desde el más allá, si es que lo
hay.
Pero sigo,
es analizar a los componentes. La gran mayoría, generalmente en grupos grandes,
son pasivos, pareciera que ni siquiera leen los mensajes, es como si se
sintieran obligados a estar. Ni fu, ni fa, diría mi mamá. No se sienten, ni
siquiera se sabe si pertenecen a él. Pueden morirse que nadie se dará cuenta.
Tampoco se sabe mucho de ellos, si respiran, pues están sin estar, en una
palabra. Los hay otros que de vez en cuando se dejan ver en el grupo, lo que demuestra
que no están totalmente desinteresados de lo que se cuenta. Otros menos, son
los que, tal vez como yo, se dedican a hacer parte del grupo reenviando
mensajes que por otra vía recibieron. Y el resto, los dos o tres que quedan,
son los que constantemente están alimentando el grupo para evitar su
decaimiento, con comentarios, con chismes, con mensajes reenviados, con vainazos,
de todo un poquito, pero son los dos o tres contertulios constantes. Y me
pregunto y el resto? Por qué están si no quieren estar o no quieren participar?
O es que creen que es un medio de reconocimiento como persona al estar en
multitud de grupos, no importante si se hace o no parte de ellos? Poder decir:
es que yo estoy como en veinte grupos de amigos… Pareciera.
Y el
retirarse de ellos, pareciera igualmente que requiere esfuerzo. O tal vez
decisión. Tener la capacidad de decir no, listo, me retiro. Pero qué pensarán
los demás? Qué dirán de mí? pienso que piensan. Hice el ejercicio, para un
descanso temporal, al menos así lo anuncié, decidí retirarme y para mí, bastó
con anunciarlo y bloquear mi entrada, no sabía que era tan fácil y tampoco sé
cuál la reacción del grupo, no de su totalidad, pues es claro que poco les
interesaba, sino de los tres o cuatro contertulios permanentes, no sé si ya
habituados a mi forma de pensar, a mi sarcasmo y al uso permanente de la ironía.
Ya veremos cuándo termina mi reposo.
Qué raro que una persona casi
ni exista si no está en las redes, ¿verdad?[1]
[1] Donna Leon. La tentación del perdón. Y agrego,
y si lo están, tal vez ni existan!
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