Más que
el objeto, lo que cambia es la mirada: la mirada comprometida y la mirada
inatenta. [1]
Estaba rememorando en voz alta sobre los
conocimientos históricos que había logrado recopilar a lo largo de esta larga
vida. Adquiridos a través de la lectura, de las clases de historia que,
afortunadamente para mí, los profesores que me tocaron hicieron una buena
tarea, la que no pudieron hacer los que me enseñaban matemáticas en todas sus
formas (aritmética, geometría, álgebra, trigonometría, cálculo, física. Aún hoy
no distingo para qué me hubiera servido saber el coseno de la tangente).
Recitaba los
presidentes desde el siglo pasado al mío hasta los de mi siglo, el XX; eso
incluía designados a la presidencia, principales ministros, tareas realizadas
en sus respectivos gobiernos –hoy denominados logros- y principales efemérides.
A nivel mundial, aprendí mucho de la historia antigua a la moderna.
Conocimientos de todos ellos que me vanagloriaba y que me permitían tener una
conversación de amplia cultura.
No me arrepiento de
todo ese bagaje cultural que adquirí y que logré pulir con el paso de los años
y que a través de la lectura he podido diluir mejor.
Pero creo que después
de Pastrana hijo dejó de interesarme el tema y si me ponen a recitar el listado
de presidentes de esa época para acá, pierdo el año, perdí el interés. Sólo guardo lo que me interesa, lo demás lo
deshecho –le llaman memoria selectiva-, como he hecho con la política y las
matemáticas (aunque todavía tenga guardadas mentalmente las fórmulas de base
por altura dividido por dos y la fácil de álgebra a cuadrado mas b cuadrado es igual a a más b al cuadrado, si mal no recuerdo; tenedme paciencia en
fórmulas, las aprendí hace más de 50 años…).
Leyendo a Eco –De la estupidez a la locura- decía que
muchas cosas no las conocíamos porque vivíamos en el provincialismo de la época
y nos contentaba la noticia de nuestro microcosmos, que más que noticia era el
chisme, porque la proclividad al chisme es grande (espero haber entendido bien
el mensaje). Hoy, que nos globalizaron a la fuerza, son tantas las noticias,
los chismes y la información que o no hay modo para leerla toda o no hay tiempo
suficiente para ello –por eso nos estamos volviendo tan superfluos, tan
marginales, tan superficiales-.
Y una respuesta
alternativa que me dieron y que en parte tiene razón, debido a mi añoranza del
pasado, fue que ya no es necesario conocer la historia, ni muchas cosas de las
aprendidas antaño en mi caso, porque basta un click y la historia se tiene a la
mano en cuestión de nanosegundos, según el operador.
Refuté, pataleé, traté de hacerle recapacitar,
con aquello del viejo dicho de que quien no conoce la historia está condenado a
repetirla, pero me venció el razonamiento, basta un click y la información, si
proviene de buena fuente, está a la mano. Con ello me insinuaron que para qué
saber tanto, guardando tanta información que de pronto no serviría para nada
–como la historia-, pudiendo aprovechar el cerebro en guardar otras cosas –como qué? Fue la pregunta que quedó
inconclusa y sin expresarse, es decir, quedó sin expresión! Irónico-.
Con todo ello, llegué a una triste conclusión: La
historia pasó a la historia.
En mi caso, seguiré disfrutando lo que he logrado
y, naturalmente, aprovechando el internet para seguir culturizándome, así no
sirva para nada. Me sirve a mí.
Pregunta:
Teniendo en cuenta las teorías de poblamiento americano explicadas en clase,
¿Por dónde creen que llegaron los primeros pobladores al territorio colombiano?
Respuesta:
Ellos no vinieron nunca por acá porque esto estaba lleno de guerrilla. [2]
Foto: JHB (D.R.A.)
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