Todo el
mundo quiere ser feliz, sin embargo para conseguirlo raras veces emplean los
medios necesarios. [1]
No hace mucho leí un artículo en el Espectador,
no recuerdo la autora, porque creo que era ella, en que decía, palabras más,
palabras menos, lo interesante que es sentarse en un café a no hacer nada, sólo
a contemplar a la gente que le rodea y en medio de esa inactividad viendo caras
y gestos, poses y relojes, se podía hacer una historia para
relatar. Interesante pensé y decidí, dada mi proclividad a… perder el tiempo,
en una palabra, guardar la idea para cuando se me presentara la ocasión y de
esa manera ver hasta dónde me llevaba la imaginación. Sí, lo sé, bastante lejos
y nada cercana a la realidad, dada mi imaginación y personalidad, claro está.
Pues bien, a mis manos cayó el libro que da origen
a este blog. Como se trata de artículos publicados a lo largo dela vida de
Umberto Eco y seleccionados por él, antes de morir, no es un libro para leerse de una sentada, como nos
expresamos entre hermanos para opinar sobre lo bueno o no de los que nos
prestamos y leemos. Estaba en esas lecturas esporádicas cuando hacia la mitad
del libro me encontré un recibo de caja que presumí correspondía a la adquisición
del libro. La curiosidad del valor me hizo leerle. Pero no, no era el de compra.
La curiosidad de los productos consumidos me llevó a ver el valor y luego al
sitio y de allí a la fecha y…
Mi imaginación pasó a hacer realidad lo que pudo
acontecer ese día y me lo imagino así:
La fecha, curiosamente el 30 de diciembre de
2016, penúltimo día del año, para más señas un viernes. Ya veo a mi hermano (no
doy su nombre porque no me siento autorizado, a pesar de tener fama de
imprudente -yo, no él-, trato de demostrar que no lo soy tanto, por eso me
excusarán el nombre).
Le veo caminando en la mañana pacientemente las
calles, dirigiéndose a Unicentro, rumiando sus propios pensamientos. Mirando
aquí y allá. Como siempre, los paseos le llevan a la librería, simplemente a
ojear las novedades, a verificar la existencia de algún libro mencionado en
algún lugar, simplemente a curiosear, arte que ya domina a fuerza de costumbre.
Ese día, el penúltimo del año, le veo tomando el
libro de Eco, recordando que recién había fallecido ese año, aún a su pesar.
Leer el título, subrayado por el subtítulo: Crónicas
para el futuro que nos espera. La ilustración de la carátula imaginativa y
propia de un dibujo de Escher y aún de Magritte y la contra carátula que
culmina diciendo: “Genio, sabiduría y
sentido del humor: de todo hay en este libro, una despedida digna de un gran
maestro”. Todo ello da pie a pensar en comprarlo, aunque no esté seguro; lo
toma, trata de dejarlo en su puesto, lo piensa, lo toma con intención pero
antes de que el acto sea acción, prefiere seguir ojeando aquí y allá, no hay
afán en este día, a pesar de ser el penúltimo del año. Pero ya está
seleccionado, lo sabe sin saberlo con seguridad, pero necesita comprar un libro
porque ya se le acabó los que tenía a disposición. Sigue mirando títulos,
pensando en cuáles pueden valer la pena adquirir, cuáles son desechados de
antemano por título o por autor, cuáles podrán ser posibles candidatos. Y así
pasa el tiempo, sin considerar que sea un desperdicio, por el contrario, para
él, una aventura más. El libro fue adquirido y empacado.
El día prosigue sin afán, dado que fue el primero
en llegar a la librería, como es su costumbre y pasado el rato, a continuar su
camino con el libro, iba a decir que bajo el brazo, pero eso ya no se estila,
ahora se porta en la mano, como cualquier paquete, deseoso de empezar a leerlo.
Para ello ya tiene la excusa apropiada. Buscar la cafetería conveniente, por
ser una buena hora en que no hay molestia, faltan veinte para las diez, no lo
invento, el recibo de pago lo dice (10:43:24, y sí del 2016/12/30). Según tal
recibo, consumió una dona (1 combinada
doughnut 1 sin caja, no sé qué quiere decir, pero me atengo al texto) y un capuccino (por favor con leche deslactosada, café descafeinado, estevia, gracias,
ya le veo ordenando con voz enérgica). Lo atendió Laura Andrea S… a quien no le prestó mayor atención, por estar centrado
en la búsqueda del mejor puesto que se podía ofrecer a esa hora del día, lo más
lejano de cualquier intromisión o distracción. HAZ TU DÍA ESPECIAL! Culminaba la tirilla de factura que le fue
entregada.
La hora ideal, el algo o intermedio entre el
desayuno tempranero y el almuerzo que se venía en horario de pensionado, es
decir, a las doce cumplidito. En otros tiempos llamada medias nueves o
simplemente las nueves. Es curioso que los pensionados generen automáticamente
un horario particular, regido por el estómago, no hay quien escape a esa determinación
cronométrica. Prosigo.
Volver a ojear el libro adquirido con más
detenimiento porque ya había adquirido personalidad al haberlo conquistado él.
Pausadamente admirar el ingenio del ilustrador, lectura obligada de carátula,
contra carátula, pestañas de reseña de vida y obra de Eco y empezar por saborear
el olor de papel nuevo, sentir el tacto del papel y empezar desde la página
uno, título incluido nuevamente.
Y así pasó la mañana, leyendo un artículo tras
otro, meditando uno luego de otro, pensando que efectivamente este mundo está
loco, que efectivamente vamos de la estupidez a la locura y que naturalmente se
trata de crónicas del futuro que nos espera. Sin duda hay que dar gracias a Dios o a la fortuna por vivir más
tiempo, pero debemos enfrentarnos a este problema como uno de los más
dramáticos de nuestro tiempo… culmina el artículo Esperanza de vida, con el cual se anuncia la proximidad de la hora
del almuerzo.
Página 50, el título: ¿Lo bello es feo y lo feo es bello?, buen título, pero es hora de
empezar el retorno, es hora del almuerzo y como buen pensionado, hay que
respetar los horarios, mami enseñó que con el hambre no se juega.
Todo esto lo imaginé yo, realmente no sé qué pudo
pasar en la realidad, con Alberto nunca se sabe!
Fotos: Google. Escher y Magritte
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