miércoles, 19 de abril de 2017

EVOCACIÓN


La historia es la que es,
no la que pudo ser o dejar de ser. [1]

No sé de medidas agrarias y por eso, una hectárea es como si me hablaran de una fanegada o de un metro cúbico, como verán, negado para entenderlo. Sé que una hectárea es mil por mil, pero visto desde mis ojos, ese resultado no logro identificarlo, salvo que me pudieran decir del palo pa’lla hasta el mojón pa’ca y aún sigo sin entender. Soy  nulo campesino y de haberlo sido, habría sido mal terrateniente, no se me da ninguna de las dos condiciones.

Lo más que he pensado es que cuando estoy en el campo me como una ciruela y tiro la pepa a la vera del camino con la esperanza de que crezca un árbol. No puedo ser lo que no soy, al menos aspiro que lo que pueda ser, sea.

En mis caminatas por los diversos secos caminos una y otra vez paso por una propiedad ínfima, si me es dable calcular mi estimación es que no pasa de trescientos metros cuadrados, es decir, nada, comparado con las otras tierras. Contiene una casucha miserable a mis ojos, de esas casas de adobe con escasa iluminación, a duras penas unas dos ventanuchas y una puerta mal acabada sobre dos humildes escalones mal acabados o demasiado usados , derruyéndose en el tiempo, sin chapa la puerta, porque quién entraría allí sin permiso? Por dentro, ante la imposibilidad de develar su contenido por la penumbra en que eternamente se habita, uno diría que está compuesta por un solo cuarto a la vez dormitorio, cocina, estar, todo en uno, ya que la cama debe servir de sala y de comedor. Una casucha construida por allá a principios del siglo pasado, a finales del antepasado tal vez, indescifrable, desde mi óptica citadina, una casita miserable. Sin esperanza, sin ilusión. Sus habitantes, unos viejos cuya cara refleja precisamente eso, ni esperanza, ni ilusión, sabedores que lo que fueron ya no lo son, que lo que tuvieron ya se fue. 

Aún así, el señor, demasiado ya mayor en apariencia, ya próximo en ausencia, sigue cultivando y raspando parte de unos pocos metros de tierra, que a duras penas dará para una carga de papa en cada cosecha, algunas mazorcas, al parecer lo necesario para seguir subsistiendo sin esperanza ni ilusión. Su cara refleja solo el paso de los años, la piel curtida por vientos, lluvias y soles que ha soportado, cara de viejo campesino, entrado en años, en muchos años. Le acompaña, una mujer de edad indescifrable, como él, con andar pausado, ayudada por un palo que hace las veces de bastón, que le permite andar por la destapada carretera a paso de andar viejo, olvidado.

Ella, tal vez con más esperanza, tiene un rinconcito dedicado al jardín, un rincón que le da vida a los años pasados, a los años acompasados, a los años de ellos, recuerdo de algo floreciente, que de seguro tuvieron que haberlo tenido.

En la distancia les veo, él en la tarde, luego de jornada de campo en su tierra, sentado en los escalones de la puerta de la casa, en espera del ocaso, diría uno que en espera a que su ocaso termine, allí sentado mirando al vacío, mientras ella, a lo lejos en el camino se ve con su paso lerdo, tratando de ir o de llegar.

Evocación que me trae a la memoria los edificios de la ciudad, en los ventanales en los que se ve durante todo el día a aquel viejito mirando al vacío, esperando lo que la esperanza ya no le traerá, soñando en mejores tiempos, que para ellos ya terminaron.

Sólo les queda el ocaso!

          Espero que lo que me imagino no sea; que su ocaso sea de agradecimiento; que mi historia inventada no haya atinado en nada y que estén disfrutando de esa vida que les tocó y que agradecidos estén a la espera de lo que yo no pude vislumbrar, esperar oír decir de viva voz: No, no renuncié a nada, elegí la vida que quería vivir, la que he vivido y con la que he sido feliz.[2]

No elegimos dónde ni cuándo nacemos, pero al menos deberíamos poder decidir cómo afrontar el último minuto de nuestra vida. Pero hasta eso lo tenemos negado. [3]

Foto: JHB (D.R.A.)




[1] Julia Navarro. Dime quién soy
[2] Julia Navarro. Dime quién soy
[3] Julia Navarro. Historia de un canalla

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