viernes, 14 de agosto de 2020

CULTURA

             Antaño una persona se definía por el grado de cultura que tenía, entendiendo por cultura el conocimiento en diversas y múltiples áreas que permitía socializar y mantener conversación en todos los temas posibles. Se hablaba con cierto fundamento de política, sociedad, literatura, ciencia y uno de los mayores apelativos que se podía obtener era que dijeran que uno era culto.

 

            Como en alguna oportunidad escribí, me molestaba que algún joven dijera que para qué saber tanto si llegado el caso bastaba preguntarle al doctor Google y la respuesta se tenía a mano, que para qué llenar el disco duro con tanta información que a la larga resultaba inservible. Como dije, esa afirmación me ocasionó un trastorno a mi conocimiento, me sentí ofendido, realmente ofendido.

 

            Ha pasado el tiempo y en El Tiempo leí un artículo de Constaín que inciaba: Decía Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el príncipe, el maestro, que una de las formas más elevadas del conocimiento y la felicidad es la del conocimiento inútil, la curiosidad como un fin en sí misma, la pasión por saber y descubrir y atesorar cosas que en un principio parecen inservibles o insignificantes y que sin embargo nos regalan un placer culposo y descomunal: la alegría sola de encontrarnos con ellas, para qué más.(1)

 

            Y leído desprevenidamente de esa manera trocó mi pensamiento me hizo reaccionar y pensar que en efecto me consideraba culto y viéndolo objetivamente con un bagaje de conocimiento inútil, bajo esa perspectiva.

 

            Hice un somero inventario de lo que abarcaba mi cultura, lo más objetivamente posible, amplio en mi concepto y sinceramente llegué a la conclusión de que en efecto tenía una amplia cultura que, a la larga y ya a mi edad, resultaba inútil. Qué importancia saber el detalle de la historia, como que Bolívar nació un 24 de julio de 1783 o que Julio Cesar fue asesinado, por Bruto. O que la sal es cloro y sodio y cuya fórmula es NaCl y que la base por la altura dividida entre dos es el área de un triángulo, o que a2+2ab+b2 es la fórmula del binomio cuadrado perfecto –(a+b)2- y que Aristóteles fue maestro de Platón y que el único militar colombiano que fue teniente general fue Rojas y así un montón de datos que mantengo en mi cabeza.

 

            Esa cultura era adquirida y estudiada, aprendida y aprehendida –buena forma de recalcar la cultura al conocer tal diferencia- y todo el saber venía en textos de papel, única fuente del saber, para aquellas épocas, que los jóvenes pensarán que era de bárbaras naciones. Igualmente mucho conocimiento fue adquirido gracias al placer de la lectura, de la no obligada, de la lectura libre, de cualquier tema interesante.

 

            Ya entrado en años, debo reconocer que la cultura que tenía me permitió escribir bien, expresarme de mejor manera (sin pretender olvidar la parte de gamín que albergo, claro está) y ser reconocido y lograr ascensos laborales, efecto creo yo de ese conocimiento adquirido, me ha permitido, como dije, lo más objetivamente posible, encontrar que tengo una amplia cultura, inútil, pero para mí bastante placentera, de la que no hay arrepentimiento alguno, porque esa misma aparente inutilidad, de alguna manera me dio de comer y me ha permitido ser lo que soy actualmente, con el placer de lo vivido. Y puedo agregar que la alusión al doctor Google, el que todo lo sabe y todo lo comparte con un solo clic, ya no me molesta porque he aprendido a que al no saber todo ni de todo –y menos hoy-, mi ignorancia puede ser  suplida con un clic, con lo cual acrecento aún más mi inútil conocimiento. Ironías de la vida.

 

Qué cultura, qué cultura va a tener

Un indio chumeca

Como Lorenzo Morales

Que cultura va a tener

si nació en los cardonales[2]

Tomado de Facebook. 49666963_289688711903473_2240224915477233664_o 



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